Un otoño más, y ya van 22, todo vallesano con un mínimo de inquietud por la música alternativa tiene una cita ineludible con el Fusiònica. El veterano festival, junto a otros eventos míticos como el Sant Feliu Fest, es y ha sido una referencia básica para toda una nueva generación de festivales que, a día de hoy, se han extendido por todo el territorio hasta copar gran parte de la geografía catalana. A veces nos quejamos de que la «escena» (ya sé que muchos odiais este término) no está cohesionada, y en gran parte es cierto, pero nadie puede negar que lo que a nosotros nos gusta denominar «underground rural» (aunque Granollers esté muy lejos de la ruralidad, la verdad) cuenta con un montón de eventos y, lo que es más importante, de gente ilusionada y llena de ganas de currárselo para crearlos. Y eso debería ser un motivo de orgullo para todos.
Una particularidad del Fusiònica es que no se trata de un festival al uso que concentre sus actuaciones en un día o un fin de semana, sino que es más bien una sucesión de conciertos, en varias ubicaciones, que se esparcen (en este caso) a lo largo de todo el mes de octubre. Si esto es una buena idea o a nivel de asistencia y de repercusión sería mejor meter a diez bandas en un solo día es algo que se podría discutir, pero éste es un aspecto característico del Fusiònica desde que se vio obligado a abandonar la mítica La Nau de La Roca del Vallès, sede habitual hasta entonces de los fregados de L’Arcada Koncerts, promotores principales de toda esa (y esta) movida.
Después de que el retorno puntual de Anti/Dogmatikss lo petara sin remisión la semana anterior en el espai Dràstik Punkaires (aquí os dejamos la genial crónica de ese evento que Nando Cruz escribió para El Periódico de Catalunya), llegaba la hora de afrontar la jornada grande del festival: grande por nombres, por número de bandas y por ubicación, ya que la monstruosa Nau B1 de Granollers es capaz de albergar hasta 800 personas. Por supuesto que nadie esperaba que este cartel encabezado por Joan Colomo y Blowfuse fuera capaz de reunir a tal cantidad de gente (como no lo esperan ante casi ningún concierto que se celebre aquí), pero seguramente habría estado bien que vinieran unas cuantas más.
Sofa
Me habría gustado mucho estar a primera hora para ver el debut sobre los escenarios de Tansumica, el nuevo proyecto paralelo que se han montado los chicos de Yahi. Y no solo por interés musical, que lo había y mucho, sino porque es una banda formada por algunos de mis mejores amigos. Pero ese mismo 13 de octubre también se celebraba el quinto cumpleaños de mi hija, así que ni pude (ni quise) escaparme de los múltiples compromisos relacionados con esa efeméride hasta que la pequeña se rindió exhausta a la cama.
Por ello, me perdí tanto a Tansumica como a Fetus, y cuando llegué escopeteado para presenciar el principio del bolo de los vascos Sofa, el panorama en el interior de la sala era verdaderamente desolador, con no más de diez personas repartidas a lo ancho del inmenso espacio que forma la B1. A medida que avanzó su concierto fue entrando más gente, es verdad, pero no creo que nunca llegáramos a ser más de treinta, poniendo de manifiesto que esta sala, que está muy bien en muchos otros aspectos, necesita pensar en la posibilidad de ser modulada de una forma u otra como el aire que respira. Unas simples cortinas delimitando la zona central harían muchísimo para ayudar a que la mayoría de los conciertos que se celebran aquí no parezcan transcurrir en un páramo frío y ventoso.
De todas maneras, a los simpáticos chicos de Sofa pareció darles absolutamente igual que fuéramos diez, treinta o tres cientos, ya que ejecutaron su post / math rock instrumental con una potencia atronadora y una actitud intachable, brincando de un lado para otro y dándolo todo en todo momento. El trío de Zarautz había bajado hacia tierras catalanas con la excusa de participar, el día anterior, en el AMFest, y aquí demostraron tener nivel de sobras para no desentonar en absoluto dentro del brillante cartel del festival barcelonés. Son simpáticos, tienen presencia, los temas molan y, fíjate por dónde, sin esperarme especialmente nada, resultaron ser mis favoritos de la noche.
Buena prueba de su calidad es que la gente, que tengo bastante claro que no estaba especialmente familiarizada con su música, solo se movió para irse acercándo poco a poco al escenario. Hubo un momento, por cierto, en el que anunciaron una versión de Deep Purple que nunca supe si llegaron a hacer o era troleo, ya que la pieza que se sucedió tenía alguna vaga retirada a no sé qué canción de la mítica banda británica, pero en todo caso fue algo bastante sui generis y nunca llegó a ser del todo reconocible. En resumen, un bolo contundente y sin fisuras que convenció y me convenció. Muy recomendables.
Power Burkas
Otra de las características del Fusiònica es que, entre banda y banda, se proyectan una serie de cortometrajes bajo el paraguas de lo que se denomina Festival Pupil.la. Por desgracia, si había poca gente durante los conciertos, menos había aún en los espacios entre bandas. Personalmente, y a riesgo de que todos mis amigos me abandonaran enmedio de la sala, tampoco yo me quedé a verlos, a pesar de que la idea es buena y el programa tenía muy buena pinta.
Cuando entré de nuevo, los barceloneses Power Burkas ya estaban preparados para empezar con su descarga. Por algun motivo que ahora mismo no sé recuperar, pensaba que esta banda iba a ser algo notoriamente salvaje en directo, en el sentido de hacer el cafre, disfrazarse y cosas de esas. Por eso me decepcioné (un poco injustamente, ya que es una historia que me habia montado yo mismo) cuando vi que se trataba de un grupo con una puesta en escena de lo más normal y estática, practicando un post hardcore cantado en catalán con toques alternativos / grunge y un ADN 100% Fusiònica.
