Cuando decidimos crear la sección de «Canciones perfectas», la primera que me vino a la cabeza fue esta, “Epitaph” de King Crimson. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo y, entre tanto, he escrito como tres o cuatro textos sobre otras canciones. ¿Por qué? Porque no sabía (de hecho, no sé) como enfocar este tema. Para mí es la segunda mejor composición de la música moderna, luchando muy fuertemente con “Bohemian Rhapsody” por el primer puesto. Teniendo en cuenta la cantidad de música que se ha compuesto, es decir mucho. Y sin embargo, me mantengo firme en mi opinión.
Describir “Epitaph” es complicado, como lo es describir todo el disco en el que se encuentra y que hace poco celebró su 50º Aniversario, In the Court of the Crimson King. Melancólica, extravagante, misteriosa, triste, evocadora, premonitoria… todos estos adjetivos vienen a la mente, pero creo que se quedan cortos, así que antes de intentar explicar su música y su mensaje, hablaré de las sensaciones que me provocan.
Escribo esto con 41 años, a pocos meses de cumplir los 42. La primera vez que escuché el tema tenía 25, así que ha llovido bastante, y sigo recordando perfectamente cómo fue todo. Del grupo conocía la mítica portada, nada más. Creo que ni siquiera el nombre, pero no lo aseguro.
Así estaba cuando me fui a Jaén a ver a una amiga. Fuimos a la biblioteca y sacó ese CD (sacar un CD de una biblioteca, ¡algunos ni sabrán qué es eso!). Ya en casa, y como música de fondo, lo pusimos. Los minutos iban marchando uno tras otro hasta que empezó “Epitaph” y, de repente, nos quedamos callados, absolutamente mudos. No había palabras y, sin embargo, se entendía todo. Al final, cuando acabó, dos simples palabras en voz de chica bastó como resumen de lo vivido: “qué bonito”.
Desde entonces, cada vez que suena en cualquiera de mis reproductores la sensación es esa misma, “qué bonito”, sin saber describir nada más, sin encontrar las palabras adecuadas y, quizá, sin querer buscarlas. “Epitaph” es una experiencia que se tiene que vivir, y como todas las experiencias que valen la pena, se tiene que vivir bien. Nada de música de fondo mientras se hace cualquier tarea, no. Hay que estar presente, integrarla en tu persona, que te entre por los poros de la piel y te destroce o rehaga el alma. “Epitaph” es magia.
La música
Como vengo diciendo, definir la música es harto difícil, así que mientas intento hacerlo, a medida que la escucho, iré intentado describir lo que siento.
El inicio, con los toms revolucionados dando pie al bajo (sublime durante los más de ocho minutos que dura el tema), guitarra y algún sintetizador, es la mejor puerta de entrada que puede tener la canción. Esa suavidad llena de melancolía es desgarradora, y me evoca la imagen de alguien mirando al infinito. Alguien triste.
Empieza la voz, acentuando aún más la sensación del párrafo anterior. Además, como básicamente están el bajo y la batería (los otros instrumentos acompañan desde lejos), esa tristeza se intensifica hasta llegar al primer estribillo. El pequeño impulso que tiene la voz, ahora acompañada básicamente por sintetizadores, nos destroza. Todo encaja para que al final de ese estribillo entren el resto de instrumentos, siempre suaves en este tema, como la guinda del pastel.
De nuevo nos encontramos ante un pasaje instrumental con el bajo de Palmer destacando desde el fondo. La sutileza sigue adueñándose de la atmósfera apocalíptica, y si miramos a lo lejos, podemos ver Mordor, tierra seca y desierta, oscura y con volcanes en erupción. Esta vez, eso sí, no hay orcos ni hobbits, solo desolación.
Las estrofas se siguen repitiendo con las mismas sensaciones, aunque los bailes de la voz, esos picos de intensidad, hacen que tenses el cuerpo. Poco a poco el juego de toms se hace mejor, hasta otro descanso de bajo y guitarra para dar pasos a teclados varios. De golpe nos hemos parado y miramos alrededor. Sí, seguimos en Mordor mientras la tierra se agrieta y el cielo se llena de humo negro.
