Nuevo peregrinaje hacia l’Anella Olímpica, esta vez para poder disfrutar en solitario del genio y talento del Sr. Edward Louis Severson III, más comúnmente conocido como el vocalista de Pearl Jam o, como me gusta llamarle a mí, el puto Eddie Vedder, quien, para la ocasión, tuvo a bien de acompañarse de otro gent, el irlandés Glen «Falling Slowly» Hansard.
Durante casi cuatro horas –Glen tomó el escenario a las 20:15 y Eddie lo abandonó cuando quedaban cinco minutos para la medianoche-, en lo que era una más que cálida noche de verano en la Ciudad Condal, el Palau Sant Jordi se rindió a la genialidad de este dúo en el que, seguramente, sea uno de los conciertos de la temporada estival barcelonesa.
A lo largo de la actuación, la audiencia (que no llenaba el recinto ni de coña… a pesar de los «trucos» por parte de la organización que un poco más adelante os explicaré) fuimos entretenidos a base de canciones, arte, diapositivas de Gaudí y, por encima de todo, sentimientos, de esos que el bueno de Eddie -y por extensión el bueno de Glen– tan bien sabe transmitir.
Parece que el líder de Pearl Jam y el irlandés han, por así decirlo, creado una muy buena sintonía, encima y fuera de los escenarios, en los últimos años. Y, creedme, tiene sentido. Ambos son los carismáticos líderes de unas bandas de rock amadas y respetadas (por si no lo sabéis, Glen es el líder de la banda de rock irlandesa The Frames) y ambos han publicado exitosos trabajos en solitario. Por todo ello, no es de extrañar que esta no-tan-extraña-pareja se suba cada día al escenario con el alma puesta en dar el 200%.
Siempre que Eddie ha necesitado a un amigo en el que confiar, cada vez que se embarca en una aventura sin Mike, Stone, Jeff y Matt, Hansard (con el permiso del neozelandés Neil Finn) ha sido el hombre de confianza de Eddie. Pearl Jam, por ejemplo, contó con «sus servicios» durante las celebraciones de su vigésimo aniversario como banda en 2011, y ha acudido a la llamada siempre que Vedder le ha necesitado. Y aquella noche de finales del mes de junio de 2019, este fiel escudero se prestó -en cuerpo y alma- a cantar a su lado, a tocar la guitarra, el piano o la pandereta a su lado siempre que el guión así lo requiriera.
Pero, antes de que todo ello tuviera lugar, Glen nos obsequió con un pequeño, a la par que intenso y, porqué no decirlo, emotivo viaje a través de su historia musical.
Glen Hansard
Con gran parte del respetable todavía enfrascado en encontrar sus asientos, ya fuera por torpeza o porque la organización se empeñó en querer amargar el inicio del show a más de dos centenares (y quizá me quede corto) de los asistentes, Hansard salió a escena cuando pasaban 15 minutos de las 20:00. Un silencio más o menos decente se apodó del Sant Jordi cuando, enfundado en su guitarra acústica, empezó a hacer sonar los primeros acordes de «Say It to Me Now» de sus The Frames. Minutos más tarde, y ya sentado tras su piano, interpretó suavemente los acordes iniciales de «Fool’s Game» de su más reciente This Wild Willing (2019), no sin antes responder a los piropos que parte del público le profería, hecho este que estoy seguro agradeció (de corazón) tras su mala experiencia con el público belga de días antes. ¿Cómo se las arregla este tipo para reunir tales niveles de emoción? Apenas llevaba seis minutos de actuación…
Todavía con su guitarra a cuestas, nos regaló «When Your Mind’s Made Up» de The Swell Season, suavemente rasgada, antes de pegarle -literalmente- una paliza en toda regla a las seis cuerdas de su instrumento. Este final tan «inesperado» se tradujo en la primera gran ovación de la velada, con la multitud puesta en pie (bajo la mirada amenazadora de los responsables de seguridad, quienes no cesaron en su empeño de amargar la noche a más de uno) gritando.
