Crónica y fotos del AMFest 2019 - Fabra i Coats (Barcelona), 11 de octubre de 2019

Deafheaven, Brutus y Touché Amoré lideran una jornada de ensueño en el AMFest

Datos del Concierto

AMFest 2019

Bandas:
Deafheaven + Touché Amoré + Brutus + Bo Ningen + Tides From Nebula + Tides of Man + Portrayal of Gult + Daniel Blumberg + Falç de Metzinera + Lume
 
Fecha: 11 de octubre de 2019
Lugar: Fabra i Coats (Barcelona)
Promotora: Aloud Music
Asistencia aproximada: 1000 personas

Fotos

Fotos por Gerard Brull

Después del éxito de bandas, público y respuesta que obtuvo la jornada inaugural del jueves, nos metemos de lleno en el grueso del festival con el que fue, para mí y sin duda, el gran día estrella estrella del AMFest de este año, tanto sobre el papel como a posteriori. Porque lo que pudimos ver y vivir este viernes 11 de octubre en la Fabra i Coats alcanzó y me atrevo a decir que superó con creces las expectativas de la mayoría de los que estábamos allí. Porque como la inmensa mayoría de vosotros, a lo largo de los años he ido a muchos festivales grandes y pequeños, pero puedo contar con los dedos de media mano las veces en las que absolutamente todos los conciertos del día me hayan sido poco menos que espectaculares.

Y mira que tampoco os creais que soy ultra fan de ninguna de las bandas que tocaban hoy (lo soy más de Zeal & Ardor, sin ir más lejos, y a esos no los veremos hasta mañana), pero es que más allá de la ya asumida calor sofocante (que empeoraba a la que te intentabas engorilar un poco) y las molestas columnas que te tapaban casi todos los ángulos de visión, el sonido impecable y el gran hacer de los Deafheaven, Touché Amoré, Brutus, Tides of Nebula, Bo Ningen y compañía se mezclaron con un ambientazo y una predisposición excelente que ya venían de serie para completar una jornada absolutamente memorable de música, afirmación de la escena y amor en general. Porque aunque sabemos que los pobres y sufridos organizadores del AMFest acaban el fin de semana hasta la coronilla de todo, un festival así vale su peso en oro.

Tides of Man

Debido a la incompatibilidad entre mi trabajo y los tempraneros horarios (que ya me parecen bien, ojo) con los que estaba diseñada la jornada, no fui capaz de llegar a Sant Andreu hasta casi las cinco y pico, así que me perdí la actuación completa de los catalanes Lume (formados, por lo que parece, por algun que otro miembro ex-Exxasens), y también el inicio de la de los floridianos Tides of Man, teloneros de la gira de Tides of Nebula y encargados de levantar el telón del escenario principal. Aunque el calor ya pegaba duro tan solo traspasar las puertas del recinto, ante ellos se hallaba plantada una buena cantidad de gente curiosa con ganas de ver qué es lo que podían ofrecernos esos cuatro simpáticos muchachos con pelo corto y barbas que, sin micros a la vista, se dirigían al público gritando a viva voz.

Sobre el papel, el post rock instrumental, emotivo y algo espacial del cuarteto americano me resultaba un pelín genérico, pero por esas magias que tiene el post rock instrumental y emotivo (que siempre es un género de lo más resultón aunque luego no te acuerdes de ni una sola melodía), su concierto acabó siendo muy disfrutable y celebrado gracias a la intensidad de su música, el excelente sonido que hizo que todo te llegara hasta lo más hondo y el trabajado contraste (también típico) entre momentos agresivos de sacudir la cabeza con violencia y otros de más sensibles donde cerrar los ojos y bambolearte de lado a lado. Una banda y una propuesta que concuerda 100% con el espíritu original de este festival y que me supuso, personalmente, una excelente puerta de entrada a la tarde memorable que estábamos por vivir.

