Si estuvisteis en el concierto que los suecos Ghost dieron en el Pavelló Olímpic de Badalona el pasado sábado (o bien si no vivís en la Luna y tenéis acceso a cualquier tipo de red social) ya habréis oído en palabras de casi todos los asistentes (tanto convencidos como escépticos) que lo que se pudimos presenciar allí fue poco menos que el Segundo Advenimiento de Cristo. Afirmaciones tan atrevidas y categóricas como “De largo, la mejor banda de la actualidad” o “Top 5 de bolos que he ido en mi vida” salían emocionadas una tras otra de la boca de gente que lleva treinta años yendo a conciertos y escuchando rock en todas sus vertientes. Y lo más curioso y revelador es, quizás, que a nadie de los presentes le parecieron una completa exageración.
Y claro, conocida mi devoción por las huestes del señor Forge, no seré yo quién los desmienta. Ghost siempre han sido un grupo de diez en estudio, pero en los últimos años (digamos que desde Prequelle) se han convertido en una máquina perfecta también sobre el escenario. El montón de músicos que llevan (hasta ocho, Papa a parte) son mucho más buenos de lo que pueda parecer a simple vista, su puesta en escena es impecable, llevan un juego de luces verdaderamente colosal y el propio Tobias ha mejorado una barbaridad tanto en lo vocal como, sobre todo, como arengador de masas. Y si a esto le añadimos el elenco de temarrales que han ido acumulando en los últimos años, el resultado no puede ser otro que el que yo ya voy pregonando desde hace un tiempo: Ghost me parecen, sin ninguna duda, la gran esperanza del rock.
Pero no es oro todo lo que reluce, y a pesar de que el bolazo fue incontestable, hará crecer merecidamente el hype que rodea a la banda y acumulará un montón de nuevos fieles a su causa, la experiencia del sábado tampoco me pareció del todo perfecta, empezando por las colas inexplicables, continuando con el aspecto decepcionante y desangelado que presentaba buena parte del pabellón y acabando con la sorprendente falta de presencia de su nuevo y celebradísimo Impera en el repertorio que nos ofrecieron (un repertorio casi calcado a su última visita a Barcelona, hace ya tres años). Pero bueno, dejando de lado estos aspectos más o menos accesorios, la verdad es que fue un bolazo tremendo. Quizás no top 5 de mi vida (vamos, seguro que no), pero sin duda un bolazo como una casa.
Tras dar un montón de vueltas para conseguir aparcar, y de atravesar una feria de atracciones multitudinaria al otro lado de la calle, mi hija de ocho años y yo llegamos (no sin obligarme a prometerle que al salir del concierto, fuera la hora que fuera, iríamos a sacar la cabeza al tren de la bruja o a lo que se terciara) a las inmediaciones de un imponente Palau d’Esports ya generosamente rodeado de ávidos metaleros. El gran pabellón del Joventut, por cierto, vuelve a abrir sus puertas a los conciertos tras unos cuantos años sin hacerlo, llenando ese gran hueco que hay entre el Sant Jordi Club o el Poble Espanyol hasta el Palau Sant Jordi y ofreciendo así un espacio para muchas giras grandes-pero-no-tan-grandes a las que los primeros recintos se les quedan pequeños pero para las que el segundo es aún inmenso.
Pero para alguien como yo, acostumbrado a la comodidad y la cercanía de las salas pequeñas (Razz 1 me parece ya el límite), esto de las giras grandes-pero-no-tan-grandes es todo un engorro, y la verdad es que me sirven los dedos de las dos manos para contar las veces que he ido a un estadio o a un pabellón de este tamaño a ver un concierto. Pero claro, el precio a pagar para poder ver crecer a las bandas que te gustan (y Ghost han crecido lo suyo desde que en 2015 nos visitaran por primera vez en la sala Apolo), es el de comerte colas inhumanas para entrar o para intentar pedir una triste cerveza (algo que en este caso se convirtió en una misión titánica y casi imposible), asumir que te tocará verlo todo desde bastante más lejos de lo que te gustaría u observar con incredulidad que pocas piezas del merchandising bajan de cuarenta euros.
