Sonará un poco hereje, pero más allá de esos viejos Emergenzas que siempre ganaba el que vendía más entradas o de alguna cosa más local y de estar por casa, lo cierto es que no recuerdo haber asistido nunca a casi ningún concurso de bandas. Y mucho menos a algo de la dimensión de la W:O:A Metal Battle, probablemente el concurso (o, al menos, uno de los concursos), con más solera y prestigio de todo el territorio estatal. Y es que claro, el premio al que se puede aspirar al ganar este certamen es el de tocar ni más ni menos que en la gran meca del metal, el festival con más historia y más pedigrí de todos los que se hacen en Europa (y quizás en el mundo). Quizás ya no es el más grande, el que reúne a más bandas o el que trae a los cabezas de cartel más tochos, pero el Wacken Open Air alemán es un evento inimitable y un nombre que impone solo de oírlo. Y yo tampoco he estado nunca, por cierto: herejía número 2.
La casualidad hizo que una de las semifinales de este año (la Este, que comprendía bandas de Aragón, Baleares y Catalunya) tuviera lugar en Igualada, residencia habitual de dos de nuestros colaboradores. Y como en Igualada no van tampoco sobrados de metaladas, tanto ellos de forma individual como la revista como ente global nos animamos con la historia y nos implicamos bastante con su promoción. Nuestro compañero Dídac Olivé acabó siendo jurado de esa semifinal que ganaron Siroll y Arcanus, y en general acabó tan satisfecho con el formato y la dinámica que nos despertó el gusanillo, así que no nos pudimos resistir a cubrir la final con las mismas ganas, incluso implicándonos de nuevo como jurado (una responsabilidad que en esta ocasión asumí yo mismo).
Por si no lo sabéis, el formato del concurso es el siguiente: ocho bandas (dos ganadores de cada una de las semifinales – Norte, Centro, Sur, Este – ) se reúnen en la Sala Upload de Barcelona para, en orden aleatorio, demostrar de lo que son capaces sobre un escenario en tan solo veinte minutos de actuación. Esta drástica limitación temporal hizo que cada una de ellas tuviera que empaquetar lo mejor de su propuesta sin un segundo que perder, algo que hizo que todo transcurriera de forma muy intensa y fluida. Nos quedamos con ganas de más en muchas de ellas, claro, pero a mí (y creo que a la inmensa mayoría de los presentes) me resultó una dinámica muy entretenida y divertida, especialmente al tener ante nosotros propuestas musicales tan variadas.
Por cierto, que mientras la gente se iba acumulando a las puertas de la Sala Upload, en la plaza mayor del Poble Espanyol las parrillas estaban (literalmente) echando humo, preparándose para la segunda jornada de un Rock and Grill que aparentemente consiguió reunir a bastante gente y que contaría con actuaciones de bandas tributo a Scorpions, Nirvana y Deep Purple (a las que vimos de refilón en la distancia entre banda y banda). Cuando llegamos a las seis y media de la tarde aún no había empezado ninguna de ellas, pero ahí ya había un montón de peña salivando por las perspectivas de una tarde/noche repleta de rock nostálgico y cadáver animal a la parrilla. Y quizás por eso, aparcar resultó ser una pequeña y frustrante odisea. Por cierto, que el Poble Espanyol inauguraba ya el escenario grande habitual de cada verano (cosa que no pudimos ver aún en el Punk in Drublic de hace un par de semanas).
Como os digo antes, en esta ocasión me tocó hacer de jurado, algo que a priori tenía pinta de ser muy divertido pero que a la hora de la verdad resultó ser un marrón. Un marrón divertido, es cierto, pero un marrón al fin y al cabo. Porque el nivelón de los directos que vimos esta noche aquí fue sencillamente espectacular, con bandas muy distintas entre ellas pero con una energía, una contundencia y una precisión sobre el escenario absolutamente brutales. Eso es lo normal, claro, ya que si lo piensas bien aquí se reúnen las mejores bandas (que han querido presentarse) de toda España. A mi humilde juicio, de hecho, almenos cinco de ellas podían haber ganado perfectamente, y aunque hubo cierta sorpresa generalizada ante al conocer el nombre de la triunfadora final, creo que los asturianos Drunken Buddha dieron indudablemente uno de los conciertos más disfrutados de una noche llena de conciertos muy disfrutados. Pero no avancemos acontecimientos y vamos allá.
