Aunque se trate de algo que siempre se ha hecho en mayor o menor medida, últimamente se han popularizado este tipo de tours con dos bandas actuando como co-headliners y un pequeño elenco de teloneros (o “invitados especiales”) de auténtico lujo. Supongo que al ver que festivales de todo pelaje lo petan verano tras verano, las mentes pensantes tras el diseño de giras han decidido que empaquetar el máximo de grupos de renombre en un cartel itinerante maximizará el interés del público y, con ello, tanto la venta de entradas como los beneficios finales. Está claro que este tipo de carteles tienen su atractivo y que si te gustan todas o la gran mayoría de las bandas es un planazo que te las metan de golpe en la misma sala y la misma noche. Por otro lado, si tan solo te tira uno de los llamados co-cabezas (sobre todo si es el menos cabeza de los dos), el mayor precio de las entradas y la menor duración de los conciertos puede que te echen un poco para atrás.
Por eso creo que, si bien estoy generalmente a favor de este tipo de giras, uno tiene que mirárselo muy bien antes de juntar a según qué bandas en un mismo autobús. Por ejemplo, y a pesar de la valía innegable de ambas. no tengo nada claro que la idea de meter a Amon Amarth y a Machine Head en un mismo cartel fuera especialmente brillante (y lo mismo me ocurre, en menor medida, con Arch Enemy y Behemoth), ya que no me parece que sean bandas que compartan la mayoría de su público potencial. Además de la coyuntura propia de nuestro país y de la incierta situación económica actual, es más que probable que ese fuera uno de los motivos por los que en España esa gira, tan atractiva sobre el papel, pinchara con fuerza.
Hoy, salvando las distancias, estamos ante una situación parecida, con dos bandas que gozan del respeto de toda la escena y unos invitados especiales de auténtico lujo que en sus visitas anteriores por separado a Barcelona nunca han actuado en una sala del tamaño de Razzmatazz, y que se juntan buscando aumentar sustancialmente su poder de convocatoria. Y aunque desde el primer momento quedó claro que en general los “jóvenes” venían por Eluveitie y los “no tan jóvenes” estaban aquí por todo lo demás, me parece evidente que esta vez el cartel estuvo bien pensado y resultó lo suficientemente homogéneo para sumar y congregar al máximo de aficionados del death metal melódico y del folk metal.
Dicho esto, y aunque se venda como lo contrario, a la hora de la verdad en este tipo de giras siempre hay una banda más cabeza que la otra, ya sea porque es la encargada de cerrar, porque dispone de más tiempo de actuación, porque aparece más arriba en el cartel o porque cuenta con un escenario más personalizado. En este caso se cumplieron los cuatro condicionantes (y posiblemente también un quinto – que su caché sea mayor -, aunque eso ya no lo sé a ciencia cierta), con lo que no hubo atisbo de duda de que los suizos Eluveitie ejercieron de verdaderos cabezas de cartel de esta gira y también, claro, para la noche de hoy.
Esta jerarquía, como ya ha ocurrido tantas otras veces cuando alguien pasa por delante de ciertos ídolos de juventud, habrá provocado que más de uno se arrancara los pelos y los ojos, pero es evidente que ésta no es una decisión caprichosa sino que obedece a las crudas y frías evidencias del mercado. A nivel de preferencias personales, tanto Amorphis como Dark Tranquillity son dos de mis grupos favoritos pasados, presentes y futuros, mientras que la banda suiza liderada con mano de hierro por Chrigel Glanzmann nunca ha acabado de decirme nada, pero no me provoca ningún tipo de resquemor que estos últimos gocen de una posición de privilegio en este cartel, y ya sea por devoción o por curiosidad, venía con muchas ganas de ver a las cuatro bandas que iban a protagonizar el concierto de esta noche.
El tempranero horario dio mucho que hablar en las horas previas, con la apertura de puertas establecida para las cinco y media y el pistoletazo de salida a la actuación de Nailed to Obscurity para tan solo diez minutos más tarde. Eso hizo que muchos se perdieran ese primer concierto y que muchos otros tuviéramos que salir antes del trabajo (o de dónde fuera) para poder llegar a tiempo para verlos o, incluso, para ver a unos Dark Tranquillity que nadie se quiso perder. Al haber tantas bandas no quedaba más remedio que empezar temprano, asi que tocaba resignarse a ello con cierto estoicismo. Pero teniendo en cuenta que Eluveitie se bajaron del escenario y dieron por terminada la velada poco antes de las diez y media (una nueva costumbre que parece haber implantado esta temporada la gente de Razzmatazz y que a mí no acaba de convencerme), creo que no habría pasado nada si se hubiera empezado media horilla más tarde.