Las largas colas que se formaron a las puertas, de todas maneras, ofrecieron la oportunidad de observar y analizar a plena luz del sol qué tipo de público es capaz de congregar a día de hoy una banda tan heterogénea como es Ghost. Por un lado tenemos a la metalada de toda la vida, tanto los habituales a conciertos como los que solo van una vez cada dos años a ver a los Metallica y AC/DC de turno (había incluso un par de despistadas diademas luminosas de cuernos), ambos felices de ver como una banda nueva es capaz de ilusionar como hacía tiempo que no lo hacía ninguna. Por otro, gente joven que ha conseguido conectar con ellos como banda de referencia de su generación y que, en mucha más alta proporción que en otras franjas de edades, vinieron pintados de Papa o de Sister Imperator, con los más comprometidos incluso ataviados con túnicas, cayados y birretes. Y luego estaban los que, como yo mismo, veníamos arrastrando a nuestros hijos. Algunos (los más mayores), como verdaderos fans de motu propio, y otros seguramente motivados por ese irracional furor metálico-parental que nos provoca pensar que ojalá alguien hubiera hecho esto con nosotros cuando éramos pequeños.
En el caso de mi hija, que a sus ocho años ya ha pisado algún que otro festival y tiene cierta experiencia en saraos más pequeños, éste se trataba del primer gran concierto de rock al que asistía y por el que sentía algún tipo de interés especial por cualquiera de las bandas participantes. Ya hace tiempo que Ghost es uno de los grupos que escuchamos más a menudo, y ella siente particular predilección tanto por su imagen y su contexto como por canciones como “Dance Macabre”, “Cirice”, “Call Me Little Sunshine”, “Mary on a Cross” o “Griftwood”. Pero a la vez es tozuda como una mula y puñetera como ella sola, así que cuando le pregunté si le gustaban lo suficiente para querer venir a verlos conmigo, no se le ocurrió otra cosa que escribirme: “Si / No. Magraden els Gosht pero am fa bergonya diro. Magraden mesomenx pero no te musionis.”. Que vendría a traducirse como “Si / No. Me gustan los Ghost pero me da vergüenza decirlo. Me gustan más o menos pero no te emociones”. Una frase que, por supuesto, entró de cabeza en el hall of fame familiar y que me pareció lo suficientemente asertiva como para arrastrarla hoy hacia aquí (cosa que, por supuesto, ya es lo que quería hacer de buenas a primeras).
Twin Temple
Así que tras ver como todo quisqui se colaba usando las excusas más burdas (o sencillamente saltando en medio de las colas sin ni tan siquiera necesidad de excusa), logramos cruzar por fin las puertas del Palau para colocarnos rápidamente en unos asientos más o menos cercanos a los que nos habían asignado, y que sea como fuere estaban situados a una distancia sideral del escenario. Y a pesar de que por culpa del retraso en la apertura de puertas la mayoría del público que tenía intención de asistir a la velada aún seguía achicharrándose lenta y pacientemente en las hormigonadas plazas exteriores, a nuestra llegada los californianos Twin Temple atacaban ya el segundo de los seis temas que nos ofrecieron en su breve pero extremadamente resultón concierto de hoy.
Y es que aunque a priori la propuesta musical de este dúo de doo-bop luciferino no pegaba ni con cola con el resto de bandas del cartel, su inclusión en esta gira me resultó conceptualmente maravillosa. Genuinamente oscuros y devotos satánicos sin dejar de ser divertidos y hasta cierto punto paródicos, el dúo formado por Zachary y Alexandra James (acompañados por unos cuantos músicos aparentemente irrelevantes) sorprendió a propios y extraños a pesar del poco público y de la generosa cantidad de luz que aún se colaba por el techo del pabellón con un sonido potente y definido, una voz arrolladora y carismática y unas canciones rebosantes de seducción, lascivia, polvorientos aires western, toquecillos a soul añejo y oscuro, horror hortera a lo Familia Monster y, sobre todo, mucho amor por los grandes mitos del rock ‘n’ roll y de la cultura popular americana de los cincuenta.
El momento más celebrado de los escasísimos veinticinco minutos que estuvieron sobre el escenario fue, muy probablemente, la interpretación de “Let’s Have a Satanic Orgy”, hoy cantada en encantador español chusquero y rebautizada como “Tengamos la orgía satánica”. Su festivo y elegante aquelarre se apoderó de las primeras filas y de todos aquellos que les prestaron algo de atención (que no fueron tampoco tantísimos, nos os creáis), arrancando sonrisas, sacudiendo caderas y haciendo chasquear dedos mientras nos veíamos atrapados en su fascinante y original hechizo. Es evidente que musicalmente no inventan absolutamente nada y que hemos escuchado todo esto mil veces desde hace ya casi setenta años, pero el hecho de saberle dar la vuelta y llevarlo a su terreno les confiere una especie de aura especial que, a mi juicio, les hace muy atractivos.
