Se cierra el círculo y nuestros sospechosos habituales vuelven a sus primeros crímenes de 1969: hacer versiones. Empezaron con Beatles, Joe South y Billy Roberts en su Mark I y vuelven ahora, después de 52 años, para rendir un homenaje a sus héroes de juventud marcándose el típico disco de covers que tanto se está dando en estos tiempos de pandemia. Tampoco os diría que los Purple sigan modas, sencillamente considero que les vino en gana y les divirtió el poderlo hacer, estando cada uno de ellos en ciudades diferentes.
Siguen contando con el mago de Bob Ezrin tras los controles y se nota que grupo y productor aman estas canciones. Están hechas con mucho esmero, hay mucho detalle y no es un disco realizado para cumplir. Se agradece enormemente que no hayan optado por lo obvio ni por canciones trilladas, y cuando lo han hecho, las han unido en un mix soberbio. Instrumentalmente es todo rutilante y Ian Gillan es un poco el que marca lo que entra y lo que no pues la única frontera del grupo es su garganta.
Abren los festejos con la original y directa «7 and 7 Is» de Love, con un enorme trabajo en la caja por parte de Ian Paice y unos detalles muy interesantes de Airey a los teclados. El rock más clásico de «Rockin’ Pneumonia and the Boogie Woogie Flu» salpica de clase y buen rollo tus trompas de Eustaquio. Momentos principales para un Airey que disfruta y precioso groove con una de las bases rítmicas más sólidas de la historia del rock. Se te van los pies… y es que con canciones como esta, te alegran la tarde.
El «Oh Well» de Fleetwood Mac es una de las grandes versiones de este disco. De verdad que te hace despegar. Incluso el videoclip es puro disfrute, con ese homenaje a Bob Dylan en medio de la carretera. La guitarra de Peter Green y esos riffs tan poderosos son replicados por Steve Morse que le añade algo de sal y pimienta. Algo que hacen todos en esta obra. De verdad que es un tema que te hace volar y en el que hay esos juegos de volúmenes e incluso hasta sirenas para ambientarte en lo que es el concepto de la obra.
Ese clasicazo que es «Jenny Take a Ride!» está completamente llevada a su sonido clásico con esa marcada línea de bajo gentileza de Roger Glover. Como es de esperar esos momentos con aires de jam van apareciendo y el grupo te lleva en volandas. El gran Dylan aparece en «Watching the River Flow» con Gillan cantando grave y marcándose un homenaje absoluto al trovador de Minnesota. Engalanada con muchos arreglos vocales y la contundencia propia de la marca Purple.
Turno para el maestro Ray Charles en «Let the Good Times Roll» cargando todos los honores al héroe caído y embelesado auditivamente. Obviamente es Airey quien aquí tiene campo y espacio para el lucimiento, con vientos añadidos, pero todo el grupo hace caminar el tema con clase y maestría. Purple sonando profundamente más negros que púrpura. Pero si hay que destacar uno de esos momentos geniales es en el «Dixie Chicken» de Little Feat. Preciosa tonada cargada de feeling y galones.
Luego en la recta final están mis canciones favoritas del disco como puede ser el «Shape of Things» de The Yardbirds. Impresionante versión fiel a la original y con un deje más hímnico. Grande Gillan en su cometido vocal y Steve Morse en ese solazo. El folk añejo y el country toman el timón en «The Battle of New Orleans» con todas las de la ley. Aquí el grupo disfruta de lo lindo, pasando desde el Misisipi a México. Sorprende que sean los Purple los que estén perpetrando este delicioso crimen.
«Lucifer» ya te devuelve a tu banda de toda la vida con excelentes maneras y volviendo a sonar como esperas de ellos. Toca volver a destacar a Morse… aunque todos están realmente inspirados y precisos en todo lo acometido. El «White Room» de Cream es quizá la canción más conocida, y puede que sea la que menos me llega, pero más que nada por el apego que le tengo a la original. Soberbia canción… Tan inmortal como los Deep Purple. Finalizan con un mix casi instrumental en el que aparece la voz de Gillan para cantar un poco del «Gimme some Lovin'» de Spencer Davies Group. Antes pasamos por los Allman Brothers y volvemos a los Yardbirds entonando el embrión de los Zeppelin. Si algún día alguna canción de este disco tiene que sonar en directo… mucho me temo que será ese pupurrí final: es glorioso. Les pillaremos con las manos en la masa, un poco lo que viene a ser el título de «Caught in the Act».
Un disco de versiones de Deep Purple es toda una gozada y un regalo para el fan de toda la vida. Tras más de cinco décadas en el redil pueden hacer cuanto les plazca y esto es un homenaje al pasado del pasado, sí, pero es que así son ellos. Lo que le puedes pedir a esta clase de discos es que te sorprendan, suenen al grupo que tributan manteniendo su sonido y que te redescubran canciones maravillosas olvidadas por el paso de los años. En eso cumplen Deep Purple en Turning to Crime. Tan eternos como el material tributado.