Nailed to Obscurity
Tras un ojiplático paseo por esta nueva calle Almogàvers a la que nunca llegaré a acostumbrarme, sin coches ni Rocksound pero llena de arbolitos y objetivamente mucho más agradable que antes, llegué a las puertas de la sala Razzmatazz con un par de minutos escasos de retraso, de manera que pude plantarme delante de los alemanes Nailed to Obscurity cuando aún estaban sonando los rituales redobles que abren la inicial “Black Frost”. El quinteto liderado por los guitarristas Volker Dieken y Jan Ole Lamberti vio limitada su área de acción a la primera línea del escenario y utilizó el montaje de Dark Tranquillity al completo, con su bonita batería blanca, su característico y afilado pie de teclado y las siluetas del señor que ilustra la portada de Moment repartidas por toda la tarima posterior.
Con un gran telón de fondo, un par de banderolas laterales y unos parches de bombo personalizados con su nombre, los alemanes necesitaron de pocos alardes visuales para exponer sus imponentes credenciales a quien quisiera escucharlas. A pesar de sufrir un poco de eco debido a la poca gente que ocupaba la pista a esa hora de la merienda, Nailed to Obscurity sonaron más que bien (quizás no del todo definidos en sus matices, pero definitivamente muy potentes) para ofrecernos una breve pero deliciosa y convincente descarga de doom / death melódico que algunas veces tiende a tirar de manual pero que contiene los suficientes detalles personales como para que se merezcan que nos los miremos con atención plena.
Con más de quince años de carrera a sus espaldas, cuatro discos en el mercado y (creo, pero no estoy 100% seguro) un quinto a punto de salir del horno, los alemanes dispusieron de una escasa media hora para convencer a los presentes de que no son una banda telonera aleatoria cualquiera que había venido a cumplir el expediente. Y ya os digo que lo consiguieron con soltura, ya que a pesar de la frialdad original del ambiente fueron granjeándose aplausos cada vez más crecientes y entusiastas al acabar cada una de las cinco canciones que interpretaron.
Los momentos decididamente abrasivos se mezclan sin esfuerzo y con naturalidad con pasajes rebosantes de delicadeza, recordando claramente a bandas como Opeth y no tan claramente a otras como Tiamat o incluso Foscor. Pero a pesar de estas innegables similitudes, Nailed to Obscurity son capaces de construir su propia narrativa y personalidad musical con total convencimiento, consiguiendo algo tan importante como que en un mundo tan saturado de bandas y de propuestas musicales más o menos parecidas, sus canciones y sus melodías sean reconocibles, pegadizas y, en definitiva, absolutamente memorables.
En esos treinta minutos que estuvieron sobre el escenario, los sajones dejaron de lado sus producciones más primigenias y optaron por interpretar un tema de su antepenúltimo trabajo (la inicial “Black Frost”), otros dos de obra más reciente (“Protean” y la preciosa final “Desolate Ruin”) y el par de singles que han publicado durante este 2022. Por mucho que lo busco, no me queda del todo claro si estas dos canciones (llamadas “Liquid Mourning” y “Clouded Frame”) van a formar parte de un nuevo álbum o si, por el contrario, se quedarán tal y como están. No es lo habitual, claro, pero supongo que en un mundo donde cada vez menos gente escucha discos enteros, no tiene por qué ser una mala idea centrar la estrategia de producción en sacar un single cada cierto tiempo.
A pesar de su brevedad, el concierto de Nailed to Obscurity fue indudablemente sólido y ayudó a confirmarlos como una banda a tener realmente en cuenta en este mundillo más o menos oscuro pero a la vez accesible. Su excelente actuación gustó mucho tanto a aquellos que ya los conocían y que venían con ansias de verlos y disfrutarlos como a los que se los encontraron de casualidad y acabaron enganchándose fácilmente a su propuesta, y su retirada del escenario se vio acompañada de un masivo, estruendoso y más que merecido aplauso que sirvió para empezar a calentar lo que prometía ser una gran noche de death metal melódico.
