Aunque es buena noticia tener un disco nuevo de los norteños Eclipse, siempre me ha dado reparos una «segunda parte», salvo honrosas excepciones. Así que ver un II con el mismo título que su anterior lanzamiento (que no fue el mejor del grupo), la misma portada pero en blanco y negro y que salga apenas un año después, me hace pensar que es un disco de sobras. Eso no tiene por qué ser malo, porque los de Mårtensson pueden tener canciones descartadas mejores que las titularísimas de otras bandas, pero de entrada ya me deja el cuerpo raro, extraños. Pero le daremos al play a ver qué suena.
No espero innovación. No es lo suyo, no es a lo que juegan, aunque de vez en cuando se salgan de una estrictísima sota-caballo-rey. Es decir, espero canciones con gancho, con mucha melodía, con estribillos divertidos y coreables y que en directo tienen que funcionar muy bien. Hace ya dos o tres discos que no lanzan un himno como tal (ojo, no hablo de buenas canciones, ¿eh?), así que tampoco espero un «The Storm» o «Never Look Back», ni ningún cañonazo como su indignamente olvidada «Take Back the Fear», de las que ya nos dijo el chico de oro que no la tocaban en directo porque era demasiado exigente. A priori, sin haberle dado al play, me huelo que será un disco que ronde un 7, pero en ningún caso de 8 hacia arriba. Ojalá me equivoque.
Tenemos un larga duración de 11 temas en unos segundos menos de los 40 minutos. Teniendo en cuenta que hay algún tema que supera los cinco minutos, eso nos deja canciones cortas que bordean los tres minutos. Es algo que ya me gusta. Veo una tendencia generalizada a hacer temas cada vez más largos, de siete u ocho minutos, siendo normal algunos que superen los 10, y aunque evidentemente dependerá de cada canción en sí, en general me parece algo aburrido, como un «a ver quién la tiene más larga» que no suele aportar calidad. Punto para ellos.
Pero supongo que estáis aquí para saber qué tipo de canciones contiene este Megalomanium II (2024). Pues vamos a ello. Abrimos con una vieja conocida, «Apocalypse Blues», uno de sus singles, y es justamente lo que decía algún párrafo más arriba: resultona, con una melodía divertida y un estribillo molón, pero nada nuevo bajo el sol. Y aunque tiene su aquél, creo que no compite contra canciones similares del grupo. «The Spark», el segundo single del grupo, es precisamente, otro single con todo lo que conlleva. A base de escuchas seguro que entra suavecito sin mantequilla ni aceite, y segurísimo que en directo funcionará a las mil maravillas, pero sigue quedando lejos de clásicos del grupo. Ojo, que ninguno de los dos temas es malo, solo que no es tan bueno como otros que han sacado. Exactamente digo lo mismo de «Falling to My Knees», aunque tenga menos aire comercial y de single en puente y estribillo. Eso sí, la melodía te resonará mucho, lo entenderás cuando la escuches. Con algún toque más «punk» (entre comillas) llega «All I Want», que sin ser mejor que sus predecesoras, sí es menos igual. Si es bueno o no, lo dejo a elección de cada uno.
En otra línea suya, es dec ir, otro tipo de canciones a las que nos tienen acostumbrados, llega «Still My Hero», que sin serlo para nada, me transmite cierta melancolía, no sé explicar por qué. Es algo que ya han hecho en el pasado y que es interesante. Eso sí, creo que no funcionará tan bien en directo. Con muchas menos revoluciones, entre medio tiempo y balada, suena «Dive Into You», y aunque el grupo tiene grandes canciones que caben en esta definición, no es su punto más fuerte. El estribillo me parece haberlo escuchado con anterioridad, así que para mi es un FF de manual. Con algo más de alegría, que no de velocidad ni potencia, llega «Until the War Is Over», que tampoco me acaba de enganchar. No son malos temas, pero Mårtensson puede hacerlo mejor, lo ha demostrado durante muchos discos. Fijaos si sabe hacerlo mejor, que «Divide & Conquer» sí es diferencial. Tiene cierto aroma a la anteriormente mencionada «Take Back the Fear», una de mis preferidas del grupo. Aquí tenemos más caña, más rapidez y la misma melodía. Para mí es de las destacadas del disco.
Llegamos al tramo final. «Pieces» sigue casi donde la deja su predecesora. También es de las cañeras del lanzamiento, aunque no tan rápida, melodías a raudales y un estribillo que podría mejorarse. Más balada que la de hace dos o tres temas es «To Say Goodbye», y repito lo ya dicho: aunque tienen temones que caben en esta descripción, no es la mayor fortaleza del grupo, y aquí vuelven a demostrarlo. Es un poco chof, pero no es como para arrancarse la cabeza. Y acabamos con «One in a Million», la más larga del disco con casi 5:45 minutos. En algunos aspectos me recuerda a «Black Rain», con ese aire más pesado, más denso, aún estando repleta de melodía. La tocarán en directo, y para mi será un error.
En definitiva, he ganado la apuesta que decía. El disco tiene buenos temas, pero en un año no recordaré ninguno, al igual que me sucedió con la primera parte de este lanzamiento. Como fan incondicional del grupo y de su líder, pienso que les vendría bien dar un paso adelante en su música, pero en la dirección adecuada. Lo que nos ofrecen aquí me sabe a un refrito: a veces está bien, satisface el hambre, y con una cerveza bajo el sol de julio o agosto, puede ser justo lo que apetece, pero no es lo más nutritivo. Le pongo la nota que aposté, y creo que no me equivoco.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.