Una base per-grabada nos introdujo «I’ll Be You, Be Me», con la que volvieron a bajar las revoluciones… hasta que a Glen le dio por meter toda la distorsión del mundo para acabar interpretando un pequeño baile, tan ridículo como efectista, mientras sostenía la guitarra por encima de su cabeza. Tras el jolgorio, el piano volvió a apoderarse del escenario. Era el momento de «Shelter Me». Acto seguido, «Way Back in the Way Back When», con especial dedicatoria a todos los foráneos que viven en Barcelona, a todos aquellos inmigrantes económicos que han tenido que dejar atrás su país para poder ganarse la vida. Sin duda, este fue el momento más intenso de todo su set. Hacia el final de la canción, un invitado muy especial hizo acto de presencia. Se trataba del guitarrista maño, y amigo del cantautor, Javier Mas, con quien también interpretaría a dúo «Her Mercy», de su álbum de 2015 Didn’t He Ramble, y el clásico de Leonard Cohen «Bird on a Wire». La actuación tuvo su punto y final con la genial «This Gift», con un Hansard abandonando el escenario entre brincos cogidito de la mano del Sr. Mas.
Setlist Glen Hansard:
Say It to Me Now (The Frames cover)
Fool’s Game
When Your Mind’s Made Up (The Swell Season cover)
I’ll Be You, Be Me
Shelter Me
Way Back in the Way Back When (con Javier Mas)
Her Mercy / Bird on a Wire (con Javier Mas)
This Gift
Eddie Vedder
Mientras los técnicos, que para la ocasión iban enfundados en unas batas blancas de laboratorio, hacían los pertinentes arreglos para la entrada de Eddie, finalmente pudimos ver el decorado que se había mantenido oculto bajo unas sábanas desde que comenzó el concierto. El escenario estaba flanqueado por un par de figuras disfrazadas de cheerleaders, luciendo enormes tiaras de bolos; arte contemporáneo, no preguntéis. Tras ellas, unas luces pequeñas, como si de una iglesia se tratara. En general, el ambiente era muy íntimo, como si Eddie estuviera a punto de dar un recital desde el sótano de una casa de los años 70. Había viejas máquinas TEAC, maletas abiertas (obviamente adornadas con el famoso logo de The Who) y soportes con guitarras acústicas, mandolinas y, como no, ukeleles. Y a todo esto, a modo de telón de fondo, en una gran pantalla se podía leer un mensaje que venía a decir algo así que, debido a la naturaleza íntima del show, no estaba permitido utilizar ningún dispositivo para realizar fotos y/o grabar total o parcialmente el espectáculo, premisa esta que todos los asistentes tuvimos a bien respetar… o no. Y yo me pregunto, si tan íntima era la cosa… qué sé yo… un Liceu, un Palau de la Música… un otro sitio más íntimo y recogido, como ya hiciera hace unos años Chris Cornell. Pero no, que lo queremos todo muy íntimo y personal… pero con miles de espectadores, que, al fin y al cabo, esto va de amasar cuanta más pasta mejor. En fin. Pero bueno, «más íntimo» sí que fue, porque la organización se vio forzada a adelantar varias decenas de metros el escenario debido a la ¿inesperada? floja venta de entradas. Bueno, no quiero adelantarme…
Los primeros en subir al escenario fueron el fantástico cuarteto de cuerda holandés Red Limo String Quartet, quienes comenzaron el show regalándonos, con brío y estilo, el clásico de Pearl Jam «Alive». La multitud ya estaba cantando cuando Eddie Vedder se abría paso silenciosamente hacia el escenario. Su entrada fue recibida con una (como no) gran ovación con todos los allí presentes en pie (bajo la intimidatoria mirada, una vez más, del personal de seguridad, a quienes aprovecho para saludar muy poco afectuosamente) y, con una sonrisa tímida, se sentó para interpretar la primera de la noche, «Far Behind», de la genial banda sonora de la película de Sean Penn Into the Wild (2007). Los años no han hecho mella en la voz del artista aunque, ciertamente, sí ha cambiado levemente, pero lo que está claro es que aquella noche del pasado 25 de junio no le faltó ni un ápice del poder y de la potencia que siempre ha caracterizado a su forma de cantar, de narrar historias. En todo caso, ahora más bajo y más controlado, es un instrumento que creo que ha crecido en él.