Por cierto, si en la última visita de Amorphis a Barcelona fui yo quien tuvo un doble percance neumático-motriz que hizo que me perdiera la descarga de Nailed to Obscurity (que como recordaréis también ejercieron de teloneros ese día), hoy fue nuestro bienamado fotógrafo Manu Damea el que se vio afectado por los caprichos de los dioses del automovilismo, quedándose tirado de camino hacia el Razz y siendo finalmente incapaz de llegar hasta aquí por mucho que lo intentara. Es una pena no poder ilustrar esta crónica con sus siempre espectaculares fotos, así que queremos dar las gracias al bueno de Marc Gutiérrez y a nuestros amigos de Metal Symphony por prestarnos amablemente algunas de las suyas y ayudarnos a darle todo el colorido que se merece a este escrito. Pero en todo caso, que no se nos pase por alto que los chavales de Nailed to Obscurity le han echado algún tipo de mal de ojo o algo a los carromatos de los integrantes de esta revista, porque de lo contrario no me lo explico.
Setlist Nailed to Obscurity:
Black Frost
Protean
Liquid Mourning
Clouded Frame
Desolate Ruin
Dark Tranquillity
Hace tan solo seis meses disfrutábamos como pollinos de Dark Tranquillity encabezando una noche cercana al sold out en la Sala Salamandra y hoy los tenemos de tercera banda en un Razz a media entrada. No sé si son impresiones mías mediatizadas por la estima que les tengo, pero me pareció una situación hasta cierto punto incómoda tanto para ellos (encorsetados como estuvieron en la mitad frontal del escenario y limitados a cuarenta minutejos de actuación) como para nosotros, acostumbrados a verlos como grandes estrellas de las veladas que solemos compartir. Aún y así, por supuesto, las huestes de Mikael Stanne lo dieron todo para hacernos pasar un buen rato y conectaron con un público entregadísimo desde el primer minuto tal y como suelen hacer cada vez que pisan un escenario.
Porque… ¿Qué puedo decir sobre Dark Tranquillity que no haya dicho ya en alguno de los múltiples artículos anteriores que he escrito sobre ellos? ¿Que sin su existencia esta revista no sería lo que es ahora, empezando porque nuestro nombre se corresponde obviamente con el título del segundo corte de su álbum Construct? ¿Que les he visto una docena de veces en múltiples contextos y que siempre me encandilan ya sean cabezas de cartel, teloneros, toquen con un sol de justicia o suenen más bien asá? Con esta gente no soy objetivo y no tengo por qué serlo: son una de las bandas de mi vida y, aunque vengan un par de veces cada año, siempre es un placer encontrármelos una y otra vez sobre un escenario para disfrutar de sus innumerables temazos y contagiarme de la eterna sonrisa de Mikael.
Es verdad que a medida que pasan los años la formación que nos presenta la banda en directo es cada vez menos reconocible, con tan solo el eterno Sr. Stanne y el teclista Martin Brandström como miembros de largo recorrido. Los que los hemos visto hace poco ya nos hemos acostumbrado a ver a su lado al pequeño Christopher Ammot (hermanísimo del líder de Arch Enemy) y al grandullón Johan Reinholdz, pero ni el bajista ni el batería que llevaron hoy me sonaban de nada. Por lo que he podido leer, tanto Christian Jansson (de Grand Cadaver) como Joakim Strandberg-Nilsson (de los magníficos In Mourning) están echándoles una mano en directo, pero ambas posiciones permanecen vacantes en el lineup oficial de los suecos.
Y aunque es algo triste ver como de un tiempo a esta parte el núcleo humano de Dark Tranquillity se ha ido desmoronando poco a poco, también hay que decir que con las eficaces proyecciones y las constantes y entusiastas interacciones con el público del siempre ultra carismático Mikael Stanne se bastan y se sobran para sostener a la banda a nivel visual, allanando el camino para que sus compañeros de escenario se centren en que el tremendo cancionero que han ido acumulando durante treinta años de impoluta carrera suene como un cañón. Hoy, por desgracia, la cosa no acabó de ser del todo así, ya que los suecos sufrieron también parte de los problemas que vivimos durante el resto la noche: una banda tras otra, la batería sonó demasiado fuerte, las guitarras sonaron demasiado bajas y, en consecuencia, se nos escamotearon la mayoría de matices. Que son muchos.
