Si no sois de Granollers o no soléis moveros por esta ciudad, puede que el tono y el fondo de esta crónica os resulte totalmente alieno. De hecho, si lo que queréis saber es estrictamente qué es lo que ocurrió sobre el escenario (aunque para saber eso de un concierto imagino que nunca jamás os leeríais una crónica mía), os lo digo ya: Soziedad Alkoholika se pegaron un bolazo preciso y potente durante hora y media ante una sala llena y absolutamente entregada desde las primeras filas hasta las últimas. Tocaron temas de todas sus épocas, demostraron ser una máquina perfectamente engrasada y acabaron yéndose a casa tan felices y contentos como el público. O sea, mucho.
Pero yo sí que soy de Granollers y he vivido la mayor parte de mi vida aquí, así que mi vivencia de este concierto es absolutamente inseparable de este hecho. Para los que no la conozcáis, os doy un poco de contexto (subjetivo, claro está): la capital del Vallès Oriental es una ciudad comercial y algo acomplejada donde la mayoría de sus habitantes sudan bastante de todo excepto para 1) ir de compras o pasearse por las calles peatonales del centro los sábados por la tarde; 2) darlo todo durante los diez días que dura la Festa Major; 3) salir a correr en la Mitja Marató (que por cierto, tendrá lugar este próximo fin de semana). Fuera de estos casos concretos, sus habitantes viven parcialmente aletargados y bastante ajenos a opciones culturales y de ocio alternativo, sobretodo si la comparamos con otras localidades de similar tamaño y circunstancias.
No digo que en Granollers no se hagan cosas, ojo, que se hacen: en la propia Nau B1, a parte de programar un montón de bandas catalanas de esas que tanto gustan a la gente a día de hoy, también montan conciertos rockeros y metaleros interesantes de tanto en cuanto. En el pequeño Espai Dràstik Punkaires hay como mínimo un par de bolos underground de espíritu punk al mes, y sus reponsables montan también el veterano Fusiònica y el genial festival infantil Minibeat una vez al año. Cada verano el Festival Musik’n’Viu pasa de puntillas por el rock (aunque quizás – chivatazo – este año será mejor), hay un ciclo de jazz tirando a puretilla que no está nada mal (se celebra en el Casino Club del Ritme, por cierto, el lugar que inpiró en parte el nombre del Estraperlo) y a menudo hay actuaciones de pequeño formato en algunos bares y restaurantes como Can 60, Hatman’s, Puput o El Mirallet. Pero a pesar de todo ello existe un cierto complejo de inferioridad y un cierto victimismo instaurado entre los granollerenses que nos autoconvence de que la cultura alternativa en la ciudad es totalmente marginal y de que los interesados por ella somos cuatro gatos. Seguro que esto tiene una parte de cierto y una parte de dogma, pero el caso es que así es.
Lo que sí que es un hecho impepinable, aunque suene triste decirlo, es que Granollers jamás había vivido un evento metalero de la enjundia del de hoy. En los setenta habían venido King Crimson (ojo) y yo recuerdo ver a Extremoduro en el Pavelló d’Esports a finales de los noventa, pero por metalero-metalero no me viene nada. De ahí que el hecho de que alguien (la gente de la Nau B1, en este caso) se atreviera a traer a una banda como Soziedad Alkoholika a la ciudad y que, además, acabara siendo un éxito impepinable, nos puso a todos chispitas en los ojos. ¡Amigos! ¿Es posible que haya esperanza? Seguro que hay miles de ciudades que han pasado por esto hace decenios, pero nosotros lo vivimos como niños: tanto la gente de la sala, como los del bar, muchos espectadores y nosotros mismos como revista cruzamos apasionadas conversaciones después del éxito del sábado. Unos y otros empezábamos a ver la luz, a ver posibilidades, a querer montar cosas y convertir nuestra ciudad, también, en un lugar amable para el rock.
Todo esto los chicos de Soziedad Alkoholika no lo sabían, y seguro que muchos de los asistentes, procedentes de varios rincones de la provincia de Barcelona e incluso de más allá, tampoco. Y quizás cuando llegaron a los aledaños de la B1, encuadrada dentro del ex-complejo industrial de la Roca Umbert, pensaron que encontrarse el bar del recinto a petar de rockeros era algo habitual. Pero no, no lo es en absoluto. De hecho, si os fijásteis en cuán superados por la situación estaban los pobres camareros, ya os podéis imaginar que esto no es ni mucho menos el pan de cada día. Sin ir más lejos, en casi diez años de historia de la sala como recinto de conciertos nocturno, me dijeron que solo dos bandas habían sido capaces de hacer un sold out: Manel y Els Catarres.
