Entrevista a Javier Bragado: ‘El talento es necesario, pero para poder profundizar y que ese talento nos lleve más allá de la superficie, es necesario el estudio’

¡Hola, Javier! Ante todo, muchísimas gracias por concedernos esta entrevista. Es todo un honor para nosotros, sinceramente, poder presentarnos ante el que es considerado como uno de los mejores (si no el mejor) en su campo. ¿Estás listo? 

Hola, Rebeca. Muchas gracias a vosotros por querer conocer un poco más sobre mi trabajo.

¿Cuándo nace la idea de dedicarte a la fotografía y, concretamente, a la fotografía de conciertos?

Pues, realmente, no fue algo premeditado. Yo estudié comunicación audiovisual con el objetivo de dedicarme, sobre todo, al mundo del cine. Aunque la vida me llevó por otros caminos y terminé trabajando durante muchos años en televisión, en el campo de la producción,  realizando retransmisiones deportivas y grandes eventos. Pero el trabajo en televisió no me llenaba mucho, se me hacía algo rutinario; así que decidí estudiar fotografía en mis ratos libres para poder hacer cosas más creativas. Al final, terminé muy enganchado. Y, supongo, que una vez me atrapó la fotografía, el hecho de centrarme en la música era algo natural. La música siempre ha sido mi gran pasión y creo que uno cuenta mejores historias si habla de aquello que le apasiona.

Tus fotografías de directos consiguen que el espectador se traslade por un momento al lugar, transmiten esa sensación de fuerza, electricidad, movimiento. ¿Cómo consigues captar esa esencia en una captura?

Bueno… realmente, decir que consigo capturar todo eso en una foto puede ser un poco pretencioso. Yo, básicamente, lo que trato de hacer es mostrar los conciertos tal y como yo los he vivido desde siempre. Para mí, por la música que he escuchado desde crío y por las bandas que me gustaban, los conciertos siempre han sido sinónimo de energía, de explosión, de electricidad, de luz, de fuego y pirotecnia; de espectáculo. Y eso es lo que yo, con mayor o menor acierto, trato de reflejar en mis fotos. No pretendo ser un documentalista, ni transmitir una realidad “objetiva”. Es decir, mi intención no es la de ser un fotoperiodista que cuenta lo que pasa tratando de ser fiel a la realidad, sino que trato de transmitir lo que me hace sentir a mí la música, desde un punto de vista absolutamente subjetivo.

Antes de dedicarte a la fotografía fuiste guitarrista en varios grupos, incluso llegaste a actuar en salas como Caracol o Heineken, en Madrid. Imagino que el hecho de haber estado “al otro lado” es una buena base a la hora de realizar tu trabajo.

Sí, siempre he pensado que fue de gran ayuda y que gracias a eso he conseguido hacer mejores fotos. El haber estado al otro lado, encima de un escenario, te ayuda a entender qué es lo que sucede en él, cómo son los tiempos, los movimientos, las coreografías… Y te ayuda, también, a hablar un poco el mismo lenguaje y a establecer una relación a veces más fluida con músicos y bandas, que al final son nuestros clientes principales.

¿Qué equipo sueles utilizar en tus desplazamientos? ¿Necesitas adaptarlo a cada sala en particular?

Depende mucho del trabajo en concreto que vayamos a realizar. Si es solo un concierto, si son varias fechas en una gira, si es una sala pequeña o, por el contrario, un recinto de varios miles de personas. Hay que tratar de adaptarse a la situación para no echar de menos nada una vez empezamos a trabajar, pero también para no llevar más cosas de la cuenta. Al fin y al cabo, son muchos conciertos y muchas horas con las mochilas a la espalda, y tenemos que cuidarnos.

En general, y concretando, para una fecha de una gira o para un festival suelo llevar dos cámaras, cuatro objetivos (8-15, 16-35, 24-70, 70-200), portátil, tarjetas suficientes, algún disco duro y (que no falte nunca) tapones para los oídos.

Habiendo fotografiado a tantos “grandes” del panorama musical, ¿te queda alguna espinita clavada? ¿Hay algún artista al que te encantaría fotografiar y aún no hayas tenido oportunidad de hacerlo?

Pues, realmente, puedo decir que soy afortunado y que en apenas 10 años he conseguido fotografiar a todos mis ídolos. Y a algunos, incluso, varias veces. En ese sentido, el gran “cáncer” de la industria que ha supuesto la bajada de ventas de discos y las descargas digitales, a mí me ha beneficiado. Las bandas ya no pueden vivir de las ventas y se han visto obligadas a girar mucho más que antes. Y eso ha provocado que en España hayamos tenido la visita de grandísimos artistas y de “reuniones” inesperadas que, de otra manera, no habrían sucedido.