Cain’s Dynasty
Como suele ocurrir en este tipo de casos, que te toque empezar es todo un handicap, ya que tienes que lidiar con un público aún frió y con un sonido aún un poco asá. Por si fuera poco, una propuesta tan compleja técnicamente (quizás la que más de toda la noche, ya es mala suerte) como la de los alicantinos Cain’s Dinasty se resintió especialmente de ello. Su power metal ultra técnico tiene momentos realmente veloces y tralleros y cuenta una puesta en escena sencilla pero muy dramática, pero lo cierto es que sonó mejor en disco que lo que lo hizo aquí, donde sus afilados riffs y sus potentes cabalgatas quedaron engullidos en una masa sónica frustrantemente ininteligible. Nunca sabremos ni podremos valorar si eso fue enteramente culpa de la sala (como veremos, el sonido iba a mejorar de forma radical a partir de ahora) o ellos también tienen parte de responsabilidad, pero lo que es innegable es que ese hecho les lastró de forma definitiva en sus posibilidades para hacerse con el triunfo final.
Y eso que, escénicamente, el quinteto se lo curró un montón y ofreció la actuación más teatral de toda la noche. Su guitarrista Joaquín Leal (con algo de pinta a Joey DiMaio, cabe decirlo) nos regaló poses y caretos uno tras otro, mientras que su vocalista Rubén Picazo (del que sí pudimos apreciar su impresionante versatilidad tanto en los guturales más abrasivos como en los gritos más agudos e histéricos – y también un poco manowáricos, la verdad, aunque la propuesta global no tuviera mucho que ver – ), alternó misteriosas capuchas con efectistas máscaras de demonio para mantenernos entretenidos durante toda su actuación. Candelabros, farolillos y demás utensilios romantizados ayudaron a ambientar el escenario de estos biznietos de Cain, a los que espero poder enganchar de nuevo en algún otro fregado para poder valorar como se merecen. Calidad ya os digo que no les falta.
Siroll
Al igual que pasó hace un par de meses en el MetalCat Fest, fue salir Siroll al escenario y cambiar radicalmente todo. Su concierto de hoy no fue quizás tan espectacular como el que nos ofrecieron ese día en el Razz 2 (menudo bolaco, pardiez), pero de nuevo pareció que, con su aparición, aterrizamos en otro evento completamente distinto: hasta el momento el sonido había dejado mucho que desear, pero con ellos pasó a ser asombrosamente conciso y rocoso, algo que continuaría siendo así durante el resto de la noche. Su contundencia musical y escénica ayuda a ello, claro, y gracias a ella se las apañaron para agarrar a la totalidad de la sala por los huevos (o su equivalente femenino) desde el minuto uno a base de tralla, precisión y violencia sónica. Su mezcla (más o menos) entre hardcore, groove y death metal cada día convence a más gente, y no me equivoco si digo que entre los reunidos aquí bien pocos se quedaron con dudas de su capacidad y su calidad.
En los breves veinte minutos de los que dispusieron muchas bandas apostaron por empaquetar (a su manera y estilo) la mayor parte posible de truquitos visuales y escénicos. A Siroll, sinceramente, todo eso pareció sudársele un poco. Sin sobreactuar en ningún momento (aunque sí que no pararon quietos de un lado para otro, sobretodo su bajista Thomas Meier y su vocalista Gou, a los que el escenario se les queda pequeño sea cual sea su tamaño), los de Cardona basaron su actuación puramente en la música y en una contundencia sónica verdaderamente granítica que no necesita de más artificios para convencer al más pintado, hasta el punto que resultaron ser la banda «extrema» más bien valorada de toda la final. No tocarán en Wacken, pero seguro que lo hacen cualquier fin de semana cerca de vuestra casa. Estad al loro y no os los perdáis, que estos tíos suenan de la leche y apuntan muy alto.
Eternal Psycho
Debo confesar que, a priori, la propuesta de Eternal Psycho no me convencía del todo. Ese metal más o menos alternativo / industrial con muchos elementos electrónicos (y más cosas, ya lo sé) no es precisamente uno de mis estilos de referencia, así que venía un poco a verlas venir. Pero lo cierto es que me tuve que tragar mis prejuicios al bien poco de empezar: desde el primer momento los madrileños sonaron como un cañón, con una base rítmica atronadora y contundente y un torbellino llamado Beka Biosques que no puede sino acaparar todas las miradas con su vistosa vestimenta (y pelo) y sus continuos movimientos, poses y bailoteos. Beka fue la única mujer sobre el escenario esta noche (sin duda una de las peores noticias de esta final), pero eso no la amilanó para nada, dejando meridianamente clara su valía como frontwoman y dejando huella en todos los presentes.
