Hace mucho tiempo que no escucho a Dream Theater pero durante bastantes años estuve enganchado a su música. Tardé en descubrirlos, no voy a mentir, pero como se dice, más vale tarde que nunca. Exactamente fue con su disco Metropolis Pt 2: Scenes from a Memory (1999) y bueno, entrar en el grupo con un disco como este pues hizo que me enamorara al instante. A partir de este momento y gracias a las ofertas del FNAC fui consiguiendo el resto de su discografía y cuando sacaban disco nuevo me iba a la tienda y lo compraba, a ciegas, sin haber escuchado nada ni haber visto ningún lyric video (no existían).
Su primer disco con otro cantante es muy bueno pero se nota que estaban empezando. Con Images and Words (1992) si que dieron el salto y nos mostraron un metal progresivo para nada usual ya con la incorporación de un nuevo cantante. Pero la madurez la consiguieron con el disco que nos ocupa tanto en imagen como en lo musical, abandonando los elásticos por ropa más elegante y más acorde con su línea marcada.
Awake es un disco oscuro, potente, mucho más metal que sus predecesores (en algunas canciones), con afinaciones más graves y unas composiciones más centradas en la canción que no en el onanismo de cada uno de ellos. El virtuosismo tiene estas cosas, a veces te olvidas de lo importante para demostrar lo bueno y rápido que eres. Pero aquí todos los elementos están para sumar.
Al darle al play escuchamos la genial introducción de Mike Portnoy a la batería para acto seguido ir entrando el resto de instrumentos y la icónica frase de Six o’clock on the Christmas morning. Los teclados de Kevin Moore son épicos y aportan un rollo muy años 70 pero con un sonido moderno por parte de los demás instrumentos. Aunque no podemos obviar las delicadas y majestuosas guitarras del señor Petrucci con ese sonido cristalino del que siempre ha hecho gala tanto en limpio como con distorsión.
Atrapado me tenía la gran «Caught in a Web» con esas guitarras tan machaconas y una batería metódica llena de feeling y groove. Posiblemente perdieron algo de velocidad en comparación a su anterior disco pero no la encuentro en falta para nada. Los «combates» entre teclado y guitarra son antológicos. También cabe destacar la labor del bajo que siempre parece estar como oculto entre los demás instrumentos pero que sin este el grupo no caminaría de igual forma. Y bueno, Labrie no lo hace mal pero es el que me chirría un poco.
Mucho más melódicos se nos presentan con «Innocence Faded» recordando bastante a Images and Words pero siempre me pareció una canción algo insulsa aunque al final, en su parte instrumental gana bastante enteros. Pero bueno, con la siguiente se te quitan las tonterías. «Erotomania» (primera parte de la trilogía «A Mind Beside Itself») es una pieza instrumental exquisita y toda una clase magistral con una gran variedad de técnicas a la guitarra. Empalmada a la perfección con los casi 10 minutos de «Voices» (posiblemente una de las mejores canciones del disco) nos sumergen en un tremendo viaje musical lleno de detalles y matices. Una canción llena de dramatismo y aunque aquí Labrie hace un buen trabajo sigue chirriando un poco (y en directo ya no digamos). Solazo que se pega el genio de Petrucci.
La tercera parte de esta trilogía se completa con la delicada «The Silent Man», una pieza acústica bastante atmosférica con unas líneas vocales bastante acertadas (no todas) y unos buenos coros, pero bueno, parece una canción de esas que te cantan en la iglesia para llamar al advenimiento de Dios y su hijo.
Por suerte se nos quita esa sensación de no saber bien donde estamos y hacia donde nos dirigimos con la metalera «The Mirror» en la que el dramatismo, aportado por los teclados vuelve a tomar protagonismo. Las guitarras son sencillamente impresionantes. El desarrollo, su estructura y como siempre, los pequeños detalles y arreglos, está todo tan bien hilvanado que, crean un todo.
«Lie» aparece de pronto sin avisar, otra vez empalmada de forma muy correcta pero esta canción no sé, lo de siempre, su cantante… No. Bueno, tampoco lo vamos a defenestrar tanto al pobre. Tiene cualidades y hay cosas que las hace bien y también es cierto que 20 años atrás no lo veía así, lo fascinante de este grupo en definitiva es su capacidad técnica en cada uno de los instrumentos y sobre todo me flipa lo que hace Petrucci, ese sonido tan pulcro a altas velocidades.
Otra vez nos invitan a una canción más suave con «Lifting Shadows Off a Dream», un poco pesaditos, la verdad. Con «Scarred» la cosa mejora un poco con esos toques de jazz y aroma al rock progresivo de los años 70 y 80 pero es larga como un día sin pan, a rabiar. Eso sí, con los cambios que se van sucediendo captan tu atención irremediablemente.
Y llegamos a «Space Dye Vest», una extraña canción compuesta íntegramente por Kevin Moore. Tiene tintes de banda sonora y es una buena pieza para poner el punto final a este disco, bastante mística y algo inquietante.
Después de haber vuelto a escuchar un disco de Dream Theater entero ya sé la razón por la cual no lo hago actualmente y desde hace tiempo. Disfruto mucho más de discos cortos, entre 30 y 40 minutos de duración y siendo sincero, para mí los mejores discos de Dream Theater son los de Liquid Tension Experiment. Deduzcan ustedes.