Falç de Metzinera

Aunque no tenía del todo claro de qué iba ir la cosa con las Falç de Metzinera (mi conocimiento de ellas se limitaba a un triste vídeo de Youtube), tenía bastante curiosidad para conocer en detalle la propuesta de este original trío de nombre maravilloso, formado por batería, bajo y danzadora del vientre. Su concierto también inauguró el tercer escenario del festival, situado en una sala contingua al espacio principal que, seguramente, contaba con mucha más luz de lo que habría sido ideal para dar lustre a este concierto en particular, y que iba a albergar durante las jornadas de hoy y mañana algunas de las propuestas más íntimas y más novedosas del cartel.

En el caso de estas tres chicas, estoy seguro que hablo en nombre de muchos de los que nos encontrábamos allí si digo que no solo sorprendieron sino que también impresionaron. Su mezcla entre bajos sabbathianos, baterías bombásticas, instrumentos autóctonos y folklóricos, temática brujística, flautas, olor a incienso, leyendas misteriosas recitadas y susurradas, juegos de voces y una espectacular presencia escénica liderada (pero no limitada) por Anna de Mas en primera fila fue una pequeña revelación que en absoluto serás capaz de comprender del todo si te quedas en la escucha de su primer trabajo, Vol I, publicado justo una semana antes de su presencia aquí.

Durante los aproximadamente cuarenta minutos (creo) que estuvieron sobre el escenario, me fue imposible perder la concentración en lo que estuvo pasando en él tanto sónica como visualmente, ya que Falç de Metzinera es una de esas bandas en las que cada canción te sorprende con algo nuevo. Mientras la pareja formada por Claudia (de The Mothercrow) a la batería y Martha Wood (de Your Grace y ex de Santa Rita) al bajo va creando continuas atmósferas cambiantes, evolutivas y sorprendentes con sus voces, sus instrumentos principales y una gran cantidad de accesorios rotativos (hoz incluida), Anna va modificando gradualmente su vistoso atuendo para acompañar al baile todos y cada uno de los pasajes, creando imágenes verdaderamente bellas y efectistas que se fusionan de forma casi mágica con la hipnótica música que las acompaña.

Su repertorio consistió en la interpretación al completo del interesante Vol I, un disco que está bien pero cuyas canciones no cobran toda la vida que tienen hasta que se presentan sobre una escenario. Desde esa perspectiva, el concierto fue una sucesión fascinante de historias que se acabó complementando con un nuevo y bombástico tema final que me pareció absolutamente apoteósico (queden poques hores per l’alba), ganándose ovaciones crecientes a la que salieron a abrazarse y a dar las gracias a un público que aplaudía a rabiar. Me atrevo a decir, mirad lo que os digo, que como estas chicas tengan algo de exposición, este proyecto, por su originalidad y calidad, podría tener bastante recorrido. Por mi parte me quedé notablemente impresionado con la propuesta de las barcelonesas, y la verdad es que salí de allí con todas las ganas de ayudarlas a que así sea.

Portayal of Guilt

Aún un poco sacudido por la propuesta de las tres metzineres, y después de asentir de nuevo con satisfacción ante la calidad y el buen gusto de las cervezas en oferta, nos desplazamos directamente hasta el segundo escenario (ese en el que ayer estuvieron Foscor y Daughters) para asistir, con permiso de los ruidosos Cocaine Piss al día siguiente, a la descarga más trallera y burra de todo el festival. Probablemente Portrayal of Guilt no es una banda demasiado conocida por estos lares, y seguramente en circunstancias normales no habrían estado hoy aquí, pero al igual que antes comentábamos que Tides of Man venían como teloneros de la gira de Tides from Nebula, el trío americano hacia lo propio como soporte de Deafheaven y Touché Amoré, que como bien sabéis están girando juntos por Europa estos días.

