«Al mismo tiempo que parece haberse desatado una fuerza espeluznante durante una excavación arqueológica en el Medio Oriente, una niña estadounidense de 11 años sufre una enfermedad incurable que lleva a su madre a solicitar la ayuda a un sacerdote, quien le diagnostica una posesión demoníaca y sugiere que la niña se someta a un exorcismo.»
The Exorcist (1973): Una obra maestra 50 años más tarde
Tras la muerte de su madre en 1969, William Peter Blatty canalizó una crisis personal de fe al escribir The Exorcist, una historia basada en un hecho real que tuvo lugar dos décadas antes. Cuando se trataba de pasar de la celulosa al celuloide, la búsqueda de un estudio preparado para adaptar el libro resultó ser todo un desafío. Tras una larga búsqueda, la gente de Warner Bros. dijeron que sí, lo que me lleva a pensar que, desde aquel mismísimo instante en que le dieron el «sí, quiero» a Blatty, deben haber elogiado todos y cada uno de los días transcurridos desde entonces. Eso sí, el «sí» solo llegó después de que William Friedkin, quien venía de dirigir a Gene Hackman en French Connection en 1971, hubiera sido contratado para dirigirla.
Rosemary’s Baby (1968) de Roman Polanski fue otra gran influencia en The Exorcist, aunque no de la manera convencional en que las cintas de terror se inspiran en sus antepasados. Mientras que en el libro de Ira Levin y la película de Polanski queda claro que Satanás ha de reinar victorioso, Blatty trató de escribir una versión, tanto para restaurar su propia creencia en el bien como para reafirmar el poder de la piedad. La película de Friedkin puede ser asquerosa, poderosa y, a menudo, repelente, pero sigue contando una historia de resiliencia, sacrificio y amor.
Linda Blair es una feroz revelación interpretando a la joven Regan MacNeil, un papel que retomaría en la muy difamada secuela de 1977 Exorcist II: The Heretic, negando los temores de personas como el director Mike Nichols (director, entre otras, de The Graduate (1967), con Dustin Hoffman y Anne Bancroft), que cuestionaron la capacidad de una niña tan joven para liderar una película tan compleja. Pese a que la controversia posterior sobre el doblaje de Blair —cuya voz no es la que escuchamos cuando su personaje está poseído por el demonio Pazuzu, pues en realidad es la de la actriz Mercedes McCambridge—, podría haber eclipsado la campaña de los Oscar de la estrella infantil, no hay duda de la fuerza física de su actuación. En medio de un elenco de experimentados actores y actrices, Blair eclipsa a tod@s.
«Do you know what she did, your cunting daughter?»
Después de un magnífico prólogo que transcurre en Irak, la película nos transporta a Georgetown, donde Regan vive temporalmente con su madre, la actriz Chris MacNeil (Ellen Burstyn). Dejada a su suerte, Regan comienza a mostrar comportamientos inusuales después de comunicarse con el más allá a través de una tabla Ouija que encuentra en el sótano. La cosa escala rápidamente y no pasa mucho tiempo antes de que Regan se retuerza en su cama y empiece a vomitar a diestro y siniestro.
Hoy en día, los efectos especiales miman a los espectadores modernos con imágenes generadas por ordenador (CGI), tecnología esta que, obviamente, no estaba a la orden del día hace 50 años. Es por ello que el trabajo de Marcel Vercoutere, responsable de los extraordinarios efectos de la película, debe considerarse como una obra maestra tecnológica para la época. Todo en la pantalla, desde la cabeza giratoria de Regan hasta su cama flotante y su habitación temblorosa, se logró en vivo y en directo, utilizando ruedas neumáticas, modelos, plataformas e ingenio, muchísimo ingenio. El hecho de que la producción sea fluida ayudó mucho a Friedkin, quien era hábil con las estimulantes técnicas de dirección, a lograr una aura de realismo muy deseada. Si permites que la película te consuma, su acción resulta incluso demasiado fácil de creer.
Coincidiendo con el estilo visual de la película en todos los aspectos, se encuentra un paisaje sonoro igualmente inmersivo. Sobre el famoso estribillo de Mike Oldfield hay una partitura cargada de sintetizadores, ritmos de batería y cuerdas pulsadas ferozmente. La brillante coreografía auditiva ve momentos de intenso volumen caer violentamente en un silencio total, mientras que los ingeniosos técnicos, como el maestro mexicano Gonzalo Gavira, conjuraron sonidos inquietantes incluso de las fuentes más banales. Para que os hagáis una idea, el sonido de la cabeza de Regan girando 360º sobre su cuerpo, se logró girando un bolso de cuero con tarjetas de crédito en su interior.