Por suerte, si hay una cosa que no parece haberse visto afectada por la desbandada de miembros que estos chavales han sufrido en los últimos años es la calidad de sus discos de estudio. Su más reciente Moment está ahí-ahí con lo mejor de su etapa más reciente, y si bien es verdad que ya hace un tiempo que han encontrado su estilo y no parecen muy interesados en experimentar demasiado más allá, Dark Tranquillity siguen siendo capaces de regalarnos temazos como la inicial “Identical to None”, la oscura y quejumbrosa “The Dark Unbroken” o la magnífica “Phantom Days”, tres cortes con los que representaron orgullosamente este nuevo y más que notable trabajo al que le dedicaron un generoso tercio de su repertorio.
Lejos de tirar de sota-caballo-rey, el sexteto de Estocolmo apostó por mezclar algunos (pocos) himnos de esos que tocan en cada concierto, como la veloz y celebrada “Terminus (Where Death is Most Alive)”, el futuro clásico eterno “Atoma” (menudo temarral éste también) o la final e inevitable “Misery’s Crown”, con pequeñas perlitas que llevaban años escondidas en algún fondo de armario. La preciosa e intimista “What Only You Know” es una de mis canciones favoritas de Construct y me alegré un montón de escucharla, mientras que la recuperación de dos cortes absolutamente olvidados del tremendo Damage Done como fueron “Cathode Ray Sunshine” y “Hours Passed in Exile” fue un detalle que hizo que los fans más acérrimos enloqueciéramos con total justificación.
Está claro que cuarenta minutos (con los que ni ellos ni yo tuvimos ni para empezar) no dan para muchos milagros, y por ello se quedaron en el tintero un montón de temarrales imprescindibles como “The Wonders at Your Feet”, “Monochromatic Stains”, “Therein”, “Forward Momentum”, “The Treason Wall”, “Punish My Heaven”, la propia “The Science of Noise” y tantas otras, pero la verdad es que yo disfruté muchísimo con la configuración de un setlist que me pareció particularmente acertado teniendo en cuenta las limitaciones que tenían, de la entrega y el convencimiento de la banda y de ver a Mikael ataviado con su clásica chaquetilla vaquera negra y enrojeciendo como siempre. Y, en especial, disfruté de ver a jóvenes y a mayores dejándose ir alegremente y sin reparos en las primeras filas.
El concierto acabó, como siempre, con “Misery’s Crown”. Con el tiempo esta canción se ha convertido sin duda en el gran hitazo de Dark Tranquillity, y su interpretación siempre viene acompañada de masivos “oh-oh-oohs” coreando sus dobles punteos y de berreos entregados repitiendo eso de “Don’t bring it / don’t bring it…” como si no hubiera mañana. No hay duda de que es un temarral como una casa, que rebosa épica y que a mí me encanta, pero en una discografía tan sólida y tan llena de canciones tremendas y con tantas o más virtudes melódicas y antémicas como ella, nunca me ha quedado del todo claro por qué ésta y no otra es la elegida por el público soberano para ocupar tal posición. Porque… ¿Por qué los hits son hits? ¿Por qué unas sí y otras no? Se trata de un tema curioso que podría dar, probablemente, para un interesante reportaje futuro, pero mientras pensamos como abordarlo, demos las gracias por poder disfrutar de nuevo de una de las bandas más honestas, talentosas y emotivas que ha parido el mundo del metal en las últimas tres décadas.
Setlist Dark Tranquillity:
Identical to None
Terminus (Where Death Is Most Alive)
What Only You Know
Atoma
Cathode Ray Sunshine
The Dark Unbroken
Hours Passed in Exile
Phantom Days
Misery’s Crown
Amorphis
Si antes de que Dark Tranquillity saltaran al escenario los responsables del hilo musical de la sala nos deleitaron con clásicos del hard rock que iban desde Twisted Sister a Quiet Riot, ahora el protagonismo fue para algunos de los himnos más conocidos y celebrados del thrash metal ochentero como “Raining Blood” o “Creeping Death”. Está claro que los finlandeses Amorphis no parecen especialmente alineados con ese estilo, pero siempre es interesante ver cuál es la elección de la crew de turno para intentar mantener a la gente caliente y motivada mientras se apelotona en las barras con la sana intención de aumentar sus niveles de alcohol en sangre de cara al próximo concierto. Hoy, con la parte trasera de la sala acortinada y la mitad de barras inutilizadas, creédme que nos tuvimos que apelotonar bastante y que, en algunos momentos concretos, el tiempo de espera para pedir fue realmente exasperante.
