Reseñar un trabajo instrumental tiene un plus de dificultad pues al no haber un narrador como tal en forma de línea vocal, nos encontramos en que el foco recae de lleno sobre los instrumentos, que deben hacer tanto su función habitual como la de llevar el peso de la historia. Ante tal tesitura, si lo lógico hubiera sido pensar que los teclados iban a ser los líderes indiscutibles de las composiciones de Vortex, nos encontramos con la agradable sorpresa de un gran equilibrio entre este instrumento a cargo de Derek Sherinian y las guitarras, escogidas con gusto y conforme al feeling deseado para cada tema, recayendo sobre una serie de virtuosos dicha función (nada más ni nada menos que ocho), que iremos descubriendo tema a tema. Si a esto le añadimos que la parte rítmica recae sobre dos monstruos como son Simon Phillips a la batería (co-escritor y co-productor junto a Sherinian de Vortex) y Tony Franklin al bajo en la mayoría de los temas, ya tenemos todos los ingredientes que auguran que el material que vamos a escuchar rezuma calidad por todos los costados.
Derek Sherinian atesora a sus espaldas una larga lista de bandas de las que ha formado parte o con las que ha colaborado (Alice Cooper, Dream Theater, Planet X, Sons of Apollo, Black Country Communion por nombrar las principales) compaginando tal actividad con su ya extensa carrera en solitario como compositor principal. Vortex, editado el pasado 1 de julio, es su noveno álbum en esta andadura en solitario, el cual pasamos a desgranar con mucha expectación.
“The Vortex” es un tema ideal para comenzar. Animado, enérgico, recuerda sobremanera a Joe Satriani en su tema “Crushing Day” (con el añadido de algún efecto que consigue darle un aire fantasmagórico), aunque crecido y aumentado gracias a las teclas omnipresentes de principio a fin, sin restarle por ello protagonismo a Steve Stevens a la guitarra, que está al nivel al que nos tiene acostumbrados este tremendo fenómeno de las seis cuerdas. Como cabe esperar, ambos músicos tienen su espacio para sus solos respectivos.
“Fire Horse” nos regala la maestría de Nuno Bettencourt a la guitarra, que se luce de principio a fin, tanto en riffs como en solos. No ha perdido un ápice de genialidad, y aquí incluso aprovecha para marcarse unos piques con Sherinian más que notables. Si Nuno supo en su día incorporar esos toques funky a su banda Extreme, aquí no va a ser menos y notamos esa seña de identidad tan suya. Nada desdeñable la aportación de Ernest Tibbs al bajo, que se lleva buena parte del peso de la melodía principal que sirve de base para el lucimiento respectivo de Nuno y Sherinian. Como anécdota cabe comentar que el título responde al horóscopo chino -el caballo- correspondiente a 1966, año de nacimiento que comparten ambos artistas.
“Scorpion” se adentra en territorio jazzístico, prescindiendo de guitarras y enfocándolo al lucimiento de Sherinian al piano e incluso dejando un espacio importante para un solo de bajo de Ric Fierabracci. Aun tratándose de un tema puramente de jazz-fusión tiene una melodía principal que se va repitiendo y por ello consigue que no nos dispersemos con todas las virguerías de los tres músicos que lo ejecutan. Otro de sus aciertos es su justa duración, de haberlo alargado más se hubiera corrido el riesgo de convertirlo en algo más difícil de digerir, que es un poco lo que sucede con “Seven Seas”, siguiente corte del álbum que vuelve a manejarse por tesituras de jazz (e incluso progresivas en algunos tramos), aunque resulta mucho más oscuro que su tema predecesor. Está lleno de melodías inquietantes que no dejan indiferente y quizás sea ese su mayor acierto. Steve Stevens vuelve a ser el escogido a la guitarra, mostrándonos una ejecución en un estilo no tan habitual en él.
“Key Lime Blues” tal y como indica su nombre pretende ser un blues, pero con un aire funky que lo hace más que interesante. Los encargados de aportarle la personalidad necesaria son nada más ni nada menos que Steve Lukather y Joe Bonamassa (compañero en Black Country Communion) a las guitarras, dobladas para las melodías principales y con sus distintos tramos de protagonismo y solos para cada uno de ellos. Juntar a dos guitarristas tan distintos en un mismo tema resulta todo un acierto y enriquece sobremanera la composición. Este patrón dual de guitarras se repite en el siguiente “Die Kobra”, corte que nos abre las puertas al mundo oriental. Un sitar nos da la bienvenida a un tema potente en el que pronto reconocemos esos riffs de Michael Schenker tan marca de la casa, al que se le suma la participación de Zakk Wylde aportando contundencia y ese punto de oscuridad y pesadez a lo Black Sabbath del que tanto gusta. Es un tema de casi siete minutos de duración con mucha intensidad, que tan sólo se ve truncado en un punto por un sentido punteo de Schenker que hace de puente hacia una segunda parte aún más acelerada que la del principio, en la que se alternan solos de guitarra y sintetizador sublimes, para luego enlazar de nuevo con la melodía inicial. Sherinian comenta al respecto de esta colaboración que ya fue pactada en su día cuando él mismo participó del tema “Drilled to Kill” del álbum Immortal (2021) de Schenker. Después de unas cuantas escuchas concluyo que me resulta uno de los puntos álgidos de todo este álbum. Si no han pensado sacar este tema como sencillo, ¡deberían planteárselo! Es una gozada de principio a fin.
Al guitarrista Mike Stern siempre se le ha relacionado con el jazz, y es lógico pensar que “Nomad’s Land” va a tener muchos de sus elementos. Por suerte, no dejan de lado las melodías más reconocibles que van apareciendo de forma repetitiva entre tramo y tramo, por lo que el tema acaba teniendo cierta estructura que por algún motivo han querido finalizar con un fundido, como si de un mero ejercicio estilístico se tratara, pero que para mi gusto desvirtúa un poco el sentido de todo lo que lo precede.
“Aurora Australis” es la pieza más compleja de todo Vortex que echa el cierre al mismo con sus más de 11 minutos de duración. Aquí ya no encontramos un solo hilo conductor como tal, sino algo mucho más progresivo con múltiples giros y capas que se intercalan dando lugar a un tema que debe ser escuchado repetidamente para captar todos sus matices. Si al iniciar la audición de este Vortex pensaba que ésta iba a ser la tónica imperante durante todo el álbum, para nada ha sido así, por lo que al final damos por buena esta última flipada y compleja pieza de Sherinian. Ron “Bumblefoot” Thal, su compañero de filas en Sons of Apollo se encarga con solvencia de la guitarra en este corte.
Vortex es disfrutable de principio a fin aun tratándose de un álbum instrumental. Las melodías son perfectamente reconocibles y consiguen dejar el espacio suficiente para el lucimiento instrumental, tanto del autor del trabajo, Derek Sherinian, como el de sus múltiples y bien escogidos acompañantes a la guitarra. Si a eso le sumas una base rítmica tan imponente como la que conforman Tony Franklin al bajo y Simon Phillips a la batería, el resultado final no puede ser otro que de nota. Poder seleccionar a los acompañantes más adecuados para cada tema se convierte en un lujo al alcance de pocos y por suerte Sherinian es uno de esos afortunados, pues lleva muchos años de bagaje y trabajo duro en múltiples proyectos y en solitario en los que ha coincidido con gran parte de los músicos que aquí lo acompañan para sumar fuerzas y firmar un gran trabajo instrumental. Mis expectativas respecto a Vortex han sido más que satisfechas y por ello recomiendo encarecidamente su escucha.
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!