El final del verano llegó y con ello la vuelta a la rutina, a los problemas y al mundo real. Pero si acaricias el fin mientras escuchas y ves a She Wants Revenge todo se suaviza. L’H estaba en plena ebullición a las puertas de la Salamandra pues las puertas abiertas iban en demora. Una cerveza en los aledaños sirvió para evidenciar que, mayoritariamente, el público que copaba el aforo era afín a la movida gótica barcelonesa. Se estuvo cerca del sold out, toda una hazaña para un viernes de agosto con paridad entre el público y dominio de los tonos negros en los ropajes. Pudimos vivir una gran velada del estilo e incluso los teloneros salieron de la sala con un buen puñado de nuevos fans. She Wants Revenge volvieron tras más de siete años y demostraron que, pese a no sacar música nueva, pueden liderar el movimiento sin pestañear.
State of the Union conectaron con un participativo público
Johan Sabastian es un luchador nato. Salió de su Colombia natal para afincarse en Los Ángeles y sacar adelante un proyecto tan válido como son sus State of the Union. Llevan peleando lustros atrás llegando a asomar con ese excelente single que fue “Radioman” en 2007. Aquí se presentaron de forma humilde, en formato trío con una batería sampleada con Jimmy Nimra a la batería y Jeremy a los sintetizadores y teclados. Impactante inicio con esas pantallas con imágenes proyectadas y con dominio de las luces rojas. Desgranaron material de sus muchos discos como “5 minutes to Midnight” o “Enemy of the State”, adornada con esos dibujos animados bélicos de fondo. Johan Sebastian se comunicó bien con el público, pero su voz quedó algo plana durante toda la velada y en algún momento falló algún tono más exigente. Pero en general convencieron con “Romancing in the Stone” o una pieza dedicada a su madre, que padece de esquizofrenia: “Mindless”.
El líder combinó momentos con guitarra y sin guitarra y en general el material sonó menos dance y electrónico que en disco. Los tonos blancos de focos dieron paso a los verdes para “Stupid Song”, con imágenes deudoras de “Matrix” y máscaras de gas. La gente se divirtió bailando a pesar de que nos escatimaron ese “Bailando en la oscuridad” que muchos esperaban. “Dead Serious” precedió a otro tema del mismo disco que según su líder no necesita presentación: “Radioman”. Aquí si que los que faltaban por rendirse a la propuesta definitivamente lo hicieron. Una versión más cruda y desprendida del dominio de los samplers, algo que agradecimos a los que nos gustan más las guitarras. Ya en la despedida nos preguntó que “¿quién creía que el amor es complicado?”, ideal presentación para su “Love Is Complicated”. Otro gran single y el detalle de poner el logo del combo con la palabra “Barcelona” en el centro. Luego la banda estuvo simpática vendiendo material a buen precio, así que cerramos una entrevista para dentro de unos días. Hay ganas de preguntarle a Johan Sebastian sobre su oscuro pasado…
She Wants Revenge se toman la revancha en L’H
Quedó claro que She Wants Revenge están varios escalones por encima de State of the Union y eso que para nada buscaron empatía alguna o contacto con el respetable. Subió el telón y pudimos ver ese formato cuarteto en el que Justin Warfield iría armándose y desarmándose de su guitarra, luciendo una cinta roja en la frente y haciendo esa postura habitual tan suya de señalar al público. Ya desde la inicial “[Killing]” vimos que la noche iba a ser más que interesante, continuando con una excelente “These Things” en la que disfrutamos de los detalles del bajo de Adam Bravin, el cual iba ataviado con un gorro negro, bañado por los tonos rojos de las luces. Clase y mucho estilo para un grupo que no necesita de posturas ni de ropas caras, su música les avala y su directo es más que convincente.
Los juegos de tonos turquesas de las luces invadieron el escenario al tiempo que el combo optaba por un “Take the World” en la que las percusiones estaban grabadas pues al baterista se le cayeron las baquetas… y los bongos sonaron. Luego mantuvieron la atención del público y su cálida entrega con “Little Stars” y “This is the End”. El grupo suena en muchos momentos a una mezcla de Bauhaus, The 69 Eyes ralentizados y sobre todo a Joy Division. El caso es que poco a poco fuimos entrando en una propuesta que en el tramo intermedio fue decayendo por momentos. No se mantuvo la intensidad, pero indudablemente el material y su ejecución fueron buenas. No necesitaron ni imágenes traseras como sus teloneros. Bravin exhibió galones dirigiéndose al público. Su actitud escénica deja patente que él y Justin son “el grupo”.
El peso de su primer disco fue abrumador con píldoras del nivel de “Somone Must Get Hurt” o un “Sister” que en su día fue todo un single. Cadencias marcadas e hipnóticas con ese bajo marcando y esa batería sampleada deliciosamente post rock. El resto de los músicos cumplió bien su cometido en material más actual como “Not Just a Girl” o “Rachael”. Uno de los momentos de la noche, el cual volvió a retomar el pulso a la velada, y a un gran nivel, fue “Red Flags and Lonely Nights”. Quedó claro que su disco debut fue una auténtica maravilla. Teclados de mañana brumosa para empañar un “She Loves Me, She Loves Me Not” con Justin concentrado y señalándonos (otra vez más) con su dedo índice. La traca final tuvo grandes dosis de energía, especialmente por el público, contoneándose al ritmo de “Maybe She’s Right”. Dos de los singles que brillaron en su ópera prima fueron utilizados como bombas finales: Primero “Out of Control”, y para poner el punto y final, “Tear You Apart”, su indiscutible buque insignia con ese final tan abrupto.
El público disfrutó de lo lindo con una velada oscura y bailable con grandes momentos en los que sintetizadores y gargantas profundas oscurecieron la noche veraniega. Hubiésemos preferido algo más de comunicación, un bis (que no hubo ninguno) o incluso algo de hielo seco e imágenes en las pantallas para ambientar… Pero el grupo ciertamente tampoco lo necesita. She Wants Revenge funciona sin necesidad de adornos ni guirnaldas, y estamos hablando de un estilo, el gótico, en el que muchas veces triunfa más el envoltorio que no el contenido real.