Después de que la jornada del viernes, con las actuaciones de Vince & Joe y Audiolepsia, nos sirviera de aperitivo tranquilo, la chicha de verdad en el Tótum empezaba ya este sábado. Nueve bandas, dos escenarios y más de once horas de música prácticamente ininterrumpida iban a poner a prueba nuestra resistencia y nuestras ansias de prog, y gracias a que cada una de las propuestas es un submundo por sí misma, sin dos bandas ni remotamente iguales, podemos decir que lo superamos con cansancio pero con alegría.
Y digo lo del cansancio, entre otras cosas, porque la mayor parte de asistentes no es que no fueran a cumplir ya los treinta, sino que ni tan siquiera iban a cumplir los cuarenta, algo que me sorprendió y me decepcionó un poco. Así como muchas de las bandas eran muy jóvenes y yo tengo el firme convencimiento de que el rock progresivo en todas sus vertientes tiene un tirón importante (dentro de unos términos, claro), dentro de las nuevas generaciones, esa juventud no sé vio reflejada del todo entre el público, y no me atrevo a aventurar el por qué. Ellos se lo pierden, claro, pero no deja de ser una pena que un elenco de bandas (poco conocidas, claro) de tanta calidad no contara con muchísimo más público para verlas.
Además del escenario situado en el pequeño y coqueto auditorio colocado en la segunda planta del complejo de Calàbria 66, esta jornada del sábado sirvió para introducir un segundo espacio donde celebrar y ver conciertos. En un rincón de la planta baja, con las paredes llenas de cuadros del artista barcelonés Pepe Jiménez Espejo en exposición y venta (auque me temo que no muchos les hicieron caso), y abierto al público sin entrada, colocaron un pequeño equipo por el que a priori no daba dos duros y que me sorprendió mucho y bien durante toda la jornada, ya que todas las bandas sonaron como un cañón, contundentes, precisas y con un volumen adecuado.
Además, la barra colocada justo enfrente fue, cómo no, el eje de gravedad de todo el festival, aunando fans con bono, visitantes ocasionales que venían a ver un solo grupo (Time Lost fueron particularmente exitosos en este sentido) y curiosos de todas las edades qué venían a ver de dónde salía tanto ruido. De esta manera, el escenario principal de la planta superior, este sí protegido por una entrada de pago, se convirtió solo en el objeto de pequeños y concretos viajes.
Onyric Joy
Los encargados de dar el pistoletazo de salida a estas once horas de prog que teníamos por delante fueron Onyric Joy. A plena hora del vermút, y con no más de veinte personas frente al escenario gratuito, el trío barcelonés hizo pleno honor a su nombre e intentaron insuflarnos de alegría onírica a través de un post rock psicodélico y triposo. Con una ejecución y un sonido impecables, saltaron constantemente de la tralla hipnótica de temas como la inicial «Ephemereal Memories…» o «A Journey Beyond an Abyssal Trench» a los ruiditos y los viajes más ácidos e íntimos de «Seeking for a Longed Wombe», sonando creíbles en cualquiera de sus facetas.
Con un par de pedaleras más que generosas que les sirvieron para extraer todo tipo de efectos, sonidos, capas y matices (algo que íbamos a ver bastante profusamente durante todo el día, por cierto), también usaron la voz de forma ocasional como una capa más, sin otorgarle un puesto central como suele ser habitual. Cerraron con un tema de dejes más stoner que me recordó mucho a los franceses Mars Red Sky (de hecho, no me habría extrañado que la voz nasal de Julien Pras hubiera aparecido en algún momento), lo que acabó por enseñarnos los límites de su propuesta. Cincuenta minutos y cinco canciones que me convencieron del todo para empezar esta segunda jornada del Tótum con excelente buen pié.
Face the Maybe
El constante trajín ascensor arriba ascensor abajo que nos iba a tener ocupados todo el día empezaba para ir a ver a una de mis bandas favoritas de todo el cartel. Desde que me dejaran con la boca abierta cuando tocaron junto a Moonloop y Stormhaven hace pocos meses en la el Centre Cívic Boca Nord, he estado escuchando a Face the Maybe con bastante más intensidad que antes y he acabado bastante prendado de una propuesta que entendí a la perfección una vez los vi por fin en directo. A priori un auditorio con la gente sentada no parece el hábitat más natural para una banda que tiene la tralla djent y progresivo-alternativa como santo y seña, y es cierto que la comunión entre público y banda no alcanzó ni de coña el nivel de lo que vimos en Boca Nord (dejando de lado el wall of death, por supuesto xD), pero esto se compensó con un sonido absolutamente delicioso y, como no, una actuación técnica sencillamente impresionante del cuarteto barcelonés.
