Cuando un evento llega a su XXXIª edición, es señal de que las cosas funcionan bien. Esto puede deberse a varios factores, entre los que destacan cuatro: calidad, una hoja de ruta bien definida, fidelización del público y comodidad. El Ripollet Rock es uno de los eventos más longevos en tierras catalanas. Este festival gratuito reúne a un conjunto de bandas de heavy metal y hard rock. Su ubicación es ideal, en un parque a las afueras de Ripollet, cerca de Barcelona y otras grandes urbes como Sabadell, Terrassa y Badalona. El recinto es cómodo y amplio, con servicios suficientes (zona de bebidas, comidas, merchandising oficial y tiendas variadas de artículos típicos de este tipo de festivales).
Lejos de buscar un crecimiento desmedido, la organización ha apostado firmemente por lo más esencial de este evento: su gratuidad. A lo largo de los años, el festival ha contado con cabezas de cartel de la talla de Barón Rojo en 1995, Sex Museum y Lagartija Nick en 1996, o Hamlet y Ktulu en 1998. En 2002, se atrevieron a traer a U.D.O., siendo este el primer cabeza de cartel internacional de renombre. Han pasado por su escenario bandas como Rage, Primal Fear, Moonspell, Epica, AXXIS, Jorn y Stratovarius, entre otras, combinando siempre un cabeza de cartel con bandas nacionales consagradas y apuestas más arriesgadas como Persefone, We Exist Even Dead, Blaze Out o unos primerizos Angelus Apatrida en 2011.
En 2024, el festival nos traía como plato fuerte a Kamelot. Los norteamericanos actuarían con un setlist completo de 90 minutos. Otro atractivo era la presencia de los británicos NeonFly, con su hard rock y metal alternativo, muy transversal y dinámico. En cuanto a las propuestas menos comunes y más arriesgadas, destacaba Bloodhunter. Los gallegos, consagrados como una de las mejores bandas de metal extremo del país, aportarían su death metal y voces guturales frente a un público más acostumbrado a melodías y voces limpias. Lándevir animaría la noche con su folk ameno y atractivo, mientras que el toque más clásico lo aportarían los resucitados ADN.
ADN por Ray Molinari
ADN, reunidos y de nuevo como amigos, cumplieron con lo anunciado por la organización al inicio del festival: tocar como banda “local”, ya que en esta edición la representación de Terrassa recaía en ellos. Supieron regresar al escenario con un nivel notable. Su sonido, basado en el heavy metal clásico, atrajo a un buen número de asistentes que estaban ansiosos por verlos. Para conectar con su público, pasaron una pancarta para que quienes quisieran pudieran firmarla, con la intención de exhibirla en sus próximos conciertos.
Desde su entrada al escenario, Ricard Reollo, con casco militar y guitarra en mano, junto a Juan Feria en la otra guitarra, Segu González al bajo y Pep Compte en la batería, nos ofrecieron un concierto enérgico, como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que tocaron juntos. ADN es una banda que comenzó su andadura en 1982, en una época en que muchas televisiones aún eran en blanco y negro. Fue un excelente inicio de festival, dejando muy satisfechos a quienes ya estábamos allí. Esperamos que este reencuentro sea el impulso para una nueva etapa en la historia de ADN.
Bloodhunter
Nunca nos cansaremos de ver a Bloodhunter en directo, y gran parte de esta fascinación se debe al carisma arrollador de Diva Satanica. La vocalista de la banda gallega es una de las mejores cantantes extremas de nuestro país y del viejo continente. Bloodhunter está aprovechando al máximo el impulso que les dio la oportunidad de ver a Diva Satanica al frente de Nervosa. En 2024, los gallegos no han dejado de girar, incluyendo su paso por “nuestro” día grande en Granollers a principios de año.
El death metal melódico de Bloodhunter no tiene muchos misterios, pero su ejecución y puesta en escena son fenomenales. La banda disponía de 50 minutos para su actuación y rápidamente se apoderaron del escenario, conquistando a un público que no está completamente familiarizado con este estilo de metal. Y repito, gran parte de esta conquista se debe al carisma y la cercanía de Rocío tras el micrófono. Es un portento, un torbellino. En su repertorio no faltó “A Twist of Fate to Come”, su canción más reconocida y habitual abridora de cada show.
Tampoco faltaron la dura “All These Souls Shall Serve Forever” de su disco The End of Faith (2017), ni “The Eye of the Serpent” de su último álbum. En todo momento, como es habitual, la banda se mostró cercana, agradecida y muy comunicativa. Al final de su actuación, los blastbeats iniciales de “Bring Me Horror” arrasaron sin piedad, mientras el público vivía intensamente las sacudidas que Bloodhunter lanzaba desde el escenario.
Como siempre, chapeau por unos Bloodhunter que adoramos, que siempre dan más que nadie y que se hacen querer como ninguna otra banda. Además, siempre tienes la oportunidad de conocer a la banda, charlar con los artistas, que te firmen discos o sacarte fotos con ellos, pues al terminar sus conciertos suelen salir a disfrutar del festival como simples espectadores.
