Es injusto que el mundo haya olvidado a Edgar Winter y a su difunto hermano Johnny Winter. Ambos albinos fueron unos fenómenos de cuidado en los 70 y muy posiblemente en estas tierras el más desconocido de los dos sea Johnny. Edgar hizo grandes cosas… Este excepcional músico es un multi-instrumentista capaz de dejarte con la boca abierta realizando solos con diferentes instrumentos, uno detrás de otro y en una misma canción. A diferencia de su hermano, más blues, Edgar ha indagado en la música negra y en este disco, junto a su “basura blanca”, se ganó el cielo asombrando a propios y extraños. Qué disco tan bestial y rico de matices, voces y estilos, secundado por otro gran nombre: Rick Derringer.
Era el segundo disco en solitario de Edgar y el primero con sus White Trash, Derringer a los controles y a la guitarra, y con una primera opción de ir a lo cuadrafónico. Finalmente se desechó la primeriza idea, pero ganas te quedan de haber escuchado todo esto tal y como fue concebido en primera instancia. Todo el disco es una sobrada insultante y un juego constante de cambios de estilo que van del blues, a la power ballad, rock n’ roll, góspel, funk y rythm n blues. Meter todo esto en la coctelera y que suene a gloria está al alcance de… ¿nadie?
El disco
Personalmente de todo el disco me quedo con ese single tan efectivo y rockero como es “Keep Playin’ that Rock and Roll” que viene con la firma de clase de Derringer (el compositor de “Rock n’ Roll Hoochie Koo”). Este tema sigue sonando a lo largo y ancho de Estados Unidos y Canadá como clásico absoluto y en la película Ricky and the Flash con Maryl Streep y Rick Springfield, de actor, la hacían sonar despojada de los arreglos de viento. Edgar le mete todo el arsenal de metales y con un groove alejado de lo que es el rock n’ roll básico. Las voces de Lacroix y Winter hacen el resto. Una de las obras más rutilantes del señor Edgar Winter.
Pero lo que enamora e impresiona del disco es el conglomerado de participaciones si bien la palma se la llevan los agudos imposibles de Winter y la clase de Jerry LaCroix. Ese es el plus del disco, desde ese inicio con “Give Everything You Got” y esos vientos en esa base tan funky y jugando con tres voces solistas, a cada cual mejor. Atención al solo de saxo del albino con pregunta y respuesta y con esos clásicos crescendos doblados y triplicados con varios instrumentos para ensalzar el resultado final. Algo que ya hizo en la estratosférica “Frankenstein” y que le servían a Edgar para cambiar de instrumento.
Pasamos a tiempos baladeros con sabor southern rock en “Fly Away” y un coro de góspel al completo. Es un inicio de álbum escandaloso, con mil matices y tirando de voces negras con Lacroix a la voz principal. Más allá de si te va el black metal o el heavy psych terminas rendido ante la calidad apabullante de las 25 colaboraciones y de unos temas tan geniales como “Where Would I Be”. Aquí nos adentramos en terrenos soul con múltples voces, y las congas de Ray Baretto en ese arranque de raíces en “Let’s Get It On”. Aquí está Edgar repartiendo individualidades. A nivel técnico esto es superior. Impresionante el teclado que luego muta en solo de harmónica mientras la clase de Bobby Ramirez a las baquetas es excelsa. Música negra hecha por un albino en otro clásico imperecedero.
El blues toma cuerpo, y para ello contó con su hermano Johnny Winter en otro tema coral en el que suena a big band disfrutando de su cometido. Impresiona la voz de Derringer, y no es Lacroix quien canta (ojo al nivel del disco), que posee una voz estratosférica y firma la mitad de las canciones del disco. En “Save the Planet” Edgar se viste de Ray Charles hasta las últimas consecuencias en otra maravilla góspel. Coros de iglesia por doquier y apariciones de Lacroix con agudos inhumanos y rasgados. Los cambios de tiempo con esas desaceleraciones en las que entran los metales son una maravilla en uno de los cásicos más celebrados del albino. Y el duelo de voces final es como el PSG ante el Barça… Apaga y vámonos, no te puedes ni acercar a ese nivel.
En “Dying to Live” vuelven a darle un giro a todo con una especie de power ballad, con cuarteto de cuerda incluido. Y lo mejor de todo: la canta Edgar. Más de lo mismo en clave iglesia negra es “You Were My Light”, si bien aquí volvemos a jugar con el góspel a lo grande. Lo termina el tremendo groove de “Good Morning Music”, positivista e inspirada canción que pone el colofón a un disco excepcional.
Veredicto
Edgar Winter’s White Trash es un escandalazo de disco. Una obra atemporal que considero que si sale a día de hoy seguiría maravillando, aunque claro, sí suena antiguo. Probablemente sea uno de los discos de cabecera de Lenny Kravitz pues de este sacó mucho, y la clave de su sonido, si bien supo adaptarlo a los años que tocaba. No fue un disco que reventara listas ni tampoco en su día llegó a sentar cátedra, pero lo sigue haciendo cada vez que alguien lo escucha. Alineación de galácticos bajo la batuta de Winter y Derringer. Se suele flipar con Avantasia y un poco este es el espíritu de los White Trash. Incluso en el libreto se incluye una poesía de Patti Smith. ¿Qué más necesitas para hacerte a la idea de que esto es magia de los 70?