Cuando mi compañero Jordi Tàrrega, conociendo mi devoción por la banda noruega, me propuso completar el día Leprous con una canción perfecta, la verdad es que me puso en un verdadero marrón. Primero, porque no os penséis que me siento del todo cómodo en esta sección, que requiere de un análisis mucho más concreto del que, disperso de mí, normalmente soy capaz de hacer (y de hecho, solo he metido el hocico aquí una sola vez, en motivo de la indiscutible «Tornado of Souls» de Megadeth). Y segundo, y quizás más importante… ¿qué canción de las muchísimas que me flipan de las huestes de Einar Solberg escogeré?
Ya sé que no queda nada true decirlo, pero mi disco favorito de Leprous es, sin demasiadas dudas, The Congregation. No sé si de verdad es tan tan bueno o es que el cuarto trabajo de los de Notodden me pilló en el momento ideal, pero la verdad es que me impresionó – y me impresiona – lo suyo, tanto en estudio como a la hora de interpretar sus canciones en directo. Por ello, habría resultado lo más fácil y natural escoger uno de los múltiples cortes que adoro de este álbum como «The Price», «Third Law», «Moon», «The Flood», «Rewind» o «Down». Pero dónde de verdad los descubrí, un par de años antes, fue gracias a Coal, otro disco que me encanta y que contiene algunos cortes igualmente memorables como «Foe», «The Cloak» o «Echo», sobradamente merecedores de un espacio en esta sección.
El contexto
Aún y así, finalmente me he decantado por «The Valley». El quinto corte de este disco destaca inmediatamente por su duración, a la altura de las finales «Echo» y «Contaminate Me» como más larga del disco gracias a sus nueve minutos de auténtica belleza, inquietud y emoción. Aún antes de que supiera que se trata de uno de los cortes más populares de Coal (como así demuestra el hecho de que es la que más veces ha sonado en directo), este tema me atrapó especialmente entre el maravilloso mar que es este álbum. De hecho, lo que hace que este disco sea tan tremendo es probablemente que, a diferencia de The Congregation, todas las canciones son muy distintas entre ellas y gozan de una personalidad muy definida. Las tres largas, por ejemplo, no se parecen en absoluto entre ellas, mientras que los puntos de conexión entre ellas y «Foe», «The Cloak» o «Salt» son igualmente mínimos. Así es muy fácil acordarte de todas las canciones por sí mismas.
Todos los que estáis familiarizados con la trayectoria de estos genios sabéis perfectamente que el suyo es un proyecto musical en constante evolución. Mucha gente considera Bilateral como la cumbre creativa de los noruegos, con lo que la publicación Coal (y más aún The Congregation) supusieron una pequeña decepción. Y está claro que hay un cambio estilístico entre un disco y otro, y aquí la banda tiende a suavizar en cierta manera su sonido en pos de alcanzar una atmósfera notablemente más oscura e inquietante. A nivel de line up, aquí se produce la entrada del bajista Martin Skrebergene en sustitución de Halvor Strand, mientras que de la formación actual tan solo estaban Einar y el guitarrista Tor Oddmund Suhrke, ambos miembros fundadores de la banda. Pero como también sabréis los aficionados a la banda, los cambios de formación tienen una importancia bastante anecdótica a nivel compositivo, ya que el que corta el bacalao ahí es siempre el vocalista y teclista Einar Solberg.
La letra
A pesar de que Leprous me flipan y que tengo una admiración reconocida por el talento del bueno de Einar, al que he tenido la suerte de entrevistar en un par de ocasiones, nunca he tenido las letras de la banda como especialmente maravillosas y, especialmente, me pone un poco nervioso que se estén métricamente forzadas más a menudo de lo que me gustaría. Y en este tema que nos ocupa no es distinto. Confieso que, previamente a la lectura de este artículo, y a pesar de saberme aproximadamente la letra casi de arriba a abajo (tampoco es especialmente larga ni compleja), no tenía ni la más remota idea de lo que hablaba. Una vez leída y analizada, mi interpretación es que debe hablar de la salida de algún pozo o la superación de algún tipo de problema, probablemente relacionado con drogas o, más probablemente, una depresión y ansiedad con la que Einar ha batallado durante buena parte de su vida. Pero bueno, juzgadlo vosotros mismos:
«When it began
Lacking a goal
Ten years I ran
In hunt for a soul
Adhesive flame
Endless it seems
Intriguing shame
Too late to redeem
Everyone knows
Honest and brave
What lies too close
Something to save.Valley
Valley in sin
Valley
This valley I’m in
Where you are?
My secret star.Moving away
Nowhere to run
No one can stay
Vanishing sun.Visibly frail
Easy to see
How to prevail
Still there it lies
In rivers thin
Down in disguise
In my valley within.»
La música
Musicalmente, la canción empieza de forma inquietante pero relativamente sencilla, usando una progresión de cuatro acordes al sintetizador y un ritmo más directo de lo que la banda nos suele tener acostumbrados. Pronto entra la primera estrofa, que se alarga en una especie de crescendo hasta que, cerca del minuto 1:40, da paso al estribillo al primer atisbo de unas guitarras que habían estado desaparecidas hasta ahora. Tanto el ritmo asincopado que siguen al unísono batería, bajo y guitarras como la melodía de la letra en este pasaje me parecen extremadamente inspiradas y motivantes. El estribillo se repite en dos ocasiones hasta meternos en el que, para mí es el (largo) punto álgido de la canción.
Un par de potentes compases de enlace desembocan en ese maravilloso, inquietante y lentamente creciente pasaje intermedio que define mejor que ninguno lo que es la canción, con protagonismo inicial absoluto para bajo y platos. Rápidamente los «ah-ah-ahhs» suaves pero a la vez ligeramente desesperados se añaden a la mezcla, mientras que a cada vuelta hay un sinte o una batería que incrementa su intensidad. En el minuto cuatro y pico entran las baterías y las guitarras y, con ellas, el verdadero clímax. Magnético e hipnótico, se trata de un ritmo que me recuerda en su espíritu a la maravillosa outro del «Deliverance» de Opeth (quizás, claro, la mejor outro de la historia del metal).
Las vueltas van sucediéndose y la intensidad sigue incrementándose en cada una de ellas hasta el minuto seis, en el que se produce un pequeño pero fantasmagórico cambio de ciclo. Notar que hemos estado tres minutos y medio dando vueltas a lo mismo y no se nos han hecho pesados en absoluto (más bien al contrario). Tras menos de treinta segundos, Einar se queda prácticamente solo en una especie de bridge que acaba por recuperar el ritmo de la primera estrofa y, de nuevo, desemboca otra vez en el motivante estribillo que habíamos visto antes. Primero hay un par de vueltas sin letra, pero el último minuto y medio de canción son una sucesión continua de ese «Valley / Valley in Sin / Valley / This Valley I’m In / Where you Are? / My Secret Star» (hasta cinco), siempre acompañado de pequeñas modificaciones en la instrumentación y los arreglos, acabando con un ritmo muy dinámico y en contrapunto a los asincopados con los que ha ido transcurriendo hasta ahora. Por ponerle una pega, el final parece un pelín precipitado e incompleto, algo que olvidamos rápidamente gracias a la inmediata aparición de «Salt» en el tracklist de Coal (un discarral que merece ser escuchado de arriba a abajo).
La canción
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.