Si pensáis que la música instrumental ejecutada por tres virtuosos de sus respectivos instrumentos puede resultar aburrida es que nunca habéis presenciado un concierto de The Aristocrats. Porque además de música, hay un añadido más que es la química, un bien escaso del que esta banda anda sobrada, y que hace que cada recital suyo resulte diferente y desafiante, ya que basan su propuesta en gran parte en la improvisación.
Guthrie Govan, Bryan Beller y Marco Minnemann han colaborado con músicos del más alto nivel (Joe Satriani, Steve Vai, Steven Wilson, por citar algunos…), por lo que están más que acostumbrados a moverse con soltura por diferentes tesituras. The Aristocrats se ha formado por puro divertimento y disfrute de estos tres músicos con el objetivo principal de hacer extensible ese sentir a su público. Es tal ese afán por hacernos partícipes de su propuesta que en sus recitales insisten en no grabar ni fotografiar lo que allí suceda para evitar esos terribles elementos de distracción. Y es que, ni aplicando los cinco sentidos, alcanzamos a captar todo lo que se cuece encima del escenario en ese par de horas que suelen durar sus espectáculos.
La popularidad de The Aristocrats está subiendo como la espuma de la cerveza con la que brindan al final de sus espectáculos, y si en su anterior visita en febrero del 2020 fueron alojados en La [2] de Apolo, esta vez casi consiguen un sold out en la Salamandra, de un aforo de prácticamente el doble, lo que me conduce directo a comentar un hecho que, en mi caso, marcó la jornada del pasado lunes 20 de noviembre, y no en positivo precisamente.
Después de tener la desgracia de verme atrapada en un atasco monumental en el que necesité una hora entera para recorrer cuatro kilómetros, aparecí tarde (quién iba a imaginarse que con un margen de hora y media larga no iba a ser capaz de recorrer los 50 kilómetros que me separan de la Salamandra…) y en un estado de nervios considerable, para abrir la puerta de la sala y encontrarme una masa humana compacta e infranqueable que me imposibilitó acercarme a alguna posición mínimamente cómoda para poder disfrutar del espectáculo. Tras localizar un pequeño hueco atrás en la barra del bar, decidí que era mejor quedarse allí sorteando la cabeza de un motivado camarero que se esmeraba en servir las bebidas al ritmo de la música, y olvidarme del hecho de que una columna me partía la visión del escenario justo en dos, dejando al pobre Marco Minnemann semioculto por ella. Si pensaba que éste iba a ser el único inconveniente, poco tardé en darme cuenta de que era imposible entender nada de lo que salía del micro de Guthrie Govan. Y esto no fue tan solo percepción mía, cada vez que el músico se esmeraba en explicar cosas sobre los temas que presentaba, en un buen radio a la redonda la gente no paraba de gritar que no se le escuchaba. Una verdadera lástima. Suerte tuvimos que los parlamentos siempre se reparten entre los tres miembros de The Aristocrats y que el volumen de los otros dos estuvo más correcto, así fuimos capaces de escuchar alguna anécdota de la mano de sus otros dos protagonistas, Bryan Beller y Marco Minnemann.
Como comentaba antes, aparecí en la sala un poco tarde y justo al final del segundo tema de la noche, “Hey… Where Is My Drink Package?”, una de las novedades de adelanto del que será el nuevo álbum conceptual que verá la luz el próximo 16 de febrero del 2024. Minutos antes habían empezado el recital con “Stupid 7”, el otro tema que me perdí. Así que inicio a la crónica como tal a partir del tercer tema de la noche, el segundo adelanto del que será el nuevo álbum, la pieza llamada “Sgt. Rockhopper”. Como os podéis imaginar, las primeras impresiones a una primera escucha siempre son simplemente sensaciones más que certezas. El tema en cuestión, compuesto por el guitarrista Guthrie Govan, está inspirado en el personaje principal de la portada del último álbum en directo Freeze! (2020), un pingüino policía. Guthrie se imagina la vida de este pingüino y le pone banda sonora. Así de originales son The Aristocrats, cualquier cosa que les inspire mínimamente es susceptible de convertirse en una canción. Para nada nos pareció aburrida esa vida del pingüino-policía, de eso dimos fe. Aun repitiéndose un patrón melódico en diversos momentos, el tema quedó muy abierto a la improvisación y a cambios rítmicos múltiples que todos y cada uno de los músicos supieron aprovechar para mostrarnos sus dotes virtuosas y que arrancaron una ovación final más que merecida. La sensación general fue que nos ofrecieron un tema experimental controlado, de esos que tanto gustan pues dejan espacio para jugar con sus instrumentos.
