Dark Tranquillity – The Gallery: 25 años de un pilar del death melódico

Ficha técnica

Publicado el 27 de noviembre de 1995
Discográfica: Osmose Productions
 
Componentes:
Mikael Stanne − Voz
Niklas Sundin − Guitarra
Fredrik Johansson − Guitarra
Martin Henriksson − Guitarra
Anders Jivarp − Batería

Temas

1. Punish My Heaven (4:46)
2. Silence, and the Firmament Withdrew (2:36)
3. Edenspring (4:30)
4. The Dividing Line (5:01)
5. The Gallery (4:07)
6. The One Brooding Warning (4:14)
7. Midway Through Infinity (3:30)
8. Lethe (4:42)
9. The Emptiness from Which I Fed (5:43)
10. Mine Is the Grandeur... (2:26)
11. ...of Melancholy Burning (6:16)

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Allá por los 90 en Europa se movía algo. Y en Suecia, más. Y en Goteborg, concretamente, se estaba gestando un sonido propio que aún hoy influencia a multitud de bandas de Metal. Nacía lo que se mal llamó Death Metal melódico. A diferencia de las bandas de Estocolmo, las de Goteborg incorporaron elementos externos al Death Metal, lo llenaron de matices, hasta el punto que dejó de ser Death Metal, por eso decía lo del dudoso nombre. Podríamos hablar de 3 grandes bandas, o 3 grandes tendencias, que coincidieron en el momento y el lugar; así, además de melodía, teníamos por un lado At the Gates que incorporaba riffs más cercanos al thrash, furiosos, que en ese mismo 1995 publicaban su obra cumbre, Slaughter of the soul que ya reseñó para Science of Noise Robert García hace unos días, In Flames, que añadían melodías y riffs más cercanos al Power Metal y que en ese año grababan The Jester’s Race aunque el disco acabó saliendo en 1996 tras dar el pelotazo y fichar por Nuclear Blast, y Dark Tranquillity, que añadían a la furia de sus composiciones, un punto extra de técnica que en conjunción con buenas melodías, cambios de ritmo y una voz furiosa, crecían hacia otros terrenos, entonces poco explorados.

A diferencia de At the Gates, que daban sus últimos coletazos en esa época, tanto In Flames como Dark Tranquillity estaban empezando, así que ellos fueron los abanderados del estilo en sus inicios. Dos bandas muy ligadas entre sí, ya que Anders Friden, vocalista de In Flames, lo fue antes de Dark Tranquillity, pero abandonó la banda tras su primer trabajo para unirse a sus vecinos. Aún así el contacto persistió: Niklas Sundin le seguía traduciendo las letras que escribía en sueco al inglés, sin ir más lejos.

Ante la marcha de su vocalista, fue el guitarra, Mikael Stanne, quién se encargó del micro a partir de The Gallery. No pudo ser una elección más acertada para ambas partes. El que fuera buen guitarrista, pronto demostró que a las voces era un fuera de serie, su gutural poderoso y estridente combinaba a la perfección con el sonido que la banda necesitaba. Fredrik Johansson llegó para hacerse cargo de las guitarras rítmicas que dejó Stanne.

Es curioso echar la vista atrás y darse cuenta de que la mentira mil veces repetida de que el metal murió cuando murieron los 80 es solo eso, una patraña; la MTV dio la espalda al estilo, cierto, el grunge, el britpop y otras tendencias sonaban en las radio fórmulas sustituyendo a las grandes bandas de hard y heavy, sin duda, pero la escena no solo seguía viva, lo estaba más que nunca, creciendo, expandiéndose más y más en multitud de estilos que nacían, mutaban, y sin duda The Gallery fue pieza fundamental en esa época. De hecho, siempre pensé que el disco que nos atañe llegó antes de su tiempo, y los In Flames más enfocados a un power que empezaba a calar en Europa, llegaron a mucha más gente con una propuesta quizás más simple. A Dark Tranquillity siempre le gustó más sumar elementos, darle una vuelta de tuerca más, en este disco incorporando infinidad de cambios de ritmo, voces femeninas, o partes acústicas; más adelante, incorporando teclados y dando cabida a otros estilos, retales de electrónica o de gótico, que en este The Gallery aún no asoman porque todo lo que podría cubrir un teclado, lo hacen siempre las dos guitarras, que son en todo momento excepcionales.

Abrir un disco con «Punish My Heaven» ya te da ventaja. Tema que te mete de golpe en una vorágine de riffs y gritos que te aplastan. Desde el primer momento ves lo que se te viene encima, un riff melódico te lleva a un grito desgarrador de Mikael sobre la entrada de la base rítmica y ya estamos dentro; la canción te mueve de un lado a otro, ahora frena, ahora acelera, el estribillo tiene un juego de guitarras fantástico bajo una voz más apaciguada ya, y todo ello nos lleva a un final melódico donde la voz de Mikael nos sigue azotando para que no olvidemos donde estamos. Le sigue una pieza corta, «Silence and the Firmament Withdrew», que se mueve en una cadencia más pausada, mientras Mikael sigue con su recital de guturales desesperados; en este tema vemos que son capaces de hacer algo muy intenso también a menor velocidad. Pero no se confíen…

«Edenspring», uno de los puntos álgidos del disco en mi opinión, empieza calmada, como si la cosa no se fuera a desatar, pero nada más lejos de la realidad; el crescendo no lleva a un tema repleto de cambios de ritmo, con una base rítmica soberbia, la batería es de las mejores del disco, mientras las guitarras dibujan armonías melódicas que varían de velocidad constantemente convirtiendo el tema en una especie de montaña rusa; justo en mitad del tema, parón, guitarras haciendo un solo calmado, y de ahí a la locura, velocidad, un punteo soberbio bajo las voces de nuevo desgarradoras de Stanne y la batería consiguiendo que tus cervicales sufran, un combo genial a la par que efectivo. Como decía, de los mejores cortes del disco. Y no está nada lejos de serlo el siguiente, «The Dividing Line», un tema que podría entrar perfectamente en la categoría de “progresivo”, quizás lo más cerca que han estado nunca de esa etiqueta; el riff conductor sin duda cumple con esa definición, el solo es una fiesta entre las guitarras donde los tempos cambian más allá del 4/4, y que vuelve a desembocar en un estribillo furioso, pero manteniendo siempre una melodía innegociable.