Con la actuación de Amorphis, primeros co-cabezas de la noche, nos pudimos hacer una idea definitiva de cuánta había sido capaz de congregar esta gira, a priori, tan atractiva. El sold out quedaba lejos, pero la sala acortinada (y limitada, imagino, a poco más de mil personas) presentaba un muy buen aspecto, sin demasiados apretones pero también sin clapas destacables. No sé si los organizadores estuvieron plenamente satisfechos con la cantidad de gente que vino, pero en todo caso es evidente que ninguna de las tres bandas que estuvieron hoy aquí habían tocado nunca ante tanto público en una sala de Barcelona. Así que supongo que podemos hablar de un aprobado claro, pero quizás sin demasiados aspavientos.
Retirado todo el atrezzo de Dark Tranquillity y descubierto el gran telón de fondo con el mandala violáceo que ilustra la portada de Halo, los finlandeses Amorphis dispusieron de lo largo y ancho del escenario para intentar embrujarnos con su cancionero. En mi opinión (que creo que es unánime), estos señores llevan un porrón de años pariendo discazos que no bajan del notable altísimo y acumulando temarrales más que suficientes para embrujarnos a discreción durante tanto tiempo como crean necesario. Con eso en mente, el repertorio que seleccionaron para la noche de hoy me pareció maravilloso, mezclando algunos de los potentes himnos nórdicos que los hicieron grandes en sus primeros años con lo más granado de su elegante y delicioso catálogo contemporáneo.
Su actuación empezó con las mismas dos canciones que abren su nuevo y brillante Halo, y aunque tanto “Northwards” como “On the Dark Waters” son dos temarrales muy serios que confirman el estado de gracia en el que se encuentran los finlandeses a nivel compositivo desde hace ya unos cuantos años, el sonido absolutamente infame que tuvieron que sufrir deslució miserablemente su interpretación. Desde mi posición, muy cercana a la mesa de sonido, no tan solo no se apreciaba ni uno de los imprescindibles matices que contienen estos temas, sino que también las partes más contundentes se perdían en una abismo alarmante de falta de punch. Y a pesar de que la batería atronaba fortísima y monolítica por encima de todo, las guitarras resultaban sorprendentemente inexistentes y la voz parecía hasta desafinar de lo descolgada y desconectada que llegaba a estar del resto de la música, a pocos metros de mí el señor tras los mandos se lo miraba todo con una parsimonia y una tranquilidad que me resultó inexplicable y frustrante.
Es habitual que muchos conciertos empiecen sonando mal y que, al cabo de unos pocos minutos, se hagan los ajustes necesarios para que la cosa vuelva a su cauce más pronto que tarde. Hoy, por desgracia, no cayó esta breva, y nos tuvimos que comer el horror sónico hasta prácticamente la recta final del concierto de Amorphis. “Death of a King” es un auténtico temarral (y Under the Red Cloud es un discazo que déjalo ir), pero a pesar de que todos hicimos lo posible para corearlo y disfrutarlo al máximo, la frustrante falta de chicha lo dejó en un triste quiero y no puedo. Si es que ni tan siquiera la absolutamente maravillosa “Silver Bride”, uno de los hitazos más preciosos y pegadizos del metal moderno, pudo escapar de diluirse en esa terrible falta de volumen en las guitarras que hacía que todo sonara soso y desilusionante. Porque no sé, quizás habrá gente que aprecie ir a un concierto de metal y poder hablar con el de al lado sin tener que levantar la voz ni lo más mínimo, pero ya os digo yo no soy uno de ellos.
Normalmente mi innata e insaciable curiosidad hacia casi todo me obliga a pegar un repaso cotilla previo a los setlists de los conciertos que voy a ver, pero cuando mi conocimiento de la discografía de la banda en cuestión es suficientemente grande como para conocerme todo o prácticamente todo lo que puedan llegar a tocar intento esforzarme en no hacerlo. Por ello, me sorprendió un montón que se animaran a tocar la brutal “Into Hiding”, el tema que abre su imponente y nunca suficientemente ponderado Tales from a Thousand Lakes. No sé si fue fruto de la sorpresa y la emoción, pero debo decir que aquí sí que me pareció que sonaban un poco mejor, quizás porque en estos temas antiguos hay bastantes menos matices sónicos que en los más recientes.