Como suele ser tradición, durante la interpretación de «Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town», Eddie nos dio la oportunidad de saludarle tras su célebre «I just want to scream…», en lo que pasó a convertirse en el primero de los muchos escalofríos que recorrieron mi anatomía. Momentos de reciprocidad, de camaradería entre el artista y (su) público. La fuerza con la que le devolvimos el «Hello!» estoy seguro que hizo que se escuchara hasta en la Plaça d’Espanya. Joder, así a lo tonto se ganó la segunda gran ovación de la noche… y eso que solo llevaba dos canciones interpretadas.
La primera de muchas versiones llegó con «You’ve Got to Hide Your Love Away» de The Beatles, el cual nos mostró a un Vedder, armónica en boca, descorchando la primera botella de vino de la noche y acercándose hasta el filo del escenario para brindar con el respetable de primera fila… bueno, de «primera fila». Nunca antes nadie que hubiera pagado por una fila 10 o 15 había tendido tantísima suerte. «Keep Me in Your Heart» del ya fallecido cantautor estadounidense Warren Zevon fue la siguiente en caer, y os aseguro que casi todos los allí presentes teníamos, no solo ganas de mantener al bueno de Eddie por unos momentos en nuestros corazones, sino que me da a mí que más de uno (y más de 1.000) tenía la sana intención de no dejarle salir del suyo en una buena y, probablemente, eterna temporada.
Con «Just Breathe», tema de Pearl Jam contenido en su Backspacer del año 2009, el cuarteto holandés regresó a escena, a la cual les siguieron una versión bastante eléctrica de «Dead Man», con la que se empezaron a proyectar imágenes en vivo del cantante en la gran pantalla colocada al fondo del escenario, y una «Wishlist» con guiño a su amada ciudad de Barcelona: «For fifty million hands upraised and open toward the sky of Barcelona», a lo que la gente respondimos con una fuerte ovación mientras se encendían las luces del lugar.
Momentos antes de interpretar con su ukelele «Sleeping by Myself», tema que posteriormente re-grabaría con toda la banda para Lightning Bolt (2013), se nos dirigió por primera vez -en un castellano que no acaba de arrancar en el artista- para confesar, entre otras muchas cosas, que Barcelona había pasado a ser una parte importante de su vida, añorando que su familia no pudiera acompañarle para la ocasión.
Con «No Ceiling», «Guaranteed» y una emotiva versión de «Rise» volvimos, cual Christopher McCandless, a perdernos en la inmensidad de la naturaleza de la mano de Jon Krakauer. Sobre todo estas dos últimas se benefician del hermoso acompañamiento de cuerdas del Red Limo String Quartet y, en particular, en «Guaranteed», su escala descendente de ensueño le devuelve algo de su alcance cinematográfico.
A partir de aquí nos sumergimos en un mini set de temas de Pearl Jam, con la impresionante «Immortality», «I Am Mine» y «Thumbing My Way», lapsus incluido, de su infravalorado Riot Act del año 2002.
Enfilando ya la recta final de su concierto (eso no se lo creía ni él) nos presentó al cuarteto de cuerda justo antes de volver a Into the Wild de la mano de la que, posiblemente, sea mi canción favorita de Vedder en solitario, «Long Nights». El tema también supuso el regreso de Hansard al escenario para interpretar la linea de bajo, un escenario que volvería a frecuentar con bastante asiduidad durante la última hora de show, tanto es así que cambió el bajo por la guitarra para ayudar a Eddie quien, con la única ayuda de su voz, interpretó una impresionante versión del clásico de Pearl Jam «Black». Bbbffff, momento de la noche, de la misma forma que lo fue meses antes cuando vino con toda la banda a ese mismo recinto. Nunca antes había vivido con tantísima intensidad su «I know someday you’ll have a beautiful life, I know you’ll be a star in somebody else’s sky, but why, why, why can’t it be, oh can’t it be mine?». Las lágrimas y la incipiente ceguera que se está apoderando de mis ojos, a penas me permitían ver mis manos para participar en la que, sin duda, fue la ovación más cerrada de la noche. Haceos el puto favor de poneos este tema ahora mismo on repeat mode, por favor.
