Seguimos la larguísima charla con el gran Roine Stolt, líder de The Flower Kings y una de las almas de Transatlantic. Finalizamos la serie de entrevistas con esta pieza separada en la que nos cuenta sus inicios a sus 17 años con Kaipa, su experiencia trabajando al lado de colosos del progresivo como son Steve Hackett (Genesis) o Jon Anderson (Yes).
Y finalizamos con su infancia en Suecia y su pasión loca por los Beatles. Mientras hacemos la entrevista Roine lleva una camiseta del Abbey Road con unos osos y sobre su cabeza hay otro poster de los Fab Four. No es que puedas notar la influencia en su música, es que en su día a día puedes ver incluso la influencia en su ropa y hogar.
Me ha hecho trabajar mucho en la transcripción, pero es una de esas entrevistas que te marcan por el alto contenido de anécdotas, filosofía de vida y especialmente: música
Cuando te uniste a Kaipa en 1975 como guitarrista tenías solo 17 años y dejaste la banda en 1979. ¿Cómo fue la experiencia de estar en Kaipa?
Sólo tenía 17 años de edad, y claro, sigues siendo un crío (risas). Era un novato total, pero no dejaba de ser un aspirante a guitarrista muy jovencito, y de verdad que tenía una muy buena idea sobre lo que quería hacer como guitarrista. Siendo honesto… no era especialmente bueno en aquellos tiempos, pero tenía muy buenas ideas sobre lo que era el sonido que quería, sobre la melodía, los fraseos… y también componía mis canciones. Digamos que me mostraba muy activo en el grupo.
Tenía una idea clara de lo que quería hacer y aportaba canciones. Lo miro ahora en perspectiva y estuve cinco años en Kaipa, a un nivel profesional para el sello sueco Decca. Además, girábamos mucho por Suecia, aunque a veces en Dinamarca y Noruega también. Era un trabajo a tiempo completo. Yo lo veo como un aprendizaje para luego pasar a ser un músico profesional. Aprendí mucho con ellos… Vivir esos momentos en los que no hay dinero, otros en los que entra mucho dinero… porque tuvimos unas ventas muy buenas en nuestro país.
Recuerdo a alguien que dijo, posiblemente sería entre 1975 y 1976, que estábamos vendiendo más discos en Suecia que Genesis. Probablemente sería cuando habían sacado el disco A Trick of the Tail o el Wind & Wuthering… Y claro, era muy chocante para nosotros, puesto que sólo éramos una pequeña banda sueca. Pero era cierto, los suecos compraban más discos de Kaipa que de Genesis. Había muchísima gente en los conciertos y muchos de ellos eran sold out. De verdad que fue un gran inicio para mí y un gran aprendizaje el poder estar en Kaipa.
Y has tocado y grabado con leyendas como Jon Anderson y Steve Hackett. ¿Tienes otro deseo? ¿Otro músico con el que te encantaría trabajar?
Pues de verdad que no lo sé… Hay muchísimos músicos increíbles actualmente en los estilos que de verdad admiro, pero también hay muchos otros que me encantan y no encajan en lo que yo hago. Siempre puedo decirte eso de: “Oh, me encantaría grabar algo con Paul McCartney”, o en el pasado siempre había querido grabar algo con Joni Mitchell, y mira, sigue grabando música a día de hoy.
Es como si me llaman y me dicen si quiero grabar alguna guitarra para Deep Purple… Obviamente diría que sí (risas). Pero toca ser realista, es como si me llaman los de Genesis para grabar algo con ellos, y que me dijeran: “Sólo vamos a tocar las canciones antiguas. Te prometemos que no vamos a tocar nada del We Can’t Dance para adelante” (risas).
Y has tocado con Steve Hackett, un ilustre ex de Genesis…
¡Sí! Toqué con él y Musical Box todo el The Lamb Lies Down on Broadway. Cuando estuve en su banda tocamos canciones como “Cinema Show”, “The Fountain of Salmacis” y todo ese material de Genesis. Todas esas canciones y material propio de Hackett, canciones del disco Please Don’t Touch! o del Voice of the Acolyte. Fueron unos tiempos magníficos y Steve es un tío genial. Puedes trabajar muy a gusto con él, pero me estaba ocupando demasiado tiempo.
Un día estábamos sentados en el autobús de gira en algún sitio de Norte América y me comentaba que iríamos a Japón y luego a Australia. Y bueno, yo me enrolé con ellos por Nick Beggs, pero vi que no podía seguir con ellos. Me entró un poco el pánico pues hablaba también de otra gira en Estados Unidos. Y bueno… tampoco había firmado para ser un miembro a tiempo completo con su grupo. ¡Lo disfruté muchísimo! Pero cuando me hablaron de girar, girar y girar me tocó pensar en mi música, mi vida y mi familia.
