Cuando en la redacción se repartían los nuevos álbumes a reseñar y vi el que hoy nos ocupa, pensé “mira, un poco de buen hard & heavy le sentará bien al cuerpo”. No pensaba encontrar ningún tema inmortal como el “We’re Not Gonna Take It” o el “I Wanna Rock”, pues parir semejantes himnos sólo pasa una o dos veces en la vida, pero sí que me veía a mí mismo de regreso a los 80, con el mismo espíritu aunque sin laca, maquillaje ni trajes hortepreciosos. Rápidamente me lo asigné y le di al play. Y los altavoces estallaron.
No vamos a descubrir ahora quien es Dee Snider, una de las grandes personalidades del heavy metal y cara indiscutible de los Twisted Sister. Su trabajo, su legado y sus directos hablan por sí mismo y son la mejor carta de presentación por si hay algún incauto que aún no lo conoce. En esta ocasión, además, cabe destacar que el trabajo nace tras el reto de Jamey Jasta, productor del disco y frontman de Hatebreed, que en su día se lo propuso y el bueno de Snider aceptó. También destacar, según he leído, que el álbum (aparte de no estar escrito enteramente por Dee, cosa muy poco habitual en su carrera) ha sido parido sin discográfica, que han sido los propios músicos quienes han puesto los euros (dólares en este caso), y que Napalm fue la más rápida en hacerse con la distribución.
Según me he informado, y en palabras del propio Dee Snider, este álbum no se hizo por la pasta, por contrato o para ganarse la vida (que debe tener más que resuelta), sino por lo que el propio título del disco dice, for the love of metal. Por amor al metal. Personaje singular como pocos.
Pero bueno, aquí lo que importa es la música, ¿no? Pues hablemos de música. Como decía antes, si lo que buscas es buen hard rock ochentero este no es tu álbum, pero yo te insto a que le des una escucha. O tres o cuatro. Lo que encontrarás es puro metal de 2018. Guitarras muy muy potentes (casi diría que, en algún pasaje, pueden ser pseudo industriales, pero hay que coger esto con pinzas), una batería atronadora y una voz que demuestra una actitud sin igual. For the Love of Metal, aparte de ser uno de los grandes lanzamientos del verano (o del año, quizá), son 41 minutos divididos en 12 canciones de energía, inspiración y rabia muy bien combinadas con unas letras que son más de lo que muestran a primera vista (“we’re not here to suffer”… ¡cuanta razón! ¡Me encanta!). Si tenemos en cuenta quién ha participado en el disco, la cosa no hace más que mejorar: Alissa White-Gluz de Arch Enemy (y la abuela de mis nietos, aunque ella no lo sepa) pone algunas voces, al igual que Howard Jones. Mark Morton se luce a la guitarra junto a Charlie Bellmore, Joel Grindle da a las cuatro cuerdas y Nick Bellmore está tras los tambores. Ahí es nada. Pero desengranemos los temas.
Le das al play y “Lies Are Business” te deja completamente tieso con una intro de batería-ametralladora. ¿Hay mejor forma de empezar un álbum que de forma rápida y potente? Yo creo que no, y este tema lo cumple perfectamente, te deja pegado a la silla. “Tomorrow’s No Concern” le va a la zaga. No tiene la rapidez del primer tema, pero eso no tiene por qué ser malo. Tiene algo del “Master Of Puppets”, o eso me ha parecido, un sonido atronador, un estribillo enorme y una forma de cantar que en la vida hubiera asociado a lo que un día fue Twisted Sister. La oscuridad (bueno, la oscuridad para un amante del hard rock y el power metal) viene con “I Am the Hurricane”, en la que Snider demuestra eso, que es un huracán y una fuerza de la naturaleza, como canta. Tema de corte hímnico para cerrar la trilogía inicial.
“American Made” si tiene ese regusto a hard rock y buenrollismo que tanto me mola, aunque con el mismo sonido potente que todo el disco. No sé si lo han hecho adrede, pero este tema lo va a petar en directo, sin duda. “Roll Over You” es más potente. Sigue siendo un medio tiempo, pero el riff deja el hard para ser más heavy. La línea vocal, por eso, sí es más clasicorra, como si Snider no quisiese que olvidásemos de dónde viene. Lo mismo (lo de olvidar) que en “I’m Ready”, escrito en homenaje a la madre de Dee, fallecida recientemente. Tiene cierto aire, sólo cierto, a punk macarra, y unas melodías de guitarra que son la mar de resultonas.
“Running Mazes” tiene todo lo que había dicho. Tema machacón y potentísimo, con unos riffs que no sabría catalogar en cuanto al estilo. Parece increíble que no lo haya escrito una banda de jovenzuelos que visten pantalones cortos y gorra. “Mask” es otro de los temas destacados del disco, y el primero que escuché. Mucho de lo que he escrito en la canción anterior puede aplicarse aquí ¡Si es que parece que sea de Machine Head! Y así nos llega el primer single, “Become The Storm”, mucho más melódico que sus predecesoras. Puro heavy metal para no dejar de hacer headbanging ni un segundo. “We’re not here to suffer”… ¡no quiero dejar de cantarlo!
Encaramos la recta final con “The Hardest Way” para volver a la potencia y la modernidad. No es el mejor tema del disco pero tampoco desentona. De hecho, no hay ninguna canción que sobre de entre las 12. “Dead Hearts (Love Thy Enemy)”, a parte de la voz limpia y cristalina de Alyssa tiene la intro más diferente de todo el álbum. Con guitarras medio acústicas y sin apenas tambores, da paso a un tema lleno de fuerza y reivindicación, no en vano trata del bullying. Si tuviera que haber una balada, sería esta, pero no me atrevo a catalogarla como tal.
Y ahora sí, llegamos al final con el tema homónimo al disco, “For the Love of Metal”, y es eso mismo, un homenaje al heavy metal. Estribillo machacón, riffs pesados, melodías tremendas… enorme forma de cerrar el álbum.
Todo está dicho y re-dicho, pero por si acaso: lo que nos trae Dee Snider es un grandioso trabajo de heavy metal del siglo XXI, con cierto aroma a su glorioso pasado en algún tema, pero alejado de lo que fue Twisted Sister. Un álbum que recomendaría a todo amante del metal en cualquiera de sus variantes. Un trabajo bien gestado y mejor parido, con unos músicos (todos) rayando a un nivel altísimo. Yo creo que a sus 63 años no tenía nada que demostrar, pero por si acaso, Snider ha decidido dejar claro que no podemos olvidarnos de él.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.