Para mi primera experiencia en la sección Desmontando al monstruo, me decanté por el disco «The Spaghetti Incident?» (1993) de Guns N’ Roses.
Se puede debatir, apasionadamente y durante varias horas, entre el poderoso y fresco debut Appetite for Destruction (1987) y los imperiales Use Your Illusion I y II (1991), acerca de cuál es el mejor álbum de Guns N’ Roses. En el 99% de los encuestados, imagino que la gente te va a asegurar que la “apetitosa” obra del año 87 es la más auténtica y la más sustanciosa pero no es mi caso particular porque, bajo mi punto de vista, el extenso cancionero del 91 es lo más gratamente asombroso que han grabado y planteado nunca la banda de Los Ángeles; aunque hoy no es el día para extenderme sobre mis muchas razones de esa preferencia personal.
Lo que, en mi opinión, sí que no admite coloquio es sobre cuál es el LP más deficiente que han fabricado nunca Guns N’ Roses. Me refiero, claro, a esa jugada asociada a esa genuina y popular comida italiana en forma de fideos muy largos. Reminiscencias melómanas, del año 1993, se apoderan de mi mente.
Después de editarse los muy bien tocado, pulido, complejo, ecléctico, ambicioso y faraónico LP Use Your Illusion, en 1991, (aunque dividido éste en dos partes, siempre lo consideré como un solo disco) la agrupación californiana parecía que, a continuación, se disponía a grabar nuevo material todavía más sobresaliente y más apoteósico (o, al menos, esa era mi expectativa cuando me enteré de que publicaban nuevo trabajo en aquel 1993).
En ese momento de primeros de la década noventera, Guns era una banda especial y con capacidad y talento, de sobra, para seguir desarrollando su singular, gigantesco y bestial potencial hard rockero.
Siempre me ha encantado comer spaghettis pero, por contra, recuerdo que sentí nauseas al visionar, por ver primera, aquella pegajosa y simplona portada de aquel disco en la jornada de su lanzamiento, en 1993. De inmediato, intuí que algo no rodaba del todo bien en el proyecto Guns N’ Roses, después de percibir aquella culinaria fotografía.
Las dos teorías sobre el origen de dicha imagen de entrada podrían estar inspiradas o en una barriobajera trifulca, con el alimento citado de por medio, entre W. Axl Rose y el primer batería de la banda, Steven Adler o también en un argot que utilizaba este último para describir los paquetes de drogas que guardaba en la nevera y que se hallaban junto a grandes cantidades de los propios spaghettis, los cuales consumía la banda, en 1989. Como dicha frase de «The Spaghetti Incident?» la utilizó, después, un abogado en un juicio del propio Adler contra el resto del combo, éstos últimos decidieron coger esa misma expresión para denominar el del que hablamos hoy.
En ciertas ocasiones, una cubierta te puede dar pistas de por donde puede transcurrir un disco, aunque también me dije a mi mismo, en aquel año 93, que todavía no se debían extraer conclusiones precipitadas y que había que esperar a como sonaba el CD en la cadena musical.
Como remate, gracias a ese inadecuado frontal disquero, de dudoso gusto el mismo y el menos imaginativo de toda la carrera del grupo, estuve una temporada viendo mis venerados spaghettis con otros ojos y con otro estómago. Afortunadamente, ésta sensación desagradable se me pasó al cabo de un tiempo.
Segundo “puñetazo”, esta vez contra mi yo audiófilo en aquel 1993. Ya solo abrir la funda del Compact Disc y comprobar en los créditos y rótulos del disco que Guns N’ Roses habían registrado un álbum entero de versiones, aquello me indicó, ya definitivamente, que algo raro y no muy bueno les ocurría a nivel creativo.
El asunto arranca relativamente bien con la bella y emotiva versión de “Since I don’t have you”, original de The Skyliners pero es que todo el resto del LP es un desmoronamiento total y casi no me apetece escribir nada sobre todo ello, aunque haremos un esfuerzo por seguir aporreando las teclas del ordenador.
Esas rugosísimas, planas y vacías adaptaciones al estilo punk-rock acerca de, por ejemplo, temas de The Damned, UK Subs, Johnny Thunders o Sex Pistols, considero que no les sentaron nada bien a los californianos. Así que, en ese 1993, yo solamente escuché en mi reproductor a un sexteto que parecía una banda novel que tocase en algún grasiento tugurio de mala muerte, en homenaje a sus más primitivas influencias e ídolos punk; principalmente.
