Carcass – Heartwork: 25 años del disco que, sin saberlo, cambió el panorama extremo

Ficha técnica

Publicado el 18 de octubre de 1993
Discográfica: Earache Records
 
Componentes:
Jeff Walker - Voz, bajo
Bill Steer - Guitarra
Michael Amott - Guitarra
Ken Owen - Batería

Temas

1. Buried Dreams (3:59)
2. Carnal Forge (3:55)
3. No Love Lost (3:23)
4. Heartwork (4:33)
5. Embodiment (5:36)
6. This Mortal Coil (3:50)
7. Arbeit Macht Fleisch (4:22)
8. Blind Bleeding the Blind (4:57)
9. Doctrinal Expletives (3:39)
10. Death Certificate (3:41)

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Cuando yo era un muchacho adolescente, alrededor de los quince o dieciséis años, solía salir con una chica. Como buen jovenzuelo de ansias metaleras, claro, el metal era mi gran obsesión por encima de todo lo demás: tenía un grupo la mar de malote, vestía de riguroso uniforme, me compraba y grababa todo lo que caía en mis manos, y hacía lo posible para acumular referencias y enterarme de todo lo que se cocía en el mundillo. A esta pobre chica, en cambio, el metal se la traía totalmente al pairo, y aunque yo intenté lavarle el cerebro con toda la insistencia y la esperanza que pude (por ejemplo, regalándole camisetas de Deep Purple porque un día me había insinuado que «Child in Time» no le desagradaba del todo), no la conseguí arrancar nunca de Silvio Rodríguez, Rosana o cualquier latinada exasperante por la que tuviera debilidad en cada momento.

Por supuesto, en mi constante y cegada obsesión juvenil por todo lo que sonara distorsionado, e incapaz de leer las señales de desinterés más básicas, yo le iba poniendo los muchos discos que descubría y que me flipaban, a los que ella solia responder con la mejor cara de resignación de la que era capaz. Un día, en cambio, recuerdo estar en el tren camino de Barcelona y pincharle este Heartwork (1993) que acababa de descubrir y que me tenía totalmente loco (más tarde me lo compraría en CD, pero estas primeras escuchas fueron en una TDK de 90 en el que venía acompañado ni más ni menos que del Wolverine Blues (1993) de Entombed en la cara B… ¡casi nada!). Aunque habitualmente ella se guardaba muy mucho de hacer ni el más mínimo comentario sobre mis emocionantes descubiertas, esta vez, y tras escuchar las primeras notas de «Buried Dreams», me dijo: «Wow, si te gusta esto, te van a acabar gustando muchos más estilos de música».

Por supuesto, la frase no deja de ser un pelín obvia, y la muchacha, a sus quince años, distaba bastante de ser ningun tipo de gurú en lo musical, pero el hecho es que la afirmación se me quedó grabada y puede servir para simbolizar la apertura de miras y el lanzamiento al vacío que supuso un disco como éste. Referido a la frase en sí, pues sí, por supuesto que me gustan y me han gustado muchos más estilos fuera del metal a lo largo de mi vida (no sé si los que tenía ella en mente, eso sí), pero tampoco creo que Heartwork tenga una importancia pivotal en ese sentido. Lo que sí que es ciertamente evidente es que la tuvo, y mucho, para los propios Carcass y, quizás, incluso, para el devenir de la música extrema.

Aunque los ingleses ya llevaban unos cuantos años picando pala en la escena extrema británica, yo los descubrí a raíz de este disco y fueron un amor a primera vista. No sé si ese impacto inicial ayudó, pero a mí me sigue pareciendo indudablemente su obra cumbre. Nunca he sido particularmente fan del grindcore, y la verdad es que sus primeras dos obras (Reek of Putrefaction (1988) y, en menor medida, Symphonies of Sickness (1989)) me dejan bastante frío. Necroticism: Descanting the Insalobrious (1991) ya empieza a apuntar cosas más personales y más afines a mi gusto, pero en Heartwork es cuando Carcass llegaron a su máximo apogeo artístico y también comercial, no solo desviándose casi radicalmente de su propuesta original, sino también poniendo algunas de las primeras piedras que iban a servir como punto de partida para todo el death metal melódico que iba a florecer en los próximos años.

Y es que con el genial Michael Amott insuflando melodías a tutiplén, los ingleses consiguieron parir una obra redonda, inpirada y rompedora. Al cabo de poco, Michael se llevó esas melodías a Arch Enemy, y los pinitos de la banda con las grandes compañías (en este caso Columbia/Sony) crearon un estado de tensión que acabó por explotar tras la publicación del incomprendido y brillante Swansong (1995). Pero la semilla y el legado ya estaban plantados.