Porque te gusten o no las canciones, al ver a estos tíos sobre el escenario no puedes más que fli-par, con todas las letras, todas las sílabas o todo lo que quieras. Los tappings imposibles de Frederic al bajo, los dedos frenéticos hasta el absurdo de Eimel Trejo (algo impresionante lo de este chico) y el groove y las eternas sonrisas de Joan Carles Marí a la batería te dejan sin saber exactamente donde mirar. Además, la voz de Tomás Cuñat, sorprendentemente melódica, se las apaña para conseguir pasajes pegadizos y coreables, haciendo de todo el pack algo realmente fascinante.
El único detalle «negativo» (y ya ves tú) es que se dejaron «Escape» en el tintero, pero aún y así nos deleitaron con un repertorio basado mayormente en su último disco The Wanderer, desde la inicial «All That I See» hasta el tema homónimo final, pasando por temones como «The Island» o «Dagger». La guinda la puso su versión de «CAFO», un tema de una complejidad técnica brutal de los americanos Animals as Leaders que, al contrario que en Boca Nord, la bordaron.
Sinceramente, esta banda es la puta ostia. Vedlos por favor cuando tengáis la oportunidad.
Fireplace
El mayor contraste del día vino precisamente con la serie Face the Maybe – Fireplace. Si veníamos de ser aplastados a base de tralla, intensidad y saturación de notas frenética, lo que nos proponen ahora estos chicos es algo diametralmente opuesto: repartidos como pudieron sobre (y enfrente) del escenario de la planta baja habia un batería, un bajista, un saxofonista, un guitarrista, un cantante, un teclista y cuatro coristas (las Fourchettes), con la inequívoca intención de envolvernos y acariciarnos con su jazz folkero, literario, elegante, dulce e indudablemente progresivo que les convirtió en la propuesta más calmada y accesible de todo el festival.
Surgidos de las cenizas de AppleSmellColour (a los que incluso les dedicaron una canción) y liderados por el guitarrista Lluís Barceló (que para la ocasión se ha rodeado de un montón de músicos repletos de clase y de, aparentemente, una generación menos que él), Fireplace desgranaron una serie de temas que acaban de grabar bajo el nombre de Test Pressing, un disco de debut hecho a toda velocidad para poder presentarlo y venderlo aquí, ante la generosa cantidad de público (incluidos muchos casuales, teniendo en cuento lo transversal de la propuesta) que se reunió para verlos. Su vocalista Uri Mas se erigió en el perfecto maestro de ceremonias, mientras que el resto de la banda se mostró impecable y sobrada de clase en todo momento.
Syberia
Para superar rápidamente la morriña post bocata apresurado (no había tiempo para mucho más), Syberia nos atizaron en toda la cara con su densidad y su potencia sónica a base de capas, efectos e intensidad sin cuartel. Solo hace falta ver las absolutamente impresionantes pedaleras que se extendían enfrente de Oscar y Jordi y que les obligaron a pegarse algun que otro baile de pies bastante interesante para saber que no se van a andar con chiquitas. Syberia ya llevan unos cuantos años siendo una de las bandas punteras dentro del panorama post rock / post metal instrumental catalán (y más allá) y, en el que fue el último concierto de su ciclo Resiliency, demosatraron una vez más, en un escenario oscurecido y decorado por inquietantes proyecciones, que a energía y contundencia no les gana nadie.
El auditorio demostró de nuevo ser capaz de ofrecer un sonido excelente y perfectamente definido (almenos desde las primeras filas, más atrás ya era otra historia) a pesar de los múltiples matices de la música de Syberia, que basaron su repertorio en canciones ya conocidas de sus dos discos de estudio como «Renaissance», «Taunus» o «Herboren/Hyperion» y que, además, nos ofrecieron un tema nuevo que sirvió para cerrar el concierto. Un tema que, de buenas a primeras, me pareció tirar algo más hacia el post black y me recordó un poco a bandas como Deafheaven. Estaremos atentos a cuando saquen su tercer disco de estudio, a ver si ese es el camino.
Big Bang
Sin ningun tipo de descanso, a la que bajamos de nuevo a la planta baja ya estaban los chicos de Big Bang preparados para empezar su concierto. Con un Manolo Rubiales que se erigió en el frontman más activo, animado y dicharachero de todo el fin de semana, con el bajista Frederic (que ya había tocado con Face the Maybe unas horas antes) haciendo doblete, y con un batería jovencísimo y apañadísimo que seguía muchos de sus compases a través de un iPad, los de Badalona supusieron aún otro contraste respecto a las demás bandas y a lo que les rodeaba en el menú de hoy. Con un aire urbano y descarados toques funk, su rock progresivo alegre y alternativo fue un halo de luz y desenfado después de la intensa y oscura sobriedad que acabábamos de vivir con Syberia.
