¿Es este III Sides to Every Story (1992) que hoy cumple 30 años de vida el título menos famoso y más infravalorado de Extreme? Probablemente, así es, si solo tenemos en cuenta la «discografía clásica» de los de Boston. Este inteligente, logrado, soberbio y demoledor álbum es la continuación de su exitoso lanzamiento de 1990, Pornograffitti, pero llegó en la recta final de 1992, cuando el movimiento grunge estaba en pleno apogeo y, por lo tanto, no se benefició de la exposición que merecía. De nuevo, los desaliñados de Seattle con camisas de leñador y Doc Martens dando por saco… ♥
La época
A veces, el arte verdaderamente grandioso no se aprecia; ya sea cine, literatura o música. El tercer álbum de Extreme III Sides to Every Story se erige como el ejemplo perfecto de algo que, debido a la época en la que vio la luz, pasó prácticamente desapercibido. Y es que estamos ante una auténtica Obra Maestra (y no, no estoy utilizando esta palabra arbitrariamente). III Sides to Every Story es uno de los mejores álbumes de rock (ampliad los límites del género hasta donde creáis conveniente hacerlo) que jamás haya escuchado. Aquí, encontramos partes iguales a los Beatles, Queen, Led Zeppelin, Aerosmith e incluso a los Red Hot Chili Peppers. Estamos ante un álbum conceptual, muy ambicioso (¿quizá algo demasiado?) que no vio la luz en el momento adecuado.
Si bien el álbum homónimo de Extreme es -bajo mi punto de vista- excepcional, en última instancia, fue solo otro álbum de rock al más puro estilo de los Van Halen de los 80. Donde Extreme demostró su valía fue en su segundo álbum, Pornograffiti, un trabajo bastante más emocionante, mejor escrito y mucho más ambicioso que su debut. El single principal del álbum, la archiconocida balada «More Than Words», fue una especie de espada de doble filo para la banda. Si bien fue un gran éxito, llegando a convertirse en uno de los mayores singles del año, le dio al público la impresión equivocada de la banda. Mientras que Extreme era una banda ecléctica y rockera, que abarcaba muchos sonidos y estilos, «More Than Words» le dio a la gente la idea de que Extreme era algo como muy… ¿light?
Sin embargo, Extreme estaban lejos de ser light. Su enorme guitarrista Nuno Bettencourt era todo un virtuoso, una promesa, el «nuevo Eddie Van Halen» que podría rivalizar con el Ed original en términos de técnica y musicalidad. El carismático líder Gary Cherone -una especie de cruce entre Steven Tyler de Aerosmith y Freddie Mercury de Queen-, un letrista reflexivo, demostró ser la voz perfecta para el estilo ecléctico de la banda. La batería intensa de Paul Geary y el bajo cargado de funk de Pat Badger conformaban una sección de ritmo emocionante, el colchón perfecto para el estimulante y chirriante trabajo de guitarra de Bettencourt.
A medida que la banda se puso en marcha para hacer su tercer álbum, hubo un cambio importante en el Universo del Rock con el lanzamiento del Nevermind de Nirvana en 1991. El álbum seminal de los de Cobain cambió todo el panorama de la música popular, alejando la cultura juvenil del rock melódico y/o duro, para adoptar completamente el rock alternativo. De la noche a la mañana, bandas que eran extremadamente populares fueron eliminadas instantáneamente y quedaron obsoletas. Lamentablemente, Extreme fue una de esas bandas que se quedaron out durante la era del grunge y el apogeo del rock alternativo de principios de los 90.
Aún así, aún estando un poco «fuera de onda», la banda afincada en Boston se metió en los New River Studios, Ft. Lauderdale, Florida a inicios de 1992 para idear, tramar y grabar una joya en toda regla. Una obra, tan preciosa como ambiciosa. Un trabajo, tan infravalorado como especial, destinado a pasar a la historia.
El álbum
Lo que hace que este disco sea tan especial es que está dividido en tres secciones (o lados), tituladas «Yours», «Mine» y «The Truth». Cada una muestra diferentes estilos y temas musicales. Es lo que comúnmente suele conocerse como un «disco conceptual».