Es que siempre estaba fuera de casa. Recuerdo salir para asistir a los ensayos a mediados de agosto, empalmar con la gira y volver a casa sólo para tres días. De agosto a diciembre sólo tres días en casa. Te lo puedes imaginar, ¿no? Cuando esto ocurre te empiezas a preguntar si ese es el futuro que habías imaginado para ti. A mí me encantaba el legado de Genesis y poderlo tocar en directo, pero soy ese tipo de personas muy familiares y a los que le gusta componer su propia música. Me gusta hacer la mía. Pero fue genial…
Y con Jon Anderson la cosa surgió estando en un crucero en el que Jon hacía su propio show allí. Estaba yo allí con The Flower Kings y Transatlantic. Alguien del crucero nos sugirió de tocar juntos algunas canciones juntos al final del concierto de Transatlantic pues iba a ser el último concierto en el barco. Jon accedió a ello y nos aprendimos algunas canciones de Yes. Las hicimos y fue muy divertido. Salió muy bien así que la compañía de discos nos sugirió a mí que podíamos componer algo con Jon Anderson. Me pareció perfecto y me consideraban la persona ideal para componer ese material para hacerle un disco. A los viejos fans de Yes les podría encantar. Así que les dije: “Adelante”…
Pensé que era una gran idea y nos tomó unas cuantas horas pensárnoslo. Luego recibí un mail de Jon diciendo que había hablado con la compañía y que tenía algunas canciones a medias, que habría que irlas desarrollando. Y fue genial también eso de adentrarte en el mundo de Yes y en el cómo se hacían las canciones del grupo. Me di cuenta trabajando con Jon de toda la cantidad de ideas que llegó a aportar al grupo. No todo venía de Rick Wakeman, Steve Howe o de Chris Squire. Me quedó claro que no hubieran llegado a ser lo que fueron sin Jon. En álbumes como Tales from Topographic Oceans, Going for the One o Close to the Edge hay muchísimas de sus ideas.
Estoy viendo que llevas puesta una camiseta de los Beatles y que tienes un cuadro enorme de los Fab Four de Liverpool. También sé que en tu último concierto has tocado “Long and Winding Road”, por lo que me está quedando clarísimo que son para ti algo más que una influencia…
Absolutamente… Nunca me he desenganchado de su influencia. De pequeño no tenía un tocadiscos para escucharlos, pero mi hermano y yo teníamos un amigo mayor que nosotros, de tres o cuatro años más. No te diría que fuera de una clase más alta y pudiente, pero esa familia tenía dinero y él era hijo único. Tenía un tocadiscos y una televisión en color. Era el único de todo el vecindario que se lo podía permitir y también tenía mucha ropa de los Beatles, también todos sus discos.
Cada vez que los de Liverpool sacaban un single nos llamaba y nos decía que fuéramos para su casa: “Venid para aquí que ya tengo el “Strawberry Fields”. “¿Ya lo tenéis?” “Qué vamos a tener si no tenemos ni tocadiscos” (risas). Tenía discos de los Beatles, pero también de otras muchas bandas como los Beach Boys o Jefferson Airplane. Yo necesitaba escuchar siempre la música de los Beatles y mejor si era nada más ser editada. Discos como Revolver, el Sgt. Pepper’s… Él los tenía todos y acudíamos a su casa para escucharlos, una y otra vez…
Luego tuve mi propio tocadiscos y mis discos de los Beatles. Para alguien que vivió esa época esa banda era fundamental. Digamos que cuando los Beatles despegaron en toda Europa, en el 63 o 64… yo tenía unos siete años. De verdad que estaban en todos sitios y aparecían en la televisión y en la radio. El impacto fue espectacular para nuestra generación. Pero lo divertido de todo es que cuando miras atrás y escuchas esos discos ves que todo lo que hacían era enorme.
Las canciones, la forma de cantar, lo instrumental, la batería de Ringo o el sonido de las guitarras. Tenían un gusto exquisito en la forma de tocar las guitarras y en las voces… Sonaba todo poderoso y con mucha clase. No era muy duro, pero de verdad que te mordían… Escuchar a Paul McCartney cantar esas canciones de rock ‘n’ roll puedes ver lo mucho que le gustaba Little Richard. Eso lo puedes notar de la forma en la que canta. Incluso a John Lennon cuando canta sus canciones de rock ‘n’ roll. De verdad que grita mucho en esas canciones. Qué puedo decir… es que supusieron un impacto total en mí y en muchísimos amigos de la época.