Soy un metalhead… lo que antes comúnmente se conocía como un «puto jebi». Lo mismo me calzo una camiseta de Misery Index, The Dillinger Escape Plan o de Aborted, que me pongo un tank top de Red Hot Chili Peppers para dormir. Y sí, tengo un pequeño altar en mi casa dedicado a mis adorados, queridos e inmensamente infravalorados 311. Soy de esos que se decantaron por Guns N’ Roses en lugar de por Metallica cuando tocaba, y de los que se compraban en El Camello de Portaferrissa camisetas, tanto de Extreme, como de Pantera. Llamadme ecléctico… o indeciso. Para el caso, lo mismo da.
Los guturales molan. Los breakdowns molan… mucho. Pero las guitarras fuertes y estridentes y los riffs tan típicos del heavy metal combinados con las líneas de bajo pop y los ritmos sincopados del funk molan… ¡mil! El funk rock-metal, ese género (en ocasiones) tan maldito, evolucionó a mediados de los 80 cuando bandas alternativas como Red Hot Chili Peppers y Fishbone comenzaron a tocar un híbrido en el que la música funk era más fuerte y estaba más presente que la metal. Las bandas que les siguieron (Faith No More, Primus o Phunk Junkeez), por contra, le dieron más visibilidad al metal que al funk, aunque conservaron las líneas de bajo salvajes; el slap, vamos, y entre las unas y las otras, entre toques de nu metal y de punk se gestó una escena, sobre todo en los Estados Unidos, de lo más variada e imaginativa (siguiendo el recetario de Pink Flamingos).
Hablando del gran John Waters, muy colega del Patton, by the way, y de Pink Flamingos… y de Def Con Dos. Por aquí también tenemos lo nuestro, nuestras joyitas funky metaleras de los 90. Me vienen a la cabeza Psilicon Flesh, Súper Skunk, Sugarless y mis adorados y casi desconocidos Sapo, los hijos pródigos de Banyoles con permiso de Kitsch. Juntemos pues todas estas cosas, de aquí y de más allá del charco, e incluso añadamos a la mezcla el estilo de bandas europeas como puedan ser los holandeses Urban Dance Squad, y pongamos, como no, una pizca de rollito tropical català del palo Strombers y/o Doctor Calypso. Sírvase en vaso alto, con una guinda del funky andalú embrutessío que nos traen desde Sevilla O’Funk’Illo… y ya tenemos la festa i la xerinola asegurada. De la mezcla de todo esto, de un perfecto y engranado poti-poti* musical, nacen nuestros protagonistas, Deceleratrix.
La banda de estos alumnos aventajados de los sevillanos nace el año 2015, después de que un grupo de amigos provenientes del mundo del metal de la zona de Barcelona decidieran juntarse para tocar otro estilo que tenían ganas de probar: el funk rock. Así pues, la banda surge como una vía de exploración y diversión de nuestros músicos protagonistas. He aquí la presentación en sociedad de Gerard Rigau (Blaze Out), Víctor Català (ex Blaze Out), Will Rufas (Katarsick), Rafa Cuesta (Infarto Genital), Miki Camafort (Rather Be Alive), Álvaro Vicente (Fantactels), Aarón Pérez (La Charlatana) y Arnau Morell (Drop Collective), unos personajes que no solo llenan el escenario, por cantidad, sino también por calidad. Grans!
A tot drap (2017) es su puesta de largo. Se trata de un trabajo como hace tiempo que no vemos por aquí, entre otra cosas, porque el estilo que practican cayó ciertamente en desuso hace, tranquilamente, quince o veinte años. Pero ellos se han encargado de resucitarlo a base de buen hacer y talento… mucho talento; talento a raudales. Poderosos y trepidantes riffs de guitarra, profundos y adictivos slappings, vientos magistralmente colocados que pegan un tufillo a ese referente del reggae y del ska caribeño de casa nostra que ahora vuelven a la carga, aderezado todo por la voz de un Gerard Rigau que demuestra tener cuerdas vocales para todo y para todos.
El disco se abre con «El gurú del ritme», que es quizá la canción que mejor define lo variado de su propuesta musical, cuya ejecución pone más énfasis en la melodía, en el tono y en la estructura apropiados en lugar de en el virtuosismo, que también subyace por debajo de la música con brío, garbo y energía.
“Velocitator” es un claro y descarado homenaje a la banda para la que abrirán la próxima semana en l’Hospitalet el próximo 16 de febrero, O’Funk’Illo. Y gran culpa de ello la tiene Rafa Cuesta y su magnífica manera de interpretar y aporrear los trastes de su Epiphone Thunderbird, muy en la onda del maestro Pepe Bao. Sin duda, el tema más adictivo incluido en A tot drap y uno de los que más mola ver y disfrutar en vivo… ¡y con guiño a Star Wars y su Cantina de Mos Eisley incluido! Por cierto, no os perdáis el magnífico videoclip que se ha currado Dani Moreno (vocalista/guitarrista de Motorzombis), amo de Chaparra Entertainment. Nota mental: en Tatooine hay ratafia. Apostofunk!
