Children of Bodom – Hatebreeder: 20 años de la obra maestra que unió el power y el death melódico

Ficha técnica

Publicado el 29 de abril de 1999
Discográfica: Spinefarm Records / Nuclear Blast Records
 
Componentes:
Alexi Laiho – Voz, guitarra
Alexander Kuoppala – Guitarra
Henkka Seppälä – Bajo
Jaska Raatikainen – Batería
Janne Wirman – Teclados

Temas

1. Warheart (4:07)
2. Silent Night, Bodom Night (3:12)
3. Hatebreeder (4:20)
4. Bed of Razors (3:56)
5. Towards Dead End (4:53)
6. Black Widow (3:58)
7. Wrath Within (3:53)
8. Children of Bodom (5:13)
9. Downfall (4:33)
10. No Commands (4:44)
11. Aces High (4:28)

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El celebrado advenimiento de Children of Bodom me alcanzó en un momento de mi vida en el que no estaba del todo pendiente de las novedades del mundo metálico más tradicional. Entre que me llegaron con un par de años de retraso y que en esos tiempos mis intereses se estaban desviando hacia las múltiples y ricas vertientes del hardcore, desde el punk rock hasta el post hardcore o la magnífica eclosión del sludge y del hardcore metal (que no metalcore, eh, sino que me refiero a bandas como Arkangel, Raised Fist Snapcase, que me flipaban – y aún me flipan -), mi radar pasó un poco por encima de la aparición de los finlandeses, quizás inconscientemente ignorados porque las pintas de sus portadas me olían a banda de power metal como la copa de un pino.

De hecho, quien me forzó a ponerles un ojo encima de verdad fue un amigo de la universidad, ultra fan de Manowar y de otras bandas de heavy metal clásico que siempre se había resistido con testaruda tozudez a mis intentos de extremizarlo (y mirad si fracasé, que hasta yo acabé yendo a un concierto de los de Joey DiMaio con él…). En mis sospechas estilísticas todo eso ya me cuadraba, pero cuando me insistió sobre ellos y me dijo que no, que lo que hacían era death metal, me lo miré con la ceja levantada y con evidente cara de incredulidad. Y es que a pesar de que a él no le gustaban para nada los guturales, estos Children of Bodom sí que le atraparon, y cómo a él a muchísimos otros fans del power metal y del heavy metal clásico que no se solían tocar el ámbito extremo ni con un palo.

Y es que su original y característica mezcla, casi equidistante y maravillosamente ejecutada, entre power metal y death metal melódico (simplificando, claro, porque aquí hay cosas que abarcan desde la música clásica hasta el black metal sinfónico) tendió una especie de puente entre ambos estilos y, en consecuencia, entre ambos tipos de fans, cosa que hizo que algunos powermetaleros recalcitrantes descubrieran gracias a ellos las bonanzas de bandas como In Flames Dark Tranquillity y, también, que muchos fans del death metal les pusieran la cruz y renegaran totalmente y para siempre jamás de Alexi Laiho y los suyos por verlos demasiado cercanos al power pajillero y pizpireto que tanto les disgustaba. Fuere como fuera, en vista del éxito de la idea, un buen puñado de bandas del futuro, como Amon Amarth Wintersun (entre muchas otras) se han apuntado más o menos al carro (salvando las distancias, claro), y mirad qué bien que les va.

A mí el power metal no es que me atrajera para nada, la verdad, pero de true tampoco tengo un pelo, así que agarré sin problemas este mismo Hatebreeder que me pasó mi amigo y le pegué un buen repaso de arriba a abajo. Y lo cierto es que no me costó ningún tipo de esfuerzo quedarme atrapado por la calidad de sus guitarras, por el gancho de sus melodías y por el innegable mojo y confianza que desprenden sus canciones. Porque Alexi podía tener fama (probablemente merecida) de personaje arrogante y controvertido, pero nadie le puede negar que en este disco (y en esa época) las musas fueron verdaderamente generosas con él.

