Uno de los focos de atención principales de esta recta final de año era el disco colaborativo entre Converge y Chelsea Wolfe. Y no ha decepcionado. Para poneros en contexto, el proyecto Blood Moon vio la luz en 2016 con la unión de Converge, Chelsea Wolfe, Ben Chisolm, Stephen Brodsky y Steve Von Till. La idea era tocar en directo algunas de las piezas de Converge en formato ambiental. Funcionó tan bien que quedó como futurible un disco que recogiera esas vivencias tan trascendentales.
Finalmente, cinco años después, Bloodmoon: I se ha materializado en forma de un álbum de estudio de 11 canciones. Lo mejor de todo ello es la inclusión de “I” en el título del disco. Grandísima señal de que este proyecto tendrá continuidad.
Tanto Converge como Chelsea Wolfe tienen el don de que sus trabajos siempre sean descomunales. Pasión, energía, entrega y calidad son una constante en la carrera de ambas formaciones. Cuando proyectos de este tipo cobran vida, o bien pueden ser un descalabro o ser obras de arte. Aquí, como no podía ser de otra forma, es una obra de arte.
La contundencia de Converge se ve ennegrecida por la interpretación tan dark de Wolfe. La unión de Brodsky amplía el abanico de posibilidades con la esencia de su banda actual Cave In. Musicalmente, Bloodmoon: I es más cercano al post metal que cualquier otro género más afín a los intérpretes. Esto nos demuestra la calidad y capacidad que atesoran estos músicos, capaces de bordarlo en géneros que, a priori, no dominan.
Bloodmoon: I es un trabajo muy denso pero muy bello. Es un disco sombrío pero delicado. La cohesión que tiene cada una de las piezas es increíble y gran parte de todos estos aciertos vienen extenuados por el majestuoso trabajo de producción del infalible Kurt Ballou. El disco tiene una personalidad propia de bandas con largo bagaje, y es evidente que no es el caso que nos ocupa.
Se trata de un disco lleno de atmósferas y texturas, de rellenos atípicos para estos músicos como pianos y cuerdas. Las voces limpias de Brodsky y Wolfe se entremezclan con los gemidos guturales del omnipresente Bannon. Las guitarras fluyen con maestría siempre respaldadas por el doble juego de bajo de Brodsky y Newton. Y Ben Koller sustenta el tempo sin la avalancha que nos tiene acostumbrados en Converge. Por supuesto, hay momentos en Bloodmoon: I en los que los artistas, a modo individual, también tienen la oportunidad de brillar.
Para ir cerrando, os recomiendo mucho que dediquéis un tiempo a disfrutar de esta obra de arte. Esta fusión de estilos tan readaptada que suena a todo y a nada de lo que nos tienen acostumbrados. Unos artistas excepcionales dejándose la piel en terrenos que no dominan. Sin duda, Bloodmoon: I es uno de los mejores discos del año.