Un par de días antes, los vitorianos estuvieron tocando (y evidentemente petándolo) en Madrid, por primera vez en nueve años por culpa de vetos absurdos e hipócritas por parte de sucesivos gobiernos conservadores. En Catalunya, por el contrario, es bastante más habitual verlos, y así a bote pronto recuerdo el Rock Fest de hace un par de veranos, visitas a Terrassa, Vic y Barcelona el año pasado y quizás algun festival de esos de espíritu punk que prolifera por nuestras tierras. Eso no fue óbice para que los vitorianos fueran capaces de nuevo de vender todo el papel en Granollers, demostrando que su poder de convocatoria sigue siendo el mayor de todas las bandas estatales de metal y de hardcore.
Y es que su gran gracia es que llevan 30 años conectando con gente de todo pelaje, ya sean heavies, punkies, hardcoretas o, incluso, gente normal. Por ello, entre el público que llenaba la sala se veían desde niños de ocho años a veteranos de sesenta, y todos lo vivieron con pasión y no dejaron de saltar y cantar todos esos himnos que, por desgracia, siguen perfectamente vigentes a día de hoy. De hecho, las letras de Soziedad Alkoholika, en toda su agresividad, podrían ser perfectamente la crónica social y política de los últimos cuarenta años en España. Y lo más triste de todo es que no ha cambiado nada de nada: «Padre Black & Decker», «Contra la Agresión, Kastrazión», «Ariel Ultra» o la propia «Nos Vimos en Berlín», por decir cuatro de muchas, podrían haber sido escritas hoy, mientras que «Piedra Contra Tijera», «Sistema Antisocial» o «Siervo de Derechas» tenían el mismo sentido hace treinta años.
Después de amenizar los veinte minutos de retraso con los que salieron al escenario con clásicos del hardcore punk de mi adolesencia como Minor Threat o Raised Fist, y después de que los últimos rezagados tuvieran aún la oportunidad de entrar sin perderse nada, los cinco miembros de Soziedad Alkoholka se subieron al escenario con toda la intención de comerse el mundo y con las ideas muy claras sobre como iban a hacerlo. Está claro que a estas alturas los vitorianos ya han dado cientos (o más bien miles) de conciertos, pero la precisión y la contundencia que exhiben cada vez que les veo me sigue resultando impresionante. Y esta vez, ya sea por las circunstancias personales o porque la gente enloqueció especialmente con ellos desde el minuto uno, creo que fue la mejor de todas ellas.
Aunque colgaron el cartel de «No Hay Entradas», la organización tampoco abusó de la venta, así que la sala presentaba un aspecto fabuloso sin que tuviéramos que sufrir demasiadas incomodidades. Mis múltiples y habituales experiencias en esta inmensa e inmodulable Nau B1 solían tener como denominador común un ambiente desértico (meter 200 personas, aunque sea un éxito en según qué casos, ofrecen un aspecto desolador en una sala donde caben de 800), así que casi me emocioné, en serio, al verla hoy así de ufana. Y fijaros qué cosas: en estas circunstancias, la B1 se reveló como una sala magnífica, perfectamente cómoda y con un sonido y una visibilidad (a pesar de las inevitables columnas) fantásticas.
Para satisfacer los gustos del gran abanico de fans que se reunía hoy aquí, los vascos se marcaron un setlist con presencia de temas de todos sus discos sin excepción. Y sorprendentemente (o no), casi todos fueron recibidos con un nivel de pasión parecido. Empezaron con dos cortes de su reciente y exitoso Sistema Antisocial, «Alienado» y «Causas Podridas», e innmediatamente la gente respondió a lo bestia. Una referencia a los trifachas de Colón dio paso a la magnífica «Tiempos Oscuros», mientras que con la trallera «Política del Miedo» se generalizaron los pogazos (que llegaron a ocupar casi toda la zona central de la sala hasta llegar a la mesa de sonido) y algun que otro valiente empezó a subirse al escenario para saltar sin que nadie se lo impidiera.