Las loas a Satán tan comunes en los cabezas de cartel de hoy se sucedieron también en temas como “Sex Magick”, la melindrosa y humeante “I’m Wicked” o la genial y pegadiza “Satan’s a Woman”, que contó con la presencia de un garboso saxo que multiplicó aún más la sensualidad que emanaba del escenario. La hipnótica y psicodélica instrumental “In Nox” sirvió para decir adiós y para que la pareja protagonista se acercara al borde de la tarima para darse un pequeño pero merecido baño de ovaciones, y aunque a mi hija este concierto le pasó sin pena ni gloria porque no veía nada y el rock ‘n’ roll cincuentero no se la puede traer más floja, mi conclusión personal es que la descarga de los americanos se hizo muy corta y que esta gente en una sala pequeña deben ser la leche.
Setlist Twin Temple:
In Lvx
Sex Magick
Tengamos la orgía satánica
Satan’s a Woman
I’m Wicked
In Nox
Uncle Acid and the Deadbeats
Tras la apertura de las luces, el inmenso telón con el logo de Twin Temple dio paso a otro inmenso telón con el nombre de Uncle Acid and the Deadbeats. Seguramente nuestra intuición nos podría llevar a pensar que los ingleses pegan bastante más con los protagonistas principales de esta gira (o, al menos, con lo que estos nos proponían en sus primeros tiempos), pero la verdad es que su pesada oscuridad está a años luz de lo que Ghost nos ofrecen a día de hoy. Pero al igual que ocurría con la banda anterior, su inclusión en este cartel me parece un completo acierto en lo conceptual, y si bien es evidente que ninguna de las tres bandas comparte casi nada a nivel estrictamente musical, es también innegable que existe un hilo conductor entre ellas que los hace encajar a la perfección.
Tras una tétrica e inquietante pieza clásica a modo de introducción, el Tío Ácido y sus secuaces se subieron al escenario para lanzarse a interpretar la pesada, machacona y muy sabbathiana “Mt Abraxas” que abre su tercer trabajo, Mind Control. Con un sonido verdaderamente atronador y unas luces verdes realmente escasas que seguro que arrancaron suspiros de alegría en los pobres fotógrafos que se estrujaban los sesos para sacar alguna foto decente entre tal bacanal de oscuridad (¿qué opinas, Beto?), los británicos fueron sucediendo temazo tras temazo a una actuación impecable que sirvió para pegar un rápido y completo repaso a lo más granado de sus poco más de diez años de carrera.
Tras un inicio denso y monolítico que hizo que me costara un poquito meterme en situación, la cosa se empezó a animar de verdad al ritmo de las tremendas y dinámicas “Mind Crawler” (menudo temón éste) y “Shockwave City” (déjalo ir también). A partir de ahí, la cosa fue fluyendo de forma formidable y sin bajar el pistón gracias a unas distorsiones burrísimas, a una constante sobredosis de groove, a infinidad de melodías nasales pero irresistibles y a algunas batallas de guitarra que rozaron la épica. Sin inventar nada realmente, Uncle Acide and the Deadbeats demostraron estar en la parte alta de su liga y se marcaron un bolazo muy serio que, al menos desde mi lejana posición frontal, sonó verdaderamente espectacular.
Aunque es una banda que aún tenía pendiente de ver en directo (de hecho, y si no me equivoco, creo que es tan solo la segunda vez que pisan Barcelona), los de Cambridge siempre me han parecido unos grandes en lo suyo. En en su momento me enganché mucho al excepcional Blood Lust (2011), que precisamente fue el disco que gozó de mayor protagonismo en la velada de hoy, con hasta tres canciones (“13 Candles”, “Ritual Knife” y la brutal “I’ll Cut You Down”). Y si exceptuamos ese aún algo indeciso disco de debut que publicaron en 2010, sus otros cuatro trabajos tuvieron una presencia significativa y equilibrada en su repertorio de esta noche, con la insistente y psicodélica “Pusher Man” y la espatarrante final “Melody Lane” (con su maravilloso y afilado riffaco) representando al que es probablemente su trabajo más celebrado, el genial The Night Creeper.
