«Cuando escribimos la canción pensábamos en las cosas que la gente hace en la vida y en cómo la vida te las devuelve. Como ese tipo que se comporta como un idiota y al final ese comportamiento le viene retornado de alguna forma, y es debido a la energía negativa que desprende. Esa es la filosofía del karma. No es que yo crea ciegamente en el karma, pero hay patrones en que la gente recibe de lo que siembra, y al final recibe algo bueno o malo dependiendo de cómo ha actuado».
«Justo de eso habla la canción. Recuerdo especialmente el riff y el patrón de batería porque este último lo compuse yo con una caja de ritmos. Compuse algo muy notable y sigue siendo una de mis canciones favoritas a la hora de tocar en directo a pesar de que sea una canción que ya tiene muchos años. Todavía la tenemos en el set-list. Tenemos 13 discos y eso implica más de 130 canciones, por lo que es difícil escoger una». (Thomas Youngblood)
Si hay un tema que aúne lo bueno y mejor de la ya larga trayectoria de Kamelot, ese es “Karma” según mi humilde opinión. Contiene muchos de los rasgos distintivos por los que esta banda se afianzó a finales de los años 90 / principios de los 2000, cuando su portentoso vocalista Roy Khan consiguió por fin imprimirles el carisma necesario para hacer de su música algo más especial si cabe.
“Karma” combina elementos power, progresivos, neoclásicos y sinfónicos, y todo sin necesidad de salirse de un patrón musical demasiado innovador ni abogando a complejidades innecesarias. Cada cosa en su sitio y en su justa proporción, cuidando el detalle y sin pecar de saturación de ideas que nos hagan dispersar la atención. Si algunos temas los podemos considerar perfectos por su originalidad y su atrevimiento ahondando en nuevas fórmulas que los ensalzan, otros lo hacen precisamente por no necesitar de todo ello para sobresalir, y tal es el caso de “Karma”.
El contexto
Vale la pena hacer un pequeño repaso a la trayectoria de Kamelot para ubicar y profundizar un tanto sobre el momento en el que “Karma” surgió y entender su relevancia. Tras tres discos de estudio en un periodo de cuatro años, dos de los miembros originales de la banda abandonaron sus filas para dar paso a la formación que más aceptación y reconocimiento ha tenido en su carrera.
A los originales Thomas Youngblood a la guitarra y Glenn Barry al bajo, se les sumaron Casey Grillo a la batería y Roy Khan a las voces, dando como resultado un bastante exitoso cuarto álbum (y primero de la nueva alineación) The Fourth Legacy (1999) donde ya sentaron las bases de la dirección que unos renovados Kamelot estaban tomando. Dichas señas de identidad fueron perfeccionadas en su siguiente trabajo de estudio al cual pertenece el tema escogido, Karma (2001), y el posterior Epica (2003), siendo dicha triada una de las mejores que se le conocen a la banda.
Cuentan dichos álbumes con una producción excepcional a cargo de Sascha Paeth (Angra, Heaven’s Gate, Edguy, Avantasia) y Michael Rodenberg alias Miro (Angra, Rhapsody, Heaven’s Gate), personas que supieron aportar ese plus de calidad que Kamelot necesitaba para despuntar. Y lo cierto es que lo consiguieron.
La canción y la letra
Vamos ahora a analizar qué nos depara musicalmente este “Karma” y nos sumergiremos asimismo de lleno en su letra, una lírica sin gran complejidad que de nuevo se basa en la sencillez para plasmar su idea principal: nadie escapa a las consecuencias de sus actos, ni tan siquiera un rey. El karma nos pasa cuentas a todos, e incluso nos puede condenar a vivir una y otra vez hasta enmendar lo que hicimos mal.
Unas sugerentes voces femeninas que nos traen reminiscencias árabes nos dan la bienvenida en “Karma”, como invitándonos a entrar poco a poco en esta temática misteriosa, seguidas de una intro instrumental en la que bajo y guitarra funcionan al unísono marcadas por un enérgico ritmo de batería mientras la melodía inicial femenina es reproducida por un teclado.
Dicho patrón se repite, aunque esta vez, se integran todos los elementos escuchados hasta el momento potenciando su fuerza y dando paso a un cambio de tercio instrumental en el que los teclados toman el protagonismo y un piano nos adelanta una de las melodías troncales que se irá repitiendo a lo largo del tema.
Aparece en escena una primera estrofa que nos relata como un rey al final de su vida echa la vista atrás y se plantea si ha actuado bien como tal, dándose cuenta de su pequeñez:
«I am a king of honor / Soy un rey de honor
Gold and glory / Oro y gloria
But every king must also die / Pero todo rey debe también morir
Have I been just and righteous? / ¿He sido justo y honesto?
What is glory? / ¿Qué es la gloria?
I know I’ve torn and taken life. / Sé que he destrozado y arrebatado vida.
