Allá por 1999, las bandas que habían formado parte más activa de la creación de la etiqueta «death metal melódico de Göteborg» unos años antes ya estaban un poco hartas del tema. De hecho, tal y como el propio Mikael Stanne nos comentaba en esta entrevista, como colectivo joven de artistas casi les ofendía un poco el término, interpretando que tanto los aficionados como la prensa, obsesionados por el estilo durante esos primeros años de vida, metía a todas las bandas que procedían de la segunda ciudad sueca dentro del mismo saco sin entender ni permitir demasiados matices, diferencias ni particularidades entre ellas. Como reacción a eso, ese genial y visionario triunvirato formado por At the Gates, In Flames y los propios Dark Tranquillity se fue deshaciendo en poco tiempo, ya fuera retirándose totalmente como los primeros, apartándose del death metal de forma radical como los segundos, o matizando y personalizando gradualmente su sonido como la banda que hoy nos ocupa.
Con ello, los padres del estilo lo dejaron rápidamente huérfano y en manos de sus hermanos pequeños. Bandas como Soilwork u otras con un componente más electrónico o más alternativo (componentes que acabarían abrazando también los propios In Flames o, en menor medida, incluso también Dark Tranquillity) agarrarían el cetro del género hasta que unos años más tarde Finlandia decidió hacérselo suyo en una versión más pura y más melancólica que aún sigue, hoy, en primera línea. Al cabo del tiempo At the Gates volvieron sin muchos cambios en su sonido, mientras que Dark Tranquillity siempre han ido a la suya sin apartarse demasiado de su camino original pero sin importarles tampoco ser especialmente trues (de In Flames prefiero ni hablar). Pero la otrora tan fértil escena death metal de Göteborg dejó de producir bandas al mismo nivel, y se difuminó poco a poco con el tiempo.
Este Projector supuso muchos cambios para Dark Tranquillity, hasta el punto que se trata, quizás, de su disco más decisivo en este sentido. El primero, y quizás el más circunstancial, es que su entonces bajista Martin Henriksson se convirtió en guitarrista de un día para otro (no sin antes oponer resistencia por culpa de su autopercibida incapacidad para ocupar ese puesto) y que el aún teclista Martin Brändstörm se incorporó como miembro a tiempo completo. El segundo, y mucho más importante, es que fue el primer trabajo de la banda bajo el paraguas de la discográfica alemana Century Media, una casa en la que aún siguen a día de hoy y que les permitió tener una exposición global acorde a su proyecto y, en consecuencia, despegar a nivel mundial. Por último, éste fue el disco en el que empezaron a abrir verdaderamente su estilo, ya fuera incorporando voces limpias con más profusión, relantizando ligeramente su propuesta, modernizando y compactando su sonido, abrazando componentes góticos y electrónicos, y simplificando y estandarizando las estructuras de sus canciones.
Así que aunque hay cambios y son muy evidentes, especialmente en canciones concretas, en Projector tampoco encontramos una despedida radical del death melódico y sensible que nos hizo amar a esta banda a mitad de los noventa. No sólo el espíritu se mantiene intacto, sino que la mayoría de elementos clave en su música y en su personalidad continúan más vivos que nunca, con la incorporación de estas nuevas variables de una forma muy natural. La propia «FreeCard» que abre el disco, por ejemplo, es un temazo como la copa de un pino que podría encajar más o menos en sus anteriores trabajos. Contiene voces limpias, sí, y también suena más moderno y más compacto, pero nadie juzgaría a Dark Tranquillity, creo, por los matices introducidos en un tema así. Aunque tal y como siempre ocurre con cualquier banda que se atreve a evolucionar, recuerdo que en su momento muchos fans old school lo pusieron a parir y abandonaron el carro, quizás, para siempre. Sinceramente, peor para ellos.
La verdad es que, reescuchado ahora (no lo había hecho al completo desde hace un tiempo), Projector se mantiene orgulloso como un disco excelente, regular y lleno de grandes canciones que aún caminan entre dos mundos sin sonar necesariamente transicionales. Y si hay un solo tema de este disco que ha permanecido en la memoria colectiva de los seguidores de Dark Tranquillity hasta el día de hoy es sin duda «Therein», un corte bastante accesible dentro de lo que cabe, con melodías magníficas y ese icónico y meloso «And it was solid / Yet everchaging / It was different / And yet the same / So I starve myself for energy» que se repite incluso un poco más de la cuenta y que me pone la piel de gallina cada vez que lo oigo de boca de los cientos de fans entregados que se dejan la voz cantándolo una vez tras otra en todos sus conciertos, del que es un componente imprescindible.
