Qué enorme placer es asistir al Calella Rocky ver que la sala se va llenando tanto o más que el pasado año en el show de Lordi en la anterior edición. Posiblemente el cartel del viernes era de los más flojitos de últimos años en cuanto a nombres, nunca en calidad. Pero había el plato fuerte de todos los Calella Rock Fest: Southside Johnny and the Asbury Dukes en exclusiva. Por primera vez en la península Ibérica. La gran entrada sólo responde a una cosa, y es algo muy grande: el Calella Rock ha hecho marca de festival y sus asistentes van ciegamente al evento porque el festival en si es el más grande reclamo. Recordemos que ese mismo fin de semana estaba trufado de conciertos y festivales de un nivel más que alto. Y sí, lo de Southside Johnny fue histórico.
The Grassland Sinners, el mejor chupinazo para abrir el Calella
Esta gente sabe lo que hace y lo hacen con mucha clase y gancho. Una banda ideal para abrir el festival y con importantes efluvios de Black Crowes o Imperial Jade, o lo que es lo mismo: rock clásico. Quedó claro que en nuestras fronteras hay bandas muy capaces y este quinteto posee un teclista, Ferran, que bordea en su cometido el rock progresivo dando mucho color a los temas. El combo no descuida lo estético con pañuelos en el pie de micro de su gran vocalista, Jacin Castrillo, de gran voz y pronunciación. Hubo incluso momentos en los que se metieron en terrenos más propios de Glenn Hughes, y es que con esa voz puedes atreverte a muchas cosas y estilos. Hubo momentos instrumentales brillantes incluyendo los solos de bajo y guitara. Los coros fueron obra de su baterista y el guitarra luciendo en “Revolution #16”. Cabe destacar el espectacular fin de fiesta con la participación vocal de los presentes. Hubo tiempo para un tema más y esta fue “Sweet Magnolia”. Un show que fue de menos a más y una banda que convenció de todas todas.
Laurence Jones Band, nueva estrella en el firmamento del blues
Impresionante lo de el bueno de Laurence Jones. El Calella ha vivido grandes conciertos de guitarristas de blues como los de Ben Poole, Jared James Nicholls o sobre todo Simon McBride, este siguió la misma línea de excelencia. Impresionante descarga con una banda de cinco integrantes incluyendo a una corista de color con una impresionante voz negra. Eso le dio al show una dimensión superior. La destreza y el gusto compositivo fueron una constante mientras se sucedían los temas. Laurence puede recordar un poco a Gary Moore por el hecho que toca y canta de maravilla. Cortes como “Stay” o “My Heart Is on Fire” fueron ganándose a la gente. El buen sonido acompañó y el grupo pudo lucir técnica y protagonismo coral más allá de su líder. Dedicó un tema a todos los que vamos a visitar regularmente a nuestras madres, el chico es original.
Uno de los grandes logros del joven guitarrista es el saber colocar las versiones ajenas dentro del set consiguiendo que el nivel de entrega del público se contagie. Fue el caso de una potentísima “Day Tripper” de los Beatles o del “I Woke up this morning (My Baby’s Gone)” de B.B. King. En “Take Me” hizo eso tan efectivo de cantar sin micro consiguiendo que la sala se callara y la dedicó a las “beautiful señoritas”. Contrastó el excesivo y gigante teclado con el brindis austero con agua de la estrella de la noche. Uno de los grandes momentos fue precisamente uno de los primeros temas que había escrito: “Thunder in the Sky”. Aquí sí que se lo llevó todo de calle pues empezó con un rollo Pink Floyd del Wish You Were Herepara terminar sonando a Gary Moore. Blues orgiástico y decibélico que nos dejó embelesados. Todo un guitar hero que optó luego por otra cover, “Before You Accuse Me”, de lo más festivo. Finalizó con su nuevo single que sonó muy Rolling Stones y una efervescente cover de “Fortunate Son” de la Creedence, con el riff de “My Cherona” incluido. Los oé oé oé del gentío hicieron que saliera a rematar la faena con una inspiradora “Live It Up”. Conciertos así son los que hacen grande al Calella y que justifican a venir a ciegas a este inmenso festival.