Tras la interpretación de este último tema se despidieron con un escueto “Bueno, pues este fue nuestro último tema” con el que certificaron que se desenvuelven mucho mejor en lo musical que en lo comunicativo. Eso, por supuesto, no desmerece en absoluto mi opinión de un concierto que disfruté de lo lindo, que me pareció compacto y potente y que me ha redespertado el gusanillo de volver a escuchar a una banda que tenía un pelín olvidada. A mi hija, por cierto, y a pesar de sacudir la cabeza con cierta timidez durante un buen rato, le parecieron literalmente “un poco sosos”, algo probablemente normal teniendo en cuenta que los ingleses ofrecen una propuesta bien poco infantil-friendly. Al menos, eso sí, se entretuvo con los juegos de luces y viendo entrar a la gente que, poco a poco, iba llenando las muchas butacas que aún quedaban vacías.
Setlist Uncle Acid and the Deadbeats:
Mt Abraxas
Mind Crawler
Shockwave City
13 Candles
Pusher Man
Ritual Knife
I’ll Cut you Down
Melody Lane
Ghost
Antes de meternos de lleno en el plato fuerte de la noche, me pareció un buen momento para salir al vestíbulo, pegarle un ojo a las mesas de merchandising y, de paso, intentar hacerme con una cerveza para el menda y una humilde botella agua para la muchachilla. Desgraciadamente, ambos cometidos se desarrollaron con cierta frustración. El primero, al comprobar una vez más como a medida que crece el nivel y la popularidad de las bandas también lo hacen los precios de su merch (camisetas a cuarenta euros, hoodies a 65 o bolsas de tela a 25), lo que los convierte en absolutamente prohibitivos tanto en lo moral como en lo financiero. Por el otro, al observar con desesperación como algún lumbreras decidió que había suficiente con dos barras pequeñas para satisfacer las ansias de cerveza de miles de jebis, que en vez de enviarlo todo al peo con indignación optaron por alinearse obedientemente por un tiempo indefinido, invirtiendo así la práctica totalidad del tiempo de espera entre banda y banda (y quién sabe si incluso más) en avanzar pasito a pasito hacia el deseado y alcohólico grial.
Aprovechando algunos conocidos en posiciones privilegiadas de la cola (efectivamente hoy aquí había venido todo dios, y yo que me alegro), e intentando justificar el hachazo que me va a pegar el karma por colarme (yo también, sí) en la sed mortificante que sufría mi pobre vástaga (ehem), llegué a la minúscula barra para comprobar como solo servían vasitos pequeños a pesar de que había una generosa pila de vasos más grandes “solo para cubata” (eheeeem) a su lado. En fin. Iba a decir que me parece una estrategia de mierda que un pabellón con capacidad habitual para más de diez mil personas decida abrir solo dos barritas el día que venderá más birra en todo el año, pero vistos los precios y la docilidad del personal (yo el primero, claro), aún les habrá salido a cuenta contratar a un tercio de los camareros y camareras que se habría necesitado para satisfacer tal demanda.
Dicho esto, y con dos vasitos de cerveza en mi mano y una botella de agua sin tapón en la mano de mi hija, nos volvimos a dirigir a nuestros lejanos asientos para ver como el escenario se cubría con un inmenso telón blanco mientras de fondo sonaban, solemnes pero pausados, los cantos del ya habitual “Miserere Mei, Deus”, composición barroca de Gregorio Allegri que acostumbra a amenizar la espera previa de los conciertos de Ghost. Hay que decir que en este momento tomé (o dejé de tomar, más bien dicho) la creo que errónea decisión de quedarnos en nuestras cómodas pero distantes localidades situadas justo enfrente del escenario en vez de intentar acercarnos a los laterales de las gradas o, incluso, ver si era posible saltar a la pista de la forma más disimulada posible (seguro que al karma ya no le venía de ahí). Debo decir que ahí arriba la prole infantil estaba la mar de cómoda y, además, todo el bolo sonó como un auténtico cañón (gente que estuvo en otros sitios se quejó un poco en ese sentido), pero el elevado precio que pagamos por ello fue una cierta desconexión con lo que pasaba sobre el escenario de la que a posteriori me arrepentí un poco.
Aprovecharé este pequeño impasse a la espera de que baje el telón para reafirmarle a quién quiera escucharlo por enésima vez que a mí Ghost me parecen lo mejor que le ha pasado al rock en los últimos años, con permiso de Science of Noise. La aparición de una banda capaz de encandilar y re-emocionar de esta manera a gente de todas las edades y pelajes nos ha rejuvenecido a todos, y aunque creo que la calidad de la música que se está haciendo hoy en día en todos los ámbitos del rock y el metal es espectacular, me parece igualmente imprescindible que aparezcan bandas capaces de ejercer de punta de lanza y de meter un poco la cabecita dentro del mainstream para así abrir las puertas a todo lo demás. Y para ello, tal y como ocurrió con los grandes nombres de los setenta y los ochenta, es tan necesario que la banda y sus temazos estén a la altura (que lo están) como que la industria y sus dineros apuesten por ella.