Y tras la calma, la tempestad en forma de «Lukin», interpretada con un ukelele… ¿eléctrico? Y ya puestos, ¿qué mejor que acabar con «Porch»? En esos momentos las tarjetas amarillas de los miembros del cuerpo de seguridad se dieron por vencidas; tratar de escucharla sin saltar, a ver si eres capaz. No, ¿verdad? Pues los allí presentes tampoco fuimos capaces de estarnos quietecitos en nuestro puto asiento por más que se empeñaran.
Tras unos minutos de ausencia, que los técnicos/científicos aprovecharon para darle un repasito al set, el Red Limo String Quartet regresó a escena para interpretar «Jeremy» mientras se proyectaban unas imágenes de un Eddie Vedder visitando La Pedrera de su admirado Gaudí, con nuestros Oooohhhh, ooohhhhhhh’s de fondo, acompañando al artista. Ya con Vedder en escena llegó la tercera versión de la noche, y el afortunado era otro Beatle, su guitarrista para más señas. la elegida fue «Isn’t It a Pity», momento este en el que el artista sacó a relucir su lado más reivindicativo mientras en la pantalla se mostraban las imágenes de una instalación que el artista JR. Esta obra de arte sobre inmigración muestra a un niño mirando por encima de la vaya, hacia Estados Unidos. Ubicada en la ciudad mexicana de Tecate, aproximadamente a una hora al sureste de San Diego, la fotografía muestra a Kikito, un niño que el artista conoció mientras exploraba el lugar para su impresionante instalación. «We have to fix it», repetía una y otra vez Vedder mientras dedicaba unas palabras a todos esos lideres que en absoluto nos representan.
Tras «Simle», con Hansard de nuevo a la guitarra, llegó el momento de homenajear a Tom Petty con «I Won’t Back Down», la cual fue interpretada con una Telecaster de color rojo que el propio artista le regaló años atrás. Fantástico tributo al difunto Heartbreaker, con la pantalla mostrando imágenes de él y de Eddie compartiendo un momento en el escenario juntos.
«Better Man» fue otro de los momento más intensos, en parte gracias del toque que las cuerdas le dieron al tema pero, sobre todo, por la complicidad que, una vez más, afloró entre artista y público. Tal fue la camaradería, que durante la versión de Hansard que Vedder interpretó, «Song of Good Hope», bajó al foso para saludar más de cerca a los allí congregados. El artista, no solo regreso a las tablas con una gran sonrisa dibujada en su cara, sino que también lo hizo con un ramo de rosas que una fan le entregó cuando pasó por su lado.
Tres versiones más sonaron continuación. «Sleepless Nights» de The Everly Brothers, la folky «Society» de Jerry Hannan, momento este que volvió a aprovechar para hablar de Gaudí, y una inesperada y absolutamente destructiva versión del clásico de The Clash «Should I Stay or Should I Go», para acabar por todo lo alto con otra cover, la estupenda «Hard Sun» con la que Eddie Vedder puso el punto y final a su actuación… o al menos eso creí yo, pues tras un breve descanso, regresó para concluir con «Indifference», con Hansard al bajo, y la ya clásica «Rockin’ in the Free World» de Neil Young, con todos los músicos y algunos miembros del equipo, tras los micrófonos, haciendo los coros.
La pasada noche del 25 de junio es un testimonio del talento de Hansard y Vedder, que hicieron que un lugar tan enorme como el Sant Jordi se sintiera tan íntimo como una sesión de tarde en el Jazzman.