La mezcla que se marcan estos tíos con cara de buenos niños no es del todo fácil de explicar, y supongo que los podríamos poner en algun lugar entre el hardcore, el sludge, el black y el post metal. Estridencias, histeria y blast beats despiadados se mezclan con total naturalidad con pasajes pesados como una roca de granito y con momentos ambientales, inquietantes y a veces casi bailongos que llegan a desconcertar al más pintado. Tanto el fabuloso bajo gordísimo como la atronadora batería y las locuelas guitarras sonaron de la leche, cosa que hizo que su concierto, si te gusta ese rollo (y no sé a cuantos les gustaba, eso sí), fuera una auténtica gozada. El único y pequeño pero fueron los parones a veces inexplicablemente largos entre canciones, pero también hay que entender que si fueran a piñón un tema tras otro se ventilarían el setlist en veinte minutos y, probablemente, los pobres morirían por el camino. Otro bolazo.

Tides form Nebula

Si en la jornada de hoy había una banda 100% AMFest tal y como lo habíamos conocido siempre, esa fue sin ninguna duda Tides From Nebula. De hecho, y por algun motivo, estaba bastante convencido que estos chicos ya habían tocado en el festival en el pasado, pero lo cierto es cuando fui a repasar carteles anteriores para ubicarlos en el año exacto, no he sido capaz de encontrarlos. Así que entiendo que, a no ser que me haya liado incluso un poco más, su esperado concierto de hoy fue el debut en el AMFest de una banda que parece, casi al dedillo, hecha a medida para él. Y por si había alguna duda respecto a esta afirmación, la cantidad de gente que se acumulaba ante el escenario principal a esta hora de la tarde lo certificaba por completo, dando así paso, por fin, al grueso de platos fuertes del día.

Si bien los polacos empezaron como una banda de post rock instrumental muy melódica y evocadora pero, de una forma u otra, bastante al uso, con los años y a lo largo de sus cinco discos de estudio (el último, From Voodoo To Zen, publicado hace menos de un mes y claro protagonista del repertorio de hoy), han ido evolucionando hasta conseguir un sonido y una vibración mucho más particular. Gracias a la incorporación de abundantes teclados y de múltiples partes electrónicas, especialmente a partir de su penúltimo trabajo Safehaven, su música es capaz de crear paisajes bellísimos con atmósferas preciosas y altos niveles de onirismo. Con la ayuda de las cegadoras luces traseras, las constantes sombras y el humo abundante, consiguieron armar una descarga verdaderamente deliciosa que se llevó los más que merecidos elogios de los muchos fans del post rock que se reunieron hoy aquí.

Brutus

A partir de aquí todo fue cuesta abajo y sin frenos, con los grandes reclamos del día (Brutus, Deafheaven y Touché Amoré) alineándose frente a nuestras narices ante los nervios y la excitación creciente del personal que se congregaba, en mayor número que nunca, dentro del recinto. Para empezar, los belgas Brutus demostraron estar en un momento dulcísimo tanto a nivel compositivo e interpretativo como a nivel de popularidad, con una expectación y una tensión creada frente a su escenario que se podía cortar con un cuchillo mientras los propios miembros de la banda se encargaban de que todo estuviera a punto para su descarga. Con solo dos discos en el mercado y una brevísima carrera de solo cinco añitos, lo cierto es que el trío formado por Stefanie Mannaerts a la batería y a las voces, Stijn Vanhoegaerden a la guitarra y Peter Mulders al bajo ha caído en gracia entre el público de casi todos los pelajes.

Evidentemente, ese éxito no es casual, y después de haberme empapado de sus dos trabajos y de verlos por fin sobre un escenario, no me queda otra que subirme al carro: Brutus son la leche y tienen un futuro por delante totalmente esplendoroso. Aunque en estudio tienen esa extraña habilidad de sonar más o menos dulces, encantadores y accesibles enmedio de toda la crudeza de su post hardcore gritón, con un pie incluso en el punk accesible, en directo la intensidad y la fuerza de su propuesta se multiplica por mucho y acabaron por meter una trallaca bastante seria que hizo que recibieran posiblemente la mejor respuesta hasta el momento (solo comparada por algunas locuras que nos esperaban en las próximas horas).

