Los suecos Evergrey han regresado con su decimocuarto álbum de estudio, Theories of Emptiness (2024). La banda, liderada por Tom S. Englund, continúa consolidando su posición como un pilar fundamental para los amantes del metal progresivo y gótico. Con este nuevo trabajo, al menos han conseguido un nuevo fan: yo.
Mi conexión con Evergrey siempre fue inexistente, pero nunca es tarde para descubrir nuevas músicas. A pesar de sus 25 años de carrera y los 13 álbumes previos que ignoré deliberadamente, aquí estoy, contra todo pronóstico, para hablarles de Theories of Emptiness, una nueva obra que marca otro paso en la evolución de estos suecos de Gotemburgo.
En este disco, la banda avanza un peldaño más en su evolución. Las canciones, que oscilan entre lo alternativo y lo gótico bajo el prisma del rock y el metal progresivo, exploran nuevas facetas hasta ahora desconocidas en su trayectoria.
Por un lado, encontramos coros expansivos que otorgan a las canciones una grandilocuencia y un sentido épico renovado. En temas como “Save Me”, “Misfortune” y “One Heart”, Evergrey me recuerda más a bandas como Parkway Drive que a ellos mismos. Es un recurso frecuente en bandas más modernas, y resulta refrescante ver cómo Evergrey incorpora estas técnicas sin temor.
En la solemne “Cold Dreams”, podemos escuchar guturales que encajan a la perfección, cortesía de Jonas Renkse, vocalista y fundador de Katatonia, quien colabora con estilo en esta pieza. Además, la canción cuenta con la colaboración inesperada de Salina, la hija de Englund. Es una pieza conmovedora que aborda la soledad y la desesperación tras una pérdida, y sin duda una de las mejores del disco.
Mencionando nuevamente a Katatonia, Evergrey logra dar una vuelta de tuerca a la melancolía intrínseca en el sonido de la banda sueca. Se trata de una melancolía contemplada desde el prisma de la luz, una perspectiva que enriquece su propuesta musical.
El álbum, de poco más de 50 minutos, se compone de diez canciones y un interludio final homónimo, “A Theory of Emptiness”, que añade poco a lo ya ofrecido en las pistas anteriores. Sin embargo, es un disco hermoso, con canciones conmovedoras y poderosas como “Ghost of My Hero”, una balada dolorosa pero cálida, y “We Are the North”, una de las más impactantes del registro, impulsada por un riff contundente y teclados que evocan la Phantom Manor.
A lo largo de estos 50 minutos, Evergrey invita al oyente a un viaje difícil de resumir. Muchos sentimientos afloran a medida que el disco crece con cada escucha. Estamos ante otra gran obra de los suecos, y aunque sea un novato en su discografía, este disco se perfila entre lo mejor del año.