«Yours»
La primera sección, «Yours», es puramente rock, incluso con algunos elementos de ópera rock en la parte vocal de un par de canciones. Es, por así decirlo, la parte más Van Halen de este trabajo.
Se trata de una mirada satírica al complejo militar-industrial, la gobernabilidad y el racismo. La sección comienza con fuerza con las sobresalientes «Warheads» y «Rest in Peace» (cínica a más no poder; señala la simplicidad de clichés como «make love, not war» y advierte al oyente de que no se tome a la ligera los asuntos mundiales y las complejas situaciones globales). Acto seguido, llegamos a dos pistas que son un poco más flojillas. «Politicalamity» (cargada de funk, ataca directamente a las instituciones gubernamentales; musicalmente es similar a «Lil’ Jack Horny», la segunda canción de su Pornograffiti) y la melódica «Color Me Blind», que analiza el racismo. Ambas son piezas de hard rock genérico sin llegar a ser excepcionales.
También podría considerarse «genérica» «Cupid’s Dead», que examina los medios de comunicación, pero se salva gracias a ese pasaje instrumental extendido que comienza en la marca de los tres minutos y que dura más de dos minutos; simplemente, espectacular. En la última canción de la sección, «Peacemaker Die», la banda nos explica cómo las personas que intentan marcar la diferencia o luchar por la paz mundial están destinadas a ser asesinadas. El clip del célebre discurso «I have a dream» de Martin Luther King, Jr. funciona a las mil maravillas.
«Mine»
La segunda sección, «Mine», es más introspectiva y tiene un sonido genuinamente diferente. A través de ella, el álbum se ralentiza considerablemente, pero no por ello es menos fascinante. Es la menos orientada a la guitarra, y la banda introduce más teclados y, sobre todo, más experimentación. Las canciones se alejan de los temas mundanos y/o políticos, pasando a tocar aspectos más meditativos y autorreflexivos.
El primer tema, ese vals que responde al título de «Seven Sundays», se abre con un lánguido pasaje vocal y de piano (los teclados los toca el mejor guitarrista que ha dado el hard rock en los últimos, tranquilamente, 50 años, Nuno Bettencourt). Por cierto: no hay ni una guitarra a lo largo de los cuatro minutos que dura. Supone un cambio total de ritmo, ya que es una desviación, una ruptura radical con las canciones anteriores del álbum.
La destacada «Tragic Comic» cuenta la lucha del protagonista por ser él mismo en una cita. Es un tema muy al estilo de los Beatles, y el solo suena como si el mismo George Harrison hubiera tocado en la pista. De hecho, las partes orquestales de este trabajo se grabaron en los mismísimos Abbey Road Studios de la capital británica, y el álbum está repleto de homenajes y/o guiños a los de Liverpool, además de las diversas referencias líricas.
Estas canciones cubren una amplia gama de temas, desde el amor hasta las relaciones, la individualidad y la religión. Me gusta mucho la letra y la música de «Our Father», que trata sobre un niño que anhela la presencia de su padre y es muy diferente a las canciones que suelen componer las bandas de rock que much@s podrían tildar de «machistas». Para ejemplo, este botón:
«Well I’m in need of someone to tie my shoes
Or take hold of my hand when I become afraid And whose footsteps will I follow into Daddy please Don’t run away.»
«Stop the Word» es una deprimente súplica para no tener que lidiar con la vida, las personas y/o el mundo, mientras que «God Isn’t Dead?» actúa a modo de preludio de «The Truth», ya que Cherone aboga por la confirmación de la existencia de Dios.