Por desgracia, es posible que mi visión del asunto sea un poco sesgada y esté terriblemente mediatizada por el deseo y el punto de vista, ya que mientras en nuestro pequeño gueto metálico nos matamos a discutir si las huestes de Tobias son una banda artificial aupada por la industria, que abraza al mainstream, que se vende y toda la pesca, la verdad es que yo no vi a casi nadie entre el público que no respondiera con más o menos exactitud a lo que solemos ver en cualquier concierto de rock y de metal. La única diferencia, sí, y eso es un indudable motivo de alegría, es que había muchos más niños (incluso uno monísimo disfrazado de pequeño Papa que despertó los suspiros y los grititos de emoción en todos los que se lo cruzaron), pero estoy seguro que en su práctica totalidad fueron sus voluntariosos y afanosos padres los que los arrastraron hasta aquí.
Total, que dicho todo esto, la realidad más cruel es que la que percibo como gran nueva banda de rock de nuestros tiempos, con todo el hype que tiene alrededor, estuvo muy muy lejos de llenar este pabellón, y a bote pronto no creo que hubiera muchas más de 3500 o 4000 personas esperando su salida. Es evidente que venimos de lo que venimos y que aún habrá gente recelosa de meterse en eventos de este tipo, pero a mí me resultó una pequeña decepción ver las gradas tan vacías y la pista (a pesar del sold out) a medio llenar. Hace poco hablaba con el director de HFMN Crew y me comentaba que en la mayoría de conciertos que montaban había mucha gente que había comprado la entrada pero que al final no iba. No sé si éste es el caso, pero lo cierto es que yo esperaba que el poder de convocatoria de una banda como Ghost fuera algo más grande a día de hoy.
Hechas todas las reflexiones previas, a las nueve y cinco de la noche se apagaron las luces del pabellón con la consiguiente e inmediata ovación histérica del personal, y por megafonía empezó a sonar la bonita guitarra acústica que abre “Imperium”, la épica intro a lo «Battery» que ejerce de inicio habitual de los conciertos de esta gira. Tras ella, y de forma muy efectista (la escenografía durante toda la descarga es sencillamente increíble), un foco amarillo reveló la sombra de uno de los ghouls guitarristas atacando el punteo inicial de “Kaisarion” tras el telón, y a la que éste cayó a peso coincidiendo con la entrada de la batería se desató el delirio entre el personal, que se derritieron ya del todo a la que el repeinado Papa Emeritus IV hizo su triunfal aparición sobre el escenario ataviado con una bonita y elegante chaqueta de domador.
A pesar de tratarse de un tema cada día más notable, yo no soy especialmente fan del corte que abre Impera (sobre todo al compararlo con las joyas que contiene este disco), pero la banda está realmente convencida de que se trata de una pieza imprescindible en sus repertorios. No seré yo quién ponga en duda sus gustos, claro, y la verdad es que no sonó nada mal, pero cuando la cosa empezó a furular de verdad fue a partir de una “Rats” espectacular. Es verdad que nos habían prometido una producción mayor y que, al fin y al cabo, vinieron con un escenario muy parecido e incluso menos ambicioso que en su última visita al Sant Jordi Club, pero lo que es innegable es que a la que estos tíos salieron a escena desaparecieron casi todas las dudas que aún podíamos albergar, resultando inevitable no entregarse en cuerpo y alma a sus canciones, su sonido y su (mención especial una vez más) espectacular juego de luces.
El ghoul bajista tomó el pequeño saliente que se abría en la parte frontal del escenario para arrancar con “From the Pinnacle to the Pit”, uno de los grandes temas de Meliora. En su última gira creo que los temas pre-Prequelle no acabaron de sonar del todo asá, y en mi opinión hoy se vio una mejora más que notable en este sentido, acabando con un petardazo de impresión que espantó a más de uno. Pero el primer y quizás inesperado punto de inflexión de verdad de la noche llegó con “Mary on a Cross”, una canción que le flipa a la gente y que también fue la que levantó a mi hija de la silla por primera vez. La verdad es que a pesar de que en un primer momento no me gustó demasiado (ahora ya me he convertido yo también), el temilla de marras es pegadizo de cojones y en directo funciona a la perfección.