Con quince años de carrera y tres discos en el mercado, Big Bang fueron desgranando temas como «Efímero», «En Calma» o «Vacío» mientras Manolo hacía lo posible para que el público bailara, cantara y se moviera con ellos (con éxito intermitente, todo hay que decirlo). En la final «Danzarás», incluso, se fue corriendo hasta la lejana barra a ver a quién podía pillar, pero teniendo en cuenta que la gente del prog es reflexiva y poco dada a los arrebatos de desenfreno (toma ahí generalización gratuita xD), acabó siendo él, de largo, el que danzó con más pasión. Un concierto divertido, eminentemente rockero y nada exento de calidad técnica que supuso un soplo de aire en medio del mar de propuestas tan complejas e intrincadas. Que también se agradece, oye.
Echotest
Empezábamos a acercarnos a la recta final del día y, con ello, a las bandas con mayor tirón y nombre. Echotest, sin duda, eran uno de los platos fuertes del día, y la presencia de la eminente bajista americana Julie Slick, pequeño prodigio de las cuatro cuerdas como ha mostrado en sus periplos con figuras indiscutibles del prog como Andrew Belew o Crimson ProjeKct. Por lo que yo tenía entendido, esta banda se suponia que era un dúo de bajos con el apoyo de un batería, pero lo que vimos encima del escenario fue al simpático Marco Machera con un bajo, a Alessandro Inolti tras la batería y a Julie con una guitarra tan azul pastel como su pelo y sus zapatos, de manera que nunca tuvimos la oportunidad de comprobar su tan elogiada habilidad con las cuerdas gruesas.
No voy a decir que me decepcionaron un poquito, porque tampoco es eso, pero sí que es verdad que me esperaba algo un poco más espectacular por su parte y, al fin y al cabo, tampoco me parece que demostraran ser mucho más virtuosos que la mayor parte de las bandas que desfilaron durante el fin de semana por el festival (quizás me gano algun capón con esta afirmación). Puede que me esperara algo un poco más raro, más original, pero a parte de los juegos ocasionales de Julie con un Theremin, todos los truquitos de pedales y tappings que nos mostaron ya los habiamos visto en otras bandas. No me entendáis mal: fueron simpáticos, entretenidos y fluidos, tienen buenos temas y sonaron perfectamente, pero en muchos sentidos, fue uno de los grupos más normales que vimos durante el día de hoy.
Tal y como hicieron Vince & Joe la noche anterior, la marca barcelonesa Weisse Hügel le cedió un bajo a Marco, y por ello se llevó los agradecimientos y las loas constantes desde el escenario. En un momento dado, subió al escenario Dani Escortell, bajista de unos Glazz que iban a tomar su lugar en el escenario en un rato, y notándose que había amistad entre ellos, se puso unas gafas de sol y se marcó unas improvisaciones con ellos que no daban a entender del todo el asoluto bolazo que los andaluces nos iban a ofrecer más tarde.
Así que bien, Echotest dieron sin duda un buen concierto que fue de menos a más y personalmente lo disfruté tanto visual como sónicamente, pero quizás no fui capaz de entender del todo qué es lo que los hace tan especiales. Debo ser yo, porque hubo algunos entre el público que los habían venido a ver especialmente a ellos que lo estaban literalmente flipando y vocalizaron su entusiasmo tantas veces como les fue posible. No sé, a lo mejor también tenían que haber venido al resto de bandas y habrían flipado más o menos igual.
Time Lost
Entre tanta diversidad progresiva, aún no habíamos encontrado ninguna propuesta de metal progresivo tirando a clásico, en la vena de Queensrÿche o Dream Theater. Y Time Lost tampoco es que sean exactamente eso, pero sin duda fueron la banda que más se les acercó. El quinteto barcelonés, vestido de punta en blanco para la ocasión, venían a presentar su primer disco, el ambicioso VI Stages of Grief and Lost, un álbum conceptual que desgrana las siete etapas de duelo que se dice que todo el mundo debe pasar para superar una pérdida traumática. Como os podéis imaginar, las siete canciones en cuestión no son en absoluto cortas (rondan todas los diez minutos), así que para la ocasión esta superación se tuvo que hacer de forma un poco más apresurada, saltando directamente de la cuarta a la séptima fase por cuestiones de horario (ojalá la vida fuera así a veces, ¿no? :-D)
Con un vestíbulo repleto de fans (Time Lost hizo un buen trabajo de reclutamiento, me atrevo a decir que el mejor de todo el festival!), y después de un inicio un poco caótico, a la que se pusieron a tono lo cierto es que acabaron por dar un bolazo, con una ejecución magnífica, algun que otro ataque de virtuosismo rollo Haken y, en general, una actuación sólida, emotiva y épica que estuvo liderada en todo momento por Miki Martínez, sonriente maestro de ceremonias y poseedor de una voz muy versátil que hace mucho por dotar a esta banda de personalidad.
