Que después de un par de décadas de travesía por el desierto el thrash metal vuelve a estar de moda es un hecho innegable. No solo los clásicos como Testament, Kreator, Overkill o Death Angel se encuentran en uno de los mejores momentos de su carrera y están sacando un discazo tras otro, sino que el montón de bandas nacidas a su imagen y semejanza en la última década y media ya han alcanzado su propia plenitud. Hablamos de los Havok, Municipal Waste, Nervosa, Suicidal Angels o los propios Angelus Apatrida y Crisix. Entre unos y otros han conseguido acercar el estilo a toda una nueva generación de jóvenes thrasheros, enfundados en elásticos descoloridos, camisetas de tirantes y flequillo crepado que se han identificado con el mensaje de rudeza, protesta y cierto onanismo que pregonan habitualmente estas bandas.
Bajo el amparo de los dos juggernauts del thrash estatal (Angelus Apatrida y Crisix), un montón de bandas se están intentando hacer un sitio entre las garras del estilo dentro de nuestras fronteras. Una de ellas son los tarraconenses Exekution, que en este segundo disco ahondan en su devoto homenaje a un thrash metal baboso, diabólico, fiestero, descamisado, greñudo y de barriga cervecera que les sale la más de bien.
Aunque no inventan nada, tampoco son ni micho menos una copia de nadie, al contrario. Mezclando elementos conocidos acaban consiguiendo un sonido personal: un sonido y una afinación sucia y grave, más orientada al death metal, un protagonismo claro de las guitarras y de sus melodías, tanto en riffs y punteos como en solos y harmonías varias. Además, la voz reminiscente de esos primeros Slayer, Kreator, Sepultura o Sodom, con un pequeño reverb de ultratumba, le da ese toque añejo y primitivo que contrasta fantásticamente con una producción compacta, moderna y poderosa, obra del infalible Javi Félez en sus Moontower Studios.
La intro, titulada «An Eeire Down», es exactamente eso, eerie (que quiere decir «inquietante»), y evoca oscuridad y misterio a través de sus guitarras melódicas y dramáticas. Aunque me ha gustado mucho e incrementa mis ganas de seguir escuchando el disco, también supone una pequeña decepción que no enlace directamente con el primer tema de verdad, ya que justo en el momento en que esperaba que entraran los demás instrumentos para continuar con la progresión, se produce un fade out que da lugar a un gigante coitus interruptus y a unos segundos de silencio antes de que empiece «Over The Altar», un más-o-menos medio tiempo que no se vuelve del todo thrash hasta la mitad de la canción. Eso sí, a a partir de ahí, velocidad y espíritu old school hasta la última nota del disco.
«Hegemony Of Hatred», un tema lleno de groove y con un rollo Destruction ensuciado bien molón, es el primero de una serie de cortes muy disfrutables. Otros que me gustan especialmente son el juvenil «Sodomize a Priest», con su intro gregoriana y de rollo S.A. en ese «Padre Black & Decker», así como el genial «The Worst Is Yet To Come», que da titulo a este trabajo y que rivaliza con «Epic Hangover» y sus fantásticos riffs en la lucha ser su corte más redondo.
Sorprende darte de bruces con «Escoria Humana», un tema en castellano aderezado de un montón de tacos, lo que sirve para comprobar que aunque la música no varíe demasiado, el idioma hace que el espíritu y el sonido de la canción sean totalmente distintos. Instrumentalmente es uno de los mejores momentos del disco, especialmente en su brillante parte final, pero el idioma no deja de darle un cierto toque a Viña Rock. Más adelante encontramos la corta, veloz, punkarra y cachonda «El Cepo De Mi Coche», donde ese feeling es, aún, mucho más pronunciado. Y los eructos iniciales y finales, tan urbanos ellos, no hacen sino certificarlo. ¡Kartones de vino para todos!
El álbum se cierra con «God Is A Shemale» (¿quién sabe?), un tema con un principio mucho mas épico de lo que sugiere su nombre y que aunque no está a la altura de los mejores cortes del disco, también es muy disfrutable, y confirma que Exekution suenan la mar de bien, son técnicamente impecables y tienen buena mano – en ocasiones muy buena mano – para los riffs (como es de mandar en cualquier banda de thrash metal que se precie). Si esperas una revolución en The Worst Is Yet To Come (2018), sin duda no la encontrarás, ya que me temo que los tarraconenses no pretenden nada más que ofrecer diversión y caña para acompañar unas birras de sábado noche y alguna que otra cervical desencajada. Estoy seguro que cualquier sala que pisen dará buena fe de ello.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.