A continuación, le llegó el turno a uno de los temas más antiguos de la formación correspondiente al homónimo The Aristocrats (2011), “Bad Asteroid”, presentado extensamente por Guthrie de nuevo (por tratarse de una composición suya) para los afortunados a los que alcanzó el bajo sonido de su micro. Este tema es de los más asequibles de la discografía de la banda, contiene unas bonitas melodías y un patrón bastante identificable, muy al estilo Satriani, aunque posee momentos muy jazzísticos también que lo hacen muy interesante. Aun siendo un tema predominantemente lento, se produjeron ciertas aceleraciones coincidentes con muchos de los solos estratosféricos de guitarra que nos regaló Guthrie con una facilidad pasmosa.
Llegó el turno de que Bryan Beller cogiera el micro para presentar los dos siguientes temas compuestos por él mismo. Del primero, “The Ballad of Bonnie and Clyde”, nos explicó su origen, un robo real que sufrió el mismísimo Bryan de sus instrumentos por parte de una pareja de delincuentes a los que dedicó el tema, y acto seguido dieron buena cuenta de él. De aire misterioso, “The Ballad of Bonnie and Clyde” volvió a jugar con contrastes. Aunque la base es la de una balada, coje algo más de volada cuando la sección rítmica entra al rescate y le da un mayor empaque. Guthrie volvió a deleitarnos con un solo de infarto, rematado por un desatado Minnemann con el doble bombo, momentazo que consiguió arrancar un aplauso espontáneo por parte del respetable. Para mí fue una de las mejores interpretaciones de la noche, pues prefiero estos temas con estructuras más identificables y un poco menos experimentales, y sin duda, éste es uno de ellos. Del segundo, “Aristoclub”, un nuevo adelanto del disco que está por salir, nos contó que en toda la discografía de la banda había un estilo musical que no habían tocado nunca, y éste era la música dance de los 90. Supuestamente de eso iba “Aristoclub” y si bien empezó con un ritmo muy bailongo que se fue repitiendo en diversas ocasiones, sin duda supieron llevarlo a su terreno habitual y añadirle un cúmulo de virguerías instrumentales de aúpa, incluido un extenso y complejo solo de batería en mitad de él, momento aprovechado, como era de esperar, para dar un respiro a los otros dos miembros de la banda.
Aun no habíamos hablado de los famosos animalitos de goma hinchables que la banda siempre saca en todos sus recitales, y es que justo durante el solo de batería tienen su momento estelar. Los ruidillos que emiten se usan como pista base sobre la que improvisar y el resultado, como poco, no deja de ser curioso y original. Está claro que la creatividad de The Aristocrats no tiene límites y así lo demuestran incluso en la elaboración de los solos… Minnemann se ganó con creces la bebida con la que brindó después del derroche energético que acababa de sufrir y ya puestos a continuar con el protagonismo cogió el micro y nos habló de los dos siguientes temas que sonaron enlazados. “Through the Flower”, compuesta por Bryan y perteneciente a Tres Caballeros (2015), sonó oscura y sugerente (no en vano su título hace referencia al arte del rodeo, el no decir las cosas de forma directa sino metafóricamente mediante flores) y parte de su gracia está en meter las virguerías instrumentales de siempre sobre una base lenta, primando por encima de todo el sentimiento.
