La pasada edición del Rock Fest zanjó un deber que tenía conmigo mismo desde hacía años, ver a Therion. Actualmente no soy tan fan como lo fui, pero viéndolos y charlando con el compañero Jordi Tàrrega llegué a la conclusión que semejante grupo merecía un artículo en este espacio de canciones perfectas. Y si lo merece es porque las tiene. La discrepancia entre Jordi y yo era leve y profunda al mismo tiempo. Ambos coincidíamos que el álbum superlativo de los nórdicos es Theli (1996), pero mientras que él aboga por “To Mega Therion” (temazo incontestable), yo opto por la que hoy nos toca analizar, ”The Siren of the Woods”.
“The Siren of the Woods” es uno de esos temas que, tenga la popularidad que tenga (en este caso no demasiada), trasciende la música. Me refiero a lo mismo que hace, por ejemplo, “Epitaph” de King Crimson, y que algún día aparecerá en esta sección. Estos temas son algo más que un conjunto de notas y cantos. Son emociones instrumentalizadas, caricias en el alma y abrazos invisibles. Escuchar atentamente estos temas, sin ninguna distracción, es entender que somos algo más que materia, huesos y músculos. Que somos algo eterno, algo unido al universo y a la energía que en él fluye. Escucharlos y dejar que te atrapen te susurren y te acunen es sentir que algo, a través de Christofer Johnsson (en este caso), uno de esos genios incomprendidos, nos dice que hay algo más allá de lo que el ojo ve a simple vista.
Entremos en los bosques.
La música
Son casi 10 minutos. 10 minutos de suavidad, de belleza y embrujo. Como su nombre indica, es una sirena susurrándote lo que quieres oír, aunque en este caso (y ya entraremos en ello más tarde), no tenemos por qué entender “sirena” como el ser mitológico mitad pez mitad mujer. Son 10 minutos de epopeya y oda a dioses ancestros.
La introducción, a caballo entre lo acústico y lo sinfónico, crea un ambiente de retiro interior, casi de nostalgia y lágrimas. Delicadeza es la palabra que me viene a la mente, y fumar un porro escuchándola, la acción que hacía a mis 20 años (mucho más que, por ejemplo, con “21st Century Schizoid Man” de los mencionados King Crimson).
Los coros y las secciones de viento dan paso a una voz dulce de mujer. Melódica, tierna, como la de una madre que quiere dormir a su hijo amado acariciándole la cara. Y le canta en acadio, el idioma de la antigua Babilonia. Poco a poco otra voz, esta vez masculina, toma el protagonismo siguiendo a rajatabla, eso sí, la misma emoción que la primera de las voces.
En ciertos pasajes grandilocuente, en otros sencilla, poco a poco va subiendo la intensidad hasta que el bajo y la batería hacen acto de presencia, acompañando unos coros infinitos que desembocan en un solo de guitarra perfecto para la canción. Los detalles de la percusión, la línea de bajo, la orquestación (cuando la hay)… todo aporta su granito de arena para construir este susurro instrumentalizado.
La parte final, con una orquestación mucho más presente tejiendo una melodía preciosa, suple perfectamente las (pocas) líneas vocales que tiene el tema. La guinda del pastel más delicioso y tierno que he probado.
La letra
Como ya se ha dicho, la letra está escrita en arcadio. Una traducción posible es la que nos ofrece Google Translator:
Cuando el ser humano de Dios
El esclavo de Shamash, sabios,
Vio Nergal en si mismo
Esta tierra pisoteada se convirtió en la de Dios.En un trono decente
De vida y muerte
Nergal viene brillante
Sin parar dioses mayores
Como si fuese la novia del miedo.En la tierra sin retorno
En su gloria
La mirada sobre el juicio
Dio a luz a Nergal
El rey del inframundo.Nergal nació
Adapa sufrió,
de lo que había en sí mismo.
Shamash, mencionado al principio, es algo así como el Dios sol de la antigua Mesopotamia. Es decir, el gran Dios, el más poderoso. En él todo empieza, también la historia de Nergal y Allatu, personajes principales de la historia.
En la letra original se menciona varias veces a Allatu, la diosa de la fertilidad y la copulación, gran señora del inframundo. Es la esposa de Nergal, otro de los protagonistas de la epopeya, y visto lo visto, podríamos decir que es el personaje que da título a la obra. Decíamos antes que “sirena” puede tener algún significado más que el ya conocido, y es que podría ser sinónimo, o casi, de mujer. En este caso, la mujer Allatu es la que canta a Nergal.
Este, según la mitología mesopotámica, sería el gran Dios que, tras la unión con Allatu, se convertiría en el rey del inframundo, también conocido como “Tierra sin retorno”.
En el último verso nos dice que tras el nacimiento del rey del inframundo, Nergal, Adapa sufrió. ¿Y quién es Adapa? Pues uno de los siete sabios más importantes de la mitología de Mesopotamia, a quien han llegado a equiparar con Adán, el primero de los hombres según el cristianismo, y que, como el que nos ocupa, negó a la humanidad del paraíso y la vida eterna.
Así pues, y aunque el significado es tremendamente interpretable, es indudable que Johnsson nos narra historias antiguas, llenos de misterio, muy acordes con la música. El bien y el mal, el sufrimiento del hombre y el reino de la muerte son temas comunes en todas las sociedades que han existido a lo largo de la historia de la humanidad, y es lo que Therion nos cuentan en esta magnífica obra.
Conclusión del autor
Es difícil definir el término de canción perfecta. Para que lo sea, yo le pido algo más, un plus difícil de conseguir. Por ejemplo, a “I Want Out” de Helloween o “Painkiller” de Judas Priest, dos de mis pilares musicales, no las metería en esta sección, pues aún siendo perfectas, les falta ese algo más que digo. En cambio, la mencionada con anterioridad “Epitaph”, “… And then there was Silence” de Blind Guardian o “Imaginations from the other Side” del mismo grupo, sí entrarían.
Dando por válido ese criterio, que tan solo es el mío, “The Siren of the Woods” cumple todos los requisitos para estar entre esas elegidas. Se trata de un tema atemporal, pensado (o inspirado) hasta la médula, dulcemente ejecutado y cuya fragancia nos haría volver tan locos como las sirenas tradicionales.
Canción perfecta para trascender, para elevarse por encima de uno mismo. Perfecta para poner incienso y sentir su olor (o si fumas porros, para hacerlo mientras suenas), para mirar el cielo plagado de estrellas en una montaña alejada de luz artificial y para sentir que hay algo más que no podemos, ni siquiera, comprender.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.