Hay semanas en que esto de perder horas de sueño escribiendo crónicas y reseñas es algo realmente maravilloso. No es que normalmente no sea interesante, claro, ya que siempre te permite redescubir y profundizar en cosas que te gustan y que no escucharías con tanta atención de otra manera, pero cuando tienes la suerte de que toque escribir de tus bandas favoritas, todo se torna aún más excitante. Y eso es lo que ha pasado en estos últimos días, en los que hemos tenido, en serie, motivos para hablar de Testament, de Leprous y de Dark Tranquillity, tres bandas muy distintas que me aportan cosas muy diferentes pero que han sido importantes para mí desde que tuve mi primer contacto con sus músicas. Al contrario que pasa con muchos otros grupos, cuyos caminos se han visto separados de los míos por el tiempo y los cambios de perspectiva de unos o de otros, siempre he conectado perfectamente con el crecimiento y evolución de Dark Tranquillity, con lo que se han mantenido muy presentes durante toda mi vida musical. «Punish My Heaven» fue uno de los himnos de mi adolescencia a mediados de los 90, «Fabric» fue la melodía de mi primer Nokia a mediados de los dosmiles (y el trasto ese duró sus buenos años, con lo que sonó un montón de veces), y hoy, a mediados de los dosmildieces, sigo emocionándome con cada nuevo disco que sacan o cada nueva ocasión que tengo de verlos en directo.
Mucho ha llovido desde que unos jóvenes Dark Tranquillity e In Flames se inventaran esto del death metal melódico en la fértil Gotemburgo de finales de los 80. La escena local tampoco es que fuera tan extensa en esos momentos, así que la relación entre ambos era tan estrecha que Anders Fridén fue miembro fundador de Dark Tranquillity y participó en su début, Skydancer/Of Chaos and Eternal Night (1993), antes de hacer las maletas y afianzarse como vocalista de In Flames, un grupo que no tuvo cantante estable hasta su llegada y que, por eso, le pidieron precisamente a Mikael Stanne, entonces guitarrista y hoy vocalista de Dark Tranquillity, que grabara las voces para Lunar Strain (1994). Esta especie de intercambio de frontmen coincidió con que ambos grupos lo empezaran a petar de verdad con sus respectivos segundos discos (The Gallery (1995) y The Jester Race (1996)). Unos tales At The Gates, otros gotemburgueses que hasta entonces habían tirado más hacia un death metal más agresivo, se apuntaron también al carro, y entre los tres fueron los responsables de dar forma definitiva al maravilloso y mil veces imitado «sonido Gotemburgo» que sacudió el mundo del metal a mediados de los 90 y que ha creado una escuela que no creo que en ningún momento pudieran imaginar.
At The Gates tardaron casi nada en separarse y no han vuelto hasta hace muy poco tiempo, con un At the War With Reality (2015) en el que lo han retomado exactamente en el punto en que lo que dejaron veinte años atrás. Por lo que respecta a In Flames, ya sabemos qué extraños derroteros ha tomado su carrera y la grima que generan ahora entre muchos de los que les adoramos en su momento, así que Dark Tranquillity son los que han tenido una trayectoria más sólida y coherente. Y eso que tardaron relativamente poco en apartarse del melodeath más directo y convencional de sus inicios para adoptar abundantes elementos electrónicos y alternativos, voces limpias e influencias góticas que ayudaron a dar forma a un sonido totalmente único y característico, con un pié firmemente anclado en el death metal melódico y el otro explorando derroteros más accesibles y delicados con la intención de alcanzar sonidos maduros, emotivos y elegantes casi desde el primer momento. Aproximadamente a partir del cambio de siglo, coincidiendo con la publicación de Projector (1999) y, sobretodo, del magnífico Haven (2000), se han asentado en su sonido actual, y sus trabajos desde entonces siguen patrones muy parecidos, siendo únicamente los matices y el enfoque lo que confiere distintas personalidades a unos discos y otros. Está claro que no todos tienen la misma brillantez que otros (Damage Done (2002) o Fiction (2007), a parte de Haven, por ejemplo, son probablemente los más destacados, y la verdad es que Construct (2013) a mí me gusta mucho), pero a pesar de seguir repitiendo sus mismos esquemas disco tras disco y sonar relativamente previsibles, me cuesta encontrar ninguno que baje de notable.