La sección la cierra «Don’t Leave Me Alone», el tema más emotivo, que por algún motivo no se incluyó en su día en la edición en CD del álbum, y que tampoco aparece en el tracklist de Spotify. Se trata -quizá por este motivo que os acabo de comentar- de la favorita de muchos fans de este álbum tan subestimado. Incluso el mismo Bettencourt dijo en su día que sintió como si le hubieran extirpado el brazo derecho cuando tuvieron que prescindir de ella para el CD. ¡Menos mal que todavía conservo mi cassette! El tema, por cierto, habla sobre la depresión y sobre sentir que la vida ya no merece la pena ser vivida. A través de los casi seis minutos que dura, Extreme nos regala pasajes tan potentes como este:
«Don’t leave me all alone
Don’t leave me on my own
I’m so afraid
Why can’t you stay
Just don’t leave me alone, oh
Ooh, how long will my song be wrong.»
Personalmente, opino que «Don’t Leave Me Alone» no tendría que permanecer a este segundo lado, «Mine», pero tampoco en «The Truth», el tercero. Es como darse cuenta de que ambas partes hasta ahora están equivocadas. El álbum es mucho más completo gracias a esta canción, y hace que la tercer lado sea más una respuesta a la pregunta al final de esta canción, en lugar de un simple «¡Dejadlo ya! Ambos estáis equivocados» en respuesta a los dos primeros lados.
«How long will my song be wrong.»
«The Truth»
La tercera sección, «The Truth», es una formidable suite titulada «Everything Under the Sun». Puede considerarse rock progresivo en términos de formato y estilo, con alternancias en el compás y arreglos complejos, incluida una gran orquestación. Líricamente hablando, los temas son más religiosos y filosóficos. Es, musicalmente hablando, la sección más ambiciosa de todo este trabajo. Es un experimento exitoso, ya que es interesante y atractivo durante todos y cada uno de los casi 22 minutos que dura. Esta sección es realmente la razón por la que este álbum puede ser considerado una Obra Maestra, y es con total seguridad lo mejor que Extreme ha escrito (y escribirá) jamás.
La primera parte de la suite, la épica, bella e impresionante «Rise ‘N Shine», utiliza arreglos orquestales, guitarras acústicas y voces armonizadas para crear una sensación evocadora. Ve el amanecer de un nuevo día, el optimismo y la esperanza por la que (creo) que todavía merece la pena luchar. Es, claramente, el amanecer después de la oscuridad representada por «Mine». Una guitarra acústica suave te despierta de un sueño. Bettencourt es el primero en interpretar el primer verso de este dúo, mientras que Cherone le toma el relevo en el segundo mientras la orquesta crece por momentos. La música aquí contenida es la que más esperanzadora suena en todo el álbum, una composición brillante y estable, magistralmente estructurada.
La segunda parte, «Am I Ever Gonna Change», cambia a un sonido de guitarra más fuerte y potente, pero mejorado en puntos clave con una sección de cuerdas; mientras que los acordes de guitarra suenan brillantes y optimistas, las letras de estilo monólogo son introspectivas y autocríticas; es una combinación extraña, pero de alguna manera funciona a las mil maravillas.
La parte final de siete minutos titulada «Who Cares?» tiene un sonido de ópera rock, pasando de una introducción grandilocuente basada en trompetas a acordes de teclado pensativos y una guitarra solista extendida, mientras que la voz de Cherone explora temas como la fe y el destino. Se trata de la pieza más pesimista del álbum.
Conclusión
En general, el álbum tiene un sonido limpio, no demasiado denso ni estratificado. Es una verdadera pena que saliera en un momento en que el mundo se estaba volviendo loco con Nirvana, Soundgarden y Pearl Jam; nunca recibió la exposición, la aclamación y el respeto que merecía. Pero los miembros de la banda a menudo lo citan como su mejor y más completo trabajo, y yo también lo creo.
Este III Sides to Every Story es muchas cosas. Es épico, ambicioso, reflexivo, impresionante, furioso, hermoso. Este álbum es, insisto una vez más, una verdadera Obra Maestra que merece la pena ser escuchada, no una, sino millones de veces… en bucle. Si te lo perdiste cuando vio la luz por culpa de Kurt, Chris y Eddie, hazte un favor y escucha este álbum para ver y comprobar por ti mismo lo brillante que es. ¿Te llamo luego y me lo cuentas? ÉPICO.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.