Corría el año 1995, las cosas eran muy diferentes a ahora. Yo tenía 16 años. El Razzmatazz se llamaba Zeleste cuando había concierto y A Saco cuando era discoteca. Para ir a un concierto siendo menor no hacía falta ningún tipo de consentimiento o autorización paterna. También los horarios de inicio de concierto eran muy diferentes; el cabeza de cartel solía empezar sobre las 22:00 horas… Tampoco existían YouTubes, ni Spotifys, ni redes sociales y creo que ni Napster (si no sabéis qué es, preguntadle a Lars Ulrich el 7 de febrero…). ¿Por qué te explico todo esto, querido lector? ¿Está loco este tío? ¿Por qué le deben dejar escribir en una web sobre música? Es más, creo que se ha pasado con el vino… ¿cuece o enriquece?
Como os decía, año 95, y aquí un servidor de todos ustedes se disponía a ir a su primer concierto pagando y de heavy metal. Fan de Megadeth, tenía muchas ganas de ver a Mustaine y sus secuaces presentando Youthanasia (1994). Sin embargo, unas semanas atrás, en un programa de radio de Cadena 100 (no estoy seguro, creo que era Cadena 100), capitaneado por el inefable Pirata, estrenaban un álbum poderoso. Fue un flechazo. Nunca había escuchado algo igual. Eran unos Black Sabbath vitaminados y vigorizados. El tema: «Heaven’s Not Overflowing». El disco: Deliverance (1994). La banda: Corrosion Of Conformity. La casualidad: venían de teloneros de los autores de Peace Sells But… Who’s Buying (1986). Sin comerlo ni beberlo se había convertido en un doble cartel de lo más apetecible para el que escribe. Como te decía, la única manera de acceder a un disco era: a) comprarlo b) esperar que alguien de tu entorno lo comprara y grabártelo en tu doble pletina en un cassette. En este caso fue la opción a + escuchas diarias del programa del Pirata hasta que pude ejecutar la compra del CD en la Virgin Megastore (como veis todo esto pasó en un universo paralelo si eres nacido del año 2000 en adelante). Deliverance (1994) es una maravilla de disco que años después tendría su continuación con Wiseblood (1996), para mí las dos obras que definen el sonido de Corrosion Of Conformity desde que Pepper Keenan ejerce de vocalista del combo. Desde entonces he tenido el inmenso honor de verlos dos veces más (una como teloneros de Metallica en la gira Load y una segunda vez como cabezas de cartel hace dos años en Razz 2 en la gira de aniversario de Deliverance) mostrándose como un combo solvente y carismático en directo.
Dicho esto, vamos al lío, pues el abuelo cebolleta se está pasando. Nos encontramos ante el décimo disco de Corrosion Of Conformity, un disco que bebe directamente de la dupla Deliverance (1994)-Wiseblood (1996) y el último disco con Pepper Kennan en el grupo, In The Arms Of God (2005); y que ha tenido cierto hype al volver el line-up más estable de la banda (Keenan, Weatherman, Mullin, Dean). Ya sabéis que Pepper dejó el grupo para centrarse en el súper grupo Down y sus compañeros decidieron sacar IX en 2014 (disco que no se encontraría entre lo mejor de su carrera, en mi opinión). La influencia de esos tres discos es a la vez lo mejor y lo “peor” del disco que nos ocupa. Es decir, des del momento cero sabes que estás ante un disco de Corrosion Of Conformity, con sus virtudes (riffs poderosos de aroma sureño, la influencia de Black Sabbath está más presente que nunca, la voz de Pepper Kennan que le da una personalidad única a la banda y la producción de John Custer) y sus contras: piezas/interludios instrumentales que rondan el minuto. Efectivamente, es un contra quizá poco llamativo, pero llega a lastrar un poco el disco. Quizás dejando el disco en diez temas estaríamos hablando de un disco mucho más directo, más al grano. Los códigos de 1994 no sirven para el 2017. Pero ante todo, que quede claro una cosa, es un retorno con todas las de la ley, poderoso y a la altura de una banda con su experiencia y bagaje.