Este Atoma, el onceavo trabajo de su carrera, sigue de nuevo una línea muy parecida a lo que nos ofreció su álbum anterior, y viene precedido de la sorprendente baja del guitarrista Martin Henriksson, uno de los miembros originales de una banda que ha mantenido una formación prácticamente intacta a lo largo de su trayectoria. Aquí encontramos una producción ligera y envolvente, con un ambiente quizás algo menos oscuro que en Construct (aunque sigue siendo oscuro, que por algo se llaman como se llaman!). Como todos los discos de los suecos, un grupo que no ha dado un paso en falso en su vida, la aplicación de su fórmula característica e infalible es absoluta: un aura de fría, gótica y exquisita melancolía, con muchos teclados y sintetizadores, riffs potentes, melódicos y evocadores, y una belleza compositiva innegable para construir canciones bonitas, inmediatas y pegadizas que bordean la accesibilidad sin llegar nunca a traspasar la línea de lo gratuitamente comercialoide. Por encima de todo ello, la inconfundible y personal voz de Mikael Stanne, que a parte de ser uno de los cantantes más capaces e infravalorados de la escena contemporánea es un amor de tío, alterna preciosas y dulces partes limpias con estrofas rasgadas y agresivas (pero comprensibles!) con total eficacia y credibilidad.
Decía antes que este disco no es tan oscuro como lo era Construct pero la inicial «Encircled», un tema muy intenso y muy Dark Tranquillity que transcurre a lomos de una progresión de cuatro simples notas, opresivas y casi vampíricas, se encarga de contradecirme de buenas a primeras. Por su parte, «Atoma» es sencillamente preciosa, y tiene todo lo que hace de los suecos una de las bandas más emocionantes de la actualidad, con una melodía vocal limpia y melancólica, un bridge creciente y motivador con punteos muy melodeath, y un estribillo pegadizo conducido por un riff a base de sintetizador y con arreglos a tutiplén. Single obvio y clásico instantáneo al igual que la maravillosa «Forward Momentum», que también sigue estructuras bastante convencionales (de hecho me suena a haber escuchado esto antes ya, quizás en «Uniformity», de su anterior disco), pero que es adictiva y preciosa, con un aire gótico, un Mikael Stanne cautivador y un estribillo infeccioso que no te permite mantener el puño quieto e invita a desgarrarte la camisa con desesperación. Aun siendo un tema altamente accesible y muy típico de la banda, probablemente es mi corte favorito a día de hoy, y la verdad es que no puedo sacármelo de la cabeza.
«Neutrality» empieza con un piano misterioso pero rápidamente se embala con uno de los fragmentos más decididamente agresivos de todo el disco. Un magnífico punteo recoge a Mikael por el camino y el rubio cantante no desaprovecha la ocasión para desgarrarse y cautivarnos de nuevo, haciendo gala de ser, una vez más, el cantante de death metal al que mejor se le entienden las letras. Este tema no contiene hooks tan inmediatos como los dos anteriores, pero sigue haciéndote sacudir la cabeza sin remedio y rayando a grandísima altura, con unas guitarras que gozan de un protagonismo mucho mayor y se agarran a la oportunidad de brillar con riffs y punteos realmente excitantes. Un tema muy dinámico, de nuevo con un final extrañamente abrupto como ya pasó en el tema anterior, para completar una tripleta fabulosa que me tiene ya motivado al máximo y con ganas de más.
«Force by Hand», uno de los temas más góticos de Atoma, abre con unas bonitas guitarras abiertas que se hacen acompañar de un sintetizador y conducen sin pausa hacia un riff tranquilo y envolvente que acaba animándose a coger algo de velocidad sin acabar de tornarse del todo agresivo. Mucho protagonismo para los sintes aquí, tanto en las partes más lentas y oscuras como en los pasajes más rápidos, formando otro tema muy melódico, disfrutable y rico en matices que cuenta con un par de riffs excelentes y que quizás no está a la altura de los tres temas anteriores, pero tampoco es que quede muy lejos. La inmediatez aparentemente sencilla vuelve con «Faithless by Default», un tema lento 100% típico de Dark Tranquillity, donde Mikael nos deleita de nuevo con los guturales más melódicos del mercado, y donde tanto el piano misterioso y obsesivo como las atmosféricas guitarras te atrapan sin esfuerzo y te llevan por donde quieren. El estribillo es pegadizo y poderoso y esta vez no hay cambios de ritmo en todo el tema, permaneciendo constantemente en una cierta calma que, eso sí, fluctúa de pesada a atmosférica con total naturalidad.
