Una de las carreras musicales con mayor evolución la encuentro en Death que supo adaptarse a cada época creando obras diferentes entre sí pero con un nexo y una coherencia que muchos ya querrían. El bueno de Chuck Schuldiner se juntó con Bill Andrews a la batería y con Rick Rozz a la guitarra para registrar su segundo disco, la continuación de Scream Bloody Gore que puso la primera piedra en esto del death metal siendo considerado por muchos el padre de este género musical.
Abandonando un poco el sonido primitivo de las demos y de su primer disco aquí nos encontramos una colección de canciones mucho más maduras, con una tematica oscura, gore y típica del death metal pero ya con pequeños atisbos de reflexión, se veía que Chuck era un tipo inquieto y que no quería cerrarse a la imagineria en la que parecía estar encerrado el death. Más adelante desarrolló esta idea con sus dos siguientes discos y mucho más con los posteriores.
Cabe destacar que este álbum es lo que es también gracias al buen hacer de Scott Burns en la producción y por la gran portada del gran artista Ed Repka que dotan al producto de una gran calidad mejorando bastante a su predecesor (no tanto en la portada y si en la producción).
Las canciones en sí tienen una estructura parecida, vaya, Chuck no varió mucho la manera de hacer canciones pero tenía tan buen gusto que todas ellas tienen algo especial. Se nota que tenía un don especial para crear riffs enrevesados, técnicos pero a la vez accesibles para los oídos no acostumbrados a estos sonidos. La voz, que fue evolucionando durante su carrera, aquí es áspera y agresiva escupiendo las letras con gran fuerza y rabia.
Recuerdo que lo primero que escuché de ellos fue un disco en directo llamado Ultimate Revenge en el que interpretaban un par de canciones de este disco: «Choke on It» y «Open Casket» y con estas dos ya me bastaba para volverme loco. Era un estilo tipo Slayer (por mis pocos conocimientos de la época) pero diferente y me fascinaba. Otra gran canción es «Pull the Plug» con ese doble bombo tan caracteristico y unos parones geniales, una canción efectiva al 100%. Sus intrinsecos riffs, los cambios y su desarrollo solo los podía crear un genio. Los solos en este disco son algo más clásicos, muy buenos, pero no dejan de ser un poco básicos siendo a partir del disco Spiritual Healing (1990), con la adición de James Murphy, que desarrollaría mucho más su técnica siendo un maestro en ese sentido y una influencia para muchos.
No es su mejor disco pero si que sirvió para sentar las bases de algo que estaba naciendo y creciendo, un trabajo con una gran esencia y que tras 30 años desde su publicación ha envejecido la mar de bien. Todas las canciones tienen momentos buenos y su duración de poco más de 38 minutos lo hacen un disco de muy fácil escucha. Así que si todavía no lo has escuchado no sé a que esperas y para los que ya lo conozcan que mejor que darle un repaso en este día tan especial.