A partir de aquí es una vuelta al tercer párrafo de esta parte del texto hasta llegar aquí. Todo esto sin un solo de guitarra, sin un protagonismo instrumental excesivo, solo con pa(i)sajes musicales. No necesita más. Sublime. Perfecto.
La letra
“Epitaph” es poesía dentro de un disco que, desde su portada hasta su última nota, es arte puro. Siendo clave el trabajazo de Lake, Fripp y compañía, hay que destacar las brutalidades que se sacó de la manga, o del bolígrafo, Pete Sienfeld, letrista de casi todas las canciones del álbum.
Para “Epitaph”, el inglés quiso dejar algo para el epitafio, tal como nos lo dice el nombre de la canción. Tanto el título como la letra se refieren al mensaje que se muestra en una lápida. Entre medio de una intensidad enorme, la voz se enfrenta a una lucha y teme que su epitafio será una confusión (algo que, por cierto, va muy bien con la música que practica el grupo). Greg Lake “Epitaph es básicamente una canción de cómo mirar todo con confusión en un mundo enloquecido”.
King Crimson tenía la extraña capacidad de escribir sobre temas de una manera extremadamente profética, y el mensaje de “Epitaph” es aún más relevante de lo que era cuando la canción fue escrita. 1969 fue un año funesto, lleno de guerras (Vietnam), crisis, muertes y una locura que empezaba a asomar la cabeza en la sociedad occidental, principalmente. Ahora, 50 años más tarde, la cosa no solo no ha mejorado (sigue habiendo guerras, las crisis, tanto económicas como de otra índole están a la orden del día, y las muertes se cuentan por millones), los proféticos mensajes de nuestra protagonista no son parte del pasado. Como ejemplo, escribo esto en cuarentena, intentando que una pandemia mundial (¿cuándo había pasado algo así?) no se los lleve por delante. Aquella locura ya reina en el palacio del rey carmesí, que es el mundo entero.
La distopía que describe Seinfeld podría traducirse en un llanto a la sociedad, al mundo entero. He leído en algunos sitios que hace referencia a la muerte de Jesucristo, aunque ni me lo parece ni he encontrado referencia “oficial” alguno. Más bien me transmite una tristeza por lo que hemos, estamos creando, la confusión que llega en forma de estrés, depresión y un sinfín de enfermedades mentales a la orden del día y que, se ve, se solucionan con cuatro pastillas (esto no lo creo, yo). Más me parece una hombre arrodillado y cogiéndose del pelo que un tipo crucificado por los pecados del hombre. Os dejo la letra. ¿Qué opináis?
«The wall on which the prophets wrote
Is cracking at the seams
Upon the instruments of death
The sunlight brightly gleams
When every man is torn apart
With nightmares and with dreams
Will no one lay the laurel wreath
When silence drowns the screams
Confusion will be my epitaph
As I crawl a cracked and broken path
If we make it we can all sit back and laugh
But I fear tomorrow I’ll be crying
Yes I fear tomorrow I’ll be crying
Yes I fear tomorrow I’ll be crying.Between the iron gates of fate
The seeds of time were sown
And watered by the deeds of those
Who know and who are known
Knowledge is a deadly friend
If no one sets the rules
The fate of all mankind I see
Is in the hands of fools.The wall on which the prophets wrote
Is cracking at the seams
Upon the instruments of death
The sunlight brightly gleams
When every man is torn apart
With nightmares and with dreams
Will no one lay the laurel wreath
When silence drowns the screams.Confusion will be my epitaph
As I crawl a cracked and broken path
If we make it we can all sit back and laugh
But I fear tomorrow I’ll be crying
Yes I fear tomorrow I’ll be crying
Yes I fear tomorrow I’ll be crying
Crying
Crying
Yes I fear tomorrow I’ll be crying
Yes I fear tomorrow I’ll be crying
Yes I fear tomorrow I’ll be crying
Crying.»
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.