Corría el año 2003 cuando una gente con más ganas que conocimiento se juntaron con la intención de formar una banda que les diera una excusa para pasarlo bien, y con tan noble intención nació El placer de estar sin ti, que hicieron su presentación en sociedad un año después en forma de maqueta.
Pasan los años, hay algunos cambios en la formación, y no es hasta 2015 que vuelven a grabar, esta vez con un larga duración, Dolor cerebral, en el que se definen sin lugar a dudas como una banda genuinamente punk, compaginando siempre la rabia y las ganas de divertirse.
Y en este recién estrenado año nos regalan Al fin!, un nuevo trallazo que se desprecinta con “Humanoides”, que llamará la atención de quienes añoren la escena más underground del punk de finales de los ochenta y los primeros noventa.
De segundo plato nos ofrecen “Todos nacemos por el coño”, tan cruda como su propio nombre, dejando claro que se puede hacer música completamente callejera y macarra pero muy bien tratada y cuidando los detalles.
Para el tercer corte vienen a recordarnos que una buena parte del punk es el humor y el poder hacer temas partiendo de una base aparentemente absurda, como hicieron hace lustros Siniestro Total. Con “Es-tática” toman ese relevo, y lo toman dignamente.
En “Palomitas” encontramos pinceladas más oscuras, que no podrían ir mejor como entrante de “La mejor banda del mundo”, un homenaje a Eskorbuto, cuya influencia está presente en cada uno de los temas del disco, tanto en lo musical como en la actitud.
En “Ruta rutina” el ambiente se vuelve más fiestero, metiendo detalles ska, sin dejar de lado que algo de mala leche siempre tienen para soltar, la cual acaban de descargar en “Soldados”, en la que también contrastan sintonías suaves con un mensaje mucho más duro.
“Despierta” es un tema en el que juegan con varios estilos, dando como resultado dos minutos que, aunque a priori pillen por sorpresa, dejan muy buen sabor de boca.
Vuelven al punk más canónico (si es que el punk puede serlo) con “Kítamelo”, con los redobles de batería y el bajo como actor principal.
Le sigue “Animal salvaje”, derrochando macarrismo en su letra y saber hacer en lo musical, que da paso a “Crestas con gomina”, que viste una guitarra que todo el mundo, aunque no sea especialmente conocedor del punk, sabrá reconocer.
El disco lo cierran con “La nota sensible”, en el que otra vez vuelven a compaginar armonías dulces con historias macabras. Como la vida misma, al fin y al cabo.
En resumidas cuentas, Al fin! nos ofrece un disco declarademente macarra, que rezuma espíritu ochentero y ganas de pasarlo bien sin dejar de estar cabreados, o de cabrearse sin dejar de pasarlo bien.