El primer interludio instrumental de la noche llegó con “Devil Church” y con una, a mi juicio bastante larga e innecesaria, batallita de solos posterior entre el ghoul de la Stratocaster blanca y el ghoul de la Hagström negra. En la parte posterior del escenario se colocan un tercer guitarrista, dos teclistas, el batería y una corista, pero el protagonismo visual (Papa a parte, claro) se lo llevan casi enteramente tanto el bajista como los dos guitarristas principales, que tienen barra libre para moverse a lo largo y ancho del escenario y alternar las plataformas colocadas en ambos extremos siguiendo coreografías perfectas y coordinadas al detalle. Esos parones son los que Tobias aprovecha para darse un descansillo y para cambiarse de ropa, agarrando esta vez unas alas de murciélago de serie B que le acompañarían en la interpretación de la tremenda “Cirice”.
Es posible que éste y no otro sea aún mi tema favorito de la banda, y la verdad es que lo di todo en el limitado espacio al que me encadenaba mi asiento (¿que por qué no nos fuimos a otro sitio? Pues no lo sé) mientras mi hija se desgañitaba con eso de “Can you hear the thunder that’s breaking in your heart?”. La programación de las luces estuvo increíble y la interpretación por parte de la banda hizo justicia a lo verdaderamente fabuloso que es este temón. Ya sin alas, y ahora con el naranja como color predominante en la iluminación (probablemente en homenaje a las calabazas indirectamente protagonistas de Halloween Kills), se lanzaron con “Hunter’s Moon”, un tema que al principio también me dejó algo frío pero que cada día me gusta más. En principio me siento tentado a decir que no es uno de los mejores temas de Impera ni mucho menos, pero la verdad es que en directo es un disfrute del copón.
Llegados a este punto, el bueno del Papa nos instó a emborracharnos con su encantador acento italiano chusquero, cosa que supongo que no hubiera hecho si fuera consciente de la cola absurda que se estaba montando en las barras. La verdad es que me alegra ver como Tobias ha mejorado notablemente su capacidad como frontman a lo largo de los años, y mientras antes se le veía un poco dubitativo e inseguro, es evidente que ahora se maneja con una soltura y una confianza absolutas. Supongo que el hecho de no verse limitado por la pesada y aparatosa vestimenta papal durante todo el concierto le ha ayudado a liberarse lo suyo en este sentido, y creo que el público lo agradece a pesar de que la aparición seglar del Mickey Mouse de Meliora no nos convenciera a casi nadie de buenas a primeras.
Aunque “Faith” es otro temazo muy serio, supongo que se trata de una de aquellas canciones que pocos esperábamos que tocaran si, como entiendo que era su plan A, hubieran metido todos los temas de Impera que tocaba meter. Porque teniendo en cuenta que vienen a presentar el que es su disco más exitoso hasta el momento, con triunfazo de ventas y avalancha abrumadora de críticas positivas, es bastante raro que solo toquen cuatro de sus temas. Hay ciertos rumores que hablan de problemas logísticos a la hora de ensayar esos nuevos cortes (son nueve músicos y tanto la escenografía como las luces están cuidadas al milímetro), así que se espera que de cara a una segunda manga de la gira incorporen unos cuantos temas nuevos más junto a la prometida nueva y espectacular producción. Mientras tanto, una de las pocas que sí que tocaron fue “Spillways”, tremenda, bailonga e indudablemente destinada a un lugar importante en el futuro de la banda.
Tras explicar con detalle como hay cosas que crecen poco a poco tras irritarlas y cosquillearlas, llegó uno de mis momentos álgidos de la noche. Y es que “Ritual” es jodidadmente buena, sonó brutal y me hizo despertar todas las ansias de saltar a la pista como fuera y dejar ir todas mis pasiones. Es una verdadera pena que los temas de Opus Eponymous e Infestissumam se hayan visto desterrados casi por completo de los repertorios actuales de la banda, pero entiendo que la acumulación de nuevos temazos hace imposible que puedan meter todo lo que deberían en un solo concierto sin irse a las dos horas y media o tres (una idea que, quizás, no estaría de más que se plantearan). Al final de la canción, el ghoul de la guitarra blanca se alargó con la nota final hasta que, en uno de los momentos más divertidos de la noche, su compañero de la guitarra negra le arrancó la púa de las manos y se la tiró a la cara para estupefacción del primero. Es cierto que las nuevas máscaras de los ghouls no me acaban de convencer tanto como las anteriores, pero sobre el escenario siguen siendo visualmente impactantes y sin duda celebro que se vayan reciclando y reinventando en este sentido.