Con un Juan muy querido ejerciendo de tímido maestro de ceremonias entre «soo» y «soo», la banda empezó a descargar bombazos uno tras otro sin bajar el pistón en ningún momento: la festiva y juvenil «Alkohol» precedió a una «Palomas y Buitres» que vino acompañada por un ovacionado alegato al derecho a decidir y que fue coronada con un «Llibertat Presos Polítics» secundado con convicción. Cayeron «Estado Enfermo», «Sangre al Fin»….. y no fue hasta que el vocalista agarró la harmónica (en la onceava canción) que se arrancaron con un clásico de verdad como es «Cienzia Asesina», instrumento de denuncia contra la cruel experimentación con animales por parte de varias industrias.
De aquí al final, locura y temarral tras temarral ejecutado con una rabia, una agresividad y una precisión que daban hasta miedo. En muchas ocasiones, la banda empezaba las canciones de forma absolutamente sincronizada pero aparentemente aleatoria, creando un efecto genial y certificando el montón de tablas que tienen detrás. La nueva «Fugitivos» dio paso a un montón de clásicos que despertaron la locura más absoluta, ya sean la mítica y leitmotívica «S.H.A.K.T.A.L.E.», mi favorita «Automarginado» o una incursión doble en el más hardcoreta Ratas mediante su tema título y «La Aventura del Saber». Abajo nos lo estábamos pasando pipa, y arriba compartieron la conexión con el público con sonrisas, muecas de asentimiento y frases que sonaban sinceras como «¡Nos hemos juntado una buena cuadrilla aquí!» o «¡Joder! ¿Y por qué no habíamos venido nunca antes a Granollers?«. Frases ante las que el pequeño patriota que vive escondido (muy escondido) en mí no pudo dejar de casi emocionarse.
Muchos dicen que el groove de Roberto Castresana es insuperable, pero la calidad excepcional como batería de Alfred Berengena es algo que no se puede obviar al verle parapetado ahí durante hora y media haciéndose nudos con los brazos con un nivel de precisión impresionante. Llegados a este punto le tocó el turno a otra de las grandes como es «Piedra Contra Tijera», un tema brutal que me puso la piel de gallina durante ese estribillo que se hace de rogar lo suyo pero que acabó cantando absolutamente todo el mundo, haciendo temblar con ello los cimientos de la sala (y, ojalá, las consciencias de los perpetradores de la Ley Mordaza). «Peces Mutantes» siempre me ha parecido una parida, pero tal y como estaba de contento ya no venía de eso. Para acabar el set principal, otro par de joyas como «No Quiero Participar» y «Cuando Nada Vale Nada», tras las que pudimos tomar un poco de aire después de ser ametrallados sin descanso durante hora y cuarto.
Al volver, los miembros de la banda se mostraron visiblemente contentos y hasta sorprendidos de la magnífica respuesta del público, y se dispusieron a poner la guinda final con «Pauso Bat» (la favorita de parte de mis amigos, con lo que me alegro que la tocaran), «Sin Dios Ni Ná» y el inevitable y glorioso final con «Nos Vimos en Berlín», su gran himno y, quizás, el gran himno del metal estatal más trallero. Sea como fuere, el hecho es que se la sabía todo el mundo, y con ella la sala se vino abajo por última vez antes de despedir a la banda entre vítores, carcajadas y alegría mutua.
Para algunos, esa hora y media en la B1 fue solo un concierto fantástico e impecable del que salir con un gran sabor de boca. Para otros, ha sido una apertura de ojos, un punto de inflexión, una ventana a la oportunidad y una bocanada de esperanza para una escena que creíamos (quizás erróneamente) que estaba por los suelos. Al acabar el concierto, y durante el par de horas largo de Lluvia de Hachas en el que nos obsequiaron con los hitazos más hitazos de la historia del metal, se sucedieron los encuentros casuales entre unos y otros, y todos estaban llenos de excitación, de motivación y de muchas ganas de montar cosas. Veremos si esto va a ser un souflé motivado por la adrenalina descargada que se deshinche en unos días o si, efectivamente, las ideas que allí se discutieron acaban por materializarse. Lo que está claro, amigos lectores, es que por nuestra parte os enteraréis seguro.
Setlist Soziedad Alkoholika:
Alienado
Causas Podridas
Tiempos Oscuros
Dirección Propia
Política del Miedo
Niebla de Guerra
Alkohol
Palomas y Buitres
Estado Enfermo
Sangre al Fin
Cienzia Asesina
Fugitivos
S.H.A.K.T.A.L.E.
Automarginado
Ratas
La Aventura del Saber
Intoxikazión Etílika
Piedra Contra Tijera
Peces Mutantes
No Quiero Participar
Cuando Nada Vale Nada
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Pauso Bat
Sin Dios Ni Ná
Nos Vimos en Berlín
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.