Lógicamente, aún me quedan bandas y artistas por fotografiar, pero podría afirmar -con tranquilidad- que no queda ninguna banda en mi lista de prioridades.

El trato con los artistas, ¿suele ser agradable? ¿Facilitan tu trabajo, en general? ¿Hay diferencia, en este sentido, entre los grupos más veteranos y con más éxito y los de menor renombre?

En general sí, siempre suele ser bastante cordial. Hay que tener en cuenta que estamos haciendo un trabajo, y la gente suele respetar eso, a pesar de que la imagen del fotógrafo de música esté bastante deteriorada en los últimos años. Está claro que hay algunos artistas más complicados que otros, algunos se preocupan más por su imagen y están más encima y son más exigentes. Otros te dejan más libertad y se ponen en tus manos… Pero, como norma general, y salvo alguna excepción que no merece la pena destapar, siempre he trabajado bien con todas las bandas.

Y en cuanto a si hay diferencia según el éxito o no, no creo que dependa tanto de eso como de las personas en general. Hay bandas de gran éxito internacional que son una verdadera maravilla para trabajar, como Alter Bridge o Helloween. Te hacen sentir como en casa y te dan todo tipo de facilidades desde el primer día. Igualmente hay bandas más pequeñas que son maravillosas, como Somas Cure o Megara, por ejemplo. Es un placer inmenso trabajar con ellas y que se pongan en tus manos con los ojos cerrados, con confianza ciega. Por otro lado, hay artistas con muchísimos años de trayectoria que complican las cosas y bandas pequeñas que son más herméticas. Creo que no depende tanto de la trayectoria o del éxito, sino de las personas.

¿Alguna anécdota vivida que nunca se te olvide? Recuerdo una ocasión, por ejemplo, en la que el vocalista de Pantera, Phil Anselmo, te hizo subir al escenario del Resurrection

Al final, son 10 años haciendo conciertos y festivales… y las anécdotas se acumulan. Aquella fue buena; está incluso grabada en video. No es que me hiciera subir al escenario (que al fin y al cabo, siendo del equipo oficial podíamos hacerlo cuando quisiéramos), sino que me subió a pulso desde el foso. Fue bastante salvaje.

No sé, son muchas historias. Desde tener que huir de una foto de Trivium porque se caía la valla, hasta acabar, por casualidad, en un after party de Rammstein mientras buscábamos algo de comida en un backstage a las dos de la mañana.

Si tuvieras que ser recordado por una de tus fotografías, ¿cuál te gustaría que fuera?

Pues, realmente, no me gustaría que fuera así, la verdad. Me gustaría que se me recordara por mi trayectoria, por haber hecho algo importante a lo largo de los años, y por haber peleado siempre por que se nos trate como merecemos. Que se respete nuestro trabajo, que se nos considere un parte importante de la industria y del engranaje, por haber intentado hacer las cosas bien e ir un paso más allá. Eso, sí me gustaría.

En una ocasión dijiste que uno de los conciertos que más te ha marcado, y quizás en el que más has disfrutado en toda tu carrera, es el de Dog Eat Dog en el Resurrection Fest de 2015. ¿Qué fue lo que lo hizo tan especial, exactamente? ¿Ha habido algún otro directo que, a día de hoy, lo haya superado?

Ese fue uno de muchos. Fue especial, porque siempre lo es compartir escenario con bandas que marcaron tu infancia. Hubo un momento durante el concierto, cuando estaba en el escenario haciendo fotos, en el que el bajista se dio la vuelta y me empezó a hacer él a mí fotos con su móvil. Luego, unos días después, ambos compartimos con el otro los dos puntos de vista (su foto y la mía) vía Instagram. Pero ha habido muchos más. Subirme con Alter Bridge al escenario del Graspop delante de 80.000 personas, poder trabajar directamente con Helloween en sus cuatro conciertos de la Península de este año, la primera vez que pude hacer fotos a Metallica, la visita de Iron Maiden a Viveiro…

A principios del 2017, la revista Bass Player utilizó una de tus fotografías (Robert Trujillo) para ilustrar su portada, y comentaste que la suma de dinero que recibiste por ella fue mucho mayor de lo que suelen ofrecer las compañías en España. ¿Cómo ves el panorama actual en nuestro país? ¿Te has planteado alguna vez trabajar en otro lugar en el que este tipo de trabajo esté más valorado o mejor remunerado?