Después de las ovaciones de sus fieles y también de otros que se les encontraron de paso, acabaron su concierto anunciando que el día 9 de junio van a estar presentando VI Stages al completo (sin atajos) en la Sala La Nau junto a, precisamente, Face the Maybe. Un cartel lo suficientemente atractivo, chicos, para que no dudéis en dejaros caer por ahí.
Glazz
La última banda del día en el escenario principal eran uno de los grandes reclamos del día a pesar de ser prácticamente desconocidos para mí. En la entrevista que les hicimos comentaron que gran parte de su música sobre el escenario transcurría de forma improvisada, una afirmación que despertó mi curiosidad y que hizo que enfocara su actuación con muchas ganas. Hablando con su batería Javi Ruibal al final del concierto, por cierto, nos comentaba que últimamente no hacen tantos bolos como antes (de hecho ésta fue su primera visita a Barcelona), y que por ello se notaron algo encarcarados. Cualquiera lo diría.
Tan pronto el trío gaditano-sevillano se subió al escenario se vió claro que la iban a liar. Y no porque fueran a hacer ninguna virguería visual sino porque, sencillamente, estos tíos cogen el duende que tienen tantos andaluces y lo trasladan a una especie de jazz prog rock con toques ocasionalmente latino-flamencos con una clase y elegancia que echa para atrás. Rock instrumental protesta, como dijeron ellos, en una definición de esas que, como te la pienses mucho, te hace explotar la cabeza.
El groove fluido y natural marcado por el señor Ruibal, que además se dejó ir con algun que otro solo que nos dejó con la boca abierta, tuvo su respuesta en el bajo galopante de Dani Escortell y en la guitarra pizpireta de Jose Recacha. No sé exactamente lo que eran temas o lo que eran improvisaciones, ni tan siquiera lo que eran improvisaciones dentro de los temas, pero lo que sí que está claro es que se pasearon por sus tres discos de estudio tocando cosas como «Punklerías» y «12×8» y que, además, nos obsequiaron con un tema nuevo («tema 1 nuevo – no borrar») que sonó tan bien como los demás.
En la recta final del concierto hicieron subir a todos los miembros de Echotest (gafas de sol incluidas) para marcarse un divertido y animado tema a dos guitarras, dos bajos y una batería y media que yo creo que debía ser una versión pero que no reconocí. No solo entre ellos hay un buen rollo excelente y se nota, sino que incluso Dani cedió su bajo a una Julie Slick que, por fin, tuvo la oportunidad de deleitarnos a los mandos del instrumento por la que es conocida.
Un bolazo el suyo, y un final que se convirtió, muy probablemente, en el momento del día para la mayoría de espectadores que salieron mentalmente extenuados de la sala.
Ursa
Después de casi once horas de música ininterrumpida, fíjate tú por dónde que vamos a acabar más o menos donde hemos empezado, con un trío de post rock psicodélico. Cierto que Onyric Joy y Ursa tampoco tienen mucho que ver, pero es curioso que, en un día en el que hemos dado vueltas por infinidad de palos totalmente dispares entre ellos, hemos acabado tornándonos capicúas.
A estas horas ya quedábamos bien pocos para ver el bolo de los de Terrassa, y los que estuvimos allí hasta el final teníamos la cabeza y las piernas (recordais lo que digo al principio que ya no cumpliremos los treinta, ¿no? Pues eso.) exhaustas de tantas emociones y sensaciones, pero aún así fuimos capaces de valorar y de disfrutar del gran concierto que se marcaron estos chicos pese a que las circunstancias, como dando la sensación que todo ya estaba a medio recoger, fueron algo adversas.
Quizás por esa sensación de intimidad, el batería Robert se animó incluso a hacer algo tan poco prog como quitarse la camiseta, y así fueron descargando los largos, evolutivos y envolventes temas sin título pertenecientes a su disco de debut, Nulla, en un concierto que alternó constantemente caña y melancolía y que sonó potente y compacto en todo momento. En serio, mis felicitaciones a quién sonorizó el rincón inferior, por el que no daba un duro de buenas a primeras pero que acabó sonando a la perfección en todas las bandas, por muy diferentes que fueran.
Ahora sí, llegaba la hora de plegar velas, y lo hacíamos con la sensación de haber vivido un montón de propuestas originales, emocionantes, honestas y técnicamente excepcionales. Una pena, en serio, que no hubiera mucha más gente que lo apreciara así. Por delante nos queda la última jornada del festival, un domingo con bandas del nivelón de Lizzard, Noah Histeria o Moonloop. Paradójicamente, se trata de mis bandas favoritas del fin de semana, pero por culpa de obligaciones (voluntarias) familiares, me resultó imposible ir. ¡Pero no os preocupéis! Enviamos a nuestro compañero Rubén de Haro que seguro que os lo contará con la misma pasión que yo.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.