Aunque el concierto se me hizo bastante corto y lo disfruté mucho más de lo que yo mismo esperaba, probablemente pecaron de llevar demasiadas cosas grabadas, y eso se notó a la larga. Claro que las canciones de su primer disco de estudio, Your Demons Are Real, tienen esos arreglos y así tienen que sonar, pero quizás una ayuda a los teclados / sintetizadores hubiera estado bien. Aún así, una queja menor que no empaña una notable actuación y la evidencia que, tanto por su música como por su propuesta visual, Eternal Psycho tienen un interesante futuro por delante. Durante el último tema de su concierto subieron al escenario cuatro muchachos enmascarados que resultaron ser los componentes de la banda barcelonesa Dekta, amigos de nuestros protagonistas al haber compartido escenario en varias ocasiones. Se mantuvieron a los lados sacudiendo la cabeza durante casi toda la canción, y al final agarraron una cuerda (que les acercó la propia Beka) para acabar (más o menos) atando a la vocalista sin demasiada convicción. Un truco que generó expectación pero que seguro que habría quedado mejor de haberlo ensayado un poco más.
Wild Krash
Bueno, vamos a decirlo ya y así me lo saco de encima: menudo BO-LA-ZO el que se cascaron los sevillanos Wild Krash. La improbable amalgama de un hard rockero de camisa abierta, un punki con cresta y un bajo con la A de anarkía (es que hay que ser punki, joder) y un tío normal a la batería consiguió enloquecer a la sala desde el primer momento. Curiosamente (o no), su música se alinea enteramente con su aspecto: heavy metal clásico y tabernero en la vena de bandas como Accept con toques y la actitud punk de bandas como GBH. Si a alguien eso le suena raro (y no debería, la verdad), decirle que el resultado no podría ser mejor. Siempre sonrientes (tanto durante como antes y después del concierto) e interactuando constantemente con el público, los andaluces no necesitaron de ningún tipo de atrezzo ni artificio para dar el que fue, quizás y para mí, el mejor concierto de la noche. O al menos, se colocó seguro en el top 2.
Porque ésta es otra, claro. Como espectador eso era la hostia: cada banda sonaba mejor que la anterior y eso era un despiporre total y absoluto. Pero como jurado, estaba empezando a preocuparme por el hecho de que a cada concierto que pasaba me salía un nuevo contendiente a la victoria. Es cierto que las votaciones no funcionan exactamente así, escogiendo a un favorito y ya, sino que tienes que puntuar ciertos aspectos de cada actuación para acabar otorgando un máximo de 50 puntos por banda, pero aquí los listones parecían sobrepasarse con atónita facilidad. A pesar de ofrecernos una propuesta con la que a priori yo personalmente no me identifico al 100%, el electrizante concierto de Wild Krash fue un fiestón absoluto que acabó con la gente entregada y yeyeando como si no hubiera mañana. Creédme que si tuviera que montar cualquier evento, no dudaría ni un segundo de que estos tíos me pondrían la sala del revés en un abrir y cerrar de ojos. Eso sí, solo una cosa…. ¿eso de hablarnos en inglés entre tema y tema era del todo necesario?
Kritter
Y cuando ya estaba yo convenciéndome de que Wild Krash eran ley y lo suyo iba a ser muy complicado de superar, van y se suben los putos Kritter al escenario para ponerme las cosas aún más difíciles. Con una presencia escénica imponente (caras pintadas y jetos agresivos) y un nivel de actividad frenético de todos sus miembros, los de Salamanca salieron a por todas y se marcaron un auténtico bolaco (¡otro más!), compenetrado, contundente y sólido como una roca. Su música es quizás algo complicada de clasificar, pero esa especie de mezcla entre heavy clásico, groove metal, metal alternativo y death metal melódico moderno a mí me entró como la seda. Imagino que éste último sería su estilo de referencia, pero la cosa no sé queda ahí. Por ejemplo, hay un par de temas que me recuerdan bastante a Himsa, una banda brutal y que me encanta que nunca llegó a tener el reconocimiento que creo que se merecían. Más allá de eso, el sonido de Kritter tiene su propia personalidad gracias a una batería bombástica, a unos teclados que aportan muchos matices interesantes y a unas cuerdas que hacen que todo suene increíblemente grave, poderoso y cohesionado.
