No voy a descubrir nada al afirmar que estoy enamorado de Mike Patton desde una edad tan temprana que en muchos estados sería incluso delito. Obviamente, caí rendido al escuchar los primeros trabajos de Faith No More, de la misma manera que la mayoría de tod@s nosotr@s. Sin embargo, a pesar de lo brillantes que eran (y son) The Real Thing (1989), Angel Dust (1992) y King for a Day… Fool for a Lifetime (1995), uno no puede más que seguirle la pista al de Eureka antes de, finalmente, acabar por colarse en la madriguera del conejo. Por suerte para nosotr@s, hay mucho para explorar estando bajo tierra. Mr. Bungle, Fantômas, Tomahawk, Peeping Tom, Mondo Cane… infinidad de proyectos -más o menos- paralelos que vienen a demostrarle al mundo la calidad incuestionable de este genio, total y absoluto, de la música.
Su más reciente criatura es otro de esos proyectos, Dead Cross. Patton se unió a la banda en 2015, reemplazando al cantante original Gabe Serbian (R.I.P.) de The Locust. Tocando junto a él están el guitarrista Mike Crain y el bajista Justin Pearson ambos de Retox, los terroristas del hardcore más ruidoso, así como el batería Dave Lombardo. Juntos, estos cuatro currelas del metal extremo han inventado una bomba que canaliza varias facetas de sus respectivas bandas, al mismo tiempo que logran sonar frescos y novedosos. Pero no todo es bello y hermoso en la viña del Señor…
Los dos últimos años, que han sido una prueba (de fuego) para tod@s, han planteado muchas preguntas y también han resultado ser una oportunidad para ponernos al día en cuanto a angustias que imaginábamos desaparecidas por completo… y el genio de Mike Patton ha sido una de las personas que ha pasado por dicho período con más pena que gloria. Recordemos que la gira de Faith No More tuvo que ser cancelada debido a los problemas de salud mental del vocalista. Para su regreso -aún no a los escenarios, pero al menos en disco- ha escogido su proyecto Dead Cross, quienes también regresan con el sombrío II (2022).
Hay dos tendencias destacadas en este disco. La primera es lógica, y es que su nueva propuesta musical va muy en la línea de su antecesor y homónimo álbum debut del año 2017, composiciones en la frontera entre el punk, el thrash metal y el hardcore. Títulos como «Nightclub Canary» o el primer single, «Reign of Error», son rápidos, eficientes y te vienen de cara; en definitiva encontramos los elementos que hicieron que su Dead Cross fuera todo un éxito, tanto de crítica como de público. De momento estamos en terreno conocido.
Es la segunda tendencia la que ya sorprende un poco más, y no sé si la re-grabación del The Raging Wrath of the Easter Bunny Demo (2020) de Mr. Bungle, un álbum puro de thrash metal, tendrá algo que ver, pues se nota que Dead Cross está mirando su lado más Bungle de la vida, con incursiones más experimentales. Un claro ejemplo de ello son los primeros cortes de este II, unos temas que tiñen de un nuevo color su universo musical. Por ejemplo, en el tema de apertura, «Love Without Love», la banda juega con atmósferas, tempos y ecos que les hace entrar en otra (nueva) dimensión; en ocasiones suenan bastante a Tomahawk, otro de los proyectos de Patton. Pero luego nos encontramos con canciones, con títulos como «Heart Reformers», un tema de punk directo pero con un puente más particular o «Imposter Syndrome», una canción que nos lleva suavemente de la mano a un universo bastante tranquilo, para asestarnos un auténtico golpe hacia el final. En resumen, el grupo quería librarse de sus primeros grilletes y lo logra con creces; eso está bien.
A pesar de todo, la banda mantiene su espíritu punk también en sus letras e intenciones. Sobre el título «Christian Missile Crisis», por ejemplo, Justin Pearson comentó:
«‘Christian Missile Crisis’, obviamente, ataca a la religión organizada, a los imbéciles de la National Rifle Association of America (Asociación Nacional del Rifle) que claramente compensan su falta de masculinidad fijándose en la posesión de armas y el hecho de que un número considerable de estadounidenses son incapaces de negociar la paz y prefieren oprimir a otros.»
Ser punk es un estado de ánimo que reúne una parte de activismo, una crítica mordaz a la sociedad, pero también una parte de «I do not give a single fuck»… y bueno, Dead Cross ha logrado todo eso en este disco. A pesar de que inicialmente la banda se formó con la intención de ser una carta de amor musical al hardcore y al thrash clásico, se ha transformado desde entonces en algo «diferente», incluso para los estándares de Patton.
Pero, a pesar de la innovación y de su apertura de miras (musicales), los que siempre votamos por Mike Patton cuando hay elecciones, nos deleitaremos con la gloria psicótica que atesora este corto y agridulce lanzamiento. Teniendo en cuenta las recientes batallas de salud mental de Patton, deberíamos estar agradecidos de que todavía nos regale su arte y música. En caso de que lo dudes, el tipo todavía puede gritar, gruñir, cantar y murmurar con una dulzura que asusta. Crain y Pearson son unos hachas tejiendo tapices de pesadez nauseabunda. ¿Y Lombardo? Bueno, sigue siendo Lombardo… Slaaaaaaaaaayeeeeeeeeeeeeeer. La maquinaria de Dead Cross sigue viva y enferma, exactamente como prefiero que estén.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.