Por supuesto, todas las miradas (bien, quizás las miradas de los afortunados que se encontraban en las primeras filas, porque el resto no le vimos más que la coleta al viento y las baquetas aporreando con todas sus fuerzas) se centraron en la figura de Stefanie, auténtica protagonista musical y escéncia y aparente líder indiscutible de la banda tras la batería que coloca en un lateral de la primera fila. Lo que hace es bastante remarcable, la verdad, tocando con una energía contagiosa y brutal mientras alterna pasajes melodiosos con sentidos rasgados de cuerdas vocales en muchos otros. Me temo que todos los que no estaban aún platónicamente enamorados de ella (y creo que no eran muchos), acabaron por sucumbir del todo hoy a sus encantos.

La gente estuvo entregada y con muchas ganas desde el primer momento, pero fue a partir de la brutal «Drive» que eso se puso totalmente patas arriba, y a la que se lanzaron con la ya icónica «War» ya ni te digo, pasando de ese principio épico al el riffaco hardcoreta que me recuerda, incluso, al «Wasting Away» de Nailbomb. De ahí al cierre, festival con «Space», la saltarina y culebrera «Justice for Julia II» y unas cuantas más, con mención especial para el brutal y emotivo final protagonizado por «Sugar Dragon», el magnífico tema que cierra también su último disco Nest y que aquí sonó a auténtica y emocionante locura. Ovaciones, abrazos, sudor y manos ardiendo de tanto aplaudir ante la descarga de una banda que desborda personalidad y ante la que se abre, si nada se les tuerce, un futuro verdaderamente esplendoroso.

Deafheaven

Para la mayoría, y probablemente también para mí, Deafheaven eran el reclamo número uno de la jornada de hoy. Después de revolucionar el panorama black metal con el aclamado y controvertido Sunbather, un disco capaz de generar tanto desprecio como admiración por culpa de su sorprendente apertura hacia sonidos cercanos al indie, los californianos habían visitado Barcelona en un par de ocasiones, pero por pitos o por flautas a mí me fue imposible asistir a ninguna de ellas. La primera, en pleno hype internacional, fue en el Primavera Sound, y posteriormente también vinieron a la sala Apolo 2 para presentar el genial New Bermuda. Tampoco os creais que soy un fan locaza de la banda, de hecho ni mucho menos, pero ciertamente tenía muchas ganas de verlos en directo después de que su propuesta me haya llamado siempre la atención.

Dicho esto, un par de reflexiones. La primera, que aunque desde nuestro minúsculo punto de vista de reducto metalero la aparición de Deafheaven supuso un pequeño tumulto en nuestra escena, a la hora de la verdad esa banda que revolucionó el black metal a nivel internacional en su momento no da para más que para ir a Apolo 2 (aunque claro, ya sabemos que por estos lares las revoluciones tardan un poquitín más a llegar). Segundo, ¿no os da la sensación que, a medida que pasan los años, se están desmarcando un poco de ese sonido original y tan luminoso que ellos mismos crearon para acercarse al black más crudo y más, por así decirlo, convencional? En mi opinión, el sonido de cada uno de sus discos es más y más sucio, e incluso el nuevo single que han sacado hace nada, «Black Brick», va mucho en esa línea, como si de alguna manera quisieran renegar del hype que les aúpo en su momento.

Precisamente «Black Brick» fue la encargada de abrir una descarga que, desde ese primer momento, se veía de sobras que iba a ser de nuevo absolutamente memorable. Con la banda on fire, un sonido potentísimo y cristalino y el sudor inundando el escenario, la pista y la atmósfera (hemos comentado alguna vez ya que hacía un calor bastante infernal, ¿verdad?), Deafheaven nos aplastaron la cabeza durante una hora y pico de intensidad y potencia irresistible. Después de la también brutal «Brought to the Water», única representación del que, a la postre, es quizás mi tabajo favorito como es ese genial New Bermuda, dejaron que los temas del también magnífico Ordinary Corrupt Human Love, publicado el año pasado, tomaran protagonismo casi absoluto del resto de un setlist que llenó de black metal emotivo una Fabra i Coats entregada y que dio todo lo que tuvo tanto arriba como abajo del escenario.