El setlist seguía por derroteros impecables con la brillantemente emotiva “Wrong Direction”, un temazo capaz de transportarte en pocos segundos a la orilla de cualquiera de los mil lagos helados que se extienden por Finlandia. Ésta era precisamente la canción que llevaba incrustada en el cerebro durante toda la semana, así que a pesar de lo imperfecto (aún) del sonido ya os podéis imaginar hasta que punto me dejé las cuerdas vocales con eso de “I should have understood / I should have seen it coming….”. Como detalle, es posible que el pasaje intermedio con vocoder fuera lo único que llevaban grabado en todo el concierto (o eso me pareció a mí), y si eso es así es necesario destacarlo como se merece en un mundo dónde cada vez hay menos reparos en lanzar pistas a tutiplén. Otro temazo como una casa para continuar con la bacanal de temarrales que teníamos en camino.
Tras este breve viaje por su catálogo pretérito, tocaba regresar a su último trabajo con “The Moon”, el que fuera primer single de adelanto de Halo, y que junto a la orientaloide y contundente “Seven Roads Come Together” continuaron dejando patente la calidad que se esconde en esta nueva obra de Amorphis. No hay duda de que estos temas nuevos tienen mimbres de sobras para convertirse en futuros clásicos de la banda con tanta facilidad como lo han hecho algunos de los cortes que trufan sus trabajos más recientes, pero aún les queda comer muchas sopas para llegar al nivel de hitazo de “Black Winter Day”, probablemente su primer gran himno y, sin duda, la canción que mejor representa la primera época de la carrera de los finlandeses. Estoy seguro que ni ellos mismos eran concientes de lo que tenían entre manos al empezar a jugar con esa primigenia idea de mezclar death con heavy metal y con los elementos folklóricos de su cultura, pero no hace falta que os recuerde cuántos miles de bandas se han ido apuntando a esa fórmula a partir de entonces.
Aunque la psicodélica y melindrosa “My Kantele” es sin duda otro de los grandes hitos históricos que definen la carrera de Amorphis, debo decir que a mí nunca me acabó de emocionar del todo. Con la perspectiva del tiempo reconozco que es otro temazo incontestable, claro, pero tras la tremenda emoción que me provocó Tales from a Thousand Lakes, mi yo adolescente nunca llegó a abrazar un Elegy que me pareció un pequeño paso atrás en el camino que yo quería que tomaran. Por ello, y a pesar de valorarlo y apreciarlo como creo que se merece a día de hoy, no es un tema que cuente con el mismo componente nostálgico que en mi mundo sí que poseen otros cortes de la misma época. ¿Qué cosas, verdad? En todo caso, el público se mantuvo evidentemente ajeno a mis vicisitudes adolescentes y lo disfrutó como lo que es: uno de los himnos imprescindibles de la banda y, en consecuencia, uno de los grandes momentos de la noche.
Un breve, épico y bonito interludio instrumental (que no sé si corresponde con alguna canción en concreto o no) dio paso a la recta final de un concierto que, a pesar de todo, se nos acabó haciendo corto. Y más porque, sin una explicación evidente, la interpretación de la brutal “The Bee” (destinada también a convertirse en pieza imprescindible de los futuros repertorios de Amorphis) coincidió con una inesperada pero celebrada alineación de astros que hizo que, por fin (más vale tarde que nunca, supongo), la cosa empezara a sonar bien. Qué discarraco que es Queen of Time y cómo parece haber calado en un público que gozó de esta canción con una intensidad reservada a los grandes temazos de la noche. Y aunque hace tan solo cuatro años que se ha metido en nuestras orejitas, no hay duda que “The Bee” lo es.