«The Pitiless» ha sido el tercer single de adelanto de este álbum junto a «Atoma» y «Forward Momentum» y su elección es lógica y evidente: tres temas obvios, directos, pegadizos, resultones y con potencial para hacerse un hueco en los repertorios habituales de la banda. Si antes decíamos de «Faithless by Default» que era 100% DT en su vertiente más comedida, este «Pitiless» es 100% típico de sus registros más directos, usando aquí solo voces guturales (aunque a veces vengan a través del teléfono) y aprovechando un ritmo rápido y más obviamente melodeath sobre el que son capaces de construir capas y melodías densas y ricas en cientos de matices, aun manteniendo un sonido ligero, descomprimido y, en cierto modo, tranquilo.
A las primeras escuchas, tendí a pensar que la segunda parte del disco no estaba del todo a la altura de la primera. Creo que se juntan dos cosas: por un lado, la primera mitad es fabulosa y hasta «The Pitiless» me parecen todo temazos incontestables, así que mantener un nivel tan elevado se antoja algo complicado; por otra parte, al ser los temas relativamente parecidos, antes de que le pilles los detalles a cada uno de ellos el álbum acaba haciéndose un pelín largo. Esta sensación desaparece progresivamente con las escuchas ya que, efectivamente, cada tema tiene sus cositas dentro de una absoluta coherencia global, pero también es cierto que estos últimos cinco temas, aun siendo entre buenos y muy buenos, no alcanzan en general el nivel de redondez de los primeros. Y eso que «Our Proof of Life» es igualmente pegadiza, con un par de líneas limpias excelentes, y aunque el estribillo no es tan potente ni motivante como en cortes anteriores, se compensa con un bridge fabuloso y una intensa y compleja parte intermedia.
«Clearing Skies» es una canción bastante ligera repleta de ritmos asincopados y punteos luminosos y optimistas. Por momentos suena realmente alternativa, mientras que en otros pasajes se revela como el corte más progresivo del disco, con algunas partes que pueden recordar vagamente incluso a bandas de djent moderno. «When the World Screams» es junto a «Neutrality» el tema más rápido y agresivo de Atoma, aun sin acabar de serlo del todo. Un muy buen corte que cuenta de nuevo con partes muy progresivas y cuyos punteos melódicos intermedios son realmente resultones y motivantes. «Merciless Fate», por su parte, y a pesar de su título y de su letra, suena muy positiva y esperanzadora, con guitarras crecientes y soñadoras alternadas con otros pasajes más serios y severos. Casi al final aparece una preciosa, dulce y pegadiza melodía vocal que acaba llevándonos de nuevo a un estribillo que ahora se ve con una perspectiva totalmente distinta, tomando una dimensión mucho más emotiva. Para finalizar tenemos un dinámico «Caves and Embers», un tema quizás más puramente melodeath en muchos momentos, pero que sigue en la onda de lo que venimos viendo a lo largo de todo el disco: medios tiempos pegadizos, partes emotivas y estribillos dramáticos.
Lo que encontramos en Atoma es ni más ni menos que los actuales Dark Tranquillity en su máxima expresión, y me es complicado afirmar si este trabajo es mejor o peor que sus discos anteriores, ya que cada nuevo álbum de Dark Tranquillity aporta algo que me parece que solo Dark Tranquillity sabe aportar. Lo que hacen parece sencillo, pero si lo fuera tanto muchos otros habrían sido capaces de imitarlos con éxito, e indudablemente no ha sido así, así que aun no habiendo nada aquí especialmente nuevo dentro del contexto de su carrera, es un disco que me suena perfectamente fresco, aporta una cantidad generosa de canciones excelentes a su ya de por sí extensa colección, y sigue apetenciéndome poner una vez tras otra sin cansarme en absoluto. Es cierto que no puedo ser objetivo con ellos, ya que Dark Tranquillity es una banda que me encanta y que en general me apetece siempre, tanto en estudio como en directo, pero Atoma no desentona en absoluto. Su última visita en salas fue hace unos tres años cuando presentaron Construct junto a Tristania, en un concierto en el que tocaron sin bajista y que demostraron que están tan confiados en lo que hacen actualmente que se permitieron prescindir de «Punish My Heaven». En estos últimos años los hemos tenido tanto en el Leyendas del Rock como en el Resurrection Fest y estoy seguro que durante 2017 volveremos a tener la oportunidad de verlos. Yo, desde luego, estoy preparado para volver a emocionarme.
Artículo publicado originalmente en Metal Symphony.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.