Conocí a Dynazty hace unos años. YouTubeando di con el vídeo de la que considero fue la mejor canción de 2016 y, aún, su mejor tema, “The Human Paradox”. Desde ahí empecé a investigar y vi que, si es cierto que en sus principios se acercaban al hard rock, precisamente desde Titanic Mass (2016) su estilo se endureció, o quizá, simplemente, varió, modernizándose un poco. Buena muestra de ello es su anterior lanzamiento, Firesign (2018), creo que muy influenciado por las andaduras del su vocalista, Nils Molin, en Amaranthe, a los que también presta su voz.
En cualquiera de sus dos facetas, la más tradicional o la más moderna, son un grupazo que disco a disco se reafirman como una banda a la que tener muy en cuenta, pero que como suele pasar en estos años, la popularidad se le escapa entre las manos. Su música ya no es mainstream, y supongo que eso afecta. Aun así, siete discos en poco más de una década creo que es un bagaje más que satisfactorio.
Hace unas semanas nos presentaron su último lanzamiento, The Dark Delight (2020), y lo primero que destaca es que el sonido más moderno, más electrónico, más oscuro sigue presente (aunque quizá no de forma tan exagerada como en su anterior disco). La melodía sigue siendo el motor conductor de su música, y todas las ejecuciones son más que decentes. Destaco, de nuevo, la voz de Molin, que cada vez me gusta más, tanto el timbre como técnicamente. Se aleja de los agudos más o menos normales en el estilo, para ganar profundidad y personalidad. Es uno de los grandes signos de reconocimiento del grupo, y no creo que con otro tipo de voz funcionase igual.
Empezamos con uno de los singles, “Presence of Mind”, y guarda todas las esencias del grupo y que ya hemos mencionado. Melódica, potente, con unos sintetizadores interesantes… lo que el grupo viene ofreciéndonos desde hace casi un lustro. Seguimos con “Paradise of the Architect”, y el sabor al otro grupo de Molin es más que notable. En cambio, “The Black” (no sé si en contraposición a “The Grey” de su disco anterior) tiene más personalidad, menos potencia pero más delicadeza (ojo, no confundir esto con balada, ¡¿eh?! El estribillo es potentísimo).
Sonidos extraños, incluso misteriosos, llegan con “From Sound to Silence”. Vuelve a ser muy potente, con unas afinaciones graves en las guitarras, y los sintetizadores a todo trapo (es extraño en un grupo que no tiene teclista permanente en su formación). La gran sorpresa son los guturales que decoran la canción, inéditos hasta ahora. “Hologram” da la sensación de ser la balada del disco. El piano inicial y la orquestación que le acompaña, Molin sintiéndose cómo con este registro más tranquilo, algunas guitarras acústicas… pero no. A medida que avanza gana potencia hasta convertirse en un medio tiempo preciosista cargado de electricidad (como todo el disco). “Heartless Madness” trae de nuevo el ritmo bailable que abrazan los suecos. Podría estar en Eurovision o, yo que sé, en algunas discotecas, a pesar de que las guitarras se dejan escuchar muy bien. Aunque da la sensación de que el estribillo ya se ha escuchado antes, es uno de los temas más divertidos del disco.
El ritmo machacón vuelve con “Waterfall” y un estribillo con cierto sabor a Abba y la melancolía tiñéndolo todo. Las guitarras del interludio (estribillo – estrofa) harán las delicias de los amantes de los sonidos más modernos. “Threading the Needle”, sin ser mala, me parece de las más flojas del disco. No aporta nada que otros temas hayan traído ya, y lo hace de forma algo sosa. Por el contrario “The Man and the Elements” tiene un toque celta muy interesante, principalmente en su introducción. Quizá la más diferente de las 12 (o 13, según la edición) del disco.
“Apex” tiene cosillas de, quizá, Kamelot, y de nuevo los guturales adornan el principio de un corte más que divertido. Las guitarras son brillantes. Escuchando “The Road to Redemption” podríamos pensar que en vez de suecos son del lejano oeste, pues el sabor a desierto americanos salpicado de cactus está presente de forma constante. La edición normal acaba con la homónima “The Dark Delight”, y tiene un poco de todo, desde un punteo interesante a un ritmo constante y machacón. Una melodía preciosa y una voz portentosa. Una gran forma de acabar un disco, pues es un temazo, si no fuese porque algunas ediciones tienen un bonus track, “The Shoulder Devil”, mucho más sinfónico e, incluso, rápido, a lo que han venido haciendo.
Lo bueno de Dynazty es que puede gustar a un abanico muy amplio de personas. Yo, por ejemplo, soy amante del hard rock y los sonidos más melódicos, así como del power metal más tradicional. Pero si te gustan sonidos más del siglo XXI, el grupo puede engancharte igualmente. Hubiese preferido un poco menos de sintetizadores, ya que creo que fue con Titanic Mass donde encontraron su mejor sonido, pero es innegable que han sabido evolucionar y encontrar su propio registro. Me ha parecido un discazo a la altura del grupo. Muy recomendable.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.