Setlist Eddie Vedder:
Alive (Pearl Jam cover) (con Red Limo String Quartet) (solo cuerdas)
Far Behind
Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town (Pearl Jam cover)
You’ve Got to Hide Your Love Away (The Beatles cover)
Keep Me in Your Heart (Warren Zevon cover)
Just Breathe (Pearl Jam cover) (con Red Limo String Quartet)
Dead Man (Pearl Jam cover)
Wishlist (Pearl Jam cover)
Sleeping by Myself (con Red Limo String Quartet)
No Ceiling
Guaranteed (con Red Limo String Quartet)
Rise
Immortality (Pearl Jam cover)
I Am Mine (Pearl Jam cover)
Thumbing My Way (Pearl Jam cover)
Long Nights (con Glen Hansard + Red Limo String Quartet)
Black (Pearl Jam cover) (con Glen Hansard + Red Limo String Quartet)
Lukin (Pearl Jam cover)
Porch (Pearl Jam cover)
—–
Jeremy (Pearl Jam cover) (con Red Limo String Quartet) (solo cuerdas)
Isn’t It a Pity (George Harrison cover) (con Red Limo String Quartet)
Smile (Pearl Jam cover) (con Glen Hansard)
I Won’t Back Down (Tom Petty cover)
Better Man (Pearl Jam cover) (con Red Limo String Quartet)
Song of Good Hope (Glen Hansard cover) (con Glen Hansard + Red Limo String Quartet)
Sleepless Nights (The Everly Brothers cover) (con Glen Hansard)
Society (Jerry Hannan cover) (con Glen Hansard + Red Limo String Quartet)
Should I Stay or Should I Go (The Clash cover)
Hard Sun (Indio cover) (con Glen Hansard + Red Limo String Quartet)
—–
Indifference (Pearl Jam cover)
Rockin’ in the Free World (Neil Young cover) (con Glen Hansard + Red Limo String Quartet)
No quisiera dejar pasar la ocasión de mencionar, ahora sí, lo que, a mi juicio, es una falta de respeto, una irresponsabilidad y una desfachatez para con los fans por parte de la organización. Dejad que me explique. Como suele ser costumbre, los miembros del club de fans oficial de Pearl Jam, el Ten Club, entre otros privilegios (regalillos de Navidad, merch exclusivo) tienen siempre en exclusiva la posibilidad de adquirir las entradas unos días, semanas antes de que se pongan a la venta para el gran público. Yo mismo fui miembro del Ten Club hasta hace unos años, pero mi hermano jamás ha dejado de serlo, mi hermano… que quizá sepa más de Pearl Jam que todos los miembros de Estupidafregona juntos.
Pues bien, si has de ver a Eddie Vedder en solitario y tienes ante ti todo un Sant Jordi vacío, ¿por qué no apuntar alto y pillarte la entrada más cara del lugar aunque ello te suponga no ir a más bolos en lo que resta de año? Qué se debe, ¿100,00 € más 12,00 de gastos? Pues aquí los tiene usted, Sr. Ticketmaster. No sé si lo sabéis, pero allí todo Dios estaba sentado, unos más cerca del escenario que otros, con una mejor o peor visión del mismo, pero sentados al fin y al cabo.
Mi hermano era uno de esos privilegiados que se supone que iba ver el bolo desde la mejor sección del recinto (la PL1), desde la puta primera fila. Y digo «se supone», porque no fue así. La mala venta de entradas obligó a la organización, no solo a tapar con lonas negras secciones de gradas, sino a tomar medidas que, para muchos (demasiados) fueron demasiado drásticas… tan drásticas que se cargaron las secciones (creo que seis) más cercanas al escenario, relegando a los que se supone que tenían que depositar sus anos allí, al puto culo del Palau Sant Jordi, a la puta sección de gradas que hay justo al final de la zona de pista. En otras palabras: los que habían pagado 112,00 € para ver en óptimas condiciones a Eddie, tuvieron que contentarse con verle de lejos desde una sección donde la entrada valía 84,00 €… porque sí, porque esto es así y te callas.
No sé a vosotros, pero a mí todo esto me toca la polla, pero mucho. Imagino que Ticketmaster se dedicó a lo que se dedica siempre, a sangrarte el bolsillo, eso contra lo que Vedder luchó tanto años atrás. Imagino que aquí la responsabilidad recae en la organización, en Live Nation y en su, espero que no, mala intención. La re-ubicación del personal les ha salido gratis, o al menos, eso es lo que me están demostrando no queriendo darme explicaciones tras lo sucedido. Dicen que quien calla otorga, por lo que yo les otorgo a ellos toda la culpa de este desastre que se sacaron de la manga, creo que innecesariamente.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.