El funk clásico y las bolas disco inundan la sala por culpa de «Ferralla disco-funk», el tema más marcadamente setentero de este trabajo. No en vano esa fue la era de mayor visibilidad de la música funk. Ya sabéis: Parliament Funkadelic, Chaka Khan o Kool & The Gang, por citar solo algunos ejemplos.
Avanzamos un par de décadas y nos plantamos de lleno en la ciudad de Los Ángeles. Estamos a finales de los años 90 y buscamos por Hollywood y sus colinas a la única banda que debería venirte a la mente tras juntar y conectar todas estas palabras dentro de tu cabeza. “Immortalitat latent” suena 100% a los Red Hot Chili Peppers de la época de Californication (1999), sobre todo por la guitarra, que es muy, pero que muy Frusciante.
De entre todos los temazos contenidos en este trabajo, los que más resaltan y sobresalen (quizá debido a mi alma de metalhead) son los más potentes, los que son más rock que funk, y «El xarnegu» es un claro ejemplo de ello. Con la inestimable ayuda del gran Miguel Ángel Rodríguez «El Sevilla», narra las vicisitudes de un emigrante andaluz que, como tantos, vinieron a Catalunya a guanyar-se les garrofes años ha. Junto con «Velocitator», es el tema más enérgico del álbum y en el que dan más rienda suelta a su alma de metal y macarra… y con un particular toque de humor, que nunca está de más.
El «Sr. Groovopoulos» es una traficante de bananas, el camello del zoo, el puto amo de la ciudad. Por momentos, el tema me recuerda mucho a los primeros Incubus, a los Incubus de Fungus Amongus (1995), con un twist más rifferente, por así decirlo. La canción se abre con una acústica bastante limpia que, poco a poco, se va ensuciando a medida que se reparten groove y plátanos a partes iguales. La parada, el descanso existente hacia la mitad de la pieza, le confiere un aire diferente, y es un preludio perfecto para un final por todo lo alto.
Llevamos ya más de medio disco y a un servidor no le apetece (para nada) un descanso… pero «Mou el vent» y su ritmo, su aire reggae-ska, mezclado con una guitarra española al inicio/final, le da un flow único. Se me antoja que, en directo, no solo se moverá el viento, sino que los pies no habrá manera de dejarlos quietos. Ska, ska, ska.
De nuevo pa’rriba. «Bolet psicodèlic» es el tema que más me recuerda a sus/mis amados O’Funk’Illo. Los cinco minutos que dura están divididos en tres partes. El ritmillo funk acelerado (slap incluido) inicial da paso a un ritmo reggae de manual que desemboca en un viaje alucinógeno, a media que notamos los efectos de la dichosa y bendita seta, para ir a morir (la canción) allí donde empezó. Estos muchachos son capaces de (casi) todo.
«Flow to the Carpe Diem» es el tema más flojo del álbum. Es un medio tiempo de corte acústico que, en general, no pasa el corte, si bien el riff que dibuja la guitarra de fondo durante la primera mitad es bastante original. Poca cosa más. Es como lo que hacían los de Brandon Boyd en su etapa de If Not Now, When? (2011). ¡Eehhh, pero no pasa nada, porque tres minutos pasan rápido y pillas con más ganas aún «La vella donna»! Poniendo las cosas en su sitio. Así, sí. Canción llena de matices y de detalles con un ritmo de bajo sincopado y un solo de guitarra apoteósicos.
Fem una mica de país, per acabar. «Barretina Xperience» nos presenta a los más florido del folklore catalán. La Moreneta, el Caganer, el Tió, el Carnestoltes, y un largo etcétera de otros ll·lustres catalans, se reúnen per fer-la grossa. Destacan, por encima del resto, la sección de viento. Es una manera original de poner el broche a un muy buen disco… de rock… de funk… de soul… de lo que tú quieras. Porque estos tíos lo tocan todo, y de putísima madre. Una banda que, espero y deseo, tenga continuación. Que A tot drap no se quede en un experimento, en una diversión de unos «jebis»…
¡Queremos fiesta! Volem sarau, cony!
* Ensalada típica de la comarca del Bages en la que no puede faltar el bacalao y las patatas. Los otros ingredientes pueden variar, como el pimiento verde, el huevo duro o algún confitado. El que tampoco puede faltar es un buen aceite de oliva… verge, of course!
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.