Tras dos temas tan sublimes, rompedores, casi definitorios, nos encontramos con el corte que da título al disco. Aquí levantamos un poco el pie del acelerador, y junto a Stanne escuchamos por primera vez la voz de Eva Marie Larsson; una voz poderosa y limpia, en contrapunto con la voz también poderosa pero desgarrada de Mikael, lo que le da un punto al tema muy interesante. Las armonías de guitarra siguen dibujando melodías increíbles, y así tenemos un tema que, si bien no es definitorio del disco como se le supondría a un tema título, si que abre una nueva ventana al sonido de la banda. «The One Brooding Way» es otro tema repleto de cambios, desde un inicio que enlaza el final de su predecesor, algo calmado, se mete rápidamente en riffs veloces y cambios de ritmo constantes. Una canción que crece hasta su estribillo, donde escuchamos lo más parecido a unos coros que hay en el disco, y es que la voz va doblada en el título de la canción con una más grave, consiguiendo así remarcar la frase en cuestión. Buen tema aunque no es de mis preferidos, pero consigue que en esta parte central del álbum mantengas el interés.

Y llega «Midway Through Infinity», un tema directo que nos cuenta lo que ya sabemos, vamos de la cuna a la tumba pero queremos trascender. El caso es que las letras de este disco tienen más mensaje de la que aparentan a primera vista, alguna de ellas la ha explicado Stanne a posteriori y vamos, ni pensar que «Edenspring» hablaba sobre el alcoholismo, por ejemplo. En todo caso, tema rápido, directo a la línea de flotación, que nos deja exhaustos, por velocidad e intensidad. Y es aquí cuando llega «Lethe»…

Olvido. Las almas de los muertos bebían del «Lethe» para no recordar sus vidas anteriores, y de eso trata esta maravilla. Un inicio acústico que rompe la banda para sumergirnos en una melodía melancólica que nos conduce a alejarnos de lo vivido para volver a vivir, una genial oda a la inmortalidad del alma como la entendían los griegos clásicos transformada en un alegato actual de la trascendencia. Y sí, todo ello en un tema de los más aclamados en la carrera, ya longeva, de la banda. Pero aquí hay poco espacio para la tregua, y la soledad de la que se alimenta Stanne llega para golpearnos de nuevo. «The Emptiness From Which I Feed» rompe la magia que «Lethe» había creado para devolvernos a ese álbum cargado de riffs y melodías. Vuelven los cambios de ritmo y la batería acelerando y frenando cuando el tema lo requiere. Y a media canción, de repente, un grito ahogado y lo que parece ser un final, que no lo es… el tema renace y nos conduce a un final con un punteo genial que acaba siendo secundado por la guitarra rítmica generando uno de los solos más conseguidos del disco. Y ahora sí, un último estribillo y nos vamos a la grandeza…

«Mine is the Grandeur» es un tema instrumental acústico de poco más de dos minutos. Las guitarras construyen unas melodías que son apoyadas por la percusión, y que sirven como introducción al tema que cierra el disco, la joya de la corona.

«…Of Melancholy Burning» irrumpe sin compasión cerrando el tema acústico; desde el primer momento se avista algo grande; las guitarras dan paso a un Stanne que entra sobre una base muy melódica pero que va cogiendo forma y color. El tema crece, no para de crecer, y así los duelos de guitarra juegan con la voz hasta el parón central. De nuevo guitarra acústica, esta vez secundada muy pronto por el resto de la banda, y de nuevo Anne Marie… aquí la voz de Larsson se hace enorme, desembocando en un grito que por sí solo es impresionante, pero al que se une el gutural de Stanne y lo convierte en uno de los momentos más grandes del disco, épico. A partir de ahí la canción continúa su progresión, hasta que regresa al principio, un tema redondo que vuelve para acabar donde empezó, pero aún nos queda la traca final. Un último acelerón, un último grito desgarrador de Stanne, las guitarras conduciendo hasta el final, y unos acordes acústicos para poner el broche de oro recordando de donde venía este tema.

Probablemente a mi sí me pilló en el momento indicado, y por eso tengo a este disco en un altar; quizás los más puristas del death metal, quizás no, seguro, reniegan de esto porque ciertamente, de Death tiene poco más allá de las voces, pero en todo caso «The Gallery» abrió un abanico que ha sido explorado desde hace 25 años en múltiples vías, y que personalmente, más que restar al death, suman al metal extremo, o al metal melódico, o a ambos. Suma al metal en definitiva, y es un discazo lleno de momentos disfrutables, muy disfrutables, y hasta mágicos. Ahora solo falta que el señor Stanne me haga caso alguna de la multitud de veces que le he propuesto que debería dedicar un tour a celebrar este disco, lamentablemente olvidado en directo en los últimos tiempos.

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Sobre Toni López 38 Artículos
Toda una vida marcada por el Metal. Televisión, radio y prensa escrita, intentando poner letra a la ciencia del ruido