Si, hoy defiendo el St. Anger ¿Indefendible? ¿Infumable? ¿Es basura? Gracias, yo también os quiero.
Viajamos al convulso 2003, convulso porque marcó un antes y un después en la carrera de la mítica banda líder de la Bay Area. Los padrinos del thrash se fundían como banda, ahogados en alcohol, sumidos en la autocomplaciencia. La problemática partida de Jason Newsted antes de ver el barco hundirse propició a los cimientos de Metallica un golpe en su linea de flotación que casi les consume hasta la disolución.
Documentado en el duro Some Kind of Monster, la banda se desnudaba frente a las cámaras en un documental obligado para entender los problemas de una banda mastodóntica como Metallica. La llegada de Robert Trujillo para ocupar el siempre problemático bajo fue una pequeña bocanada de aire fresco en la vida de la banda.
¿Qué podía salir de tal cúmulo de negatividad y depresión? Entonces y allí nació St. Anger. Un disco imperfecto como igual de imperfecta era la banda entonces. St. Anger mostró un intento de resurgimiento de la banda de James, Lars, Kirk y el novel Robert. Si bien es cierto que el disco bordea lo mediocre en varios temas, también contiene algunos momentos imprescindibles, centrados más en las ideas que en la composición.
Trabajar con Bob Rock no siempre es satisfactorio, su curriculum le delata. Con Metallica tenía el problema añadido de una inestabilidad tan grande que la cosa podría explotar en cualquier momento. La decisión de volver a los orígenes es respetable. Metallica se puso a componer y a tocar las nuevas canciones en un local (véase garaje), sin arreglos, sin protools. Como si fueran una banda novel, St. Anger se creó tras una puerta enrrollable con vistas a las casas de los vecinos de la calle.
El disco se publicó el 5 de junio de 2003 tras una larga espera por parte de unos fans que estaban ansiosos por catar la nueva música de la banda. Es habitual que la larga distancia entre trabajos haga que las expectativas de los fans se vean alteradas y ligeramente subidas. Cuando el mundo recibió St. Anger, pensaron que era una broma.
Lo que si lograron con St. Anger fue verter toda la rabia que sentían. Supieron reflejar perfectamente el momento crítico que vivieron con uno de los discos más viscerales que se les recuerda. Un disco mucho más duro que Load y ReLoad.
Los riffs de guitarra no son complejos, ni siquiera son thrashers, pero mantienen un ritmo notable que, por momentos, es excelente. El trabajo del novato Robert con el bajo es incisivo. Y en la batería reside uno de los poderes de St. Anger. Lars logró, por casualidad y error, emular los sonidos de las baterías de grupos de hardcore al olvidarse la alfrombra de resortes que habitualmente coloca bajo la caja aguda. El sonido de la batería es hueco, conserva el sonido natural de un tambor sin efectos. El nuevo sonido del errático Lars gustó a la banda y decidieron aplicar esta “nueva” técnica en todo el disco.
“St. Anger” y “Frantic” son los dos himnos que han perdurado tras estos 16 años. Dos canciones de heavy rock cargadas de rabia y energía, con buenos estribillos y que han envejecido perfectamente. “Invisible Kid” nos transportó directamente a 1992, un tema muy Black Album. “Some kind of monster” con sus más de ocho minutos es un filtreo de la banda con el stoner, ¿casualidad o naturalidad?
Por el contrario, también encontramos temas totalmente omitibles, canciones de relleno que ayudan a bajar la impresión del disco. “Sweet Amber” o “All within my Hand” son dos canciones más bien mediocres.
Al fin de cuentas, St. Anger fue creado en el peor momento de una banda hastiada de éxitos. No voy a intentar que cambiéis de opinión, pero siempre intento valorar que un disco llega a nosotros sin que entendamos el contexto en el que se ha creado. Y me gusta pensar que cada trabajo de cada banda es lo mejor que ellos mismos son capaces de crear en esa etapa de la carrera. St. Anger es un disco notable con altos y bajos. Pero notable.