Mención especial merece su su vocalista, Gabe, que a parte de no parar de arengar al público en todo momento con o sin micrófono, me cautivó con su capacidad vocal y su habilidad para pasar de guturales a melódicos de una forma natural y progresiva. Es decir, no es que tuviera dos voces que fuera alternando binariamente como muchos otros cantantes, sino que en un mismo verso podía modular su tonalidad para ser más o menos gutural, yendo de un a otro extremo constantemente y ayudando a aportar unas dosis deliciosas de melodía a una música que no concedía un segundo de respiro. Los miembros de Kritter ya no son unos jovencillos, y se nota mucho que tienen los cojones pelados de estar y darlo todo sobre un escenario. Por ello, acabaron siendo la banda que valoré con una nota más alta. Primero porque se pegaron un bolazo incontestable (para mí en el top 2 de la noche) y segundo porque su propuesta musical me gustó muchísimo. Bandaza a seguir.
Arcanus
Hay gente que puede pensar que el hecho de ser una banda local es una ventaja en un concurso como éste. Sin duda lo fue en el sentido que buena parte del público ya los conocía y, en consecuencia, a la mitad del primer tema ya tenían a la pista totalmente enloquecida. Por otro lado, y desde el punto de vista del jurado, no tengo tan claro que sea algo tan positivo (o quizás fui yo, que me tomo las cosas muy en serio). Como ya sabía como se las gastan en directo y estaba convencido que iban a poner la sala del revés (como así fue), ese factor sorpresa que sí que tuvieron bandas como Wild Krash o Kritter no existió en ellos. Eso de por sí no supone ningún problema, claro: me esperaba un bolazo enorme y dieron un bolazo enorme, pero al igual que me pasó con Siroll, no me impresionaron tanto como las dos bandas que menciono aquí arriba a pesar de dar bolazos del mismo nivel. Es posible que eso sea un poco injusto, es cierto, pero como así es, pues así os lo cuento.
El hecho es que Arcanus no necesitaron más de diez segundos para dejarnos claro que iban a sonar como una apisonadora, y a medio tema ya estaban tres de sus miembros bajados a la pista para hacer las delicias de un público que les adora. Porque uno no sabe bien donde mirar: por un lado tienes al aparentemente tranquilo Victor Vallespir contorsionarse, enloquecer y sacar la lengua, por el otro tanto Denis como Javier no paran quietos mientras sacuden constantemente sus (muy) voluminosas cabelleras, y por si fuera poco su vacilón y potentísimo vocalista Oscar Gallardo entra en una especie de catarsis interna cada dos por tres. Su brutal groove metal es adictivo y contagioso, y con él fueron capaces de generar la mayor locura de la noche, un caos semi controlado que duró veinte minutos y que la gente disfrutó hasta dejarlo todo. No ganaron (aunque se llevaron una gran nota por mi parte), pero al igual que ocurre con Siroll su carrera no tiene freno, ya que lo cuando se suben a un escenario, la sensación es que ahí está pasando algo especial. Y eso se nota.
Drunken Buddha
Después de las electrizantes y brutales descargas de Wild Krash, Kritter y Arcanus, la verdad es que la aparición de Drunken Buddha supuso un cierto bajón de intensidad en la sala. También es cierto que yo, a bote pronto, percibí esto como algo negativo, subestimando así su relevancia en el global de la noche, pero también es importante valorar como para muchos fans de sonidos más clásicos que no aprecian los guturales y la tralla como algo necesariamente agradable, su salida fue todo un soplo de aire fresco. Eso de los gustos, que dicen. La verdad es que una de las cosas que me desagradó de la noche (y de su repercusión en redes) fue el ver hasta qué punto la gente se sitúa en bandos opuestos y encarnizados en un tema así, con tralleros vs no-tralleros aireando sus prejuicios y armándose de verdades absolutas sin ningún tipo de reserva. Tíos, esto es todo rock, y del bueno. Claro que no os tiene que gustar todo, faltaría más, pero despreciar aquello que no cuadra con lo vuestro (y menos sin intentar entenderlo) tampoco aporta demasiado, ¿no creéis?
