Solo Conan, podían tocar en Sidecar ese sábado. Aplastantes. En primer lugar, estimad@ lector@ pedirte disculpas por el retraso en esta crónica. Una vez acabado el concierto, quedé sumergido en la gruta pantanosa y putrefacta que construyeron Bast y Conan durante unas dos horas la noche de autos. No hubo manera de salir del paisaje oscuro, aplastante y, sí, cavernoso, con el que nos obsequiaron los combos británicos. “Este debe ser el camino a seguir…” para concluir un rato después, “no… seguimos en las cloacas de la Plaza Real”, “A ver ahora…” para minutos después “pues no, estamos en la gruta” y así, hasta hace unos días…
Enfrentarse a una descarga de los protagonistas de la noche es como enfrentarse a los instintos más básicos de tu existencia desde lo más hondo de tú alma, escondida en lo más profundo de una cueva. ¿Y qué mejor lugar para a enfrentarse a tu yo más primario que la Sala Sidecar de Barcelona? Coges el metro, te diriges a la Plaza Real, ambiente entre turisteo, decadente y cáustico. Llegas a la sala, entras, te ves abocado a las escaleras que te conducirán, bajándolas, a la caverna. Luz… ¿qué luz? Te estás sumergiendo en un agujero negro en forma de velada doom a cargo de Conan. Luz casi inexistente. La bruma generada por los poros de los cuerpos agolpados hacia el escenario hace acto de presencia. Aquí estamos.
BAST
El trío de Oxford subió al escenario con su propuesta doom con flirteos psicodélicos para calentar la sala a Conan. sonaron muy bien y me llamó especialmente la atención que el batería participaba a la voz en la mayoría de temas. Se dedicaron a repasar principalmente temas de su segundo y último largo, Nanoångström (2018) ; Craig Bryant (voz y guitarra), Jon Lee (batería y voces) y Gavin Thomas (al bajo) dejaron la pista de forma ideal para que saltaran a escena los protagonistas de la noche. Conan.
CONAN
Con una puntualidad casi enfermizamente británica (tres minutos antes de la hora prevista) subieron al escenario Jon Davis (guitarra y voz), Johnny King (batería) y Chris Fielding y su capucha (bajo y voz); o lo que es lo mismo, Conan. Cuatro afinaciones… y ¡pam! “Prosper On the Path” da inicio a la liturgia que te dejará sin aliento (y sin cervicales). Sonido denso como el plomo a un volumen suficiente como para reventar tu cabeza bienpensante y bonista. No van a dejar ni un solo prisionero. Desde el principio el despliegue de la muralla sónica está fuera de ninguna duda.
Sin concesiones escénicas, más allá de algún brindis cervecero con las primeras filas, van percutiendo sus sincopados y pesados riffs, uno a uno. Tema a tema. En un setlist plagado de temas de su último disco ( “Eye to Eye to Eye”, “Vexxxagon” o ell single “Volt Thrower”) que ganan putrefacción en directo y no desentonan con sus temas de anteriores entregas. Compactos, sin fisuras, sonido aplastante.
La muralla sónica avanza a medida que se desarrolla el setlist, y hacia el final con “Hawk As Weapon” de su disco Monnos (2016) te arrolla como si fuera una melé con introducción All Black. Te va pasando por encima, aplastándote como un bulldozer hacia los muros del final de la sala. Extenuado. Sin respiración. La poca luz no deja tener consciencia de tu ubicación real en este mundo. Solo sabes con certeza absoluta que la base rítmica construida por King-Fielding se te ha metido en las entrañas. La liturgia acabaría con “Paincantation” con la que pusieron un cierre más rápido de lo habitual, casi harcoriano.
Un concierto absolutamente esperable, de un gran combo de doom metal. La próxima vez, debes dejarte llevar por los sonidos cavernosos de los británicos. Sin sorpresas, pero muy contundentes.
Sant Boi-Barcelona-Arenys de Mar. Padre y Metalhead. Desbordado por tanta música que escuchar y poco tiempo para disfrutarla. En el Universo solo hay dos cosas claras: In vino veritas y Metallica es la banda más grande de todos los tiempos (quizás solo una sea cierta, y no tenga que ver con la verdad). Death, black, doom, sludge, hardcore, thrash… a menudo: pop, rock, indie, electrónica, hip hop… en resumen, la música es mi pasión.