Deicide – Once Upon the Cross: 25 años de la evisceración de Cristo

Ficha técnica

Publicado el 18 de abril de 1995
Discográfica: Roadrunner Records
 
Componentes:
Glen Benton - Voz, bajo
Eric Hoffman - Guitarra
Brian Hoffman - Guitarra
Steve Asheim - Batería

Temas

1. Once Upon the Cross (3:34)
2. Christ Denied (3:38)
3. When Satan Rules His World (2:53)
4. Kill the Christian (2:57)
5. Trick or Betrayed (2:25)
6. They Are the Children of the Underworld (3:09)
7. Behind the Light Thou Shall Rise (2:59)
8. To Be Dead (2:39)
9. Confessional Rape (3:56)

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Debo confesar que cuando salió este disco yo no era muy fan de Deicide. Es más, os diré incluso que a mí esa especie de death metal brutote, técnico y amelódico que practicaban bandas tan populares en ese momento como Cannibal Corpse, Morbid Angel, Suffocation (estos sí que me gustaban más) o los propios Deicide no me emocionaba demasiado. Pero como buena parte de mi entorno era verdaderamente fan y los solía poner en un pedestal, en mis borregas ansias adolescentes de ser aceptado en la comunidad metálica, pues me subí al carro para no ser menos a pesar de disfrutar solo relativamente de las visitas de Cannibal y similares a la mítica Garatge.

En esos tiempos de impresionable inocencia juvenil, además, Deicide tenían un extra de maldad aparentemente peligrosa que me fascinaba, y como a los quince yo quería ser el más malote del barrio (eso no es verdad, siempre he sido un trozo de pan, pero queda bien que lo diga para dramatizar), ahí me teníais dibujando su logotipo lleno de anticristos y pentagramas allí dónde podía: en mesas, en carpetas, en agendas escolares o en mi propio brazo. Igualmente, llevaba con orgullo mi camiseta (feísima y que me iba ridículamente estrecha – el problema de comprar por catálogo y en oferta -) con la portada del Legion a pesar de que, amigos, ese fue un disco que nunca me gustó.

¿Puro postureo, pues? Yo tampoco diría tanto, pero no hay duda de que lo que hoy me la sudaría por delante y por detrás entonces era algo importante, y tampoco me duelen prendas en aceptar que parte de mi fascinación primeriza por el mundo del metal (como todos, me imagino) era a nivel de imagen, actitud y tribu. Pero es cierto que ni Deicide ni compañía me decían nada de nada, y dónde me pusieras unos Carcass, unos Entombed, unos Dark Tranqullity o unos Paradise Lost (por poner cuatro bandas con claro componente death que sí que me gustaban de verdad), que se quitaran Glen Benton, Chris Barnes, Dave Vincent y toda su tropa.

Hecha la confesión, también tengo que decir que tanto este Once Upon the Cross como el siguiente Serpents of the Light me gustaron bastante más (al menos algunos temas y sin llegar a engancharme a lo bestia) que lo que había oído antes, y si bien posteriormente no les he hecho casi nada de caso hasta que tuve la oportunidad de entrevistar a su batería Steve Asheim hace un par de años en motivo de la salida del buen Overtures of Blasphemy, esos dos discos sí que tuvieron un cierto recorrido en mi pletina. Y la razón puede que sea tan sencilla como que se trata de dos trabajos menos gratuitamente burros, menos aparentemente caóticos y menos exageradamente veloces que los precedentes. Vamos, que por mucho que intentara pretender lo contrario, parece que una cierta dosis de calma y melodía siempre me ha resultado necesaria para engancharme a la música que fuera.

Es posible que a medida que yo creciera, además, la pose tan obsesiva y exageradamente anti-cristiana (hasta el punto de lo ridiculo, en mi opinión) que Glen Benton y los suyos se han empeñado en profesar a lo largo de su carrera me chirriara cada día más y más, y a pesar de que técnicamente seguían siendo unas bestias y de que seguro que han parido discos notables (que no he escuchado) en las últimas dos décadas, yo dejé de tomármelos del todo en serio hace ya bastante tiempo. Y eso es algo que también detecto a mi alrededor y que me temo que le ha ocurrido a bastante gente por culpa de la irritante faceta extramusical de su vocalista, hasta el punto que el propio Steve Asheim, en la entrevista que comento más arriba, no tiene ningún tipo de tapujo en meterle algún que otro moco a su compañero.

Porque supongo que todos estaremos de acuerdo en que Glen siempre ha sido un bocachancla, y si bien en su momento eso podía actuar en su favor a nivel publicitario, con el tiempo la gente se ha ido cansando más y más de él. El famoso mito (que ni tan siquiera sé seguro si lo dijo de verdad) de que se suicidaría al cumplir los 33 para vivir una vida paralela a la de Cristo ya me pareció una parida antes de (no) hacerlo, así que cuando llegó el año 2000 (que es cuando le tocaba) y ahí seguía el tio haciéndose el sueco, creo que todo el mundo le apuntó con un dedo burlón a pesar de que (y tal era su credibilidad) absolutamente nadie creyera que fuera a quitarse la vida de verdad.

