Vuelve el genial Devin Townsend y lo hace con un gran disco absolutamente influenciado por el periodo pandémico y de encierro. No es una casualidad que aparezca un faro en la portada y que en los videclips aparezcan imágenes de viajes y preciosos paisajes. Todo da una gran sensación de que Devin necesitaba espacio y recuperar la libertad. Os puedo asegurar que este periodo de desgracia ha cambiado ciertas cosas en la forma de pensar y de hacer las cosas por parte de nuestro protagonista…
A nivel musical sigue instalado en ese “menos es más” y en tirar de sampleados y programaciones, a veces con abusos, y muy en la línea que lleva ya varios de sus discos. Momentos muy relajados, algunos caricaturescos, algunos guiños a su pasado más metálico, pero con canciones realmente logradas y adictivas y bastante despojadas de dureza. Alguna incluso podría quedar como clásica, y es que, si encierras a un genio… va a poder dedicarse a su arte. Es importante también citar la figura del productor Garth Richardson, habitual de bandas comerciales como pueden ser Nickelback.
En “Moonpeople” los juegos de samplers y efectos le dan al tema ese aura flotante y mística. Es un medio tiempo de apariencia fácil, excelente estribillo y una línea vocal que es cercana a Skunk Anansie. Casi que me puedo imaginar este tema cantado por Skin. Aquí es todo ambiental, parten de la premisa del “menos es más” y te da una inmensa sensación de felicidad. Más intensa es “Lightworker” aunque los versos parecen música de cajita de música que es rematada por ese estribillo 100% Townsend. Esta parece que lo tiene todo para sonar en sus próximos directos.
“Call of the Void” ha sido single con esas imágenes de tren viajando. Es ambiental, atmosférica, pero muy conseguida y emotiva. Hay una muy trabajada línea vocal, y sin ser cautivadora, define perfectamente el sentir actual de Devin. Curiosamente una de las que más me ha cautivado es “Vacation”, una balada desenfadada que habla sobre irse de vacaciones con su familia, una temática original y que le da para algo feliz y sencillo. A quien le digan que esto es del líder de Strapping Young Lad… Atención a los detalles de Darby Todd a los platos.
“Equinox” combina pop suave, prog emocional y bases pregrabadas muy trabajadas, así como los juegos de coros y voces en varias capas. Por norma general los temas no se alargan mucho y es solo en la final “Children of God” cuando nos vamos a los 10 minutos de duración. Aquí hay épica y una sensación de loop con más dosis de capas de sonido y ecos. Destaca la batería marcial con redobles y ese avance que parece calmo. Hay un final con voz femenina y las gaviotas de fondo a la vez que suena un barco, dando cohesión al concepto y metiéndote de lleno en la portada.
“Dimensions” es de lo más techno y maquinal que ha hecho este hombre en su vida y es de lo que te deja más frío, viniendo de quien viene… Es un caso similar al de Steven Wilson y creo que hay que dejar que el artista se explaye y explore. Si Wilson ha terminado por recoger cable… puede ocurrirle lo mismo a Townsend. Efectos y samplers góticos para el inicio de “Celestial Signs” con otros muchos juegos de capas en las voces del maestro. Aquí un poco las guitarras sintetizadas se hacen espacio.
“Hertbreaker” es de los ejercicios más extensos. Poseedora de ese sonido tan particular que parece que todo flote en una nube, en medio de un sueño coral. Queda todo salpicado por efectos y por la presencia vocal de Anneke van Giersbergen y Ché Aimee Dorval. Completa la obra “Heavy Burden”, tema bastante feliz y entretenido, bien cargado de programación y juegos de voces y texturas que han quedado como el gran objetivo de Devin en este disco: composición y sonido. Innegablemente posee un sonido único y mutable.
El disco es realmente especial por el hecho de haber estado encerrado y que el mundo padeciera una sacudida total. Hay ideas antiguas y nuevas que definen perfectamente el estado mental y musical de un hombre genial que, a sus 50 primaveras, disfruta de la libertad total de hacer lo que le venga en gana. No es un disco rutilante ni lo mejor que ha hecho, pero estamos ante una obra a la altura de su leyenda en la que el pop y las atmósferas imperan con mucha clase.