Eso sí, a parte de ese tema ya clásico, no hay muchos cortes que hayan pasado el test del tiempo satisfactoriamente a ojos de la propia banda, ya que en general las canciones de Projector han tenido un protagonismo bastante menor en sus repertorios de lo que uno podría pensar dada la significancia de este trabajo. Una de las que ha sacado la cabeza de tanto en cuanto es «UnDo Control», que yo pude ver con la voz de Mariangela Demurtas, vocalista de Tristania, en esa gira en que vinieron juntos hace cinco o seis años. Se trata de un tema muy melódico y pegadizo por momentos (por primera vez la melodía vocal que dibuja Mikael recuerda a Depeche Mode, una influencia evidente en este disco) pero que al mismo tiempo no escatima para nada en agresividad.
Una preciosa melodía de piano es la gran protagonista de «Auctioned», donde la voz limpia es ahora sí totalmente prevalente. De hecho, si habláramos en estos términos, esta canción se podría considerar casi (o sin el casi) una balada en toda regla. Mikael nos demuestra que es capaz de mucho más que de guturalizar, y aunque con los años mejorará mucho a nivel técnico en este sentido, nadie puede negarle la capacidad de transmitir ya sus sentimientos en temas tan bonitos como éste. La aún lenta «To a Bitter Halt» es un temarraco espectacular que alterna a la perfección una especie de rock gótico oscuro y ochentero con un par de riffs maravillosos y una melodía vocal impresionante. De hecho, y aunque nunca ha gozado de un amor de masas demasiado relevante, me parece un tema aún hoy muy actual bastante indicativo de por donde van a ir los tiros en la carrera futura de la banda.
Más allá de «ThereIn», el otro gran hit (entre muchas comillas) del disco es probablemente «The Sun Fired Blanks». El alegre punteo principal y su galope powermetalero son ya míticos y a mí me ponen a mil cada vez que los escucho, mientras que el trabajo de las guitarras en general es realmente magnífico. De la luz, la explosividad y la velocidad de este tema volvemos a la oscuridad y a la reflexión con «Nether Novas», un corte que quizás peca de cierta falta de concreción y de cohesión, con momentos muy emotivos pero también con alguna línea vocal extraña que no me acaba de cuadrar. El rock gótico es muy protagonista en el desarollo de un tema que vuelve una y otra vez a los guturales, pero probablemente me parece de lo más flojo de todo el disco.
Ya habéis visto que si algo no le falta a Projector, para alegría de muchos y desesperación de otros, es variedad. Y si en su momento hubo algun fan cerrado old school que había llegado hasta aquí, con «Day to End» seguro que se arrancó definitivamente las orejas. Aquí los Depeche Mode más oscuros e introspectivos invaden por completo el estudio, tanto vocal como instrumentalmente (no aparece una guitarra hasta que faltan cuarenta segundos para el final), demostrando de forma más explícita que nunca la admiración que siempre ha sentido Mikael por la banda de Dave Gahan y Martin Gore. A mí los ingleses me encantan también, y no solo no tengo ningún problema con su inclusión aquí, sino que me parece un auténtico temazo lleno de sentimiento y valentía.
Llegamos a la recta final de un disco que se nos hace muy corto con otra canción alegre y activa (almenos parcialmente) como es «Doberman». Aunque hay riffs luminosos (concretamente uno de ellos me encanta) y momentos de cierto misterio y pretendido terror, en su global se trata de un tema un poco raro que colocaría también en el vagón de cola. La última de todas, por el contrario, es otro muy buen tema 100% Dark Tranquillity. Rápida, dinámica y gutural cuando toca serlo, melódica, melosa y quejica cuando es su momento, «On Your Time» no es quizás el mejor corte del disco (¡aunque tiene lo suyo!) pero sí que sirve para cerrar este magnífico trabajo a un excelente nivel.
Los que me leéis a menudo os sorprenderéis con el hecho de que haya mantenido esta reseña en el ámbito más estrictamente objectivo sin inclusión alguna de batallitas personales. El hecho es que, por mucho que lo piense, la verdad es que no recuerdo ninguna. Es posible, incluso, que ni tan siquiera me escuchara el disco tan pronto como salió (y eso que fui muy muy fan de The Gallery, bastante fan de The Mind’s I y, evidentemente, ultra fan de toda su carrera posterior – que no por nada esta revista se llama como una canción de Dark Tranquillity). Pero visto en perspectiva, no solo es un discazo variadísimo, valiente, lleno de canciones magníficas y que ha envejecido a la perfección, sino que supuso el primer paso de la banda hacia una apertura de miras que ha guiado su música durante el resto de su trayectoria. Probablemente, los Dark Tranquillity que conocemos hoy no serían los mismos si no se hubieran atrevido a implementar los cambios que vemos en Projector, y solo eso ya es motivo suficiente para considerar este disco una obra imprescindible en su brillante carrera.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.