Aunque la banda, en las filas de BCore, dio un concierto impecable a nivel de ejecución, y aunque empezaron con bastante más público que sus antecesores, la respuesta de éste no fue tan entusiasta, recibiendo solo unos tímidos aplausos después de cada canción y cuando, al cabo de unos 45 minutos de actuación, se bajaron del escenario. Sensaciones un poco agridulces ante un concierto algo frío que nunca llegó a contactar ni con el público ni conmigo.
Joan Colomo
El celonino Joan Colomo es uno más de la familia Fusiònica. Habitual de los eventos de L’Arcada ya sea con Zeidun, con La Célula Durmiente o en solitario, hoy venía a presentar su último trabajo, un La oferta i la Demanda que ahonda en esa dulzura punzante que caracteriza su carrera en los últimos años. Joan era el auténtico cabeza de cartel de hoy, y los pocos más de sesenta valientes que se juntaron ante el escenario lo trataron definitivamente como tal: cantando y coreando la mayoría de sus canciones, siendo siempre cómplice de sus simpáticas bromas y, en definitiva, disfrutando de un muy buen concierto.
En esta ocasión, Joan dejó de lado su guitarra y se mantuvo en todo momento con una mano en el micrófono y la otra en un sintetizador del que sacaba todo tipo de sonidillos. De hecho, en general la banda presentó una versión de sí misma mucho más encarada a la electrónica, con notable protagonismo del teclado de Guillem Caballero y dejando a la guitarra en un cierto segundo plano. Canciones antiguas como «Fe en el acné», por ejemplo, recibieron un lavado de cara bastante potente, limando un poco el rock y añadiendo ritmos eminentemente bailables sin abandonar la esencia y la actitud habitual en la banda.
El simpático vocalista no deja de lado la ironía en ningun momento, ya sea para insistir en la broma de que estábamos en una nave (una nau, la B1) camino a Marte, como con el tristemente definitorio «Que parezca que no somos del Vallès, que parezca que tenemos sangre». Una puya terrible que fue cómodamente barrida debajo de la alfombra por un respetable que siguió tranquilamente atento (y disfrutando internamente y todo) sin mover casi la cabeza. Y eso es lo que más mola de Joan, la verdad, que es capaz de meter mocos a troche y moche con esa dulzura y esa sonrisa de niño pequeño ante la que todos decimos «qué mono» y no nos las vemos ni venir.
El sexteto vallesano tiene una puesta en escena muy sólida y bien trabajada, y lo cierto es que se pegaron otro concierto impecable, con temazos como «Fantasma» y cerrando con el emocionante combo «Els amigos» / «Comité de Benvinguda». Sonaron bien y lo hicieron bien, pero me dio la sensación de que se trata de un artista y de un concierto que merecían bastante más gente. Está claro que toca reflexionar entre todos sobre los motivos por los cuales no fue así, pero los que estuvieron, aunque fuera un poco internamente, se lo pasaron en grande. Y eso, al final, es lo más importante.
Blowfuse
La opción más trallera de la noche, y todo un acierto para cerrar, fueron los barceloneses Blowfuse. Tanto su hardcore melódico como su actitud y su estética (trencitas del bajista incluidas) te teletransportan inmediatamente a mediados de los noventa, tiempos en que el punk rock melódico causaba sensación entre la parroquia adolescente y lo petaba más o menos en todos sitios. Con bandas como Lagwagon y NOFX como absolutas referencias en lo musical, el cuarteto catalán estuvo divertido, activo, veloz y con toda la pose que se merece una banda así. Su energía fue perfecta para mantener los ánimos del personal elevados a esas horas, sobretodo los de cinco o seis fans dedicados que, ya un pelín perjudicados, se marcaron un pogo constante delante del escenario.
Blowfuse han publicado dos discos hasta el momento, el último hace ya cuatro años. Parece que el siguiente llegará más pronto que tarde, y por ello nos obsequiaron con dos temas nuevos que, a bote pronto, mantienen el nivel de temazos como «Smiling Brightly» o «Radioland», grandes triunfadores de la noche gracias a sus melodías infecciosas, su energía desbordante y el buen rollo generalizado que desprenden. Mención especial para Oscar, su vocalista, que no paró de poner muecas, saltar y sacudirse de un lado para otro para solidificar una puesta en escena muy activa y dinámica.
A pesar de intentarlo y poner todo de su parte, su descarga no gozó de tan buen sonido como las bandas anteriores (que habían sonado muy bien, la verdad), y no sé si es por eso o por la pasividad general del poco público que quedaba en la sala, pero el final de su concierto fue un poco abrupto y la banda se bajó del escenario casi de golpe, con expresiones contrariadas y sin prácticamente despedirse. Una pena, porque estos minutos finales empañaron un poco el que pudieran ser los que más me convencieran de toda la noche.
Así pues, la jornada grande del Fusiònica acababa con buenos conciertos pero con algunas dudas. La semana anterior, Anti/Dogmatikss tuvieron bastante mejor respuesta en una sala minúscula que lo que se logró juntar hoy aquí. No sé si fue el cartel, la frialdad de la sala, el precio, o qué, pero lo lógico habría sido un ambiente bastante más caldeado. Sea como fuere, el Fusiònica continúa con dos nuevas citas en octubre: The Hazytones este mismo sábado y la jornada final con Violets, Deadyard, X-Closs o The Black Panthys Party en el Campanar de Canovelles. Animaos, chicos, que todo eso es mandanga de la buena.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.