En el Reino Unido, la BBFC (British Board of Film Classification) le hizo a The Exorcist un favor irónico al prohibirla durante una década:
«A pesar de sus momentos más sensacionalistas, la BBFC consideró que The Exorcist era apta para que se emitiera un certificado X sin cortes. Como dijo en ese momento el secretario de la BBFC, Stephen Murphy, ‘Es una película de terror poderosa. Puede que a algunas personas no les guste, pero esa no es una razón suficiente para rechazar la certificación’.»
«En 1979, la BBFC pidió volver a visionar la película para ver si algunas de las escenas que involucraban a la joven actriz Linda Blair podrían ser vulnerables bajo la nueva Ley de Protección de Niños de 1978, que hizo ilegal la distribución de imágenes indecentes de niños. Después de una cuidadosa consideración, se decidió que las escenas en cuestión se construyeron específicamente para evitar tales imágenes, y se permitió que la película continuara con sus proyecciones nocturnas en curso, y todavía populares.»
Esto no solo elevó su reputación a nivel local, sino que también aseguró que las florituras de Friedkin le consiguieran una parcelita en la tierra de los mitos. Y no hay que olvidarse de la dichosa supuesta «maldición», pues hay quien asegura que la película fue «maldita» por una presencia demoníaca que no quería que se emitiera nunca después de que un pájaro aterrizara en una caja de circuitos, lo que provocó un cortocircuito que incendió el set justo al comienzo de la producción. Inquietantemente, la única que no se quemó hasta los cimientos fue la habitación utilizada para filmar las escenas reales del exorcismo. Además de este detalle, durante la producción, muchos miembros del elenco y el equipo, incluidos los protagonistas Linda Blair y Max von Sydow, perdieron familiares y Linda y su madre en pantalla, Ellen Burstyn, sufrieron lesiones graves debido a caídas en el set.
«Tubular Bells» de Mike Oldfield y The Exorcist: El poder de lo sobrenatural en la música y el cine
La música tiene la capacidad de evocar emociones, transmitir sensaciones y crear atmósferas cautivadoras. En ocasiones, ciertas composiciones musicales se entrelazan con el mundo del cine para potenciar la narrativa y generar un impacto aún mayor en el espectador. Un ejemplo fascinante de esta simbiosis se encuentra en la canción «Tubular Bells» de Mike Oldfield y su conexión con la icónica cinta de culto The Exorcist.
Lanzado en 1973, hoy hace 50 años, Tubular Bells fue el álbum debut de Mike Oldfield y rápidamente se convirtió en una obra maestra del rock progresivo. Pero fue su aparición en los títulos de crédito de The Exorcist en el mismo año lo que catapultó tanto la canción como la película a la fama mundial. La siniestra y enigmática composición se convirtió en el tema principal de la película y se asoció indeleblemente con las imágenes escalofriantes y los momentos de suspense que se desarrollaron en la pantalla.
The Exorcist, dirigida por William Friedkin, se basa en la novela homónima de William Peter Blatty y narra la aterradora historia de una niña poseída por una entidad demoníaca. La elección de «Tubular Bells» como parte integral de la banda sonora de la película fue un movimiento audaz y acertado. La canción encapsula perfectamente la atmósfera ominosa y la tensión creciente que impregnan la trama de la película.
«The Power of Christ compels you!»
La introducción de «Tubular Bells» es un conjunto de notas hipnóticas y melódicamente inquietantes, ejecutadas con destreza utilizando una variedad de instrumentos, incluidos sintetizadores y guitarras acústicas. La repetición de los patrones rítmicos y la progresión gradual de la melodía generan una sensación de inminente peligro y desconcierto, lo cual complementa magistralmente las imágenes de posesión demoníaca y el terror sobrenatural representados en The Exorcist.
La asociación entre «Tubular Bells» y The Exorcist ha sido tan poderosa que, hasta el día de hoy, es difícil separar una de la otra. La canción se ha convertido en un ícono del género de terror —quizá solo igualada por «Halloween Theme» del genio John Carpenter— y su inclusión en la película ha dejado una huella perdurable en la historia del cine. La combinación de la música inquietante y la narrativa aterradora se entrelazan para crear una experiencia cinematográfica visceral y memorable.
Tanto la composición de Oldfield como la cinta de Friedkin son obras que desafían los límites convencionales y exploran los misterios y las fuerzas más oscuras de la existencia humana. Ambas representan una exploración profunda de lo desconocido y lo sobrenatural, y capturan la fascinación de la audiencia por el terror y lo inexplicable.
En última instancia, tanto la canción como la cinta se han convertido en un dúo imborrable en la cultura popular. Su combinación de música y cine ha dejado una marca indeleble en la memoria colectiva, recordándonos el poder que pueden tener la música y el cine cuando se unen para crear algo verdaderamente excepcional.
¿Es de extrañar que el público todavía siga temiendo The Exorcist?
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.