Espabila.
¿A qué no sabías que agila significa espabila en castúo? Para los perdidos, Extremoduro es una banda extremeña y uno de los dialectos usados en Extremadura es el castúo.
Con Agila (1996) es evidente que Extremoduro espabilaron y redefinieron su sonido, el sonido de una generación y el sonido del rock cantado en español. Eso a lo que llamaron el rock transgresivo vivía su máximo esplendor con este disco que impulsó la leyenda de esa banda underground que todos escuchaban en los 90 pero que no se pinchaba en las radios y que no venía acompañado de campañas de marketing. El boca a boca fue la bolsa llena de oxígeno para una banda siempre fiel a sus principios y siempre complicada.
Cuando Agila llegó al mundo, todo cambió. Alguna de las canciones que encontramos en el disco forman parte de la cultura popular de nuestro país. La machacada “So Payaso” no será la excepción, incluso los hipsters y los pijos la conocen hoy en día. Pero no solo con esta canción Extremoduro se posicionó donde merecían, en Agila tenemos un quinteto inicial que podría hablar de tú a tú al Dream Team de Barcelona 92.
“Buscando una Luna”, “Prometeo”, “Sucede”, “So Payaso” y “El día de la Bestia” arranque de manual con la inestimable ayuda de Albert Pla en la última de ellas. Ya pueden ser más flojas las que siguen, pues con este despegar todos nos quedamos satisfechos.
Pero bien, viajamos a 1996 para comprender una poco más qué es lo que pasaba por la cabeza Robe y los suyos. Después de publicar el incomprendido y difícil Pedrá (1995), Extremoduro se atrevieron a girar en recintos grandes y la cosa funcionó. Cuando terminó la gira, la banda se encerró en La Zubia, municipio de Granada, para confeccionar un disco afilado y ansioso de poderío. La banda reclutó ya de forma oficial a Iñaki “Uoho” Antón y se perfiló como la mano derecha de Robe, un papel imprescindible hasta la fecha.
“Uoho” ya había colaborado en Pedrá y eran amigos de las giras conjuntas entre Platero y Tú y Extremoduro y, tras la disolución de la banda basca, fichó formalmente por la extremeña. El papel del guitarrista fue fundamental en el “nuevo” sonido “refinado” de la banda. Si bien no dejaron el rock macarra y su habitual fuerza, en Agila encontramos un sonido más refinado con un trabajo melódico más complejo e incluso más progresivo (escuchad las múltiples lineas melódicas de “El Día de la Bestia”).
A todo esto, la banda se rodea de algunos amigos que aportan una sección de vientos con saxo, trombón y flauta como los que encontramos en “Buscando una Luna” que amplían la paleta sonora de la banda. A todo esto le añadimos las letras siempre metafóricas, densas y de amplia interpretación de un Robe en estado de gracia. El resultado es Agila, el primer disco enorme de Extremoduro.
Incluso en las canciones más flojas del disco podemos detectar la nueva composición, tan descarada como arriesgada para un grupo de esencia macarra. Por ejemplo, en “¡Qué sonrisa tan rara!” podemos disfrutar de una canción muy rica en detalles y letras pero algo deslucida. Quizás es de las menos impactantes del disco a simple vista pero preciosa si indagas en ella.
“Cabezabajo” es otra canción memorable algo infravalorada, con una dureza sonora y lírica excepcional. Un riff asesino de hard rock, unos alaridos de un Robe rebosante de ira. Los demás cortes, sin profundizar más, solo puedo recomendar una nueva revisión del disco pues la merece, una y unas más. Agila nunca defrauda, ni cuando lo deseas esuchar ni cuando suena sin querer en tu reproductor.
Agila marcó el despertar definitivo de Extremoduro convirtiéndola en una banda de masas. La banda que todos los modernos y pijos odiaban y la que el resto de mortales adoramos. Para muchos, es el disco capital de los extremeños, para un servidor el incio de una etapa imperfecta coronada con el monumental La Ley Innata (2008). Éste si es la obra maestra del rock nacional.