El panorama es el que es, no vamos a descubrir nada nuevo. La industria musical en los últimos 20 años está en constante retroceso. Es una crisis estructural que tiene difícil solución a corto plazo. Es un momento de cambio, de transformación de las bases. Si a esa crisis le sumamos el declive de la industria editorial en papel, tenemos todas las papeletas para encontrarnos con un sector difícilmente sostenible. Y nosotros, queramos o no, somos parte de ese engranaje. No podemos pretender que las fórmulas económicas que tenían sentido hace 15 o 20 años sigan funcionando hoy en día. Tenemos que readaptarnos, reinventarnos en el sentido económico del término, y crear nuevas fórmulas para poder mantenernos.

Fuera de España, en economías estructuralmente más fuertes y con una industria mayor, es posible que haya más recursos. Pero la crisis del sistema la han notado igual.

Y a todo esto hay que añadir que, mientras la industria iba sufriendo este declive, las nuevas tecnologías y el auge de los entornos digitales han provocado un aumento inevitable de gente que ha encontrado en la fotografía una manera de expresarse mucho más al alcance que antes. En resumen, en un mercado en el que la demanda desciende inevitablemente, ha aumentado la oferta. Eso es insostenible, y al final acabará equilibrándose de alguna manera. El verdadero problema es ver cómo alcanzar ese equilibrio sin que todo se dinamite…

Además de los conciertos, también te dedicas a hacer fotografías promocionales. ¿Con qué parte disfrutas más? ¿Qué consideras que se te da mejor?

Los dos campos me apasionan de la misma manera. Sí es cierto que en las sesiones de promo uno tiene el control creativo y mucho más poder de decisión sobre los elementos que componen la imagen y eso, indudablemente, es muy atractivo. Pero los directos también tienen una magia y una emoción que es difícil sentir fuera de un foso. No sé, me quedaría con las dos cosas…

Otra de las labores que realizas dentro del ámbito de la fotografía es la impartición de talleres. ¿Consideras que es importante tener una base formativa sólida, además de contar con las capacidades, la pasión, etc.? Y, en concreto, ¿piensas que es necesaria una formación específica sobre el ámbito en el que se trabaja?

No creo que haya que tener realmente una formación especifica o reglada para dedicarse a algo, pero sí creo que es muy importante estudiar y aprender sobre lo que uno quiere crear. El talento es necesario, pero para poder profundizar y que ese talento nos lleve más allá de la superficie, es necesario el estudio. Y ese estudio no tiene por qué ser en academias o en un centro de imagen o escuela. Puede ser, simplemente, el estudio de la historia del arte visitando museos, puede ser viendo películas o leyendo libros de autores que hablen sobre el tema. O viendo fotos de manera crítica e intentando aprender lo máximo posible. Cuanto más conozcamos sobre el ámbito al que queremos dedicarnos, más posibilidades tendremos de encauzar nuestro talento hacia mayores metas.

Vivimos un momento de auge de todo lo digital, las redes sociales… ¿Ves este cambio como algo positivo o negativo para la fotografía en general? ¿Y para la fotografía de conciertos y promociones de artistas, en concreto?

Nos guste o no, hoy ya no podemos hablar de redes sociales como fenómeno en auge, sino como realidad tangible. Es decir, no es que nos guste más o menos, que podamos elegir si estar o no. Hoy en día hay que estar y hay que dedicarles tiempo y algo de ganas. Como toda herramienta tecnológica, las redes tienen sus virtudes y sus inconvenientes. Por un lado, son una herramienta de promoción brutal que además permite internacionalizar nuestro negocio de formas impensables hace años. Por otro lado, las redes tienen una forma maliciosa de afectar al ego del artista, y dan una falsa visión de la realidad en muchas ocasiones. Por lo tanto, creo que son una herramienta muy poderosa y tremendamente interesante que hay que saber utilizar con cabeza y, sobre todo, con los pies en la tierra.

Y hablando de este tema, ¿una App de fotografía que nunca falte en tu teléfono móvil?

Hago poca fotografía móvil. De hecho, la única App que uso es Instagram, y actualmente estoy empezando a utilizar Unfold, que es una App para maquetar fotografías, para hacer stories.

Y ya para terminar, ¿qué consejo le darías a alguien que quiere dedicarse a la fotografía de conciertos hoy en día?

Básicamente, que trabaje mucho, que tenga paciencia y que no se obsesione por llegar a la meta, sino por mejorar su producto cada día. Y que no deje que la frustración que provoca a veces el fracaso le amargue los pequeños logros que se van consiguiendo. Esto es, sobre todo, una carrera de fondo y es una carrera larga, así que hay que estar preparado para sufrir y aguantar.

Bueno… pues esto es todo. Ha sido un auténtico placer compartir esta charla, Javier. ¡Muchas gracias!

Muchas gracias a vosotros por vuestro espacio y por acercar la fotografía a vuestros lectores con estas entrevistas. Es todo un honor formar parte de ello.