Pero el momento álgido, como no podía ser de otra manera, llegó con la interpretación de la final «Guest House», el tema que abre su disco de debut y que generó una muy esperada espiral de locura entre el personal. El tema sonó como el frenético torbellino que es y las caras de felicidad y emoción de la gente hablaron por sí solas e, incluso, llegaron a sorprenderme de la devoción que genera esta banda. Lo cierto es que Deafheaven se marcaron un bolazo impresionante (uno más en esta tarde / noche) que disipó cualquier duda que podía planear sobre su calidad en directo. Ellos lo dieron todo, la fuerza y la autenticidad de sus canciones es innegable y además sonaron atronadores. No sé si, en una jornada tan tremendamente fructífera como ésta, tiene ni tan siquiera sentido hablar de «bolo del día», pero si tuviéramos que otorgar ese premio a alguien, los americanos tendrían muchos números para llevárselo.

Touché Amoré

Con la camiseta chorreando y el estómago vació, llegó el momento de ir en busca de algo para cenar, consciente de que existía el riesgo de perderme la descarga de un Daniel Blumberg que apuntaba a ser interesante en el escenario 3. En los viejos tiempos del AMFest en el Apolo 2, algunas de las propias chicas de Aloud se curraban unos bocadillos (incluso había de veganos) en la propia sala, algo que resultaba encantador y extremadamente familiar, pero ante el crecimiento exponencial del festival, claro, eso se ha convertido en una opción totalmente inviable. En esta ocasión, la oferta se limitó (o se extendío, según como se mire) a tres food trucks aparcados en la puerta del recinto ante los que se formaban largas colas y se anunciaban con precios de esos de levantar la ceja. Uno de ellos, además, te daba la bienvenida al exterior con un intenso chute de olor a carne quemándose cada vez que salías por la puerta que me resultó cada vez más desagradable.

Ya sé que los food trucks son cool para mucha gente, pero a mí pagar 8€ por un pad thai me parece entre caro y muy caro, así que aprovechando que el festival se celebraba en plena zona urbana, acabamos en un chino de esos de Jardín Feliz y decoración noventera estándar en el que por los susodichos 8 euros te daban dos sabrosos y satisfactorios platos de glutamato monosódico y una botella grande de agua. Como pequeño apunte sociológico, decir que aunque el chino en cuestión estaba bastante vacío, había dos mesas más ocupadas por metaleros que entiendo que también venían del festival a pesar de ser de los de chupa de cuero con parches, o sea metaleros de pura cepa. En una de ellas, en la que se sentaban dos jóvenes muchachos, no pararon de mirar videos de youtube a todo trapo con estridentes guitarreos ante la estoica mirada del resto del local. Y luego nos quejamos de los reggeatoneros que nos dan por saco en el tren.

Bien, pues hecho el necesario impasse informativo y contentados los estómagos, era hora de dirigirse de nuevo hacia el recinto para poder disfrutar del otro gran nombre que nos quedaba hoy, que no es otra que la de los también americanos Touché Amoré, extraña pareja de Deafheaven en su gira europea a pesar de que a priori su post hardcore emotivo y gritón no parezca pegar del todo con el black metal abrasivo de sus compatriotas. Acostumbrada ya a la creciente (pero coherente) eclecticidad de los carteles actuales del AMFest, a la gente eso no pareció importarle demasiado, y lo cierto es que respondieron a su descarga con la misma pasión, o quizás incluso un poco más, con la que habían vivido el par de bandas anteriores, con el consiguiente derrame de sudor y hormonas por todo el recinto. Pero bien, el hecho es que no hubo para menos, ya que al igual que las bandas anteriores, el concierto resultó ser todo un pepinazo.

