AMFest 2021 (sábado 9 noviembre)
Volvimos al castillo de Montjuïc para esta edición (paréntesis) del AMFest, aunque un servidor no pudo pasarse el viernes, y eso que ver a las Bala era para mí el gran atractivo del cartel. El sábado valió mucho la pena y la gente respondió, con una presencia importante de gente, para ver a Toundra, Bones of Minerva y a Elle Belga. La lluvia hizo un par de intentos protagonistas si bien la cosa no fue a más, y lo agradecimos, como también agradecimos que no hiciera ese clima gélido de la anterior edición. Es más, los precios fueron muy populares y el sitio es muy “especial”.
Elle Belga, esa gran sorpresa minimalista astur
Desde Asturias nos llegaba el minimalismo instrumental con mucho mensaje de manos de Fany Álvarez y José Luís García. Ella vestía de negro y él de blanco, y es que el juego de contrarios es su razón de ser. Él a la voz y a la guitarra mientras que ella se dedica a percusiones, teclados y samplers, además de voces. Cantaron a la “Euforia” desde la melancolía, en un ejercicio de neofolk bastante sorprendente. Necesitas de un tiempo para entrar en su propuesta y hay momentos en los que Peter Griffin diría eso de: “Por favor, que alguien tire una tarta”…
Muchos cantos al amor al que le añaden silbidos si hace falta y revindicaron a Lorca con la historia de amor de dos lagartos musicada en su día por Paco Ibáñez. Se empezaron a ganar al público con “Increíble amor” (brillante) y sus aires indies con la versión de The Smiths de “Panic”. El público estuvo respetuoso y bastante convencido en composiciones tan especiales como “Plan de guerra”. Las voces de ambos empastan a la perfección, pero no es un grupo de propuesta fácil. Agradecieron el cielo gris y se despidieron con la efectista, pero con mucho mensaje: “Carmencita Roiz”.
Minerva cabreada y… con material nuevo
A pesar de los nervios confesados desde el escenario y de que era su primera vez en tierras catalanas, el salto de calidad en cuanto a directo de Bones of Minerva es espectacular, y más si tenemos en cuenta que hacía casi dos años que no tocaban sobre un escenario. No está nada mal eso de reaparecer en lo alto de un castillo, pero más cuando traes bajo el brazo un repertorio nuevo absolutamente incendiario y agresivo.
Parece que lo melódico queda un poco apartado viendo el tremendo impacto que produjeron los temas de nuevo cuño. La gente dejó las sillas atrás y se vino hacia las primeras filas para disfrutar de un intenso directo en el que Blue Rodríguez puso un punto de inocencia y vergüenza enfundada en su camiseta roja. La banda sonó realmente perfecta.
Fue un directo muy contundente con momentos cercanos al black metal, pero eminentemente eléctrico y presentando canciones que apenas tienen nombre: “esta de momento se llama ‘Song’”. Posiblemente tenían tantas ganas de sacar a pasear lo que llevan gestando en tiempos de pandemia que no pudieron reprimirse y nos lo soltaron orgullosas. La verdad es que su nueva obra pinta realmente bien. Juegos de voces combinando guturalidades con otras más agónicas y momentos con escalas arábigas en “Mother”. No se olvidaron de ese disco tan genial como es Blue Mountains, del que destacamos la interpretación de “Aces”. El público terminó de pie y ellas realmente agradecidas con la reacción del patio de armas.
Toundra nos acercan a la “post-normalidad”
El cuarteto madrileño está en un momento realmente inspirado y eso que la pandemia les supuso un frenazo importante. Inasequibles al desaliento salieron a escena con muchas ganas y con un público ganado de antemano. Habían abandonado las sillas para estar en primeras filas y empaparse de su post rock instrumental progresivo. Un “Bona nit” lanzado desde la pastilla de la guitarra de Esteban Girón, pues ellos no gastan micrófonos, hizo rugir al castillo a ritmo de “Ara Caeli”, aderezada con tonos rojos desde los focos.
Los detalles progresivos son constantes, especialmente por parte de la batería de Álex Pérez, que luce entre los cambios de tempo de “Tuareg”. Temas extensos, jugando con cumbres y valles y aromas arábigos, quedando muchos momentos hipnóticos y de mucha intensidad en los desarrollos de “Bizancio” (gran tema) o de “El odio pt1”. También hubo momentos de gran belleza sónica caso de “Magreb” y “Kitsune”, aunque para los que no son seguidores del combo también hubo momentos más planos.
El grupo juega también con finales abruptos en alguna de sus composiciones y también con algunas bases de samplers para iniciar alguna canción. El público disfrutó y la primera parte del concierto terminó con un gran dueto final: “Mojave” y “Cruce Oeste”, dos piezas del disco Vortex, que fue el que vertebró el set de esa noche, y muy posiblemente, es su mejor obra. El grupo se despidió, pero volverían generosos con los bises.
Tres balas había en la recámara, empezando por la dulce entrada de “Kingston Falls” y continuando con “Cielo negro”. Hubo este homenaje a uno de sus primeros discos, pero se despidieron con más material de Vortex como fue “Cobra”. Un tema muy coreable con el que participó la animada concurrencia y que remató Girón cantando el “Gracias por venir” de esa leyenda llamada Lina Morgan. Me encantó ese detalle de despedirse entre aplausos y con un fuerte abrazo entre el grupo mientras dejaban sonar el “Children of the Revolution” de Marc Bolan. Gran detalle lo de combinar a T-Rex con la-tonta-del-bote.
Buen cierre a la edición (paréntesis) que permitió un poco de manga ancha a la hora de que el público interaccionara. Comportamiento muy cívico y un marco realmente original, pues nunca diré que el castillo de Montjuïc sea “bonito”. Que el AMFest haya sido capaz de tirar adelante el festival en dos años de pandemia dice mucho de sus organizadores y de la devoción que tiene el público hacia este festival. Ese espíritu luchador y esas ganas van a convertir a este festival en referencia. Tiempo al tiempo.