Tras unas graves palabras de despedida del siempre sobrio y elegante Tomi Joutsen, los finlandeses se lanzaron de cabeza al último tema de la velada, la habitual e imprescindible “House of Sleep”. A la que se te engancha en el cerebelo, este hitazo gótico ya no te suelta más, y esta noche puso a todo quisqui a botar y a corear su estribillo. La banda hizo todo lo posible para que así fuera, parando en momentos puntuales para dejar al público berreando a capella y dejándonos a todos con un buen sabor de boca final. El sexteto de Helsinki se bajó del escenario tras una hora y poco de actuación, pero a pesar de que lo hizo entre vítores, ésta distó mucho de ser perfecta ya no solo por el sonido de mierda sino también por la frialdad que percibí entre banda y público. Por otro lado, los finlandeses interpretaron un repertorio absolutamente espectacular que demuestra que son una de las mejores bandas del panorama metálico por muy empeñada que esté la gente en infravalorarlos.
Setlist Amorphis:
Northwards
On the Dark Waters
Death of a King
Silver Bride
Into Hiding
Wrong Direction
The Moon
Seven Roads Come Together
Black Winter Day
My Kantele
The Bee
House of Sleep
Eluveitie
Con las actuaciones de Dark Tranquillity y Amorphis concluyeron mis platos fuertes de la noche, así que me tomé todo lo que iba a venir a partir de ahora como un bonus. Muchos otros asistentes debieron pensar algo parecido a mí, pero en vez de optar por acercarse al concierto de Eluveitie como curiosidad para redondear la noche o como oportunidad para conocer a una banda que, oye, quizás no está tan mal, decidieron desfilar hacia sus casas con (imagino) una cierta altivez ofendida, como si ellos estuvieran por encima de algo tan indigno (a sus ojos) como la propuesta de los suizos. El público es soberano, por supuesto, pero este tipo de actitudes no dejan de sorprenderme de parte de gente a la que teóricamente le gusta la música en directo y a la que se le presupone una cierta apertura de miras.
Tras comprobar que en este tipo de giras ya se ha establecido como normal el precio de 35 euros por camiseta (un precio que, ya me perdonaréis, pero me niego en redondo a pagar) y, de paso, cruzar cuatro palabras con el bueno de Mikael Stanne, que cerveza en mano y tan majo como siempre estuvo a disposición de todos en la zona de merch, volví a la sala para intentar disfrutar del concierto de Eluveitie con la mente tan abierta como fuera posible. Debo confesar que, en general, el folk metal es un estilo que tengo un poco atravesado, pero que si bien nunca se me ocurriría ponerme este tipo de música en mi casa, sí que he disfrutado de múltiples directos de este género cuando me los he encontrado por estos escenarios de dios. Además, los suizos tienen un cierto prestigio especial en el mundillo, así que más allá de la pura curiosidad, venía totalmente predispuesto a que me gustaran.
Por si a alguien aún le quedaba alguna duda, un rápido vistazo al escenario, lleno de paneles y tarimas, me dejó claro que los suizos eran los verdaderos cabezas de cartel de hoy. Y a pesar de que no pocos habían abandonado la sala dejando la mitad posterior de la pista algo desangelada, los fans de Eluveitie demostraron ser más ruidosos y entregados que nadie. Durante los primeros segundos de su actuación el noneto suizo sonó igual de mal que las bandas anteriores, pero entre que estuvimos ciertamente entretenidos observando el inmenso abanico de instrumentos folklóricos que llevaban (arpa, violín, zanfona – o hurdy-gurdy, en inglés – , flauta travesera, gaita….. ) y que en esta ocasión sí que consiguieron arreglarlo con más o menos solvencia en poco tiempo, la inicial y pegadiza “Exile of the Gods” acabó sonando aceptablemente sólida y recibiendo aplausos entusiastas de las primeras filas.
Mientras Chrigel se aposentaba en su posición central como indiscutible líder del cotarro a todos los niveles, la vivaracha Fabienne Erni reclamó su cuota de protagonismo alternando el rol de vocalista femenina (un rol que llevó a cabo con máxima solvencia) con el de arpista (que siempre queda muy bien en escena pero cuyo volumen era nulo y pareció más bien una pieza más del atrezzo). El resto de la banda, por su parte, se mantuvo en cierto segundo plano, sin que nadie destacara demasiado por encima del resto de músicos que pululaban por el escenario. Eso permitió que nuestros ojos no pararan quietos y saltaran continuamente de un instrumento a otro, colaborando a que el concierto de los suizos fuera una experiencia visual la mar de entretenida sin que la banda tuviera que esforzarse demasiado a nivel escénico.