Bien, dicho esto, es verdad que Drunken Buddha ofrecieron una propuesta totalmente distinta al resto de las bandas que desfilaron hoy aquí. Tanto que en lo suyo no hay ni metal, y mientras todos se paseaban por la sala en sus camisetas negras o sus pintas agresivas, ellos lo hacían con camisas de topos blancos. Los de Gijón practican un hard rock setentero, psicodélico, sexy, con hammonds maravillosos, bailoteos sugerentes y revolcones constantes por el suelo. Poco a poco me atraparon también a mí en su aura lasciva (pero elegante), y la verdad es que toda la gente con la que me iba encontrando me comentaba con sonrisas emocionadas el pedazo de bolazo que se estaban marcando mientras sacudían las caderas a su ritmo. Para mí también lo fue, sin ninguna duda, y su final hipnótico fue totalmente memorable, pero supongo que por una cuestión de gustos no me alcanzaron el nivel subjetivo de las tres brutales descargas que acabábamos de ver. Así que aunque en ese momento no acababa de contar con ellos para la victoria final, tampoco creo que, viendo su concierto y la reacción del público, eso se pudiera considerar ninguna sorpresa.
River Crow
Y como quien no quiere la cosa (porque se hizo corto, creedme) llegamos a la última banda de las ocho que íbamos a ver hoy aquí. Y así como ser los primeros es un handicap, me temo que ser los últimos también lo es. A estas alturas de la noche habíamos recibido muchos inputs distintos, y los habíamos vivido todos con tal intensidad que nuestros niveles de atención se veían ya un poco mermados. Aunque bueno, no sé hasta que punto eso afectó a la impresión del jurado o es sencillamente una reflexión personal más, porque la verdad es que los manchegos River Crow consiguieron volver a levantar un huracán de energía en la pista que cerró la jornada por todo lo alto, con fiestón generalizado e improbable wall of death (el único que vimos hoy, curiosamente) incluido.
A riesgo de sonar como un estereotipador de la vida, el hecho de que varios miembros de la banda subieran al escenario con camisas a cuadros de leñador atadas a la cintura podía dar a entender por donde iban a ir los tiros. Y una vez empezaron a sonar las primeras notas de su concierto descubrimos que no íbamos nada desencaminados: heavy metal y rock alternativo noventero y de dejes sureños se mezclan en una propuesta compacta y energética que posiblemente no alcanzó los niveles de complejidad y de precisión de otras bandas que vimos hoy, pero que resultó ser perfecta para ese momento de la noche. Su vocalista David llevó las riendas del concierto con un nivel de actividad casi estresante y una actitud alegre y animada que consiguió contagiar entre la audiencia sin demasiados problemas. Quizás el suyo no fue uno de mis conciertos top de la noche (porque menudo nivelón), pero nadie puede dudar de que los de Ciudad Real tienen mucho que ofrecer sobre el escenario.
La decisión del jurado
Pues bien, el momento decisivo había llegado. Durante toda la noche había ido tomando mis notas aproximadas, y ahora tocaba plasmarlas en mi voto definitivo. Para aquellos que no sepáis como funcionó la votación, os lo explico: al llegar al recinto la organización nos dio unos papelitos en los que puntuar varios aspectos de la actuación de todas y cada una de las bandas. Los apartados eran: «Profesionalidad», «Show», «Interacción con el público», «Imagen», «Composición / Ejecución» y «Conjunto», de forma que en total cada banda sería puntuada de 0 a 50 puntos. Al contrario de lo que me pensaba, no hubo ningún tipo de debate: los siete miembros del jurado (que nunca supe quiénes eran excepto dos de ellos) nos reunimos en una sala del piso superior de la Upload y, sencillamente, le cantamos nuestras votaciones a la organización de forma totalmente transparente e independiente. Así, cada banda podía recibir una puntuación entre 0 y 350 puntos, lo que da un margen suficiente como para que no haya lugar a duda: quienquiera que ganara, lo hizo bajo un consenso bastante grande.