And here I stand / Y aquí estoy
A small and simple man. / Un hombre pequeño y simple.»
Entramos de lleno en el estribillo, donde descubrimos la voz de Roy Khan acompañada por la melodía de piano que ya nos habían adelantado justo antes del inicio de la primera estrofa. Aquí nuestro rey protagonista nos advierte de los peligros del karma de una forma un tanto metafórica, de cómo nos regresa si no actuamos de forma correcta:
«Who will trade his karma for my kingdom? / ¿Quién venderá su karma por mi reino?
A sacrificial rite to render truth / Un rito de sacrificio para ofrecer la verdad
The fire in my soul rejects my wisdom / El fuego en mi alma rechaza mi sabiduría
‘Cause all you do in life comes back to you. / Pues todo lo que haces en la vida vuelve a ti.»
Vamos a por la segunda estrofa, a imagen y semejanza de la primera musicalmente, pero con algún añadido orquestal que la refuerza y la hace más intensa que la anterior:
«I am a king in crisis / Soy un rey en crisis
Counting minutes / Contando minutos
There is an ending to my reign / Hay un final para mi reinado
My sins have come to face me / Mis pecados han venido a confrontarme
I can feel it / Lo puedo sentir
That I have lived my life in vain / Que he vivido mi vida en vano
And now I know I’ll reap / Y ahora sé que cosecharé
The seeds I’ve sown. / Las semillas que he sembrado.»
Este tramo nos relata como ese rey bravo del principio se ha derrumbado tras darse cuenta de que su comportamiento en la vida no ha sido ejemplar y de que el karma le va a pasar cuentas por ello.
Como todo patrón clásico, toca repetición del estribillo, tras el cual llegamos al momento del puente, que se desarrolla en dos tempos diferenciados, un primero muy lento y sugerente en el que vuelven a hacer aparición unas voces femeninas de fondo, seguido de otro que sube en intensidad para poder enlazar con el solo de guitarra que le sucede. Aquí nuestro rey nos cuenta cómo se siente a la par que reflexiona sobre el castigo que le espera:
«Am I mad? / ¿Estoy loco?
I feel so void and cold / Me siento tan vacío y frío
Who can tell? / ¿Quién puede decir?
Who holds the stories untold? / ¿Quién guarda las historias no contadas?
Tired and trembling / Cansado y tembloroso
I am descending / Estoy descendiendo
Will I have to stay here / ¿Tendré que quedarme aquí
And live this life again? / Y vivir de nuevo esta vida?»
A continuación, Thomas Youngblood toma las riendas con su solo de guitarra, que encierra uno de esos contrastes que tanto embellecen la pieza, un pequeño parón instrumental y coral justo en medio de escasos segundos que engrandece ese último tramo.
Y de nuevo, y ya por última vez, se repite el estribillo, seguido de la misma melodía del inicio, cerrando el tema en modo fundido. Como decíamos, un esquema sencillo y poco transgresor, pero a la vez, super efectivo.
Veredicto
“Karma” nos ofrece una fórmula musical a la que estamos acostumbrados y con la que nos sentimos cómodos, pero que, sin embargo, lejos de resultar mediocre y previsible, nos atrapa debido a ciertos elementos de calidad que engrandecen su audición. Su capacidad de aglutinar pinceladas de estilos múltiples, sus diferentes ritmos e intensidades, su justa orquestación aportando matices, sus riffs poderosos a la par que sutiles, su belleza vocal, coral y melódica junto a un punto de exotismo arábigo, dan como resultado una pieza enorme de gusto exquisito que define a la perfección la esencia de Kamelot.
Todo ello, envuelto en un halo de oscuridad que resulta hechizante y nos hace cabalgar por un mar de emociones. Roy Khan entra en perfecta simbiosis con la esencia del tema y su musicalidad gracias a su capacidad expresiva en esa línea tan melancólica que le caracteriza y nos regala una interpretación magistral, que combina a la perfección con esas voces femeninas que aparecen estratégicamente aquí y allá, a veces sugerentes, a veces fantasmagóricas. El resultado de todo ello es un tema perfecto, no basado tanto en la originalidad estructural sino en el cuidado del detalle y su capacidad de emocionarnos.
Y ya que estamos rindiendo tributo a Kamelot en el día de hoy, para finalizar me gustaría añadir una rareza con la que topé hace unos años como aficionada y ex practicante amateur de un deporte como es la natación sincronizada. De todos es sabido la fascinación del pueblo nipón por el metal y de cómo tienen normalizado la inclusión de dicha música en su sociedad. Pues bien, cabe resaltar que durante las Olimpiadas de Rio 2016, no dudaron en presentar uno de sus ejercicios con banda sonora de Kamelot, un medley que arrancaba con este “Karma” que nos ocupa, seguido de extractos de “The Spell” y “Ghost Opera”, prueba irrefutable de que la música bien entendida y aplicada puede casar con casi cualquier cosa. ¡Bien por ell@s!
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!