El tema más celebrado de todos los nuevos fue, sin ninguna duda, “Call Me Little Sunshine”. A caballo entre Meliora y los Metallica de los Loads, el primer single de Impera puso a todo el mundo a corear el nombre de Mefistofeles con los brazos en alto (mi hija la primera), y despertó una ardiente ovación a la que el Papa Emeritus IV entró de nuevo al escenario, ahora sí, vestido de gala con su preciosa túnica azul y su alta y ceremoniosa mitra (que así se llama el sombrero típico ese alto y puntiagudo que llevan los papas). Tras interpretar un trozo de “Helvetefönstar”, las luces se enrojecieron y por los altavoces del pabellón se empezaron a listar solemnemente nombres de demonios como Asmodeus, Satanas o Lucifer. Eso, por supuesto, dio paso a la espectacular interpretación de la brutal “Year Zero”, con generosas llamaradas ocupando la parte posterior del escenario y con el Papa cambiando su sombrero a uno de dos alas que no tengo ni idea de cómo se llama. Todos los popes de la Iglesia Negra estarían la mar de orgullosos al ver como miles de personas de todas las edades se emocionan y se abrazan al cantar “Hail Satan” con tal fruición. Y es que si un temazo como éste no hace que te lances como un loco a los pies de Lucifer, ya no sé qué podría hacerlo.
Un nuevo y pequeño interludio grabado (en este caso “Spöksonat”) dio paso a otra de las favoritas del público, como es la preciosa y ya icónica “He Is”. Durante su interpretación, el recinto se llenó de lucecitas de móvil para que todos demostráramos de nuevo nuestro dulce, cariñoso y sincero amor a Satán. Este tema es, quizás, el que en su momento le abrió los ojos a muchos incrédulos, y siete años después de su publicación sigue siendo uno de los cortes imprescindibles y más celebrados de cualquier repertorio de la banda. Otra de las canciones por las que no habría dado un duro que tocaran en esta gira es “Miasma”. Y eso que sus guiños a Bruce Springsteen y Michael Jackson son deliciosos, y que pocos momentos debe haber tan ansiados y celebrados en un concierto de Ghost como es la apoteósica entrada del inesperadamente resurrecto Papa Nihil (al que empujan hasta el frente del escenario, creo, dentro de un ataúd montado en una especie de carretilla) para marcarse su característico y celebérrimo solo de saxo (aderezado por unos bailecitos cuquis junto a un par de ghouls). Es posible que esta aparición no tenga mucho sentido a día de hoy (teniendo en cuenta la publicitada muerte del padre de Emeritus IV), pero como al final todo esto es lo de menos y aquí hemos venido a pasarlo bien, me pareció una gozada poder disfrutar de este icónico momento de nuevo.
Las canciones instrumentales y los múltiples interludios conforman una parte imprescindible del show de Ghost, ya que es en esos momentos cuando Tobias aprovecha para cambiarse de indumentaria. En esta ocasión, el amo del cotarro apareció de nuevo sobre el escenario con una chaquetilla azul de lentejuelas y un aire a maestro de ceremonias de music hall, anunciando a bombo y platillo que se disponían a tocar otra canción lenta y melosa. Ésta resultó ser “Mummy Dust”, probablemente el tema más duro y con la voz más agresiva de todo su catálogo. Para ser sincero, a mí me sigue pareciendo uno de los temas más flojos de Meliora, pero ellos se empeñan en tocarla gira tras gira, aprovechando para soltar una especie de confeti dorado y brillante (el polvo de momia) que pululó por el aire durante un buen rato y acabó posándose lentamente sobre las cabezas de aquellos afortunados que se encontraban en la pista. También durante la interpretación de este tema es cuando el siempre impactante keytar hizo su breve aparición de pocos segundos en primera línea, algo que, a tenor de las múltiples oportunidades que tienen y de lo molongui y deliciosamente ochentero que es el instrumento en cuestión, estaría bien que repitieran en en más ocasiones a lo largo de sus conciertos.