Hubo cuatro elementos, a mi juicio, que hacían que el sonido de Carcass fuera tan especial en esa época, y la mezcla de todos ellos, junto a sus constantes ansias por evolucionar e innovar, dieron como resultado una propuesta verdaderamente personal que llegó a crear escuela. Cada elemento corresponde con las características únicas de cada uno de sus miembros, ahora ya en un estado de madurez musical obvio. El primero, ya lo hemos dicho, son las impresionantes capacidades melódicas del sr. Amott, cuyos solos y luminosas progresiones llenan de color un género que siempre había pecado de algo monolítico. El segundo es la inconfundible voz viperina del entonces rastafari Jeff Walker. Luego tenemos el peculiar estilo tras los parches del genial Ken Owen, un tío que introdujo unos patrones totalmente desconocidos hasta entonces en el mundo del metal extremo (y que además fue responsable de la icónica temática médica que caracteriza a la banda, por cierto). Por último, y no por ello menos importante, tenemos al padre de todo el percal, un Bill Steer capaz de aportar cohesión y solidez en forma de una cantidad casi insultante de riffacos pegadizos y vacilones.

Como ya os podéis imaginar, y tal como ocurre cuando una banda decide evolucionar de forma más o menos notoria, este trabajo no fue del todo bien recibido entre el sector más trve de sus fans originales (de hecho, aún hoy hay mucha gente que reniega con vehemencia del cambio que imprimeron aquí), pero para la mayoría, entre los que me incluyo, Heartwork es su disco definitivo. No solo ese sonido afilado y esa fascinante combinación de la que hablábamos causó auténtica sensación entre cantidad de metaleros (¡hola!) ávidos de nuevos caminos que explorar, sino que, aún escuchándolo hoy, no parece que haya envejecido ni un minuto.

Y es que pegarle un ojo al tracklist hace que uno incluso se maree un poco de la cantidad de temarrales que se esconden aquí, y eso que los que han acabado por perdurar en el tiempo de forma más notoria han sido seguramente solo dos: En primer lugar, la inicial «Buried Dreams», con unas guitarras y unas melodías que rozan la perfección y unos ritmos de batería ciertamente fascinantes. Por otro lado, el excepcional y ya clásico corte que dá título al disco, un temarral inmenso y redondo con un riffaco impresonante que probablemente se haya convertido con el tiempo en la canción de Carcass por excelencia a pesar de no ser ni por asomo accesible.

Y sí, los dos son temazos maravillosos, claro, pero hay mucha, mucha más chicha aquí. De hecho, me atrevería a decir que lo único que flojea un poquillo, y ya ves tú, es «Doctrinal Expletives», y seguro que eso es porque todo lo que viene antes (y después) tiene un nivel realmente sublime: tenemos la cañera pero melódica «Carnal Forge», dos medios tiempos brutales como son la antémica «No Love Lost» y la intrincada y compleja «Embodiment» o la vacilona y bailonga «This Mortal Coil» (¿mi favorita, quizás, si eso fuera posible?), un tema completísimo que aúna todos los elementos que hacen de Carcass el bandón que es y que suponen el preámbulo más evidente de la bestia sin complejos que se iba a desatar en Swansong, el disco controvertido por excelencia.

El nivelón se mantiene intacto con dos maravillas como «Arbeit Macht Fleisch» y «Blind Bleeding the Blind», temas verdaderamente cañeros y exponentes magníficos del este death metal melódico acarcassiado. «Doctrinal Expletives», tal y como ya comento más arriba, es quizás el tema más flojo del disco sin ser flojo en absoluto, pero la final «Death Certificate», en cambio, está a la altura de los mejores momentos de un álbum absolutamente clave que marcó un antes y un después en el mundo de la música extrema y, seguramente, en mi percepción de ella.

Como sabéis, y como consecuencia del estrés causado por su fichaje por Columbia, Carcass se acabaron separando en 1997 y, por ello jamás tuve la oportunidad de disfrutar de su música en directo. Por suerte, hace poco más de cinco años a la pareja Walker / Steer le picó el gusanillo de volver a tope, y con ello sacarme una espina que tenía clavadísima. En 2013 publicaron un aclamado Surgical Steel que bien podría haber sido la continuación natural de Heartwork (saltándose el pobre Swansong a la torera y, ojo, siendo el álbum menos innovador, de largo, de toda su carrera), y con ello su rutina sobre los escenarios se intensificó y me dio la oportunidad de verles hasta tres veces. Su esperado próximo disco, por lo que parece, está en proceso, así que parece que Carcass han vuelto para quedarse. Y yo que me alegro.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.