Southside Johnny and the Asbury Dukes son historia viva del rock
Habiendo visto a Little Steven, Bon Jovi y Bruce Springsteen faltaba ver a la cuarta pata del Asbury Park de Nueva Jersey: John Lyon, o como se le conoce desde los 70: Southside Johnny. Impresionante concierto con todo el sabor de los shows de estadio de Springsteen con quien ha compartido juergas, escenario y canciones desde sus primeros pasos. Menuda banda, qué colorido, y ante todo: autenticidad. Johnny tiene más de siete décadas a sus espaldas, pero sale al escenario mordiendo y no te engaña, su voz es ronca, sí, pero es real. Algo que no muchos pueden permitirse. Un par de temas de Little Steven sirvieron para abrir la noche: “Angel Eyes” y “Forever”. En los primeros compases brilló más la banda con sus ocho integrantes. Problemas técnicos desquiciaron al líder y eso hizo que bajara Jeff Kazee para compartir voces en una de las piezas maestras: “Love on the Wrong Side of Town”. Fue después del solo de saxo, quizá para domar un poco a la fiera. Compartieron también voces en “Without Love”.
Southside Johnny calentó su voz y ya fue imbatible hasta el punto de que pudimos vivir momentos realmente mágicos. Los tres vientos daban un color en los arreglos espectacular en “Harder than It Looks” o “Don’t Waste My Time”. Se atrevió un par de veces con la armónica y hasta el trombón tuvo su momento de lucimiento en “This Time Is for Real”. La banda es compacta y saxo, trompeta y trombón hacen incluso sus coreografías al son de las canciones. Definitivamente vimos el por qué Johnny es leyenda, especialmente cuando atacó “Talk to Me”. Uno se da cuenta de la grandeza de el Boss cuando le regaló esta joya. Nos la hizo cantar en castellano y tuvimos que traducir la letra sobre la marcha. Ya nos tenía comiendo de su mano, y es que todavía se me repite el tremendo estribillo del tema. Subrayar el enorme trabajo del grupo en los coros.
Continuaron con “I’m Not that Lonely” y volvió a los terrenos de Springsteen con “All the Way Home” y “The Fever”. La recta final fue una mascletá de sensaciones y temazos explotando. “I Don’t Want to Go Home” es quizá su tema más emblemático y sonó a gloria. En “I’ve Been Working Working too Hard” con otra vez protagonismo del subcomandante Jeff Kazee, la pieza imprescindible del combo de Nueva Jersey. Hubo un bis más que esperado, la versión de Sam Cooke: “Having a Party”, imprescindible, no hay show sin esta joya. Al terminar el concierto uno tuvo la sensación de haber vivido algo muy grande. Estoy más que seguro que no es uno de los mejores shows que haya hecho, pero al ser nuestra primera vez, salimos en una nube.
Viajamos al fin de la noche con Schizophrenic Spacers
Esta gente jugaba en casa y sus veinte años de trayectoria les avalan. Cerraban la noche, y a pesar de que hubo bastante gente que desfiló tras el show de Johnny, los que allí nos quedamos teníamos claro que tocaba fiesta y rock n’ roll. En eso los Spacers van sobrados. Desgranaron temas directos y sucios como “Sexual Blackmail” o “Desirable Citizen”, con un frontman ataviado con una camiseta de Joan Jett y con el gimmick de colgarse el pie de micro en el hombro. Nos contentaron con “And the Cradle Will Rock” y cuando revisitaron los días del disco Riot. Hubo momentos deleitosos para las muchas almas presentes en forma del riff del “Smoke on the Water” o tocando una sorprendente versión de “Dirty Diamonds” del gran Alice Cooper. “Walking the Dog” y “Montpellier”son puro rock n’ roll y Sergio Martos besó a un buen amigo en los labios, subía la temperatura, así que caerían títulos como “Night Flames”. Buen trabajo de Manuel al bajo y momentos originales como cuando el vocalista cantó a pelo. Había entre el público muchas camisetas de los Spacers, por lo que la inmensa mayoría ya sabia a lo que venía. El final fue eminentemente The Who con “Pinball Wizard” y “Won’t Get Fooled Again”, luego un bis para rematar la noche.
Eran ya más de las dos y los Drinkin Brothers pusieron la banda sonora al fin de la noche, ya todo un clásico en la noche del Calella. Maldije no poderme quedar a la jornada posterior pues personalmente me atraían más os shows de Ñu, Liza Colby y especialmente Diamond Dogs, pero Volbeat son ineludibles. Me marché con la sensación de que el festival se sigue asentando y eso es muy grande. No nos podemos permitir el lujo del que el Calella Rock Fest muera.