Empezamos con una intro, «Novus Deus», con una inhalación profunda y latidos del corazón (¿quizás una metáfora de la vuelta a la vida del grupo?) a la que le sigue «The Luddite», bombazo directo a tu estómago, con un riff de guitarra marca de la casa, Pepper se desgañita en su tono “hetfieldiano” y la batería encuentra un ritmo salvaje. Han vuelto. Están aquí para patearte el culo. Ese sludge-doom-rock sureño sobre un tamiz hardcore marca de la casa. Carne de gallina. Te suena familiar, parece que no hayan pasado doce años desde la última referencia juntos. Siguen volándonos la cabeza con «Cast The First Stone», chillido de Pepper, guitarras cabalgando, solo, guitarras dobladas, siguiendo la línea inicial. Poder, agresividad, fuerza. Parón… Transición, cambio de ritmo con mini solo de batería que desemboca en un solo de guitarra a dúo, Kennan y Weatherman se dejan los dedos ahí y vuelta a empezar, no puedes dejar de mover la cabeza de un lado a otro, como si fueras un fraggel rock. Y ya viene el primer bajón… transición instrumental «No Cross»… corta un poco el rollo, hasta que empieza «Wolf Named Crow», más sincopada que las dos anteriores, pero igualmente poderosa. Riffs entrecortados, con una batería desmadrada, pero marcando el tempo que toca en cada momento, solo de guitarra, transición más ambient con un solo con mucho feeling que se va animando hasta volver a una suerte de transición Black Sabbath total hasta volver al riff principal… Corrosion old school. La verdad, este inicio de disco te vuela la cabeza. Temazo.
Llegamos al primer “medio” tiempo bluesy del disco, «Little Man», con un coro de influencia sureña evidente, quizás bebiendo de America’s Volume Dealer (2000), que en el último tercio de la canción desemboca en una suerte de dúo de guitarras maravilloso. Y otra vez. Ahí está el interludio instrumental acústico de inspiración country, «Matre’s Diem». No hacía falta. Sí que resulta un poco tedioso, sí… le estás pillando el punto al disco y te encuentras esto… Y ahí está, «Forgive Me», riff de guitarra con un groove con los que que te entrarán ganas de bailar. Qué maravilla. Me encanta. Dúo de guitarras a lo Thin Lizzy (otra influencia capital). «Nothing Left To Say» es la canción más larga del disco. Cuando empieza, parece que todo apunta a una balada de inspiración Lynyrd Skynyrd, pero nada más lejos de la realidad. Pam. Super riff, para volver a la parte más tranquila, solo de guitarra espectacular y volvemos al tono baladístico sureño hasta que esto acaba en desmadre en forma de solo desembocando en la enésima transición con piano incluido «Sacred Isolation» y nos hemos plantado en el undécimo tema como el que no quiere la cosa: «Old Disaster», medio tiempo en la línea de todo el disco de riff poderoso y pesado.
Y llegamos a la recta final del disco con «E.L.M.». Inicio con un punteo de guitarra doblado in crescendo que desemboca en un riff con groove sureño. Con un tono de voz a lo Brent Hinds de Mastodon. Con un ecuador doomy que rompe el crescendo del tema llevándolo al solo de guitarra que todos esperábamos. Gran tema. Seguimos, con el tema que le da título al álbum, «No Cross No Crown», inicio tenebroso, voces de ultratumba con un punteo de guitarra repetitivo. Coros que podrían sonar en cualquier Iglesia de Satán. Nos hemos trasladado a cualquier paisaje de True Detective (2014) o La Isla Mínima (2014), humedad, oscuridad, miedo, putrefacción. Eso es lo que me viene a la cabeza. Un «Planet Caravan» de Black Sabbath de lo más inquietante. Acabamos con dos canciones a medio tiempo marca de la casa con riff pesado y mucho groove e inspiración sureña «A Quest To Believe» y «Son And Daughter». Un buen colofón.
Gran retorno de unos clásicos. El disco que te esperas, cuyo lastre principal son los temas instrumentales que sirven de transición. Si lo hubieran dejado en diez u once temas sería de diez. No defrauda y recoge el testimonio de In The Arms Of God (2005) como si no hubiera pasado el tiempo. Esperemos que se dejen caer por estos lares y podamos disfrutar de su energía en directo. Welcome back, boys!
Sant Boi-Barcelona-Arenys de Mar. Padre y Metalhead. Desbordado por tanta música que escuchar y poco tiempo para disfrutarla. En el Universo solo hay dos cosas claras: In vino veritas y Metallica es la banda más grande de todos los tiempos (quizás solo una sea cierta, y no tenga que ver con la verdad). Death, black, doom, sludge, hardcore, thrash… a menudo: pop, rock, indie, electrónica, hip hop… en resumen, la música es mi pasión.