Aquello no cuadraba lo más mínimo con unos Guns que, en el año 1991, habían demostrado que cada vez eran mejores y más maduros y virtuosos músicos, ya a otro nivel muy muy superior al de sus comienzos en 1985. De este modo, es como me topé, de bruces y sin anestesia, con un inesperado giro a su carrera; el cual resultó inadmisible y causante de enfado (¡e incluso al final del LP se desliza una pista oculta en base a una canción de Charles Manson!).
Lo extraño es que Axl, Slash, McKagan y cia. habían demostrado ser excelsos y profundos versionadores ocasionales, en el propio año 91 con “Live at let die”; original de Paul McCartney and Wings o con “Knocking on heaven’s door” de Bob Dylan pero, por contra e incomprensiblemente, aquel plato de spaghettis estampado en plena cara y oído del oyente supone una involución absoluta de la banda, tras su “ilusionante” cumbre del citado 1991.
El hecho adicional de que, en aquel lanzamiento de 1993, el bajista Duff McKagan adquiriese mucho más peso como vocalista principal tampoco contribuyó a mejorar el resultado final del CD “spaguettista”, considero yo de modo objetivo.
Les había perdonado a los Roses el paso en falso como es el bastante irregular GN’R Lies (1988) pero los spaghettis de dicho fatídico año 93 se me atragantaron de veras y para siempre. Y así, varios interrogantes me asaltaron en aquel instante de juventud pero éste siguiente es el principal:
“¿Cómo un grupo de esa magnitud y de esa kilométrica sapiencia musical podían haber sacado a la luz ese minutaje de covers, los cuales se presentaban tan inaguantables en ese caso concreto?”
En aquella ocasión, no significaba nada para mí que los Roses vendieran 13 millones de copias de ese producto y si acaso fuera ese mismo el “termómetro” para medir la música al que muchos recurran, apuntar que el álbum, en cuestión, es el menos comprado de toda la trayectoria del grupo; dentro de las muy voluminosas cifras, al respecto, que han obtenido siempre los indómitos muchachos de Los Ángeles. De tal modo, ésto podría ser una señal bastante nítida de como a muchísimos y muy leales adeptos de Guns, por contra, no les hizo nada de gracia aquel invento del año 93.
Un par de años más tarde, en 1995, descubrí lo que se aproximaba a la cruda verdad. Los componentes de la agrupación no hacían más que pelearse entre ellos y como consecuencia más extrema de ello, el principal cerebro compositor, o sea, el guitarrista rítmico Izzy Stradlin ya se había largado del proyecto gunner, a mediados de 1991, por graves desavenencias con el cantante principal.
De tal modo, los dos cabecillas y por aquel entonces “enemigos íntimos”, Slash y precisamente, W. Axl Rose que aunque como interpretes ambos son excepcionales, resultó que como escritores de canciones ambos no tuvieron, por lo visto, la suficiente capacidad artística de sostener y controlar aquella desmedida guerra civil y mediática en que se había convertido Guns N’ Roses. Para colmo, sus componentes estaban además atrapados bajo una pila de sustancias prohibidas y con una ingente cantidad de escándalos extra-musicales a sus espaldas, en aquel 1993.
Con esas premisas escasamente halagüeñas, lo más importante de todo, es decir, la alta calidad de la música gun acabó por resentirse, inevitablemente, y es que como acontece en la mayoría de los casos, las continuas divisiones internas lastraron la fuerza grupal.
Por cierto, que los temas de «The Spaghetti Incident?» quizás, pudieron ser llamémosles “intervalos musicales de relajación”, los cuales se dieron durante las sesiones de Use Your Illusion y que, primeramente, fueron descartados, lógicamente, pero que dos años después fueron repescados y regrabados con Gilby Clarke a la guitarra en sustitución de Izzy Stradlin; el cual habría tocado originalmente en esos outtakes, en 1991. Así que, no obstante y expresado en otros términos, podría haber sucedido que el resto de los gunners, muy poco unidos ya en aquel 1993, recurrieran a ese citado material sobrante; recalco.