NeonFly
De los londinenses NeonFly no sabía nada antes de investigar sobre las bandas del cartel del Ripollet Rock 2024, pero acabé apreciándolos. Me sorprendió gratamente su propuesta fresca de heavy, hard rock y alternativo. Su música es actual, alegre, vistosa y resultona. La banda, liderada por el activo y versátil Willy Norton, desplegó todos los recursos necesarios para ganarse al 99% del público presente.
Y no solo a través de su música. El apartado visual, complementado con un espectáculo de fuego y danza, llenó todos los espacios visuales necesarios en cada momento. El show fue muy bien pensado, agradable y ameno de principio a fin.
La banda comenzó su actuación con temazos como “Highways to Nowhere”, “Last of Our Kind” y “The Future, Tonight” (donde Willy recitó «el futuro, esta noche», con su Spanglish característico de Lloret de Mar). Se mostraron muy activos y receptivos; se notaba que estaban a gusto tocando en este festival, y su conexión con el público fue total durante todo el concierto. La banda disfrutó y el público respondió con entusiasmo. ¿Qué más se puede pedir?
La recta final del show se llenó de luces con una balada (perdonad, pero no sé el nombre) y luego más músculo y fuego con “The World Is Burning”. En resumen, es una gran banda que seguirá creciendo, lo tengo claro. Tienen potencial y un gran directo, una combinación que augura éxito. Un gran acierto por parte de la organización traer bandas de este estilo y calidad.
Kamelot
Como flamante cabeza de cartel, la banda de Tampa llegó a Ripollet en esta tardía gira de festivales de agosto. Liderados por el fantástico guitarrista Thomas Youngblood, el único miembro fundador de Kamelot, vinieron a presentar su último disco, el notable The Awakening (2023). Aunque para muchos los verdaderos Kamelot desaparecieron cuando el gran Roy Khan dejó la formación en 2011, Tommy Karevik es un vocalista muy competente. Además, en esta gira cuentan con la preciosa Melissa Bonny, que aporta voces limpias y guturales, llegando a donde Tommy nunca soñaría llegar. ¡Qué gran aporte es Melissa!
El concierto comenzó con “Veil of Elysium”, del álbum Haven (2015), seguido por “Insomnia” con su estribillo inmaculado, y cerraron con “Liar Liar (Wasteland Monarchy)”, un impresionante dueto entre Tommy y Melissa.
El primer gran momento del repertorio llegó con la aclamada “When the Lights Are Down”. ¡Qué temazo! Ese estribillo power matador fue cantado a pulmón por más de un par de asistentes. Del mismo álbum The Black Halo (2005), no podía faltar “March of the Mephisto”, otro momento destacado. Sin embargo, el punto álgido llegó con las primeras notas de “Karma”. Junto a “Forever”, ambas del disco Karma (2001), fueron sin duda los mejores momentos de la noche. Aunque debo comentar que el excesivo alargamiento y pérdida de tiempo (¡10 minutos!) en el tramo final de “Forever” deslució una canción tan destacada como esta.
Inesperadamente, la banda tocó “Center of the Universe” de Epica (2003), convirtiéndose en otro de los momentos más disfrutables del show. Tras “Forever”, con la bandera en mano, no faltó la nueva “One More Flag in the Ground”, una canción muy apropiada para el tramo final del repertorio.
En cuanto a la puesta en escena, clásica para este tipo de bandas, se dejaron momentos para que los artistas mostraran su potencial, ya fuera con la guitarra, el bajo, la batería o el teclado. Todos fueron sumamente importantes para que el sonido de Kamelot fuera como es: técnico, virtuoso, ligero y bello. Tommy, como figura más visible de la banda, se mostró agradecido y cercano, presentando a los miembros de la banda y dando a cada uno el protagonismo necesario y merecido.
En resumen, fueron 90 minutos de un repertorio jugoso y variado, combinando canciones clásicas y himnos con algunas más recientes. Gran concierto de Kamelot, sin pega alguna; otro gran acierto por parte de la organización. Y tras su actuación, aún quedaba la última bala en la recámara: Lándevir. Aunque las horas ya invitaban a irse a la cama, las 2:15 es una buena hora para cerrar un festival. Las cosas como son.
Lándevir por Ray Molinari
Lándevir tenía la difícil tarea de cerrar el festival, y como mencionábamos durante el concierto de Kamelot, la asistencia se reduciría considerablemente, ya sea por el horario o porque la banda de Elda, Alicante, no era tan conocida por el gran público. Sin embargo, era una buena oportunidad para descubrir cómo suenan las canciones de su quinto álbum Un viaje en el tiempo, lanzado en 2024, y comprobar si su evolución sonora se acerca más a los nuevos elementos celtas, vikingos y árabes, incorporando un estilo más orientado hacia el folk.
Lándevir subió al escenario del Ripollet Rock con toda la energía del mundo, ofreciendo un aire festivo al cierre del festival mientras repasaban su discografía en una cálida noche de agosto.