Le tocó el turno a “Ohhhh Noooo”, cuya historia, cómo no, se basa en vivencias personales, en este caso de Minnemann, quién se inspiró en una caída accidental de un amplificador de Guthrie en el escenario, a lo cual este último reaccionó exclamando el título de la canción, ya que no es nada dado al uso de los improperios, que hubiera sido lo esperable en tal situación. Este tema se desarrolló de una forma bastante lineal y alegre, con una melodía principal que va y viene en diversas ocasiones, dinámica tan solo rota hacia la mitad del tema, cuando un motivado Guthrie se vino tan arriba que rompió sin querer una cuerda de su guitarra, la cual fue reemplazada por el técnico de turno en un tiempo meteórico y que permitió continuar con un tramo más lento que dejó la energía como en suspenso… hasta que el público arrancó en un sonado aplauso, tras el cual se retomó la senda inicial.
Llegó el momento merchandising en el que se nos hablaron de las bondades de los productos que podríamos encontrar en la zona habilitada al efecto, y un nuevo reemplazo al micro en el que Guthrie tomó las riendas para presentar ya los dos últimos temas de la noche. Ya os podéis imaginar… poco pude escuchar más allá de los can’t hear you de mi alrededor, y lo cierto es que en ese momento constaté la cantidad de extranjeros que estaban a mi alrededor, dato que me llamó la atención por tratarse de un lunes por la noche en una sala de las afueras de la ciudad. A continuación nos regalaron un viaje a los orígenes con “Furtive Jack”, una pequeña ida de castaña de esas que también gustan a la banda, apostando por una clara fusión de estilos, y por tanto, inclasificable en esencia.
“Last Orders” fue el escogido para cerrar supuestamente el espectáculo (¡y de qué manera!, ¡menuda preciosidad de tema!) y tras la foto finish de rigor de la banda, y antes de simular un abandono del escenario, se procedió sin más dilación al abordaje de la alocada “Blues Fuckers”, el único bis de la noche. Éste debe resultar un tema especial para la banda, pues si en su visita anterior a nuestro país se usó como tema de apertura, esta vez lo ha sido como clausura. Aquí Guthrie pidió la interactuación del público de diversas maneras, estirando la duración del tema hasta la saciedad para dar cancha a esos pequeños juegos propuestos por la banda y de los que todo el mundo quiso participar.
Fueron dos horas en total lo que duró la propuesta de The Aristocrats, un espectáculo que combina virtuosismo, humor y los parlamentos necesarios para conocer más a fondo y entender la música instrumental que crean de forma magistral estos tres caballeros. Los miembros de The Aristocrats son a nivel particular unas máquinas de precisión sin igual, cada uno en su instrumento, que al unirse generan unas sinergias espectaculares. Durante todo el concierto no dejaron de mirarse buscando complicidad en las improvisaciones y dando nueva vida a sus temas, ya de por sí complejos, pero lo suficientemente abiertos como para poder aportar cosas nuevas a ellos siempre que así lo deseen. Lo bueno es estar ahí para poder comprobarlo por un@ mism@. Me considero afortunada por haber sido testigo del buen hacer de esta banda, aunque las condiciones no fueran las óptimas a mi entender debido a la gran afluencia de público. Es el peaje a pagar por el éxito y si hay que pagarlo… pues se paga, aunque para una próxima vez, que imagino la habrá en breve para la presentación del nuevo trabajo, espero y confío en que los alojen en un espacio más cómodo y adecuado para el disfrute de los asistentes. Yo, por mi parte, intentaré salir dos horas antes de casa para no perderme una sola nota…
Setlist:
Stupid 7
Hey… Where is my Drink Package?
Sgt. Rockhopper
Bad Asteroid
The Ballad of Bonnie and Clyde
Aristoclub / Solo de batería
Through the Flower
Ohhhh Noooo
Furtive Jack
Last Orders
—–
Blues Fuckers
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!