Como sabéis, los ganadores resultaron ser Drunken Buddha, seguidos por Wild Krash y por unos Siroll que quedaron muy cerca del segundo puesto. Mis votaciones (que si bien no recuerdo los puntos exactos todas superaron los 35 puntos – es decir, el 7 sobre 10 -) acabaron saliendo en el siguiente orden: Kritter, Wild Krash, Arcanus, Siroll, Drunken Buddha, Eternal Psycho, River Crow y Cain’s Dinasty. A pesar de ello, la victoria de los de Gijón resultó ser bastante abultada, así que no hay lugar a la duda: Drunken Buddha fueron justos vencedores de esta edición de la W:O:A Metal Battle Spain. Por cierto, los miembros del jurado eran Charli Sangar (guitarrista de Soul Dealer, ganadores de la pasada edición del concurso), el director de Cineaccion Producciones (que ofrecen la grabación de un videoclip al ganador), Silvia y Lu Ponyo (redactoras de Subterráneo Magazine), Jésica Cristóbal (del programa de radio Rock sin Maneras), Ricard Altadill (organizador del CMF Can Mercader Festival y del MetalCat Fest, así como colaborador de Metal Hammer, de Science of Noise y dinamizador cultural en general) y por último yo mismo, en calidad de director de Science of Noise (y persona de criterio infalible). Vamos, gente de edades, backgrounds y gustos muy distintos.
Una vez tomada la decisión, subimos todos al escenario para, después de ser presentados uno a uno y de un apasionado y eufórico discurso por parte de Emma Garcia, responsable máxima de todo el cotarro junto a Larry y Maitane de Diario de un Metalhead, se anunciaran finalmente los ganadores ante (supongo que eso habría pasado ganara quien ganara) un mar de opiniones divididas entre el respetable. El abrazo en el que se fundieron los miembros de Drunken Buddha en medio de la sala fue uno de los momentos más emocionantes de la noche, y les deseo sinceramente el mayor de los éxitos en su participación en la batalla final en Wacken, peguen o no con el estilo del festival. Oí que hubo algunas bandas muy contrariadas con esa decisión, y entiendo que, por supuesto, todo el mundo quiere ganar, pero cuando te apuntas a un concurso ya sabes a lo que vas. Y aunque en este caso muchos hicieron méritos para llevarse la primera posición, al final solo puede ganar uno.
Rock ‘n Grill
Una vez nos echaron de la Upload, que se engalanaba rápidamente para una de las múltiples post parties del concierto Rammstein (una banda y un concierto, por cierto, al que varias bandas y aficionados se refirieron de forma despectiva durante toda la noche, como si hubiera una cierta superioridad moral consensuada inherente en el hecho de venir a ver la Metal Battle en vez de a ellos), nos dimos de bruces con ese Rock n’Grill que teníamos ya casi olvidado. Y habiéndome metido un atracón de Deep Purple y Rainbow en estos últimos días para preparar este repaso a la carrera de Ritchie Blackmore, la verdad es que me hizo bastante ilusión salir fuera y que empezaran a sonar las primeras notas de «Child in Time».
Yo no suelo ir ni he ido casi nunca a conciertos de bandas tributo (no porque tenga nada en contra de ellas como muchos haters furibundos, sino porque bastante me cuesta conciliar mi vida y bastantes conciertos de bandas que me gustan me pierdo ya como para meter tributos en la ecuación), así que meterme de golpe en ese ambiente fue una curiosidad y una sorpresa. En todo caso, y aunque me acerqué para mirármelo con expectativas bastante altas, lo cierto es que esos Casino Montreux tampoco sonaron tan bien, quedándoles el escenario bastante grande tanto en interpretación como en propuesta escénica. Vamos que la mayoría de bandas que tocaron en el concurso (quizás todas) lo petaron bastante más.
Lo que me resultó más fascinante de todo, sin duda, es que un par de miles de personas se reunieran en la plaza mayor del Poble Espanyol para mirarse impasiblemente una banda de tributo a Deep Purple sin conocerse ni tan siquiera la melodía principal de «Perfect Strangers» (no me llegué a quedar para ver si «Smoke on the Water» iba a correr mejor suerte, supongo que sí). En todo caso, este hecho no deja de corroborar mi opinión de que este tipo de conciertos, en general, no le quitan para nada público a las bandas «normales», ya que la inmensa mayoría de los que estaban allí no tenían ningún o casi ningún interés o inquietud por la música. Lo que ojo, antes que os embaléis, tampoco creo que les convierta en mejores ni peores que nadie.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.