Pese a que algunas paredes digan lo contrario, Eric Clapton no es Dios. Unos cuantos errores de bulto en su trayectoria impiden que se le pueda otorgar tal suprema distinción. Y eso que hasta el lanzamiento, como mínimo, de este álbum se había ganado un puesto de honor en el olimpo de los músicos gracias a sus deslumbrantes aportaciones en proyectos como los seminales Yardbirds, los Bluesbreakers de John Mayall, el súper trío Cream, los efímeros Blind Faith, los inestables Delaney, Bonnie and Friends o en los reconvertidos Derek and the Dominos. Además, con seis discos de estudio y un par en vivo bajo el brazo, su fértil carrera en solitario era prácticamente intachable. Por consiguiente, como se intuía y así fue, volvió a dar en la diana con su tercer directo oficial después de los igualmente recomendables Rainbow Concert (1973) y E.C. Was Here (1975).
Tan solo contemplando la portada uno ya puede deducir lo que nuestro protagonista quería manifestar en estos surcos. La madurez del artista y, en particular, su satisfacción por la respuesta entusiasta de los asistentes a sus shows quedan perfectamente reflejadas en el sobrio pero magnético retrato realizado por el fotógrafo Dave Brown. Unas impresiones vitales que son corroboradas en la carpeta interior mediante la espiritual pintura del japonés Ken Konno y el veraz escrito rubricado por el mismo Clapton.
Centrándonos en el apartado estrictamente musical, la grabación se llevó a cabo durante dos concretas veladas (el 3 y el 4 de diciembre de 1979) en el famoso recinto Budōkan de Tokyo, dentro de la gira del vinilo Backless, del cual únicamente tres composiciones (“If I Don’t Be There By Morning”, la tradicional “Early in the Morning” y la pegadiza “Tulsa Time») formaron parte del setlist. Un repertorio compuesto por 16 canciones en ambas noches, con escasas variaciones, y del que para la edición publicada se descartaron las siguientes piezas: “Country Boy”, “Knockin’ on Heaven’s Door” y, por extraño que parezca, la reconocida “Layla”. También sorprende la flamante alineación que secundó a Mano Lenta. No resta ninguno de los componentes que habían participado en su último redondo y de los nuevos resaltan los históricos sidemen Albert Lee y Chris Stainton, desempeñando, respectivamente, un papel relevante a las seis cuerdas y a los teclados.
Tras esta larga exposición, sinceramente creo que no hace falta mi análisis detallado sobre cada uno de los cortes que se interpretan en este registro. Dejando aparte que en internet encontraréis un buen puñado de concienzudos artículos o un montón de apasionadas críticas acerca de dicho trabajo, esta es una obra que hay que escuchar de una tacada y sin spoilers. Como hizo un servidor la primera vez que lo tuvo en su poder. Y en sucesivas audiciones empezar por la cara que más os apetezca. Mi preferida es la tres del doble elepé (o el segundo CD), principalmente por esa impagable versión inicial del tema de Otis Rush, «Double Trouble». Asimismo las dos covers del maestro J.J. Cale, «After Midnight» y «Cocaine», siempre acaban sonando en el reproductor correspondiente.
En definitiva, un notable documento que para muchos, entre los que me incluyo, fue un punto de inflexión en la producción del terrenal Eric Clapton. Por suerte, aunque de modo más esporádico, su brillante talento guitarrístico retornaría en discos como Journeyman, From the Cradle, MTV Unplugged (Deluxe Edition), la banda sonora de la película Rush o el The Pros and Cons of Hitch Hiking del ex Pink Floyd, Roger Waters. Y como idóneo complemento a este Just One Night podéis adquirir la caja Crossroads 2: Live in the Seventies.