Podríamos decir que el set principal acabó con la también resultona (aunque quizás menor) “Kiss the Go-Goat” y sus besitos finales por doquier, pero en realidad no existió un bis como tal. Durante el parón sonoro de rigor, Tobias se quedó en el escenario para agradecer a todo el mundo su presencia y hablar de un montón de cosas más. Lo de los bises siempre me ha parecido un paripé bastante absurdo, así que aplaudo que busquen una alternativa al salir-y-volver-a-entrar-al-cabo-de-un-par-de-minutos. En esta ocasión, y tras afirmar que nos iban a ofrecer tres canciones más (“only for you!”, cuando el repertorio es calcado noche tras noche), empezó a sonar el piano que abre su versión del archiconocido “Enter Sandman” de Metallica. Personalmente no encuentro ningún tipo de explicación a que una banda como Ghost, con tantos temazos olvidados en el tintero, gaste uno de los escasos y preciados slots de su repertorio ni más ni menos que en el puto “Enter Sandman” y, de hecho, es algo que me resulta casi indignante. A riesgo de resultar rancio, me da igual que el hecho de tocarla genere no sé qué royalties que van a parar a no sé qué ONG: creo que si quieren colaborar con una ONG lo pueden hacer perfectamente por su cuenta (y por ello tendrán mis totales y absolutas bendiciones), pero no veo el motivo para el que tengamos que pagarlo todos los demás.
A pesar de mi comprensible y espero que ampliamente compartida indignación, me temo que el grupillo de los avinagrados no era tampoco muy numeroso, ya que la mayoría de gente se puso a saltar con su estribillo como si no hubiera mañana. Espero, en todo caso, que se trate de algo esporádico, que desaparezca a toda prisa de su repertorio después de esta gira y que se puedan centrar como Lucifer manda en aquellos temas que de verdad hemos venido a escuchar, como por ejemplo los dos hitazos (sus mayores dos hitazos) que cerraron el concierto de hoy. Las luces de colorines de “Dance Macabre” fueron divinas (y este tema, por supuesto, el favorito de mi hija y de muchos de los asistentes), mientras que el apoteosis final llegó con “Square Hammer” y el que es posiblemente el mejor estribillo que ha parido el rock en la última década. Un temazo que pasará a la historia de nuestra música y que cerró una hora y cincuenta minutos de concierto totalmente impecable. Podrían tocar más rato, evidentemente, y yo celebraría que fuera así, pero no creo que nadie pueda quejarse de que fuera corto.
Pues bueno… ¿Fue un bolazo? Sin duda que lo fue. Tobias y familia están en su mejor momento, con un estado de forma espectacular y un show cuidado hasta el más mínimo detalle sin dejar de ser absolutamente honestos en todo lo que hacen. En lo personal, y probablemente por culpa de la posición tan lejana en la que decidimos quedarnos, no lo viví con tanta intensidad como hace tres años, así que a pesar de disfrutarlo plenamente me cuesta colocarlo, ni tan siquiera, como mi concierto preferido de la banda. La distancia también hizo que mi hija se divirtiera con las canciones pero se perdiera los detalles de la parte más visual del espectáculo, lo que creo que ayudó a deslucir un poco su experiencia. Así que hablando puramente de nosotros como ente familiar, la verdad es que salimos con un regusto algo agridulce, de evento épico que podíamos haber recordado para siempre a algo un poco menos espectacular. Una especie de mesomenx, pero no te musionis de manual, vamos.
En todo caso, y a pesar de la decepcionante asistencia y de los demás peros menores que ya he ido mencionando con detalle a lo largo de los chorrecientos párrafos que forman esta crónica de dimensiones bíblicas, sigo absolutamente convencido (probablemente más aún) de que Ghost lo tienen todo para ser la próxima gran banda del rock y, con un poco de suerte, podrían incluso dar un paso más allá. Porque se les pueden achacar ciertas cosas, pero no que no sean valientes ni ambiciosos. Han sabido evolucionar su imagen y su personalidad con coherencia, credibilidad y buen gusto, y hasta hoy aún no han dado ni un solo paso en falso. Así se lo supieron valorar los miles de asistentes que se reunieron hoy aquí para comulgar en su misa y que, por cierto, acabaron como nosotros ocupando la feria de delante del pabellón ante el desconcierto de sus chonis habituales. ¿Y no es bonito eso?
Setlist Ghost:
Imperium
Kaisarion
Rats
From the Pinnacle to the Pit
Mary on a Cross
Devil Church
Cirice
Hunter’s Moon
Faith
Spillways
Ritual
Call Me Little Sunshine
Helvetesfönster
Year Zero
Spöksonat
He Is
Miasma
Mummy Dust
Kiss the Go-Goat
Enter Sandman (Metallica cover)
Dance Macabre
Square Hammer
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.