Pero bueno, vamos a lo que toca. Once Upon the Cross fue el tercer trabajo de los de Florida, todos ellos publicados bajo el auspicio de la ya muy influyente discográfica Roadrunner. Y es que por esos tiempos, el death metal floridiano vendía lo suyo, y Deicide aún más. Diría incluso que en esa época llegaron a ser la banda más popular del género, y mientras los ahora majestuosos Cannibal se conformaban con la mencionada Garatge, yo recuerdo ver a Deicide presentando este disco en la grande de las Razzmatazz junto a Suffocation y los daneses Konkhra, en un concierto en el que sonaron como una ametralladora (ver a Steve aporrear la batería con tal precisión me dejó bastante flipado) y durante el que un Glen con eterna pose de borde y enfunfurruñado no se dignó a pronunciar ni una sola palabra.

Tal y como suele ser habitual en ellos (especialmente en los primeros años de su carrera), estamos ante un disco corto y conciso que se ventilan en 28 minutillos de nada, con nueve temas que en muchos casos ni tan siquiera superan los tres minutos. El título «Once Upon the Cross» (que quiere decir «Érase una vez la cruz») es una nueva y recurrente referencia a Cristo, y creo que tuvieron bastante suerte de que la portada original, en la que aparece el cadáver de Jesús con todas las vísceras fuera y que a mí me resulta bastante cutrona y hortera, fuera censurada, ya que la versión final con la sábana ensangrentada no solo es icónica sino que se las apaña de forma casi miraculosa para resultar hasta elegante.

Técnicamente, en este disco Deicide suenan de la leche bajo los mandos de un gurú del estilo como es Scott Burns, y tanto la nitidez de los instrumentos como (sobretodo) la voz de Glen mejoran muchos enteros respecto a sus discos anteriores. Por otro lado, y aunque las canciones no son quizás tan veloces y alocadas como lo habían sido hasta entonces, difícilmente podríamos decir que en este trabajo no hay caña por un tubo. La hay, pero aquí está todo como más controlado y más en su sitio. Tanto Steve Asheim como los hermanos Hoffmann hacen un trabajo impresionante con sus instrumentos, y el señor Benton se las apaña para cantar de forma genuinamente atemorizadora.

Al igual que ocurre con el tema «Trick or Betrayed» que veremos más adelante, el disco empieza con un sampler de la peli La Última Tentación de Cristo, ese momento en que el protagonista dice eso tan famoso de «Father, why have you forsaken me?«. Quizás se trata de una elección de frase algo curiosa para alguien que se jacta de odiar tanto al histórico profeta judío (un tío que, por cierto, si le quitamos toda la parafernalia eclesiástica a su alrededor que se ha generado con los siglos, me parece un revolucionario comunista al nivel de cualquiera), pero tampoco les voy a pedir coherencia filosófica a Deicide a estas alturas.

Lo importante, en todo caso, es que esas palabras sirven para dar paso a un tema título que se ha convertido, quizás junto a «When Satan Rules This World», en el corte más icónico de este trabajo, favorito de muchos fans y una de las canciones imprescindibles en cualquier repertorio posterior de los de Florida. Y no seré yo quién le ponga pegas a ese estatus, ya que sin duda se lo merece por su precisión, por lo pegadizo de alguna de sus líneas y por la brillante alternancia entre velocidad absurda y momentos más machacones pero no por ello menos agresivos y convincentes.

Pero el tema título no es el único corte de este disco que ha conseguido pasar a la historia con mayúsculas de Deicide. En primer lugar tenemos a la «lenta», groovera, vacilona y «accesible» «When Satan Rules This World», que fue mi tema favorito en su momento (de largo) a pesar de (o quizás por eso mismo) ser absolutamente diferente a lo que suele ofrecer la banda. Las otras son «Kill the Christian», que no permite que dejes la cabeza quieta ni un momento, y la divertida y disfrutable «They Are the Children of the Underworld», un tema con un cierto aire al «Arise» de Sepultura que siempre me ha gustado mucho pero que nunca pensé, antes de mirarlo justo ahora en setlist.fm, que hubiera llegado a ser tan popular.

Se trata sin duda de temas potentes y sólidos como una roca que merecen un lugar de privilegio en el imaginario global de la banda, pero para seros sincero, creo que otros cortes como «Christ Denied» o «Trick or Betrayed» tampoco son peores. Y es que estamos ante un álbum muy regular y en el que pocas canciones destacan por encima de las otras o, mejor dicho, sin que ninguna se descuelgue a nivel de calidad. Es posible que los dos primeros tercios del disco concentren los cortes que más y mejor recordamos, pero no me parece que las finales «To Be Dead» o «Confessional Rape» (las únicas que no han tocado nunca – o casi nunca, que no creo que el mencionado setlist.fm documente todos y cada uno de los conciertos de su historia – en directo) desentonen para nada.

Si nos fijamos en su vertiente estrictamente musical, Once Upon the Cross es un discazo de death metal técnico y trallero que probablemente supuso el pináculo creativo y de popularidad de la carrera de Deicide y que también es muy posible que la mayoría de fans de la banda citen como su favorito. Por otro lado, y aún siendo cierto que el death metal de Florida aún no ha vivido su pertinente revival (que seguramente vivirá tal y como han hecho muchos otros subestilos y escenas), el tirón de Glen y los suyos ha ido bajando y bajando desde ser el nombre más popular del género hasta convertirse, me temo, en una agrupación de relativa segunda fila a ojos de la mayoría. En parte eso es una pena y una injusticia, claro, porque siempre han sido y aún siguen siendo técnicamente impresionantes, pero cuando eres una banda que no le cae bien a casi nadie, supongo que tienes que apechugar con las consecuencias.

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.