Los californianos venían celebrando los diez años de «…To the Beat of a Dead Horse», y por ello gran parte del repertorio estuvo formado por las canciones de este disco, que tocaron al completo pero desordenado, con temazos como «Cadence» o «Always Running Never Looking Back» haciendo los delicias del respetable. Por lo demás, pepinacos como «Pathfinder», «Rapture» o la nueva y excelente «Deflector» completaron un setlist extremadamente dinámico y energético que no bajó la intensidad en ningún momento y que generó, me atrevería a decir, los mayores pogos de todo el festival, con su vocalista Jeremy Bolm volando por encima del público en más de una ocasión.

Por cierto, que durante todo el festival los fotógrafos dispusieron de un foso de quita y pón en el escenario principal que consistía, básicamente en una cinta de plástico que los separaba del público y que se retiraba después de las habituales tres primeras canciones (sin flash). Normalmente esa norma se respetó a rajatabla por parte de todo el mundo, pero tal era la energía y las ansias de interactuar con la banda que, al cabo de medio tema, la gente se llevó por delante la cinta de marras, engulliendo con ello a los pobres y desvalidos fotógrafos, que no tuvieron otra que tomárselo con filosofía y escapar de allí lo antes posible. En todo caso, dice mucho de la excitación que pueden llegar a despertar esta gente, que firmaron otro concierto brutal (sí, uno más).

Bo Ningen

Y sorprendentemente (porque el día había pasado muy rápido), nos encontrábamos ya de morros ante el último concierto de esta segunda jornada del festival. Los japoneses Bo Ningen y su hard rock psicodélico fueron los encargados de cerrar un día memorable con, aún, una nueva vuelta de tuerca a nivel estilístico. Porque a priori lo que hacen no tiene nada que ver con ninguna de las bandas del cartel, pero aún así nadie puede negar lo coherente de su presencia hoy aquí, ante una reducida cantidad de gente que acabó enloquecida ante su alocada propuesta. Aunque he estado lejos de seguirlos de forma consistente, recuerdo haber visto ya a esta banda en el Primavera Sound de (creo) 2013, pero a pesar de que disfruté de su descarga en (creo…) el escenario Adidas Originals, no me parecieron ni mucho menos tan cachondos como me parecieron hoy.

Lo primero que llama la atención, claro, son las pintas: cuatro japoneses escuálidos con pelo larguísimo, ropas anchas (y probablemente recuperadas del ropero de sus abuelas) y pinta de haberse tomado algun tripi de más. El intenso rock psicodélico que practican confirma totalmente las sospechas, y aunque al principio sonó todo exageradamente confuso y caótico, a medida que avanzaba el concierto se hicieron sin reservas con el público y fueron capaces de generar toda una bacanal de bailoteos, pogos y sonrisas entre todos aquellos que aún no habían tenido suficiente con todo lo que había desfilado esta tarde / noche por aquí. Y la verdad es que los que se retiraron prematuramente se perdieron algo realmente especial, ya que la energía que se generó durante su concierto no tuvo parangón en todo el festival, contagiando de su locura a todos los que nos los mirábamos con una cara que oscilaba entre la alegría descuidada y el convencimiento más absoluto.

En algun momento del concierto, además, apareció sobre el escenario el tal Daniel Blumberg, que se colocó en un segundo plano (sentado al lado del batería) y ayudó a matizar las múltiples y densas capas de la música de los japoneses (por cierto, afincados en Londres) con coros y demás ruiditos vocales. Personalmente no noté mucho la diferencia, pero este tipo de colaboraciones siempre son bonitas, así que bienvenido sea. Bo Ningen estuvieron durante casi una hora sobre el escenario (que se hizo corta) y supusieron una guina perfecta a una jornada del viernes que prometía emociones fuertes y que os puedo asegurar que las ofreció. Como comentaba al principio de esta crónica, 27 párrafos más arriba, pocas sales de un festival convencido de que todos los conciertos que has visto, sin excepción, han sido brutales. Pues hoy lo he hecho. Gracias AMFest por ello. Mañana más.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.