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Dream Theater, la legendaria banda de metal progresivo, ha publicado un nuevo disco. Más allá del impacto normal que pueda tener esta noticia, esto sería algo habitual en este grupo, que nos tiene acostumbrados a publicar trabajos en plazos cortos de tiempo (cada dos o tres años). Sin embargo, este LP tiene una particularidad muy especial: es el primero que presentan tras la vuelta del gran Mike Portnoy, alma y miembro fundador de la banda, quince años después de su salida.
Retrocedamos un poco en el tiempo. Corría el año 2020, pandemia y esas cosas. Al bueno de John Petrucci le sobraba el tiempo, así que se lanzó a publicar Terminal Velocity, su segundo disco en solitario. En este trabajo contó con su buen amigo Dave LaRue al bajo… y con el propio Mike Portnoy a la batería. Aquella reunión, celebrada por muchos, fue la primera de ambos músicos en más de diez años. El resultado fue un trabajo excelente por parte de Petrucci que, al parecer, también abrió la puerta a algo más.
Poco más tarde, a principios de 2021, Liquid Tension Experiment publicó un par de temas como adelanto de su LTE 3, lanzado ese mismo año. Aquella segunda reunión sirvió para comprobar una vez más la gran conexión que tienen Portnoy y Petrucci, y esta vez se sumó a la ecuación Jordan Rudess, quien llevaba tocando con el batería desde 1999. Además, disparó los rumores sobre una posible vuelta de Mike Portnoy a Dream Theater. Los que lo seguimos de cerca sabemos lo insaciable que es Portnoy, así que no era una locura pensar que quizá se habría cansado de tener powerbandas sin más y quisiese volver al lugar que muchos creemos que nunca debió abandonar. ¿O quizá sí? Al fin y al cabo, eran otros tiempos. Dream Theater sacaba discos como churros y Mike quiso negociar una parada estratégica. El resto de los miembros no lo vieron claro y decidieron que querían seguir, lo cual provocó la rápida y sorprendente salida de Portnoy de la banda.
Habían pasado los años y la máquina del metal progresivo seguía bien engrasada. Las bases para un posible retorno parecían estar asentadas, pero aún faltaba mucho trabajo por hacer. Todo se aceleró en la ya famosa reunión entre Portnoy y LaBrie en 2022, en la que acabaron abrazados y se juraron amor eterno. También hubo charlas con John Myung, aunque su conocida discreción impidió que trascendieran detalles. Mike Mangini, viendo el panorama, hizo lo más elegante que se puede hacer: dio un paso al lado y permitió a la banda volver a sus orígenes. Dejó tras de sí varios discos cargados de virtuosismo y el orgullo de haber ayudado a sostener a este estandarte del metal progresivo durante trece años. Desde aquí me quito el sombrero. Después el grupo se puso manos a la obra y tras las habituales sesiones de composición, grabación, edición y demás, finalmente presentó este Parasomnia, publicado con Inside Out el pasado 7 de febrero de 2025.
El disco hace referencia a las fases y traumas relacionados con el sueño y, aunque no es conceptual, sí que tiene varias frases repetitivas que funcionan como nexo entre los temas y que analizaremos más adelante. «In the Arms of Morpheus» es la canción instrumental encargada de abrir el álbum, con una melodía de piano algo tétrica, con un par de disonancias, pero las justas, para dar paso a una cuenta atrás (un guiño a Scenes From a Memory) que acaba funcionando como metrónomo y se ajusta al riff posterior, que descarga con potencia durante varios minutos con una batería pesada que recuerda mucho a la época de Black Clouds & Silver Linings.
«Night Terror» fue la canción que el grupo eligió como single para promocionar este nuevo disco. Entiendo el porqué: este tema es un recorrido por el pasado y el presente de la banda, en el que no faltan los patrones rítmicos de Portnoy, los sonidos habituales de Rudess y toda una serie de pasajes inconfundibles.
Le sigue «A Broken Man», segundo single del álbum. Esta canción me ha parecido bastante más moderna y dinámica desde el principio, con el juego de voces de LaBrie (sabemos que hace lo que puede) y la melodía exquisita del estribillo, que será el pilar central de las melodías no conceptuales del LP. Otro tema largo, cargado de ritmos marca de la casa y la precisión técnica habitual de la banda.
«Dead Asleep» es otro tema clásico de Dream Theater, también de larga duración (más de 11 minutos), que empieza con la misma secuencia ya escuchada anteriormente y a la que ya nos vamos acostumbrando, esta vez en la introducción. El tema baila principalmente sobre un pilar rítmico típico de Petrucci, sólido y machacón, que sigue con sus aperturas sinfónicas habituales y los ritmos tradicionales de los neoyorquinos.
Cerrando el trío de singles llega «Midnight Messiah», que, a pesar de haberla escuchado varias veces, no me acaba de entrar. Me ha gustado mucho su intro, oscura, con ese coro demoníaco al son de los arpegios de Petrucci, pero ese intento del grupo de rendir tributo al metal clásico no me ha convencido.
Tras el interludio «Are We Dreaming?» llega «Bend the Clock», la balada del álbum. Aquí he de decir que me han ganado, de principio a fin. Soy bastante fan de las canciones lentas de este grupo, y con este tema creo que se han superado; no por hacer nada diferente a lo que han hecho antes (a estas alturas, dudo que esto ocurra), pero sí por el inicio de Petrucci, que saca un gran partido a su guitarra, tanto en sonido como en composición, y también por el estribillo tan bueno que se ha sacado de la manga LaBrie, quien, probablemente consciente de sus limitaciones, ha bajado varios tonos aquí, pensando en poder hacer una buena interpretación del tema en directo.
Para cerrar el disco la banda se despide con «The Shadow Man Incident», una extensa pieza de más de 19 minutos, en la que, como en la mayor parte del álbum, el conjunto neoyorquino hace un repaso de sus mejores recursos compositivos. A destacar uno de sus múltiples interludios, más concretamente el del minuto 13, en el que los de Long Island sacan los prohibidos y hacen una especie de fusión entre música latina y balcánica que hará que a más de uno se le caiga la baba. Tras un cierre épico el disco concluye con un «Wake Up», junto con el sonido de un despertador; otro guiño a Scenes From a Memory.
La banda deja tras de sí más de una hora de locura en esta nueva carta de presentación, o de asentamiento, si lo preferís. ¿Y de qué modo lo hacen? Creo que de la única manera en que podían hacerlo: tirando de sus recursos más seguros, con los que se sienten más cómodos y con los que harán que los más fieles seguidores queden encantados con su nueva obra.
Mi opinión personal —y reconozco que me fastidia decirlo, ya que Dream Theater ha sido durante muchos muchos años mi grupo favorito— es que este disco es muy bueno, pero nada más. Me explico: hace años devoraba sus discos y me pasaba horas memorizándolos. Sin embargo, me temo que con este, igual que me ha pasado con sus trabajos más recientes, no sé si lo haré. Sí, seguro que lo escucharé varias decenas de veces, y seguro que interiorizaré muchas de sus partes, pero no va a ser lo mismo que antes. ¿Por qué? Porque son Dream Theater. Y Dream Theater son Dream Theater. A estas alturas, y con el respeto que tienen y merecen en la escena, no parece que vayan a innovar ni a experimentar con nuevos elementos. Se han establecido en una zona de confort de la que difícilmente van a salir. Porque no les apetece, o porque no lo necesitan. O porque tienen muy claro lo que hacen, y lo hacen extraordinariamente bien.