Aunque dos años atrás habían sacado ya su primer disco, ese otro pepinazo llamado Something Wild que junto al posterior Follow the Reaper (en menor medida, eso sí) iban a formar esa imponente trilogía tricolor que definiría el sonido de la banda para siempre, este Hatebreeder siempre ha sido el álbum que más he escuchado y al que más cariño he tenido. (a pesar de que durante un buen tiempo llevara el riff inicial de «Lake Bodom» como tono de llamada de uno de mis vetustos móviles). No sé si esta predilección es puramente emocional (con él les descubrí y eso nadie lo podrá cambiar), pero intentando ser lo más objetivo posible (si la objectividad existe), lo sigo considerando, ni que sea por poco, el disco más redondo de su carrera.

Porque seas o no seas fan de los finlandeses, las cinco primeras canciones de este disco son ley y punto. Desde ese decidido «From now on we are enemies… you and I» y el cabalgante e icónico bajo que abre «Warheart», estamos ante cinco cortes casi perfectos de lo que sea que es lo que hacen Children of Bodom. Escalas infinitas, pianos neoclásicos, guitarras histéricas, melodías imposibles y espadazos por doquier, de esos que han llegado a convertirse en la marca de serie del sonido de la banda, trufan la bacanal de creatividad de la que podemos disfrutar aquí. Porque poco hay que decir de «Warheart», «Silent Night, Bodom Night», «Hatebreeder», «Bed of Razors» y «Towards Dead End», más allá que son temas brutales que se han hecho un lugar en el hall of fame del death metal melódico por derecho propio.

El riffaco heavy, los coros hardcoretas y el rollo barroco de «Black Widow» no están nada mal en absoluto, más bien se trata de un tema notable con algunos momentos brillantes, pero al lado de lo que veníamos me da la sensación que no alcanza del todo. La pobre «Wrath Within» y su extraño thrasheo inconcluso ejerce de absoluto patito feo y, en mi opinión, sin ser horroroso, es claramente el tema más flojo y con menos gancho de todo el disco. Algo que les podemos perdonar, porque menudos temazos que pululan por aquí.

Siempre he pensado que para ponerle el nombre de tu banda a una canción tienes que estar muy seguro de que es un temazo, y «Children of Bodom» lo es… a medias. Tiene una par de punteos maravillosos pero para mi gusto siempre le ha faltado un poco de cohesión y ni tan siquiera la cuento entre las cinco o seis mejores de este disco, ocurriéndole un poco lo que a «Black Widow». A la que sí que no le falta nada de nada es a «Downfall», fácilmente el mejor tema ya no de este disco sino de todo el catálogo de la banda, con unas guitarras maravillosas y pegadizas y una sucesión de pasajes a cuál mejor. Técnicamente fabulosa y compositivamente perfecta, no se me ocurre una mejor canción para poner el colofón a un disco que merece toda una ovación.

En muchas de las ediciones habituales, este Hatebreeder se completa con versiones del «No Commands» de unos tales Stone y del «Aces High» de unos tales Iron Maiden, dos temas que no están mal pero que son más de curiosidad que otra cosa. Ya sabemos que a Children siempre le ha gustado eso de hacer versiones, y sino, a su disco Skeletons in the Closet me remito. Aún así, y aunque son divertidas de escuchar (yo tengo predilección por el «Hell Is for Children» de Pat Benatar), ahora mismo no me viene a la cabeza ninguna versión eso que digas espectacular de verdad.

En resumen, este Hatebreeder es un disco que hacía tiempo que no escuchaba con tanta atención pero al que puedo ponerle muy pocos peros y que, a pesar de todo, a mis ojos parece haber superado con nota el test del tiempo. Alguien podrá discutir, con razón, que durante estas dos décadas Children of Bodom se han ido repitiendo en exceso, pero en esos primeros años de su carrera estaban absolutamente on fire. Discazo inapelable que cualquier fan del metal extremo sin prejuicios debería ser capaz de disfrutar.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.