Otra prueba de que «The Spaghetti Incident?» era la primera decadencia babilónica de Guns N’ Roses es que, después de aquella desafortunada publicación, casi todo el resto de miembros originales fueron desfilando, progresivamente, fuera del combo; incluidos el propio Slash o Duff McKagan.
De tal modo, el por entonces maltrecho proyecto de las “Pistolas y Rosas” tardó nada menos que 15 años en reflotarse en forma de otro álbum de estudio (que es lo que, en el fondo y en esencia, deben hacer los grupos profesionales y consagrados, es decir, esforzarse en crear nuevas canciones y no abusar de tanta gira nostálgica basada en los viejos éxitos o entretenerse, en exceso y precisamente, en lanzar todo un puñado entero de versiones).
No es preciso tampoco volver a rememorar aquí la historia de como les fue, a nivel de credibilidad, a “Axl and Roses” con Chinese Democracy, en 2008, a pesar de los 13 millones de dólares que valió hacer el disco y es que además, sin el imprescindible Slash aquello ya no sonaba igual ni desprendía el mismo sello original.
Sin embargo, a pesar de la tirada de dados relativamente fallida con esa referencia titular de “pluralismo oriental”, lo de «The Spaghetti Incident?» sigo considerándolo el punto más bajo de la trayectoria Guns N’ Roses; una banda ésta que si se hubiese mantenido cohesionada y centrada en su trabajo como debía, más que seguramente hubiera publicado muchos más LPs de absoluta valía en los años 90 (y aún más allá) y en consecuencia, haber podido llegar a la misma y prolífica actividad discográfica de los más enormes astros de la Historia del Rock.
Otra duda más. ¿Fue «The Spaghetti Incident?» algo lanzado por la banda, únicamente para acabar de cumplir el expediente con la discográfica Geffen Records, antes de la desbandada posterior que se avecinaba de los propios músicos?
En el momento de escribir estas líneas el calendario se halla en agosto de 2022. Muchos de los adeptos al grupo llevamos aguardando, nada menos que, desde 2016 (es decir, desde que se inició la gira nostálgica Not in this Lifetime Tour) a que nuestros admirados W. Axl Rose, Slash y compañía saquen, por fin, nuevo disco.
Esas avanzadillas sueltas de 2021, como por ejemplo, “Hard Skool” no han colmado mis expectativas ni mucho menos, porque además esta canción, en concreto, ya la tenían escrita desde algunos años atrás. ¿Mal síntoma para la creatividad de los Guns del nuevo milenio? En fin, prefiero auto-convencerme de que aún hay esperanza con esta banda; la cual ha seguido haciendo declaraciones, en los últimos tiempos, sobre que lo bien que marchaba su sexto LP de estudio. Habrá que creerles y seguir teniendo fe en ellos.
Sin embargo, también nos encontramos con que el talentoso Izzy Stradlin no ha retornado al núcleo de la banda de modo permanente (solo participó con Guns N’ Roses, esporádicamente, en conciertos de éstos en 1993, 2006 y 2012) y, seguramente, ya no se consumará nunca hecho de que este guitarrista vuelva a componer temas de estudio dentro del celebérrimo proyecto-madre.
Consecuentemente, puedo soportar la larga espera acerca del nuevo disco de los “pistoleros” angelinos (si es que llegan a publicarlo) y espero, que si lo presentan en sociedad, al menos puedan acercarse (aunque sea solo un poco) al “Appetite” o al “Illusion”. Sin embargo, lo que no se podrá consentir es que tras tan extenso tiempo que del que han dispuesto para preparar un novedoso repertorio, tornen entonces a las andadas como hicieron con el prescindible y horrible «The Spaghetti Incident?»; el cual no lo he arrojado nunca por la ventana por aquello de tener la discográfica completa de la banda en la estantería.
Si torna a suceder ésto, es decir, un “Spaghetti-Segunda-Parte” sí que sería imperdonable, definitivamente y para desconfiar, para siempre, de lo que puedan publicar en años posteriores Guns N’ Roses (repito, si es que siguen editando varios trabajos de estudio).
A una banda de ese histórico y mundial calibre cabe exigirle un mínimo de seriedad y compromiso, así que, por favor, imploro e insisto en el deseo de que no haya una continuación de esta italiana pasta sónica cocinada al estilo de W. Axl Rose, Slash y su tropa y espero que sí que retornen ellos por sus fueros y restauren sus glorias compositivas de 1987 y de 1991.