Más allá de que la descarga de Eluveitie me pareció de lo más amena, mi gran sorpresa fue que me resultaran familiares muchas más canciones de las que pensaba. Temas como “Nil”, “Deathwalker” o “Thousandfold” se acercaron a un cierto death metal melódico moderno al uso con toques folk más bien accesorios y secundarios, mientras que otros como “Epona” parecían verdaderamente extraídos de algún baile pagano de aquellos que se celebran en cualquier aldea gaélica. En la celebrada, pegadiza, resultona y pastelorrilla “A Rose for Epona” (y en menor medida, también en “Ambiramus” o en “Breathe”) sacaron a relucir esa vertiente Evanescence con gaitas que tantos fans les ha granjeado, emocionando a la mayor parte del público que decidió quedarse y que se lo estaba pasando pipa sin parar de saltar ni de corear un estribillo tras otro.
Aunque como ya hemos dicho, Chrigel Glanzmann lleva el grupo con mano de hierro (y si no, que se lo digan a la desbandada de músicos que se le piraron hace unos años), en directo el vocalista suizo demuestra ser más bien tímido, hablando en contadas ocasiones y en un tono tan bajo que cuesta entender demasiado bien lo que dice. Lo importante, claro, es que a su alrededor ha conseguido montar una banda que destaca como lo hace dentro de un mundillo tan repetitivo como es éste. A pesar de que tras casi cinco horas de música la gente ya empezaba a mostrar ciertas muestras de desfallecimiento, la excelente “King” levantó los ánimos de todos los presentes. El gran single de Origins (2014) fue uno de los temas más celebrados de la noche y sirvió para adentrarnos en una recta final en la que, más allá de los siempre innecesarios y aburridos solos de batería y guitarra, dejaron el listón altísimo con la agresiva “Helvetios” y la épica y coreadísima “The Call of the Mountains”, sin duda uno de los grandes momentos de la noche.
Tras la correspondiente demanda de aplausos para todas las bandas que les han acompañado en esta gira, los suizos se bajaron del escenario durante unos segundos para volver a hacer acto de presencia inmediatamente con las primeras notas de “Kingdom Come Undone”, un tema muy cañero que sonó bastante deslabazado en sus pasajes más estrictamente deathmetaleros y más compacto cuando entraba toda la parte saltarina y folk. La épica y grave “Ategnatos” fue otro exitazo, y el gran final llegó con la esperada “Inis Mona”, un tema tirando a vulgarillo y al que yo nunca le he visto demasiado la gracia pero que, como ya comentábamos con “Misery’s Crown” y con “House of Sleep”, lleva ya años instalado como el gran hit atemporal e imprescindible de la banda por razones que se me escapan. De verdad que me parece una de las peores canciones que tocaron hoy, pero para gustos, colores.
Para mayor regodeo del público, Chrigel decidió decir “Barcelona” cada vez que tocaba decir “Inis Mona”, con lo que los últimos minutos de la actuación de Eluveitie fueron, aún, más intensos y compenetrados que el resto del concierto. Los suizos evidenciaron venir con la propuesta más festiva de la noche por mucho que le pesara al sector clásico, y si bien no me convirtieron en fan, disfruté sin ninguna dificultad de un concierto muy entretenido y que supo mantener un ritmo muy alto en todo momento. Quizás no es la banda que yo hubiera escogido para liderar una giraza como ésta, pero Eluveitie dejaron claro que esta posición no les viene grande ni mucho menos.
Tras cinco horas de death metal melódico y folk con matices, salimos de las puertas del Razz a las 22:26 con la sensación de haber participado de una gran noche que podría haber sido mucho mejor si el sonido no hubiera sido tan deficiente en algunos momentos (sobre todo durante el concierto de Amorphis). Y teniendo en cuenta el esfuerzo que tuvimos que hacer todos para estar aquí lo más temprano posible, también resultó algo desconcertante que nos echaran a la calle antes de las diez y media. Parece que estos son los nuevos horarios de la triple sala barcelonesa, así que no nos queda otra que acostumbrarnos. Podría ser peor.
Setlist Eluveitie:
Exile of the Gods
Nil
Deathwalker
Epona
Anu
A Rose For Epona
Thousandfold
Ambiramus
King
Breathe
Helvetios
The Call of the Mountains
—
Kingdom Come Undone
Ategnatos
Inis Mona
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.