Nos encontramos en 1990, o lo que es lo mismo, se acaban los 80, mítica década que había visto nacer algunas de las mayores y más reivindicadas obras del heavy metal. Pero pese a seguir apareciendo trabajos incontestables, de ese año es Painkiller sin ir más lejos, ya se empieza a notar un cambio de rumbo en cuanto a producción musical. Las grandes bandas de heavy empiezan a cambiar de miembros, o de estilo, o simplemente a sacar trabajos que bajan notablemente el listón de lo que venían haciendo hasta la fecha. Los gigantes del thrash sacan discos controvertidos, lejos de sus obras cumbre. Y en el horizonte, estilos evolucionando y cogiendo fuerza; los grandes medios empiezan a dejar de lado el hard rock y el heavy metal para abrazar el rock alternativo o ese grunge que empieza a asomar la cabeza, mientras que las bandas que intentan subsistir haciendo lo de siempre, malviven para un reducido grupo de seguidores empeñados en no abandonar su trinchera.
En este contexto, el death metal empieza a sentar las bases de un estilo que acabará conquistando su sitio por méritos propios. La ebullición en ese momento se produce fundamentalmente en dos puntos cardinales: por un lado los países nórdicos en Europa, y por otro, Estados Unidos, especialmente en Florida. Sí, desde el Estado preferido por los jubilados americanos es desde donde nos llegan muchos de los discos que definirían y que aún hoy son considerados piezas fundamentales del death metal. Para ponernos en situación, en ese mismo año 1990 en los estudios Morrisound de Tampa se grabaron obras como esta que nos ocupa, como Spiritual Healing de Death, Piece of Time de Atheist, el disco homónimo de Master, Cause of Death de Obituary, Eaten Back to Life de Cannibal Corpse o Harmony Corruption de Napalm Death. Entre otros. Solo ese año.
Deicide llegan a los Morrisound con su contrato de Roadrunner bajo el brazo, y los temas de su demo “Sacrificial”, la que les sirvió para fichar por la discográfica llamándose aún Amon, más un par de composiciones nuevas. Scott Burns es el encargado de sacar todo el jugo a unos temas que se mueven entre la fiereza que les impone los juegos vocales de Benton, quién, para dotar de mayor efecto terrorífico a su voz, utiliza en gran parte del disco una segunda pista de voz más aguda por debajo del gutural profundo, consiguiendo así que las partes vocales destilen un halo de maldad extra muy efectivo; los riffs poderosos de los hermanos Hoffman y un Steve Asheim que para mi gusto está excepcional a la batería; de todo ello nace la opera prima de Deicide, quienes sin saberlo aún, estaban grabando lo que se iba a convertir en un pilar del death metal.
Empieza el disco con “Lunatic of God’s Creation”, un tema que habla sobre Charles Manson, y da clara muestra de a qué nos vamos a enfrentar en los siguientes 33 minutos, que por cierto, no creo que sea un minutaje azaroso, si algo sabia hacer bien Benton, es definir toda la imagen que quiere proyectar y cuidar este tipo de detalles; como digo, el disco empieza con un tema donde ya adivinamos esos detalles que os comentaba, el apoyo vocal de Benton, y unos riffs que si bien beben bastante del thrash de los 80, dibujan ya otro perfil, usando unas afinaciones más graves para dar a las canciones un cuerpo que quizás habría sido aún más efectivo si consiguiéramos escuchar el bajo; en este apartado Benton, probablemente por ser un bajista bastante limitado, queda absolutamente en segundo plano, haciéndose difícil a veces detectar incluso la línea que marca su instrumento.
Sacrificial suicide arranca sin dejarnos un segundo de tregua con una batería contundente que nos lleva sobre las notas de Eric y Brian hacia las furiosas estrofas con las que Benton nos escupe la primera de las muchas elegías a Satán con que nos obsequiará a lo largo de su carrera; una de sus características letras anticristianas y de exaltación de la figura demoníaca. Acto seguido llega una de mis favoritas desde la primera vez que la escuché, “Oblivious to Evil”, un tema en que la doble voz de Benton te atrapa desde el primer momento y te conduce hasta dos solos marca de la casa Hoffman, donde la velocidad aumenta, para volver acto seguido a esa cadencia deliciosa que marca todo el tema.
Lo siguiente es para muchos la joya de la corona; “Dead by Dawn”, un tema realmente redondo, que además de tener un cuerpo excelente que invita a dejarse las cervicales desde el primer momento, está coronado por ese frenético estribillo a todo trapo. Las voces de apoyo vuelven a hacer aquí un trabajo fantástico creando una atmósfera perfecta para lo que requiere la canción. Se puede respirar el mal.
“Blasphererion” es otro de los cortes rescatados de su demo, donde apreciamos ese legado thrasher, recordando en algunos momentos a unos Slayer (aún más) oscuros. Da paso al tema “Deicide”, uno de los temas de nuevo cuño, que se sienta sobre las mismas bases pero que contiene algunos detalles de la evolución de la banda, cambios de ritmo y una batería que pone en cada momento cada cosa en su sitio y en su justa velocidad. Tras él, llega el que quizás sea mi tema favorito del disco, no es el más nombrado ni recordado cuando hablamos del debut de Deicide, pero a mi “Carnage in the Temple of the Damned” siempre me gustó mucho. No sabría decir si es porque aquí encontramos un momento para respirar, es el único tema con algo parecido a una intro de todo el disco, o si es ese estribillo que se me pegó instantáneamente, pero amo esta canción. Si el disco empezaba con Manson, en este caso nos encontramos con el reverendo Jim Jones, que también manejaba una comuna de creyentes a los que llevo a un suicidio masivo.
Y con la misma furia con la que acaba “Carnage…”, empieza “Mephistopheles”, otro tema nuevo preparado en exclusiva para este disco poco antes de entrar a grabar; al igual que con el tema “Deicide”, aquí dominan los cambios de ritmo, de tempo, y como no, la adoración a Satán. “Day of darkness” no abandona esa línea, es más, abunda en ella, y nos muestra a esos Deicide ávidos de cambios de ritmo; Asheim vuelve a hacer un trabajo soberbio.
Finalmente, volvemos a un tema de la demo, “Crucifixation”, para coronar esta obra. Como no podía ser de otra forma, otro tema que cabalga a ritmo frenético. Su inicio “Give praise to Satan, he has won”, además de una declaración de lo que ya nos había quedado bastante claro durante los anteriores nueve cortes, siempre lo vi como una analogía a sí mismos. Porque desde el día en que este disco vio la luz hace ahora 30 años, tenemos que adorar a Deicide, porque ellos nos ganaron, y ganaron su sitio entre los más grandes del death metal con esta obra que es por derecho propio, historia de la música. Give praise to Deicide, they have won.